Brasil cierra con Francia el mayor pacto militar de los últimos 50 años

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UNA ASOCIACION ESTRATEGICA SIN PRECEDENTES DESDE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Brasil realizará el mayor gasto de su historia en equipamiento militar. De los 8.500 millones de dólares previstos originalmente, y ya aprobados por el Congreso, la cifra saltará a 14.000 millones. La diferencia se destinará a la compra de 36 aviones caza bombarderos. Aunque compiten tres grandes fabricantes: Dassault, Boeing y Grip, el presidente Lula da Silva no ocultó sus preferencias. Dijo que Francia se ha mostrado flexible en la transferencia de tecnología y añadió que “está muy avanzada” la negociación. Hoy, el jefe de Estado brasileño se lucirá junto a Nicolás Sarkozy en el tradicional desfile militar del día de la Independencia.

El caza Rafale, de Dassault, está a pasos de ganar a sus rivales. Se trata de una aeronave de 5ª generación proyectada en los años 80 para sustituir la flota de Mirage. Posee un amplio radio de acción, con capacidad para cargar misiles aire-aire y aire-tierra y con sofisticados dispositivos como su radar multifuncional que incluye cámaras infrarrojas y telémetros a laser. A modo de demostración-espectáculo, hoy volarán tres de estos cazas en los cielos de Brasilia. A pesar del entusiasmo de Brasil, deberá influir en las decisiones finales la predisposición de la fabricante Dassault a ceder tecnología a los brasileños. De acuerdo con el ministro de Defensa Nelson Jobim, quien confirmó el “favoritismo”, es preciso todavía “aguardar los dictámenes de la Fuerza Aérea Brasileña tanto en lo relativo a la transferencia de tecnología como a los precios.”. Ese fue justamente el tema central de la discusión entre Lula da Silva y Sarkozy en la cena que compartieron anoche en el Palacio Alvorada, la residencia oficial de los presidentes brasileños.

Esta parte del programa de reequipamiento militar significará un aumento de casi 6.000 millones de dólares en el presupuesto ya acordado. Pero Lula está decidido a resolver el financiamiento de los proyectos en los 15 meses que le faltan para dejar el gobierno. No deja de sorprender que la magnitud de esta asociación estratégica con Francia tenga como único antecedente los acuerdos firmados por el gobierno de Getulio Vargas durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Brasil quebró la neutralidad y se volcó a favor de Estados Unidos y los Aliados.

En los hechos, significa un reposicionamiento “real” brasileño en Sudamérica. Los gastos armamentísticos en este país ya superan con creces a los de Venezuela y los de Colombia, las dos naciones que hasta ahora llevaban la delantera. Es notorio, también, el apoyo político opositor a la estrategia oficialista frente al nuevo escenario geopolítico regional. Lo prueba el hecho de que el Senado brasileño haya aprobado en tiempo récord (48 horas) el presupuesto inicial de 8.500 millones de dólares a ser utilizados en la adquisición de 5 submarinos, cuatro de ellos convencionales y uno nuclear, y 50 helicópteros. Según los analistas en temas de defensa, esa velocidad parlamentaria es un subproducto de decisiones tomadas por Bogotá, cuando informó la concesión de siete bases en su territorio a las fuerzas armadas de EE.UU..

Estos cambios sudamericanos fueron verbalizados en la última reunión de Unasur en Bariloche cuando el colombiano Alvaro Uribe y Lula se exigieron mutuamente “transparencia” sobre los programas de armamentos. En ese contexto, el único país grande que parece mantenerse al margen de la carrera por el reequipamiento militar es Argentina. Tanto Chile como Perú siguen el ejemplo colombiano, brasileño y venezolano.

Esta escalada militar impone una pregunta: por qué gastar semejantes recursos cuando hay millones de brasileños en la miseria. El diario Folha de Sao Paulo le formuló ese interrogante al Comandante de la Marina Julio Soares de Moura Neto. Este respondió: “El gobierno brasileño ha sido muy eficaz en el combate a los problemas sociales. Pero los brasileños precisan tener conciencia de que tenemos riquezas inconmensurables en el mar y la Marina debe estar preparada para defender nuestra soberanía sobre ellas”.

En la entrevista al diario paulistano, el almirante Moura Neto sostuvo que Brasil debe enfrentar “muchos riesgos, sobre todo a causa de su petróleo”. Esto justifica, indicó, la construcción de un submarino nuclear capaz de mantenerse largo tiempo en las profundidades, además de desarrollar una gran velocidad. Y luego agregó que la reactivación de la Cuarta Flota de Estados Unidos para el Atlántico Sur “no fue ni política ni diplomáticamente informada a Brasil”. Esa presencia naval estadounidense justificaría, en la visión militar brasileña, acelerar los tiempos de reequipamiento.
Un país con vocación de poder

Doce países de América latina han integrado Unasur. Pero uno solo de ellos, Brasil, es la mitad de la región en términos de PBI, población y territorio. Se trata de una asimetría similar a la que se puede registrar entre Rusia y las ex repúblicas soviéticas. O como si en “la Europa de los 27”, los tres países más grandes -Alemania, Francia y el Reino Unido- fueran uno solo. Pero más allá de la dimensión, Brasil es el único país de América del Sur que tiene vocación de actor global.

Analizando América Latina, México es el otro país que podría pretender un rol de este tipo, pero por razones históricas y geográficas no tiene esta vocación. Brasil se piensa así mismo como una potencia mundial, al estilo de China, Rusia e India. Comparándolo con ellos, es claro que la mayor desventaja relativa la tiene en el campo estratégico-militar. Las otras tres potencias tienen el arma nuclear.

En la región, Brasil, más que como un líder, está actuando como un factor de moderación, como se puso en evidencia en la reciente Cumbre de Unasur en Bariloche, donde el logro fue lo que se pudo evitar, ya que la condena al acuerdo Bogotá-Washington para el uso de siete bases hubiera significado la crisis del grupo y su Consejo de Defensa.

Frente a la supuesta escalada en la compra de armamentos en la región andina y, en particular, las adquisiciones de Venezuela en Rusia, la tensión de dicho país y Ecuador con Colombia y el acuerdo de Bogotá con Washington, al dar una señal de que aumenta su capacidad militar Brasil refuerza su rol de país moderador en la región. Además, por razones de equilibrio regional, Brasil no puede permitir que Venezuela o Colombia superen su capacidad militar o que estalle un conflicto entre ambos.

Pero también las adquisiciones de armas en Francia anunciadas por las autoridades brasileñas apuntan a adquirir los medios para hacer efectiva la soberanía nacional en su amplio territorio y, en particular, en la región de la Amazonia, que es la de menor presencia estatal. Es esa área la que además linda con los países hoy más conflictivos en América del Sur y donde la actividad de organizaciones ambientalistas es percibida como una limitación a la autonomía del estado brasileño.

Brasil analizó en el pasado reciente elegir a Rusia o Francia como socio estratégico para el área de defensa. Optó por el segundo, evitando una opción que hubiera creado dificultades en su relación con Washington. De esta forma, confirma su autonomía de los EE.UU., pero al mismo tiempo evita una confrontación con dicho país, que no ve con buenos ojos una presencia militar de Rusia en la región.

En conclusión, el rearme brasileño responde en primer lugar al objetivo de ser potencia global. En segundo término, a tener la capacidad de ejercer un rol moderador en la región. Y, por último, a mantener la capacidad de hacer efectiva la presencia estatal en las regiones menos pobladas del país.

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