Los procesos interculturales . Javier Protzel

Los procesos interculturales

Javier Ágreda
La República, Lima 2/01/07

En el libro Procesos interculturales el sociólogo Javier Protzel estudia la complejidad de lo simbólico en el Perú contemporáneo.

A partir de la revisión crítica de conceptos básicos como cultura y civilización, el sociólogo Javier Protzel analiza en Procesos interculturales. Texturas y complejidad de lo simbólico (U. de Lima, 2006) las grandes líneas de los procesos interculturales del Perú contemporáneo, desde su propia raíz histórica (la conquista y colonización de América por España) hasta las más modernas y polémicas manifestaciones de nuestra cultura. La tendencia a incorporar significados “foráneos” a “matrices culturales indígenas” es vista a través de diversas reflexiones teóricas (García Canclini, Bordieu, Portocarrero), pero más que nada desde la manera como es “experimentada” por los peruanos en la actualidad.

Acorde con esta peculiar aproximación a los bienes simbólicos, que deja de lado el “conocimiento frío” y abstracto por la “vivencia de los eventos”, Protzel dedica gran parte de su estudio a las industrias culturales masivas por excelencia: el cine, la radio y la TV. Especialmente a esta última, emblemática de los cambios y transformaciones del Perú de los últimos decenios, pues se analizan las continuidades y rupturas entre las telenovelas Simplemente María (1969) y Mil oficios (2001), que acapararon la sintonía en su momento; así como el surgimiento de nuevos géneros, como los ‘reality shows’ (Laura Bozzo) y las exitosas miniseries basadas en personajes populares, como Dina Páucar, expresiones de un cuestionable populismo mediático.

La parte central del libro está constituida por una serie de entrevistas realizadas a habitantes de las zonas urbano-marginales de Lima, Cusco, Iquitos y Chiclayo. El propósito de ellas es mostrar el “habitus cultural”, el ethos (valores) y la phisys (entorno urbano próximo) de los entrevistados, logrando una aproximación más objetiva a las estructuras, actitudes y competencias del consumo de los bienes simbólicos. Así, se pueden abordar fenómenos como subalternidad, religiosidad, oralidad secundaria, diferencias generacionales y regionales, de una manera más directa y conveniente.

Protzel dedica un capítulo de su libro a la literatura, con un original estudio comparativo de dos de nuestros mayores escritores del siglo pasado, Vargas Llosa y Arguedas, representantes de opciones radicalmente opuestas (cosmopolitismo/autoctonismo, liberalismo/socialismo), aunque sus obras coinciden en ser “críticas muy severas a los fracasos… de varias décadas de modernización del país”. El seguimiento de los cambios simbólicos en la narrativa abarca también las obras de Ribeyro, Bryce y Bayly, entre otros; sin dejar de señalarse la notoria “omisión de los procesos migratorios en la mayor parte de nuestra memoria literaria”.

Fiestas populares

Por último, se analizan las festividades populares (capítulo “Memoria y performance”) que en muchos casos generan una forma especial de industria cultural, la turística, que si bien le otorga a estas ceremonias una legitimidad y difusión que no tenían en el pasado, según Protzel también las “domestica”, pues obliga a quienes participan en ellas “a mirarse a sí mismos con los ojos de quienes los constituyen en sujetos folklóricos”. Esa vocación crítica ante lo generalmente aceptado (el mestizaje, los discursos sobre el Estado-nación) y lo atractivo de su perspectiva de análisis son seguramente las cualidades más destacables de Procesos interculturales.

Perfil

El autor. Javier Protzel es doctor en Sociología por la escuela de Altos Estudios en CCSS de París, con estudios de cine en el Sender Freies de Berlín. Docente en la PUCP y en la U. de Lima. Ha publicado La jaula de cristal. TV y autoritarismo en el Perú; Secularización y fundamentalismo en la escena global; Procesos interculturales, etc.

