Industrias culturales son clave para desarrollo de la sociedad

Industrias culturales son clave para desarrollo de la sociedad
En nuestro país todo está por hacer

Por Santiago Alfaro Rotondo (*)

Adam Smith decía que los profesionales dedicados al arte y la cultura realizaban trabajos improductivos, por lo que no contribuían a la “riqueza de las naciones”. Para él, los bufones, jugueteros, músicos, operistas, bailarines, etc., hacían labores que perecían al momento de su producción “como la declaración de un actor, la arenga de un orador o el tono de un cantarín”. Eso fue en el siglo XVIII, época en la que los enfoques económicos asociaban lo productivo sólo con lo material y la producción cultural no estaba ni industrializada ni insertada al mercado, por lo que era consumida por las elites y los sectores populares en contextos presenciales, y su financiamiento dependía de la voluntad de los mecenas o de iniciativas autogestionarias.

En el siglo XXI no se puede afirmar lo mismo. Por un lado, existen otras perspectivas que evalúan la “riqueza de las naciones” más por la expansión de las capacidades de los seres humanos que por el incremento en la fabricación de mercancías; y, por otro, las expresiones culturales han diversificado sus modalidades de producción, distribución y consumo.

Esto último se debe a la influencia de las tecnologías inventadas tanto en la revolución industrial como en la digital, la formación de mercados globales y la conversión de la información y el conocimiento en variables decisivas para la productividad y competitividad. El sector cultural, compuesto por todas aquellas actividades ligadas a la dimensión artística, moral e intelectual de la vida humana, ocupa ahora otro lugar en la economía y el desarrollo de las sociedades actuales.

ECONOMÍA Y CULTURA
El caso de las llamadas “industrias culturales” lo evidencia. Bajo esta etiqueta son conocidas aquellas actividades que presentan los siguientes patrones: 1) utilizan tecnologías para reproducir en serie bienes y servicios orientados a generar y comunicar significados simbólicos a través de imágenes, sonidos y/o palabras; 2) se encuentran protegidas por derechos de autor; y 3) son difundidas por circuitos comerciales masivos.

Su delimitación es causa de debate a nivel internacional pero normalmente se incluyen dentro de ellas al complejo industrial audiovisual (cine, video y televisión), fonográfico (música y radio), editorial (periódicos, revistas y libros) y, recientemente, a la red multimedia de Internet. En los países europeos y Australia prefieren hablan de “industrias creativas” y en Estados Unidos de “industrias del entretenimiento” o “industrias del copyright” incluyendo también a los videojuegos, fotografía, software, arquitectura, diseño gráfico, moda, publicidad, turismo cultural, entre otros.

En cualquiera de los casos, este tipo de bienes y servicios basados en las “creaciones de la mente” se caracterizan por tener un doble valor: económico y simbólico. El primero es resultante del hecho de estar insertados en contextos mercantiles donde se incurre en costos monetarios para ofrecerlos a individuos dispuestos, por múltiples motivos, a sacrificar su tiempo y sus rentas para obtenerlos. Por lo mismo, conforman un campo productivo capaz de generar riquezas económicas, apropiables privada o públicamente, y de contribuir, en general, con el crecimiento de la economía.

En la última década, aunque no con la misma intensidad en todos los países, esa contribución ha venido incrementándose en términos de comercio exterior, productividad y creación de puestos de trabajo. Según Unesco, entre 1994 y el 2002 el comercio internacional de bienes y servicios culturales pasó de 39.3 mil millones de dólares a 59.2 mil millones, llegando a sumar para el Banco Mundial más del 7% del Producto Bruto Interno generado en todo el mundo y dar empleo a más de 5 millones de personas en la Unión Europea, como lo mostró un estudio de Kea European Affaire. Asimismo, para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en el 2005 el valor de las industrias culturales y creativas en el mercado mundial ascendió a 1.3 billones de dólares, siendo pronosticada su tasa de crecimiento anual en un 10% por la consultora Price Waterhouse Copper.

EL VALOR SIMBÓLICO
El segundo tipo de valor, por su parte, deriva de ser expresión, representación y mecanismo de construcción de las características propias de los individuos, las comunidades y las naciones donde se generaron. En ese sentido, una película, un libro o un disco compacto no son solo mercancías, son también vehículos para el desarrollo de la imaginación y la creatividad, bases para la innovación social y tecnológica.

Este valor simbólico constituye un valor agregado que los diferencia del resto de bienes y servicios tradicionales. No ha sido lo mismo para la identidad nacional estadounidense consumir electrodomésticos que ver las películas sobre la guerra de Vietnam ni para los huancaínos es igual acudir a un restaurante que escuchar a Flor Pucarina. El cine y la música contienen aspectos simbólicos mucho más determinantes para la delimitación de las fronteras que dividen e integran comunidades. Este tipo de bienes o servicios movilizan lo que el filósofo Cornelius Castoriadis entendía como “imaginario radical”, es decir, aquella capacidad de las sociedades para crear nuevas significaciones y cuestionarse así misma.

