LA CAMARA LUCIDA. LIBRO DE ROLAND BARTHES

LA CAMARA LUCIDA. LIBRO DE ROLAND BARTHES

Barthes

Por Marisol Romo Mellid

Tema

En el libro desarrolla Barthes su idea de la fotografía como huella de la realidad. Desde la experiencia de la muerte de su madre traslada Barthes su estado de ánimo a la teoría de la fotografía. Por ello, fotografía y muerte son los dos temas indisolubles del libro.

Resumen
Es importante saber que el libro está escrito a la sombra de los enunciados de Nietzsche. Es una especie de tratado del tiempo, de la nostalgia y de la muerte. También es una obra muy personal en la que se deja sabiamente guiar por sus propias sensaciones, muy influenciado además por la muerte reciente de su madre.

El tema principal de La cámara lúcida es la muerte y la búsqueda de la esencia de la fotografía a través de lo que sería su noema: lo que está en ella ha sido necesariamente, dice finalmente Barthes. En este autor, como ya sucediera con Susan Sontag, aparece la idea de que la fotografía sólo adquiere valor con el paso del tiempo, pero en el caso de Barthes este valor también viene cuando se produce la desaparición irreversible del referente y la muerte del sujeto fotografiado (estas dos ideas no las señalaba explícitamente Susan Sontag). Es decir, sintetizando, la esencia de la fotografía es precisamente la obstinación del referente en estar siempre ahí: la momificación del referente. Esa presencia fugaz dota a la fotografía de un contenido patético. Al lado de la muerte, en el libro, aparece también el amor y la nostalgia (del amor materno).

Comienza Roland Barthes recordando como lo que la fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. La fotografía lleva siempre su referente consigo y están marcados por la misma inmovilidad amorosa o fúnebre (p. 33). Precisamente es esta adherencia del referente lo que provoca que haya una gran dificultad en enfocar el tema de la fotografía (p.34). Hay algo terrible en toda fotografía: el retorno de lo muerto. Barthes confiesa que le interesa profundizar en la fotografía pero no como tema sino como herida.

Distingue este autor dos elementos en toda fotografía:

El studium: tiene que ver con la cultura y el gusto.
El punctum: pinchazo o corte. El punctum de una foto –señala Barthes– es ese azar que en ella me despunta (pp. 64-66).
Con relación a la fotografía como arte, Barthes considera que su forma de entroncar con las Bellas Artes o el arte en sentido general es a través del teatro que está más cerca de la muerte que la pintura. El fotógrafo mientras fotografía está sometido a varias sorpresas: lo raro, inmovilizar una escena en un momento decisivo, la proeza, las contorsiones de la técnica y el hallazgo. Barthes considera que la fotografía sólo puede significar adoptando una máscara (pp 76 y 77).

El autor de La cámara lúcida se encuentra con que hay un tipo de fotografía que, aunque posee el studium, carece por completo de un destello que atraiga o lastime. Es lo que llama fotografía unaria: trivial, quizás sólo compositiva (p. 85). En este grupo se pueden encontrar la fotografía pornográfica y la de reportaje. Para él, no es posible establecer una regla de enlace entre el studium y el punctum; se trata de una copresencia. El punctum muy a menudo es un “detalle”, puede ser mal educado y tiene una fuerza de expansión a menudo metonímica (p. 90). En ocasiones puede llenar toda la foto (p. 93). Mientras el studium está siempre codificado, el punctum no lo está y siempre es innombrable (p. 100). El punctum tanto si se distingue como si no, es un suplemento: es lo que añado a la foto y que sin embargo está en ella (p. 105). Crea también el punctum un campo ciego (p. 106), es como si fuera un más allá del campo (p. 109). En definitiva, el punctum como punto de fuga al infinito en la imagen fotográfica.

Nietzsche, por su parte, decía: un hombre laberíntico jamás busca la verdad, sino únicamente su Ariadna y todas las fotografías del mundo forman, de una u otra manera, un laberinto. Barthes busca incesantemente en este libro en qué se diferencia el referente de la fotografía de otros sistemas de representación. Es así como llega finalmente al noema de la fotografía: esto ha sido (pp. 136 y 137).

La inmovilidad de la foto provoca una confusión perversa entre dos conceptos: lo real y lo viviente. Lo que está claro entonces es que la foto es literalmente una emanación del referente (pp. 142 y 143). Toda fotografía es un certificado de presencia (p. 151). A juicio de Barthes es el advenimiento de la fotografía (y no del cine como se ha dicho) lo que divide a la historia del mundo. Barthes señala asimismo que interrogarse sobre si la fotografía es analógica o codificada no es una vía adecuada para el análisis. En la foto el poder de autentificación prima sobre el poder de representación (p. 155).