Fuente: http://www.librosperuanos.com/autores/javier-protzel.html Leer más

Roland Barthes, íntimo y doliente. A propósito de un inédito de Barthes

Roland Barthes, íntimo y doliente

Roland Barthes.
Cortesía de El País.

Controversia editorial en Francia tras la publicación de los diarios del intelectual sobre su madre

Por: ANTONIO JIMÉNEZ BARCA

Roland Barthes (Cherburgo, 1915- París, 1980) solía coger un folio normal y partirlo en cuatro. Siempre había en su mesa de trabajo fichas de ese tamaño. Era ahí, en esas hojas cortadas por él, donde, con pluma o lápiz, tomaba notas o se escribía a sí mismo.
Escribió cerca de 13.000. Durante casi dos años, desde octubre de 1977 a septiembre de 1979, el semiólogo francés que revolucionó la forma de acercarse a la literatura, rellenó algunas de esas hojitas con apuntes íntimos sobre su madre, con la que convivió siempre y que murió el 26 de octubre de 1977. La primera frase es la siguiente: “Primera noche de bodas. Pero ¿primera noche de luto?”. Ahora, la editorial Seuil publica estas notas inéditas en forma de libro, no sin polémica, con el título de Journal de Deuil (Diario de duelo). No es el único texto inédito de Barthes que estos días ve la luz. La editorial Christian Bourgois ha publicado, por su parte, las notas que el filósofo francés tomó en un viaje a la China maoísta en 1974, titulado Carnets du voyage en Chine (Diarios del viaje a China).

Henriette Binger nació en 1893. Se casó con Louis Barthes a los 20 años. Cuando tenía 22 nació Roland. Un año después se quedó viuda cuando su marido murió en un combate naval en la I Guerra Mundial. Se volvió a casar, tuvo otro hijo, Michel Salzedo. Pero siempre, hasta los 84 años, vivió con su hijo mayor, aquejado desde crío de tuberculosis. Y Roland, durante los seis últimos meses de la vida de Henriette, cuando ya era un intelectual reverenciado, se dedicó casi exclusivamente a cuidarla: “Desde que la cuidaba, no existía más que ella. Ella era todo para mí y me olvidé de escribir. Antes, ella se hacía transparente para que yo pudiera hacerlo”.

El ensayista francés, autor de una de las más originales formas de entender la crítica literaria (o la simple lectura), proclive a analizar las obras sin tener en cuenta la personalidad del autor e incluso sus intenciones, se vuelca en estas notas breves de frases concisas sobre su lado más cotidiano, más personal y, también, más desolador:

“4 de noviembre: esta noche, por primera vez, he soñado con ella. Estaba tumbada, pero no enferma, con el camisón rosa que compró en el supermercado”.

“5 de noviembre. Una tarde triste. (…) Compro un pastel. La camarera, al servir a un cliente, dice ‘voilà’. Ésa era la palabra que yo decía cuando le traía algo a mi madre mientras la cuidaba. Una noche, casi inconsciente, repitió como un eco: ‘Voilà’ . Es algo que nos hemos dicho ella y yo durante toda la vida. El episodio de la camarera me ha hecho saltar las lágrimas. De vuelta al apartamento en silencio lloro durante mucho tiempo”.

François Whal, editor de Seuil en los años noventa y amigo de Barthes, considera que el texto no debería haber salido así. Whal ha explicado a la prensa francesa que Barthes le dejó a cargo de todo lo que se publicara después de su muerte. “Así evitaría meteduras de pata. Eso sí, me advirtió que no me lo podía dejar por escrito porque su hermano Michel se enfadaría. (…) Ahora me encuentro con esto, que viola su intimidad”, añadió Whal.

Éric Marty, que ha supervisado la publicación de las obras completas de Barthes, considera por su parte que los textos no son un simple desahogo, que contienen un verdadero proyecto de escritura, con un título consciente que les diferencian de los otros escritos.

Su hermanastro Michel Salzedo, último responsable de los textos inéditos de Barthes, ha llegado a manifestar, a requerimiento de Éric Marty, que “después de 30 años nadie puede erigirse en dueño de la obra de un autor”.

Según Whal, Barthes jamás pensó en publicar notas como éstas:

“18 de mayo: un cóctel. Sensación triste y deprimente de estereotipo social. Angustia. Pienso: mamá ya no está aquí y la vida estúpida continúa”.

Pero también revelan algunos apuntes sobre literatura de una persona que consagró su vida al estudio de los textos y que enfangado en el dolor por la muerte de su madre resume el hecho literario en lo siguiente: “1 de agosto: la literatura es eso: no poder leer sin dolor, sin ahogarme de verdad, lo que Proust escribió en sus cartas sobre la enfermedad, el coraje, la muerte de su madre, su pena”.

Porque más allá de la polémica, de la personalidad y la trayectoria del autor, el libro consiste en el autorretrato de un hombre enfrentado a su propio abatimiento.

El diario termina así:

“15 de septiembre: algunas mañanas son tan tristes…”.

Fuente: El País. París – 13/02/2009 Leer más

Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, de Donna Haraway

Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, de Donna Haraway. Madrid, Cátedra, 1995, 431 pp.

Manifiesto Cyborg

Donna Haraway es una de las figuras más originales y controvertidas en el heterogéneo campo de los estudios culturales de la ciencia y la tecnología. Entre la historia de la ciencia, la crítica feminista y el análisis social, la obra de Haraway constituye una lúcida e incisiva reflexión sobre las complejas relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad. Este libro recoge ensayos escritos por la autora entre 1979 y 1989, y en ellos es posible rastrear la propia evolución de su pensamiento desde una postura de corte constructivista, articulada en torno a la producción de conocimiento científico en primatología –área sobre la que ha publicado un excelente libro monográfico (Primate Visions, 1989)–, hasta su propuesta del término “cyborg”, a cuyo desarrollo dedica su obra más reciente, para referirse a la naturaleza híbrida de organismo y artefacto tecnológico que nos caracteriza como seres de fin de milenio.

Entre estos ensayos encontramos textos que pueden considerarse ya clásicos en un campo disciplinar joven, el de los estudios sobre ciencia, tecnología y género. En particular, el capítulo “Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial”, publicado originalmente en 1988, constituye una magnífica reflexión sobre la tensión existente en el análisis feminista de la ciencia y la tecnología entre la contextualización del conocimiento, que parecería implicar cierto relativismo, y el compromiso político con la denuncia de los diferentes modos de exclusión de la mujer del desarrollo científico-tecnológico, que parecería más bien requerir un realismo crítico. La afirmación de Haraway de que “la objetividad feminista significa, sencillamente, conocimientos situados” (p. 324, cursivas de la autora), ha sido citada posteriormente hasta la saciedad y ejemplifica los esfuerzos feministas por esquivar el indeseable peligro del relativismo mediante la revisión de nociones tradicionales como la de objetividad.

El “Manifiesto para cyborgs” recoge la parte más peculiar y más oscura de las propuestas de la autora. Los cyborgs, organismos cibernéticos inspirados en la ciencia ficción, son los sujetos de un mundo postmoderno en el que las fronteras se difuminan: entre lo animal y lo humano, entre los organismos y las máquinas, entre lo físico y lo no físico…. La tecnología hace posible estos sujetos de identidad fragmentaria y puntos de vista contradictorios. Sin embargo, lejos de denunciar nuestra impuesta naturaleza cyborg como una perversión de la era tecnológica, Haraway prefiere subrayar las potencialidades de la situación fronteriza y la visión desde múltiples perspectivas para sus compromisos políticos con el feminismo y el socialismo.

Los cyborgs son seres contradictorios, inquietantes y sugerentes. Podríamos aplicar exactamente los mismos adjetivos al libro de Haraway. Ciencia, cyborgs y mujeres es un libro rico en imágenes y metáforas en el que la autora expone sus propias luchas internas de un modo apasionado. Difícilmente podrá el lector mantenerse indiferente a un análisis tan penetrante de nuestra cultura tecnológica. Haraway identifica magistralmente problemas, desestabiliza dicotomías, deconstruye discursos…; pero la imaginería cyborg nos deja a menudo con la sensación de encontrarnos ante una brillante explosión de luz y ruido tan fascinante como estéril. Es difícil encontrar el fundamento del optimismo poco complaciente que impregna los textos.