Tanto por su valor económico como simbólico, las industrias culturales son sectores estratégicos para el desarrollo de las sociedades. Por eso es inevitable reconocer y enfrentar las agudas desigualdades en los intercambios actuales. En el mismo período señalado por la Unesco, solo tres países -el Reino Unido, Estados Unidos y China- produjeron 40% de los bienes y servicios culturales comercializados en el planeta, y en contraste, América Latina hizo lo mismo con el 3% y África con el 1%. Lo mismo se puede observar en la participación de las industrias culturales en el PBI: mientras que en Estados Unidos y el Reino Unido es alrededor del 7%, en los países del Mercosur llega máximo al 3% y en los de la Comunidad Andina de Naciones y Chile al 2%. En el Perú, una investigación de la Universidad San Martín señala que es del 1%. El mercado global de la cultura tiene una marcada estructura oligopólica.

POLÍTICA Y CULTURA
Revertir esta situación demanda fomentar nuestra producción local. Entre otras, tres medidas políticas contribuirían a hacerlo: la promulgación de una ley de mecenazgo, creación de una cuenta satélite dentro del sistema de cuentas nacionales del Ministerio de Economía y formulación de una dirección dentro del Instituto Nacional de Cultura dedicada a las industrias culturales. La primera abriría nuevos campos para la financiación de las actividades culturales a través del incentivo a la inversión privada. La segunda, contribuiría a levantar datos estadísticos sobre las dinámicas económicas del sector cultural, guiando y facilitando la formulación de políticas públicas. Y la tercera, tendría como objetivo la promoción del sector por intermedio del desarrollo de capacidades empresariales.

Múltiples experiencias y propuestas a nivel internacional se desarrollan en esa línea. En Brasil, gracias a la Ley Rounet, mediante la cual las empresas pueden verse exoneradas del tributo sobre la renta si financian actividades culturales, entre 1994 y 1998 la inversión privada en el sector creció de de US$14 a US$270 millones. Colombia y Chile ya implementaron sistemas de información económica para la cultura. Y en Argentina, el Gobierno Provincial de Córdova ofrece los servicios de CREA, Incubadora de Industrias Creativas y Empresas Culturales, orientada a apoyar financiera, informativa y técnicamente a empresas en gestación de cine, música, artesanías o televisión.

El acceso y la creación cultural son factores que contribuyen -como la salud, educación, participación política, etc.- al desarrollo pleno de los ciudadanos, a la vez que facilitan nuestra inserción en la sociedad de la información y ofrecen modelos alternativos a economías como la peruana, dependientes de las materias primas. Proteger y promover nuestras industrias culturales es una manera de ampliar las libertades de los ciudadanos para hacer cosas valiosas y alcanzar estados valiosos, incrementar el número de puestos de trabajo, nutrir el PBI y esparcir por el mundo una mayor diversidad de expresiones culturales.
(*) Sociólogo. Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Fuente: El comercio. El dominical. http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-06-08/industrias-culturales-son-clave-desarrollo-sociedad.html Leer más

Los procesos interculturales . Javier Protzel

Los procesos interculturales

Javier Ágreda
La República, Lima 2/01/07

En el libro Procesos interculturales el sociólogo Javier Protzel estudia la complejidad de lo simbólico en el Perú contemporáneo.

A partir de la revisión crítica de conceptos básicos como cultura y civilización, el sociólogo Javier Protzel analiza en Procesos interculturales. Texturas y complejidad de lo simbólico (U. de Lima, 2006) las grandes líneas de los procesos interculturales del Perú contemporáneo, desde su propia raíz histórica (la conquista y colonización de América por España) hasta las más modernas y polémicas manifestaciones de nuestra cultura. La tendencia a incorporar significados “foráneos” a “matrices culturales indígenas” es vista a través de diversas reflexiones teóricas (García Canclini, Bordieu, Portocarrero), pero más que nada desde la manera como es “experimentada” por los peruanos en la actualidad.

Acorde con esta peculiar aproximación a los bienes simbólicos, que deja de lado el “conocimiento frío” y abstracto por la “vivencia de los eventos”, Protzel dedica gran parte de su estudio a las industrias culturales masivas por excelencia: el cine, la radio y la TV. Especialmente a esta última, emblemática de los cambios y transformaciones del Perú de los últimos decenios, pues se analizan las continuidades y rupturas entre las telenovelas Simplemente María (1969) y Mil oficios (2001), que acapararon la sintonía en su momento; así como el surgimiento de nuevos géneros, como los ‘reality shows’ (Laura Bozzo) y las exitosas miniseries basadas en personajes populares, como Dina Páucar, expresiones de un cuestionable populismo mediático.

La parte central del libro está constituida por una serie de entrevistas realizadas a habitantes de las zonas urbano-marginales de Lima, Cusco, Iquitos y Chiclayo. El propósito de ellas es mostrar el “habitus cultural”, el ethos (valores) y la phisys (entorno urbano próximo) de los entrevistados, logrando una aproximación más objetiva a las estructuras, actitudes y competencias del consumo de los bienes simbólicos. Así, se pueden abordar fenómenos como subalternidad, religiosidad, oralidad secundaria, diferencias generacionales y regionales, de una manera más directa y conveniente.

