DIMENSION ETICA

[Visto: 851 veces]

Si miramos nuestra realidad local y del mundo en función a la ética, surge en cada uno de nosotros un cuestionamiento a los grandes desafíos del desarrollo. Desafíos que se plantean tanto los países en vías de desarrollo como los ya desarrollados.

El tipo de sociedad y cultura que prevalece en nuestros días, al menos en el mundo europeizado, es un eje de convivencia humana centrado en el mercado. De las economías de mercado – sin duda las mas eficientes para crear riqueza , pero injusta para distribuirla- estamos pasando a sociedades de mercado, en las que prevalece una cultura materialista y economicista en las que el tener vale mas que el ser y, consiguientemente, las personas se convierten en esclavas de las cosas.

Esto ocurre paralelamente a un creciente proceso de individualismo: de la afirmación de la libertad individual como valor mas importante , que lleva alas personas a ser hostiles a cualquier clase de regulaciones – ya provengan del Estado , tradiciones culturales y aun de lazos familiares– se pasa a un especie de egocentrismo que los induce a vivir preocupados solo de si mismos y por su entorno inmediato, indiferentes a lo que ocurra en el mundo y hasta en su propio país, a menos que afecte sus intereses personales.

Consecuencia y expresión de este fenómeno son el egoísmo, el consumismo y la competitividad prevalecientes. La preocupación por nuestra vida nos torna indiferentes a los dolores ajenos. La adquisición de bienes de consumo pareciera haberse convertido en el fin de la existencia humana. .El afán de bienestar personal, cuyo logro depende generalmente de los ingresos pecuniarios de que se disponga , suele generar una agresiva competencia, que convierte a los compañeros en rivales y agudiza el individualismo .

Los atractivos de la propaganda adorna a mercaderías que se ofrecen y las tentaciones del crédito fácil exacerban el consumismo y el individualismo, que a su vez conspiran contra la necesidad de incrementar el ahorro indispensable para impulsar el desarrollo, convierten a las personas en esclavos de las cosas y genera una especie de veneración por el dinero.

Ahora cuestiono ¿en que medida , esta cultura prevaleciente, tiene vigencia los conceptos de “bien común” “ derechos humanos” “justicia “ y “solidaridad”? ¿Hasta donde la lógica de los mercados se concilia con esos valores? ¿ la actividad económica es autónoma de la moral? .

A mi parecer debe haber una conciliación entre la mano invisible del mercado y la mano fuerte de justicia del Estado. Sin embargo nuestra realidad nacional ha desbocado en un liberalismo a ultranza que se caracteriza por los siguientes rasgos: a) los mecanismos del mercado libre y de empresa privada prevalecientes como lo mas eficiente para crear riqueza y tiende cada vez a mayor liberación. Nuestras dos últimas décadas han sido testigos de los procesos de privatización y desregularizacion de la economía. ; b) Los asombrosos adelantos tecnológicos, especialmente en el campo de la informática, han intensificado el proceso de globalización que ocurre en el mundo, sobre todo en el ámbito económico. El manejo de las economías es cada vez menos nacional, aun para las grandes potencias; las decisiones económicas importantes dependen de los grupos financieros que los gobiernos.

Debemos tener justicia y solidaridad en el funcionamiento de la vida económica porque es una exigencia de la ética ineludible. Hacerlo significa aceptar que la libertad de los mercados no es un dogma intocable, sino es admitir sus limitaciones en razón del bien común. Cada Estado, en el ámbito nacional, y la Comunidad de naciones, en el internacional, pueden decir las regulaciones indispensables para asegurar que el funcionamiento de los mercados no lesiones o vulnere a la justicia.

Y si consideramos llegar a niveles de existencia y calidad de vida que merezcan llamarse humanos , pienso que hay que agregar la solidaridad, entendida como la actitud moral y social de aceptación de la interdependencia entre los hombres y entre las naciones, que nos lleva a empeñarnos a todos en la búsqueda del bien común. Bien Común, que es a la vez, el bien de todos las personas como miembros de la familia humana y de las múltiples comunidades a las que naturalmente pertenecemos. De lo cual fluye, como consecuencia, la necesidad de superar el individualismo mediante la organización comunitaria en que los seres humanos se concierten para ayudarse recíprocamente, defender sus derechos y buscar el bien común.

En este ensayo con el afán de encontrar fundamentos para que los fueros de la ética rijan en el ámbito del desarrollo económico, el concepto fundamental de derechos humanos, solemnemente consagrado en la declaración Universal de Derechos Humanos y en los pactos internacionales que la complementan, proporciona criterios pertinentes para lógralos. Pienso que dicha Declaración Universal es el acontecimiento mas revolucionario debido a que prácticamente todas las naciones de la Tierra proclamaron a los derechos humanos como el ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzase a fin de que tanto los individuos como las instituciones promuevan mediante la enseñanza y la educación el respeto a estos derechos y libertades y aseguren su efectivo reconocimiento y aplicaciones universales.

Ahora bien, si el concepto de derechos humanos – inherentes a la dignidad de las personas—ha llegado a ser la piedra fundamental sobre cuya base debe construirse la convivencia entre los hombres y entre las naciones, ineludible es concluir que la vida económica de las sociedades no debe desenvolverse al margen de la consideración y respeto que esos derechos merecen en cuanto imperativo ético formalmente aceptado como obligatorio por todas las naciones.

Los derechos al trabajo, a una remuneración equitativa , al descanso, a la seguridad social, a la educación y a un nivel de vida que asegure a toda persona y a su familia la salud y el bienestar y, en especial, la alimentación , el vestido, la vivienda, la asistencia medica – como asimismo los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez y vejez, que consagran los artículos 22 a 26 de dicha Declaración Universal– son imperativos –no solo buenos deseos—que la humanidad ha consagrado como obligatorios para todas las naciones y que, por consiguiente a todas exigen hacer lo necesario para se concreten en la realidad.

Comprendo que los fenómenos económicos tienen sus propias reglas de funcionamiento que limitan la discrecionalidad humana para dirigirlos al arbitrio de los gobiernos. Pero asevero que si hablamos seriamente de ética en materia de desarrollo, ni los actores de los procesos económicos, ni los estados – nación, ni la comunidad internacional pueden rehuir los deberes que a todos nos impone la primicia del bien común sobre cualquier clase de intereses particulares y el respeto a los compromisos internacionales sobre derechos humanos.
Confió en que estas reflexiones nos ayuden a progresar en la tarea de consensuar los parámetros éticos indispensables para humanizar los procesos de desarrollo.

Puntuación: 0 / Votos: 0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *