La pregunta del joven a Jesús sigue teniendo vigencia. En mis más de catorce año de vida de formador en aula de educación básica y universitaria siempre he encontrado esa interrogante ¿Qué hare para ganar la vida eterna? o en su sentido negativo ¿Qué hare para no perderme?
El joven del evaneglio tiene vigencia en el joven del siglo XXI. Muchos de mis estudiantes me piden algun consejo a la salida del aula o en los intermedios. El joven desea ser escuchado y tratado con la dignidad de un joven confundido entre lo abundante y lo correcto.
El joven es conciente que sus acciones son correctas o incorrectas y por tal motivo recurre al adulto como el acumulador de la sabiduria de la vida. El formador idoneo y coherente tratará a su aprendiz como la persona humana que está en desarrollo emocional y ético.
Es posible que el joven se retire triste por las palabras o gestos de su maestro, pero en su conciencia existe un atisbo de lo que es necesario hacer para vivir en la virtud.
El joven se moviliza en el mundo secular. Es decir se mueve en el medio de las pasiones y le cuesta asumir tres grandes renuncias: La renuncia al tener, la renuncia al placer y la renuncia al poder. Sin embargo, en una muestra de su madurez encontrará el camino para dar a cada renuncia un sentido de vida y no vivir en la represión existencial.
Espero mis queridos jóvenes que estas reflexiones hallan llegado a todo aquel que este confundido para encontrar una salida adulta ante las dificultades del mundo globalizado y del marketing.