Protzel dedica un capítulo de su libro a la literatura, con un original estudio comparativo de dos de nuestros mayores escritores del siglo pasado, Vargas Llosa y Arguedas, representantes de opciones radicalmente opuestas (cosmopolitismo/autoctonismo, liberalismo/socialismo), aunque sus obras coinciden en ser “críticas muy severas a los fracasos… de varias décadas de modernización del país”. El seguimiento de los cambios simbólicos en la narrativa abarca también las obras de Ribeyro, Bryce y Bayly, entre otros; sin dejar de señalarse la notoria “omisión de los procesos migratorios en la mayor parte de nuestra memoria literaria”.

Fiestas populares

Por último, se analizan las festividades populares (capítulo “Memoria y performance”) que en muchos casos generan una forma especial de industria cultural, la turística, que si bien le otorga a estas ceremonias una legitimidad y difusión que no tenían en el pasado, según Protzel también las “domestica”, pues obliga a quienes participan en ellas “a mirarse a sí mismos con los ojos de quienes los constituyen en sujetos folklóricos”. Esa vocación crítica ante lo generalmente aceptado (el mestizaje, los discursos sobre el Estado-nación) y lo atractivo de su perspectiva de análisis son seguramente las cualidades más destacables de Procesos interculturales.

Perfil

El autor. Javier Protzel es doctor en Sociología por la escuela de Altos Estudios en CCSS de París, con estudios de cine en el Sender Freies de Berlín. Docente en la PUCP y en la U. de Lima. Ha publicado La jaula de cristal. TV y autoritarismo en el Perú; Secularización y fundamentalismo en la escena global; Procesos interculturales, etc.

Fuente: http://www.librosperuanos.com/autores/javier-protzel.html Leer más

‘La televisión, ese fenómeno ‘masivo’ que conocimos, está condenada a desaparecer’ . Entrevista a Eliseo Verón

Eliseo Verón:
“La televisión, ese fenómeno “masivo” que conocimos, está condenada a desaparecer”

Por Carlos Scolari y Paolo Bertetti¹

Eliseo Verón

Foto por Ramón González

¿Cómo fueron tus movimientos al principio de tu carrera? Tenemos entendido que llegaste a París en 1961… ¿Qué te llamó la atención desde una perspectiva teórica? ¿Cómo fue tu acercamiento a “lo nuevo” que ahí se estaba cocinando?

Estuve en París dos años, desde fines de 1961, con una beca externa del CONICET. La preparación de ese primer viaje a Europa no tuvo, claro, nada que ver con la semiología, que todavía no había sido refundada (los Elementos de semiología de Barthes se publican en 1964 en la revista Communications, resultado de un seminario dictado en la Ecole Pratique des Hautes Etudes en 1962, al que yo asistí, y donde descubrí la semiología). Cuando decidí, en 1960, solicitar una beca externa, mi propósito era asistir a los cursos de Maurice Merleau-Ponty. Yo había hecho mi tesis de licenciatura sobre Psicología social de la imagen del cuerpo, y Merleau-Ponty era mi autor favorito. Inspiró mis polémicas con Oscar Masotta, irremediablemente sartreano. Yo trabajaba ya como ayudante de trabajos prácticos del Departamento de Sociología que había creado Gino Germani. Merleau-Ponty muere súbitamente de un ataque al corazón en 1961, a los cincuenta y tres años. Siempre he pensado que la historia intelectual de Francia de la segunda mitad del siglo pasado habría sido muy distinta si Merleau-Ponty hubiese vivido quince o veinte años más. En fin, en aquel momento me había quedado sin maestro. Le escribí
entonces una carta a Claude Lévi-Strauss, quien me contestó de inmediato diciéndome que me recibiría encantado en su Laboratorio de Antropología Social del Collège de France. Allí conocí entonces a otro maestro, quien por suerte sigue vivo y se está acercando a los cien años de edad…

Lo nuevo fue entonces para mí la apertura de la semiología saussuriana por Barthes (de la que me aparté después) y la experiencia directa con la obra y la persona de Lévi-Strauss. Tuve el privilegio de conocer a Lévi-Strauss en el momento más intenso de su creatividad científica: en 1962 aparecen al mismo tiempo Le totémisme aujourd’hui y La pensée sauvage, y sus cursos en el Collège de France presentaban “en vivo” los análisis de Le cru et le Cuit, primer volumen de las Mytologiques, que se publica en 1964. Las clases de Lévi-Strauss eran como fuegos artificiales de inteligencia. Nunca después tuve una experiencia semejante. En el seminario interno del Laboratorio, en cambio, se presentaban trabajos en curso de miembros de su equipo. Lévi-Strauss intervenía siempre con observaciones críticas demoledoras.

¿Cómo fue la transferencia de esos nuevos saberes a la Argentina? Nos gustaría que nos contaras algo sobre la traducción de la Antropologia Estructural.

La traducción de la Antropología Estructural fue simplemente una consecuencia natural de mi relación con Lévi-Strauss. Tener un contacto personal con el autor es la situación ideal para un traductor. Poco antes le había hecho una entrevista que envié a Buenos Aires y que se publicó en el número 2-3 de Cuestiones de Filosofía, secuela de la revista Centro, que armamos con León Sigal, Sofía Fisher, Jorge Lafforgue y Marco Aurelio Galmarini. La publicación de la Antropología estructural en castellano era decisiva para tener un primer acceso al “núcleo duro” de la teoría de Lévi-Strauss. El inmenso análisis de la mitología de las sociedades ágrafas, que se despliega después en los cuatro volúmenes de las Mytologiques, estaba allí apenas insinuado en el capítulo sobre el mito de Edipo, donde aparece la famosa “fórmula” del mito. La entrevista estuvo enteramente focalizada en la cuestión polémica de la articulación estructuras inconscientes/tiempo histórico. Al releerla a años de distancia, me impresiona la manera inequívoca en que confirma su inspiración marxista y presenta su propio trabajo como una contribución a una “teoría de las superestructuras”. De ese marxismo de Lévi-Strauss, yo retengo hoy una frase contundente de una de sus respuestas, que expresa un punto de vista que, a lo largo de los años, me ha parecido cada vez más importante: [la enseñanza de Marx sobre los sistemas de representaciones que los hombres elaboran de sus propias relaciones sociales] “…encierra un principio fundamental, fuera del cual no hay salvación para las ciencias sociales y las ciencias humanas, a saber, que el hombre no se explica por el hombre, sino por otra cosa que el hombre”. Hoy yo parafrasearía ese punto de vista de Lévi-Strauss así: no hay salvación para las ciencias “blandas” si no buscan, en serio y de una buena vez, su articulación con las ciencias “duras”.

En cuanto a la transferencia de saberes, en lo que a mí respecta lo inmediato fue, me parece, el hecho que, de regreso a la Argentina, Miguel Murmis y yo reemplazamos a Gino Germani en el dictado de la materia Sociología Sistemática, que era una de las materias centrales de la carrera de sociología. Murmis trabajaba los grandes autores de la sociología norteamericana, y yo comenzaba a presentar y discutir el “estructuralismo”. La materia no era simplemente la superposición de estos dos grandes campos, el funcionalismo y el estructuralismo. Nos interesábamos también en Wright Mills, Howard Becker, Herbert Mead, y muy rápidamente en la etnometodología de Sacks, Goffman y Cicourel.

Además de traducir a Lévi-Strauss, también se escribe desde Argentina. ¿Cómo se fue conformando la primera generación de semiólogos argentinos? ¿Cómo se configura el proyecto de la revista Lenguajes?

Entre el fin de mi primera estadía en París (1963) y el umbral de los años 70 se instala la semiología en Francia. El primer número de Communications aparece en 1961. En la presentación de ese primer número, escrita (sin firma) por Roland Barthes, se la anuncia como la revista anual del CECMAS (Centro de Estudios de la Comunicación de Masas) y la semiología es inexistente. Recién en el número 4 se publican los Elementos de Semiología, y el proceso de esta re-fundación está apenas en sus comienzos. Greimas inicia sus cursos en París en 1965. Christian Metz ya está escribiendo en la revista. Poco después llegan los emigrados de Bulgaria (Tvetan Todorov y Julia Kristeva) y Umberto Eco y Paolo Fabbri empiezan a frecuentar París. Había nacido la primera semiología. El Trattato de Semiotica Generale de Umberto es de 1968. En mi segundo viaje a Europa, en 1969, los conocí prácticamente a todos ellos, en particular en un coloquio en Urbino. En ese momento, el desfase entre Europa y la Argentina era mínimo. En 1969 nace, en París, la International Association for Semiotic Studies. La Asociación Argentina de Semiótica se crea en 1970, realizando ese año su primer congreso. En 1974 se realiza en Milán el primer Congreso de la Asociación Internacional, con la presencia de Jakobson, Lévi-Strauss, Barthes, Lacan… En ese primer período, creo que el fenómeno central en la Argentina es la revista Lenguajes, cuyo primer número es de 1974 y que se presenta como el órgano de la Asociación Argentina de Semiótica. Esa aventura fue protagonizada por Juan Carlos Indart, Oscar Steimberg, Oscar Traversa y yo, con varios otros amigos que publicaron y trabajaron. Hace poco la revista electrónica Foul Táctico dedicó un número especial (8/9) en ocasión de los treinta años de la publicación de Lenguajes. Remito a la amplia discusión allí recogida, para entender mejor el contexto de ese proyecto. Lo cierto es que la semiótica en Argentina estuvo inserta desdeel primer momento en el proceso de emergencia institucional de la disciplina a nivel mundial. Con una diferencia respecto de los desarrollos europeos de la primera semiología, considerados en conjunto (y con la fundamental excepción de Christian Metz): la problemática de los “mass media” fue desde el inicio, como se desprende de los contenidos de Lenguajes, el núcleo central. La semiótica argentina, podemos decir, nació como sociosemiótica.

¿Cómo se fue difundiendo la semiótica en América Latina? ¿Cómo nacieron los primeros contactos con brasileños, mexicanos, etc.?

Yo probablemente no sea la persona más indicada para responder a esa pregunta. En 1971 me instalo en París, donde comienzo mi seminario en la Ecole Pratique des Hautes Etudes (transformada después en Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales) y salvo un período de un año en 1973-74, no volví a viajar a la Argentina hasta 1985. Hice bastantes viajes a América Latina durante los años setenta (Brasil sobre todo, también Colombia, Venezuela, México, Perú), difundiendo en congresos, seminarios y cursos la “bonne parole sémiotique”, pero lo hacía forzosamente desde una perspectiva académica europea, tanto en términos de contactos como de iniciativas. Un caso especial para mí es el Brasil, en el que estuve varias veces durante ese período y al que sigo viajando regularmente. La semiótica se instaló en Brasil de una manera a la vez rápida y sólida, combinándose muy pronto (como ocurrió en muchos otros países) con el campo de las “ciencias de la comunicación”. Varios grandes amigos brasileños participaron en distintos momentos en mi seminario de la Ecole, y hasta hoy seguimos en contacto y tomando iniciativas conjuntas. Con Antonio Fausto Neto publicamos hace tres años una investigación sobre el rol de la televisión en la campaña electoral brasileña del 2002. Hay que tener en cuenta que mi relación con varios países latinoamericanos, en particular con el Brasil, había comenzado antes de la emergencia de la semiótica, a través del Departamento de Sociología de Gino Germani. A intelectuales como Fernando Enrique Cardoso, Enzo Faletto, Francisco Weffort, Octavio Ianni, Gabriel Cohn, Arthur Gianotti, los conocí en los años 60, con mi gorra de sociólogo por decirlo así – profesor asociado del Departamento y secretario de redacción de la Revista Latinoamericana de Sociología.

Si no nos equivocamos con Paolo Bertetti, el primer texto tuyo publicado en Italia -Pour une sémiologie des opérations translinguistiques- salió en el número 4 de Versus y se enganchaba con el famoso debate sobre el iconismo lanzado por Eco en el número 2 y continuado por Volli, Casetti, Bettetini, etc. en el tercer número. La pregunta es: ¿Como viviste ese debate por entonces? ¿Qué opinás de esta cuestión –el debate sobre el iconismo- hoy?

El número 4 de Versus está fechado enero-abril de 1973. Ese fue, en efecto, mi primer artículo publicado en Italia. Pero creo que el tema había empezado antes, con el número 15 de Communications sobre El análisis de las imágenes, dirigido por Christian Metz, que es de 1970. Los tres primeros trabajos de ese número de Communications, los más generales por decirlo así, eran Más allá de la analogía, la imagen, la presentación del número por Christian Metz, Semiología de los mensajes visuales de Umberto Eco y mi texto Lo analógico y lo contiguo. El trabajo de Umberto, traducción de ciertos capítulos de La estructura ausente, era un intento de clasificación enciclopédica de todas las variantes de los códigos propiamente icónicos, con una discusión centrada esencialmente en el tema de la doble articulación. En una nota al pie de su presentación (¡yo había enviado mi texto a último momento!) Christian señala que “Esta situación es rica en problemas complejos acerca de los cuales la contribución de Eliseo Verón aporta un punto de vista bastante nuevo que se sitúa más allá de las constataciones presentadas en esta nota y llega a ‘darlas vuelta’ (les retourner) en algunos puntos…”. Más allá de la extraordinaria generosidad intelectual que siempre caracterizó a Christian Metz, que se expresa en esa observación y sin falsa modestia, mi trabajo no era un punto de vista nuevo, sino el resultado de un primer contacto, todavía extremadamente rudimentario, con los escritos de Peirce, e intentaba diferenciar la dimensión icónica de las imágenes de su dimensión “de contigüidad”, es decir, indicial. Desde mi punto de vista, la culminación realmente importante de ese debate fue, en relación con la imagen fotográfica, La chambre Claire de Barthes en 1980, y después L’image précaire de Jean-Marie Schaeffer en 1987, es decir la conceptualización de la dimensión segunda, que es existencial en la fotografía y narrativa en innumerables otros tipos de imágenes. Creo que la cuestión de si hay o no doble articulación en los códigos no lingüísticos no tiene hoy mayor interés (suponiendo que alguna vez lo tuvo), como tampoco el afán por clasificar tipos de “códigos icónicos”. Ninguna imagen es analizable en sí misma. Todas las imágenes que podemos imaginar están insertas en la semiosis, y es el tejido de la semiosis lo que nos interesa. La semiosis tiene las tres dimensiones definidas por Peirce, que se entrecruzan y se multiplican al infinito. Tenemos que trabajar (lo mejor que podamos) con paquetes de esas tres dimensiones, y las discusiones sobre la especificidad de diferentes “tipos de códigos” me parecen puramente académicas.

Si los medios ya dejaron de “representar la realidad” para “construir la realidad”… ¿Cómo juegan los medios digitales -pienso sobre todo en Internet, pero no nos olvidemos las experiencias videolúdicas, chats, mensajerías, etc.- en ese proceso de mediatización?

Yo no hablaría de “medios digitales”. La digitalización es un procedimiento técnico que no debemos ubicar en el mismo plano que el concepto de “medio”. El concepto de “medio” se ubica en la interface entre oferta y demanda en el mercado de los discursos. El concepto de “digital” o ”digitalización” es, en mi terminología, un aspecto técnico de las condiciones de produción de esa interface. En el plano de la producción, la digitalización, gracias al protocolo IP, abarca hoy todas las materias significantes: las obras de Shakespeare son digitales, puesto que están en Internet. Eso no cambia nada en las condiciones de percepción-recepción: para los sujetos receptores que somos cada uno de nosotros, un texto sigue siendo radicalmente diferente de una imagen fotográfica, que sigue siendo radicalmente diferente de la secuencia oral de una voz humana, que sigue siendo radicalmente diferente del fraseado de la guitarra de Santana, Mark Knopfler o Eric Clapton (que son además muy diferentes entre sí). La semiótica se interesa en las condiciones de producción en la medida en que afectan las gramáticas de producción, que a su vez definen las propiedades de esos paquetes de operaciones semióticas que serán percibidos-consumidos en recepción (¡¡de muy distintas maneras!!). El que hoy se interesa en la mediatización debe interesarse por ejemplo en: ¿cómo se explica la xtraordinaria emergencia de la textualidad oral, disociada de la textura musical armónico-melódica (que se vuelve una especie de fondo icónico-indicial de memoria social), en el hip-hop? Estos son los “paquetes” de semiosis que tenemos que tratar de comprender y analizar.

¿Cómo están afectando a la TV los (multi)medios interactivos y las nuevas textualidades/formas de consumo? ¿Hasta dónde no entra en crisis la semiótica de la TV fundada en la oposición “paleotelevisión / neotelevisión”?

La discusión paleo/neo-televisión que introdujo con tanta exactitud y pertinencia Umberto Eco en 1983, sirvió como una primera toma de conciencia de que la televisión empezaba ya a tener una “historia”. A principios de los 80, la televisión estaba transformándose y entrando en un segundo período de su evolución, y Umberto lo sintió y lo expresó antes que nadie. Yo puedo no estar de acuerdo con algunos de las características que Umberto atribuyó entonces a la neo-televisión (en mi opinión, la mirada a cámara, por ejemplo, define la televisión en general desde el inicio y no sólo la neo) pero ese trabajo fue fundamental para la elaboración posterior de ideas, análisis e investigaciones sobre la televisión como fenómeno histórico. No creo que la semiótica de la TV entre en crisis en términos de un contraste entre esa distinción entre los dos primeros períodos de su historia y la situación actual; simplemente creo que, en lo que respecta a la televisión histórica, hemos entrado en un tercer período, que será el último. Quiero decir: la televisión, ese fenómeno “masivo” que conocimos, materializado en ese mueble entronizado en el living-room de nuestras casas, que activaba la socialidad familiar, etc., está condenada a desaparecer. Hemos entrado en el período final, en el período de la televisón del destinatario.

¿La aparición de formatos híbridos (como el reality show) a mitad de camino entre el espectáculo televisivo y el (video)juego, tiene algo que ver con eso?

Exactamente. Desde mi punto de vista, los reality shows son un síntoma de esta tercera y última etapa de la televisión histórica, etapa centrada en el destinatario. En su historia, la televisión se ocupó primero del mundo (paleo-televisión), después de sí misma (neo-televisión) y finalmente de sus destinatarios (etapa actual). He esbozado esta historia en términos de los interpretantes de cada período, en un trabajo sobre los reality shows que presenté en el encuentro sobre la televisión y sus públicos, que se realizó en Arrábida, Portugal, en 2001, y retomé el tema después en un capítulo del libro que publicamos con Antonio Fausto Neto sobre el rol de la televisión en la campaña presidencial brasileña del 2002. En la primera etapa (que Umberto llamó la paleo-televisión),el contexto socio-institucional extratelevisivo proporciona el interpretante fundamental: la televisión es una “ventana abierta al mundo”. En la segunda etapa (la neo-televisión de Umberto) la propia televisión como institución se transforma en el interpretante dominante. En lo que yo considero una tercera (y última) etapa, una configuración de colectivos definidos como exteriores a la institución televisión y atribuidos al mundo individual, no mediatizado, del destinatario, opera como interpretante básico. Por supuesto que no se trata de etapas que se suceden ordenadamente una a otra: en la televisión actual hay todavía figuras audiovisuales de los tres períodos. Pero el tiempo histórico de esos cincuenta años de televisión tiene una lógica interna que culmina, me parece, en la muerte de la televisión que conocimos. La “pantalla chica” no es sólo cada vez más grande, sino que además deja de ser un espacio faneroscópico, como diría Peirce, para transformarse en una superficie operatoria multi-mediática controlada por el receptor. Habrá siempre, por supuesto, múltiples productos audiovisuales (los medios son, antes que nada, un mercado), pero no habrá más “programación”. Esa superficie operatoria abarcará todo: información, entretenimiento, computación, telefonía, comunicación interpersonal. Conoceremos pues la “convergencia” tecnológica que el Internet Protocol hace posible, y quecoincide, paradójicamente, con la máxima “divergencia” entre oferta y demanda en la historia de los medios.