Añade Barthes estas características más a la fotografía:

La imagen fotográfica está llena, abarrotada: no hay sitio, nada la puede ser añadido.
La fotografía excluye toda purificación, toda catarsis.
En la fotografía, la inmovilización del tiempo sólo se da de un modo excesivo, monstruoso.
La fotografía es violenta porque llena a la fuerza la vista y porque en ella nada puede ser rechazado, ni transformado.
El tiempo es el desgarrador énfasis del noema (esto ha sido), su representación pura.
En la fotografía se mezcla, de alguna forma, el pasado y el futuro. Por ejemplo, con respecto a la fotografía de su madre dice: ella va a morir / ella ha muerto.
Cada foto es leída como la apariencia privada de su referente.
La fotografía no sabe decir lo que da a ver.
En el fondo, una fotografía se parece a cualquiera excepto a aquel a quien representa (a veces hace aparecer cosas que nunca se perciben en un rostro real).
Si no se puede profundizar en la fotografía, es a causa de su fuerza de evidencia.
La fotografía mira directamente a los ojos.
La mirada es al mismo tiempo efecto de verdad y efecto de locura.
Barthes ve a la fotografía como un medium, una forma de alucinación. Imagen demente y barnizada de realidad.
Barthes cree que existe una especie de vínculo (de nudo) entre la fotografía, la locura y lo desconocido (¿No estamos enamorados de ciertas fotos?, se pregunta).
La fotografía puede ser loca o cuerda. Cuerda si su realismo no deja de ser relativo. Loca si ese realismo es absoluto. Éxtasis fotográfico (p. 200).
Existe otro punctum que no está en la forma (el detalle) sino que es de intensidad, es el tiempo: Es el desgarrador énfasis del noema esto ha sido, su representación pura.
Barthes dice que la sociedad se empeña en hacer sentar la cabeza a la fotografía: en primer lugar, tratando de hacer de la fotografía un arte, pues ningún arte es demente y, en segundo lugar, consiste en generalizarla, en trivializarla, hasta que no haya una imagen frente a la que puede ser excepcional.
Resumen general
El libro habla de muerte, del paso del tiempo y de la nostalgia. Es decir, de la fotografía como sabio demente (pp. 196 y 197). Es ante todo un ensayo muy personal con claras influencias de la reciente muerte de su madre.

Busca de continuo Barthes la esencia de la fotografía, lo que la diferencia del cine y de otros medios. Para él la esencia o lo que llama el Noema de la fotografía es que lo que está en ella ha sido necesariamente: la obstinación del referente de estar siempre ahí, su momificación. Precisamente esa presencia fugaz es lo que dota a la fotografía de un contenido patético.

Barthes distingue dos elementos en toda fotografía:

El Studium; tiene que ver con la cultura, el gusto.
El punctum; muy a menudo es un detalle con fuerza expansiva, innombrable. Es un campo ciego, un suplemento: es lo que añade a la fotografía y sin embargo está en ella. Es un punto de fuga al infinito. La foto que él llama unaria (trivial) no tiene punctum. Entre el Studium y el punctum no hay regla de enlace sino una copresencia.
Tres cuestiones de interés:

Todas las fotografías del mundo forman un laberinto.
El advenimiento de la foto es lo que divide a la historia del hombre.
La fotografía provoca una confusión entre lo real y lo viviente.
Sobre la representación, Barthes considera que el poder de autentificación prima sobre el de representación. La sociedad se empeña, dice, en hacer sentar la cabeza a la fotografía:

Haciendo de la fotografía un arte, pues ningún arte es demente.
Consiste en generalizarla, para que no pueda ser excepcional.
Todo un mosaico de características añade Barthes a lafotografía:

La imagen fotográfica está llena, abarrotada.
Excluye toda purificación, toda catarsis.
La fotografía es violenta.
Cada una es leída como la apariencia privada de sus referente.
Si no se puede profundizar en ella es a causa de su fuerza de evidencia.
La fotografía como un medium, una alucinación, imagen demente y barnizada de realidad.
La fotografía puede ser loca o cuerda:
cuerda si su realismo no deja de ser relativo.
loca si ese realismo es absoluto.
Para Barthes, existe otro punctum, éste no está en la forma, el detalle, sino que es de intensidad, es el tiempo. Es el desgarrador énfasis del noema: esto ha sido,su representación pura (esto ha sido y esto será).

Comentarios
Con Barthes, al igual que ya sucediera con Susan Sontag en el libro Sobre la fotografía, aparece la idea de que la fotografía sólo adquiere valor con el paso del tiempo.

Resulta muy interesante su idea del conjunto de fotografías como un laberinto;la relación de la fotografía con la muerte, el amor, el tiempo y la nostalgia y su idea del noema de la fotografía. También su especial visión de la fotografía como alucinación.

Para él la imagen no es un signo porque prima en ella su poder de autentificación sobre el de representación y, por eso resulta, de especial interés sus argumentos sobre el punctum

Fuente: http://www.solromo.com/biblioteca/foBARcam.htm. Publicado: 2006-09-07 Leer más