[Visto: 872 veces]
Como profesores, las relaciones en una escuela son un poco curiosas. Podemos tener buenos amigos, así como conocidos y así podemos hablar de una amplia gama de relaciones de todos los colores. También es posible que puedan pasar más de un día en el que no hable con ninguna de estas personas, más allá de un saludo al llegar a la escuela o un gesto al encontrarnos con otros en los pasillos o en el cambio de horas. Y no se trata tanto de que los profesores seamos tímidos, huraños, o algo parecido. Creo que más bien es el cómo la escuela está organizada.
Entre las clases para dictar durante el día, los trabajos para corregir, las sesiones que planificar, los materiales para preparar, los padres que escriben o que piden reuniones, la verdad es que hay poco espacio dentro del horario de un profesor para que pueda sentarse a conversar con otros profesores. Alguien podría pensar, “sí, es cierto; pero ¿y qué?” Aparentemente no es un tema grave, pero en realidad es un poco más complejo de lo que parece.
Pensemos en un momento en la importancia de las relaciones interpersonales. Pensemos en lo demandante que es emocionalmente el trabajo de un maestro. Pensemos en cuántas veces los profesores sentimos que nos quedamos sin ideas. Pensemos también en las veces (en muchas escuelas, muy pocas o escasas veces), en la que los maestros logran conversar por un buen rato. ¿Qué sucede cuando se sientan a conversar?
Por un lado, encuentran un apoyo emocional a su trabajo, alguien que escucha los problemas y que los comprende porque los vive también o los vivió, que puede dar un consejo para solucionar una situación difícil con un alumno, un padre o un colega, que puede facilitar incluso materiales, estrategias, contenidos. Mejor aún, muchas veces, cuando los maestros se sientan juntos pueden identificar problemas que involucran a más de una persona, a más de un salón, problemas que involucran a la escuela como comunidad o institución, cuando menos. Entonces, las ideas surgen, las alternativas de solución se proponen. La innovación y la resolución de problemas no son cuestión de física cuántica, sino que muchas veces surgen espontáneamente ante la oportunidad de intercambiar ideas, de plantear situaciones, de conversar finalmente. Hasta lo que va de mi experiencia en más de una escuela, cuando los profesores se reúnen, aún en eventos sociales, en algún momento buscan hablar de la escuela: existe una necesidad real de hablar entre maestros.
¿Por qué no aprovechar desde la gestión, desde la dirección, las capacidades profesionales, el conocimiento y la experiencia de los maestros para promover la innovación en las escuelas? ¿Por qué no consideramos darle a los maestros un momento para conversar dentro de su horario de clases?