Nos gustaría conocer tu opinión sobre la relaciones entre la semiótica de los medios y los estudios de matriz socio-antropológica que han hegemonizado las investigaciones latinoamericanas en las últimas dos décadas (me refiero específicamente a los trabajos de Néstor García Canclini, Jesús Martín Barbero, Aníbal Ford, etc.)

Las denominaciones usadas en la formulación de la pregunta (“semiótica de los medios” por un lado y “estudios de matriz socioantropológica” por otro lado) indican bien que se trata de campos problemáticos distintos con inspiraciones disciplinarias distintas, pero que tienen múltiples puntos de convergencia, como creo que lo comprobamos ampliamente con Jesús Martín, durante el seminario de la Cátedra Unesco que coordinamos juntos durante una semana en la Javeriana de Bogotá, a fines del año pasado. Con Aníbal Ford tenemos desde hace años y en distintos contextos y publicaciones de la región, intercambios que me parecen extremadamente fecundos. Creo que los objetos que estudiamos son locales (o regionales) pero no los métodos y conceptos que usamos. Creo que si hay algo que es global por definición es la actividad científica. La “práctica” de las ciencias tiene, claro, historias que pueden ser locales, nacionales o regionales, porque es afectada por los objetos, las situaciones y las coyunturas en que se desenvuelve, y que determinan urgencias y prioridades. Mi proprio trabajo puede ser percibido, sin duda, como menos “latinoamericano” que el de los colegas y amigos citados, y eso se explica fácilmente porque residí veinticuatro años en Francia y naturalmente me interesé en los fenómenos mediáticos del país en que había elegido vivir. Mi única reserva respecto de la pregunta es que, en su formulación, excluye al Brasil, y que para evaluar la hegemonía eventual de una u otra corriente de pensamiento en Latinoamérica, hay que incluirlo. Yo atribuyo una gran importancia al desarrollo de las ciencias sociales en general, y de la semiótica en particular, en el Brasil. Y nadie se sorprenderá si expreso mi convicción de que si partimos de la noción de “semiosis social”, se abre un campo de conceptos e instrumentos de análisis mucho más interesante que el campo al que puede llevar la noción de cultura.

¿Cuáles serían las “urgencias teóricas” de la semiótica de los medios? ¿Cuál debería ser la agenda de investigación? ¿Hacia dónde orientar nuestras investigaciones y conversaciones?

Las urgencias teóricas están hoy sin duda concentradas en las consecuencias de la evolución de las tecnologías de la comunicación en los últimos veinte años. La convergencia tecnológica a la que aludí más arriba nos hace entrar en un mercado de medios donde la interfase oferta/demanda se transforma profundamente. Los “estudios de recepción”, que dominaron la escena de la investigación en comunicación en ese mismo período (los últimos veinte años) fueron pensados en el contexto de un mercado esencialmente estable, en el que los productores de los medios eran también programadores del consumo. En ese contexto estable, los estudios mostraron sin embargo que el receptor no era un ente pasivo sino un receptor mucho más activo de lo que lo había imaginado la “mass media research”. La situación en que estamos entrando es radicalmente diferente y nos obliga a repensar el concepto mismo de “recepción”, porque los procesos de consumo se vuelven mucho más complejos. El receptor no es meramente activo: será el operadorprogramador de su proprio consumo multimediático. Desde un cierto punto de vista, podríamos decir que asistimos a la culminación natural, en el mercado de los medios, del individualismo de la modernidad. Como ya algunos autores lo han señalado, nuestras sociedades se transforman en “post-mass-media societies”. Creo que debemos estar contentos, aunque sin duda eso no simplifica los problemas de investigación de los que nos interesamos en la semiosis social. Eso sí, el concepto mismo de semiosis social queda intacto, a diferencia de algunos otros conceptos que andan por ahí. Creo que conceptos vinculados con el individualismo metodológico (como el de “rational choice”) o con posiciones holísticas (como el de cultura) tendrán dificultades adicionales (que se sumarán a las muchas que ya tenían), para comprender la nueva situación. El concepto peirciano de la “semiosis social” es indiferente a esa oposición entre reduccionismo y holismo. Desde su origen en los textos de Peirce, la semiosis social fue concebida como un tejido infinito de operaciones.

(1) Publicada en MEDIAMERICA. Semiotica e analisi dei media a America Latina, Cartman Edizioni, Torino (Italia), 2007. Versión en castellano para Digitalismo.com (digitalistas.blogspot.com/2007/12/mediamerica-entrevista-eliseo-vern.htmlz/a>)

Fuente: http://www.revistaalambre.com/Articulos/ArticuloMuestra.asp?Id=13

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Mi nombre es Harvey Milk

Sean Penn: “Ojalá esta película sirva para dignificar a los gays” ( 08/01/2009 )

Para Sean Penn la fuerza de su nueva película, ´Mi nombre es Harvey Milk´, y la fascinación de su personaje radica en que se trata de una apuesta “a vida o muerte”. En Nueva York tuvimos oportunidad de hablar con este actor que se muestra muy orgulloso de dar vida a Harvey Milk, el activista gay que murió asesinado en las calles de San Francisco en los años setenta. Dirigida por Gus Van Sant, el filme llega este viernes a nuestras pantallas. En los corrillos de apuestas suena con fuerza el nombre de Penn para llevarse la estatuilla de Hollywood al mejor actor.

PREGUNTA: ¿Qué le cautiva de Harvey Milk, el mayor activista gay de los años setenta? RESPUESTA: Hubo retos que me parecieron muy excitantes. Lo primero y más importante para mí fue ponerme a las órdenes de Gus Van Sant. Creo que todos nosotros, los actores que tenemos hambre de buenas historias, sueñan con trabajar con Gus. También me pareció maravilloso el guión que escribió Lance. Y encarnar a un hombre de la categoría de Harvey Milk, que dio su vida por sus ideales.

P: ¿Le afectó de alguna manera a su interpretación conocer a los amigos de Harvey Milk?
R: Ese fue el trabajo del guionista. Él hizo que sus amigos fueran parte de la historia y estuvieron en el rodaje. El director es quien pone el ritmo a la película, le pone alma al trabajo de los actores y eso fue lo que ocurrió con este filme. Entre Lance y Gus consiguieron que nosotros solo tuviéramos que meternos en nuestro papel porque todo lo demás estaba hecho.

P: ¿Ha cambiado de alguna manera después de interpretar a Harvey?
R: No estoy seguro de ello. No he pensado demasiado en ese aspecto, pero creo que cada persona que conoces, directa o indirectamente, te ayuda a aprender y a crecer. No puedo identificarme con mi personaje, pero he estado pensando recientemente en la experiencia de Harvey después de las elecciones que hemos tenido en California sobre el matrimonio gay. Pero prefiero no ser más específico al respecto.

P: ¿Cómo es su rutina cuando rueda una película? ¿Vive dentro del personaje?
R: Mi vida diaria, cuando ruedo, consiste en levantarme a las seis de la mañana, llevar a mis hijos al colegio, aprenderme las líneas de ese día y marcharme a trabajar. Luego, ya en el rodaje, me meto en la piel de mi personaje. Cuando termino de grabar estoy agotado. Entonces regreso a casa con mi familia y me aprendo las líneas del día siguiente. Como verás, mi vida no es tan misteriosa ni tan exuberante.

Ignorancia
P: ¿Esta película volverá a poner sobre la mesa la lucha de los derechos civiles de los gays en América?
R: Creo que hay mucha ignorancia en este país sobre este tema. Ningún ciudadano tiene excusas cuando se trata de aprenderse las leyes. Me parece una obscenidad que tengan que estar luchando por conseguir la misma categoría como ciudadanos que tenemos todos los demás. Ojalá esta película sirva para dignificar la situación de los gays.

P: ¿Cree que existe ese enfrentamiento entre las comunidad cristiana y la comunidad gay?
R: Me parece importante recordarle al público que la tensión no existe entre la comunidad gay y las comunidades de la fe; la tensión existe entre la comunidad gay y los pseudos religiosos que no aceptan que su Dios o quien sea acepta a los gays. Es una gran hipocresía esconderse tras el odio, ninguna fe se merece el título de ´comunidad antigay´.

P: ¿Hay paralelismos entre Harvey Milk y Barack Obama en cuanto a que son figuras idealizadas?
R: Cuando Harvey Milk luchaba en San Francisco como político por la comunidad gay, se ofrecía como un hombre auténtico, lo mismo que Obama. Ambos se nos presentan como una esperanza. Ese es el paralelismo.

P: La sexualidad, en el filme, es explícita. ¿Le costó rodar las escenas?
R: Cleve Jones me dijo algo muy interesante y es que uno de los mitos de la comunidad gay para el gran público es que piensan que el sexo homosexual es distinto. El sexo es igual para todos; lo que le diferencia a un gay es que tiene que vivir bajo la opresión de casi toda la sociedad. Es esa atmósfera asfixiante lo que quise que traspasara la pantalla. Esa atmósfera y los ideales de este señor para superarla. El corazón de la historia está ahí.

P: ¿Piensa volver a dirigir pronto?
R: Me encantaría dirigir más, pero no soy un escritor prolífico. Es difícil crear lo que quieres. Me paso años desarrollando un proyecto y buscando la financiación necesaria para llevarlo cabo. Ese es el proceso más difícil. Por eso sigo actuando, porque quiero mantenerme a flote mientras preparo mi nueva película.

(COLPISA, Angélica Martínez)

Fuente: http://www.hoycinema.com/actualidad/noticias/Sean-Penn-Ojala-esta-pelicula-sirva-para-dignificar-los-gays.htm
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