En la traducción al castellano se han omitido los dos capítulos que abrían la versión original y que se dedicaban al análisis contextual de la primatología que Haraway tan magistralmente desarrolla en su primer libro. A falta de una traducción de Primate Visions, es de lamentar su desaparición. Por el contrario, resultan muy iluminadores los tres ensayos de Jorge Arditi, Fernando Selgas y Jackie Orr que aparecen al comienzo del libro y que facilitan la aproximación al complejo universo de conceptos e imágenes que despliega Haraway. También es de agradecer el buen trabajo que el traductor, Manuel Talens, ha llevado a cabo con la difícil prosa de la autora.

Marta I. González García,

Universidad Complutense de Madrid

martaig@eucmax.sim.ucm.es

http://www.campus-oei.org/salactsi/teorema09.htm

Fuente: El escritorio de Manuel Talens.

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Menos prozac… y más melancolía. A propósito de Contra la felicidad, lbro de Eric G. Wilson

Menos prozac… y más melancolía
Publicado el 18-05-2008 , por Marta Garijo

En una sociedad donde prima la sonrisa superflua y la felicidad aparente, la melancolía siempre aparece como un elemento negativo. Sin embargo, para muchos es fundamental como motor del proceso creativo.

Pastillas para combatir el desánimo, píldoras para luchar contra la ansiedad y un número casi infinito de fármacos para crear un estado irreal de felicidad aparente. Medicamentos para lograr un efecto acorde con los mensajes que nos bombardean desde la publicidad y los programas de televisión. Sonríe, Tienes que ser feliz, No hay lugar para la tristeza, y mil esloganes más que nos llevan a huir de la melancolía.

En un entorno en el que todos los mensajes se dirigen hacia la búsqueda de la sonrisa fácil, Eric G. Wilson ha alzado la voz y ha roto una lanza por la melancolía, por la tristeza como parte vital de la vida y como parte esencial del proceso creativo. “Lo más importante es no confundir la depresión con la melancolía. Para mí, la principal diferencia entre ellas reside en que la depresión es un estado de letargo; por el contrario, la melancolía es un estado muy activo en el que se tiene una estrecha relación con el mundo”, señala Wilson.

Y es que el autor de Contra la felicidad. En defensa de la melancolía, (Taurus) defiende que este estado es parte clave del proceso creativo, no sólo de aquel que desemboca en obras de arte, sino también en el proceso que nos ayuda en la relación con el mundo o en el desarrollo de nuevas formas de pensamiento.

Wilson denuncia la existencia de una felicidad americana, que define como una forma de vida superficial en la que sólo se aspira a una satisfacción inmediata. Y en la que se utiliza la medicación para acabar con todos los obstáculos que impidan llegar a este objetivo.

Una sociedad que recuerda a la que Ray Bradbury retrató en Fahrenheit 451, donde además de quemar los libros se mitigaba con pastillas cualquier tipo de pensamiento que obligara a plantearse los problemas.

Una forma de medicación para crear un Un mundo feliz como el de Aldous Huxley. “En una encuesta reciente, el 80% de los americanos aseguraba que era feliz o muy feliz. Una actitud que demuestra que se están dejando de lado muchos de los problemas del mundo y se vive de forma superficial. Es normal estar tristes, es un estado natural”, señala Wilson.

Respecto a la pregunta de si la melancolía es una condición necesaria para la creación, Wilson explica que “no es indipensable para crear arte. Sin embargo, muchos artistas la han utilizado. Porque lleva a un estado de inconformismo con el mundo, que hace que queramos cambiarlo y busquemos nuevas formas de relación. Si estamos melancólicos, desarrollamos nuevos modos de relación con el mundo. Es una forma de revolución interior”.

Mientras que con la felicidad desaparecen las preocupaciones del mundo y no se busca un cambio de plantemiento, la tristeza llama a la instrospección, lo que sirve como canalizador del sufrimiento en nuevas formas de relación con el resto de la sociedad. “Al estar melancólico, tienes mayor capacidad de empatía con aquellos que están sufriendo o atravesando momentos difíciles”, explica el humanista.

T. S. Elliot, John Keats, Ludwig Van Beethoven o John Lennon son algunas de las figuras que cita Wilson en su libro. Una serie de artistas cuya vida ha estado marcada por episodios trágicos que han dejado huella en sus creaciones. “La idea de la muerte estuvo muy presente en la vida de John Keats, pero en vez de verla como un condicionante de su futuro la asumió como parte vital de su obra, lo que le permitió desarrollar su arte”, explica Wilson.

Aunque en la sociedad actual se rehúya la melancolía, no siempre ha sido así, y ha habido deteminados momentos en los que ésta ha sido el motor creativo de toda una generación. El autor asegura que el Romanticismo del siglo XVIII fue la corriente en la que más se plasmó esta tendencia. “En mi opinión, existen dos tendencias generalizadas de creación: por un lado, el modelo clásico, que quiere expresar su conocimiento a la sociedad; y por otro, el espíritu romántico que expresa valores personales, como por ejemplo William Blake”, asegura Wilson.

Filosofía de bolsillo

Los libros de autoayuda se han convertido en una constante en los escaparates de las librerías y de los grandes centros comerciales. Se trata de pequeños manuales para tratar de solucionar los grandes problemas de la vida. Una larga lista de títulos se presentan cada año y tratan de hacer que sus lectores afronten con perspectiva sus preocupaciones del día a día. Sin embargo, más allá de estos libros, que en muchas ocasiones se basan en planteamientos simplistas, se han publicado títulos divulgativos con un marcado carácter filosófico.

‘El mundo de Sofía’, del noruego Jostein Gaarder, fue concebido como un recorrido para acercar a los más jóvenes a la filosofía a partir de la historia de una chica de 15 años. Con un objetivo similar, Fernando Savater publicó uno de sus libros más conocidos: ‘Ética para Amador’. En este volumen pretendía ofrecer a los jóvenes reflexiones sobre la vida y la filosofía de una forma sencilla. Un libro que el autor completó con ‘Política para Amador’ .

En el año 2000, el título ‘Más Platón y menos Prozac’ revolucionó este mercado y se convirtió en un éxito de ventas. Su autor, Lou Marinoff, pretendía enseñar a abordar la vida a partir de las teorías de los grandes filósofos y de sus teorías. Tras el éxito del primer volumen, Marinoff publicó la continuación de este libro bajo el título ‘Pregúntale a Platón. Más Platón y menos Prozac’. Todo con el objetivo de acercar la filosófia al gran público para poder afrontar los problemas cotidianos desde la perspectiva trascendental de los grandes pensadores.

Eric G. Wilson

El autor de ‘Contra la felicidad’, doctor en filosofía por la City University of New York, es actualmente titular de la Cátedra Thomas H. Pritchar de Inglés y director de este departamento en la Universidad de Wake Forest, en Carolina de Norte. A pesar de su especialidad en el estudio del Romanticismo Británico y Americano, sus obras se han enfocado hacia la ciencia. Wilson ha escrito cinco libros en los que habla sobre la relación entre la literatura y la psicología. Asimismo, ha recibido numerosos premios, incluida una beca para el centro de investigación Triangle Park en Carolina del Norte.

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El sexo y la eutanasia de la razón. Un libro de Joan Copjec

Critica (sexual) de la razón pura. La deslumbrante irrupción de una teórica sorprendente Por Cecilia Sosa

El sexo y la eutanasia de la razón
Joan Copjec
Editorial Paidós
165 páginas

¿Qué es el sexo? Si no hay acaso pregunta más perturbadora, Joan Copjec, el más caliente despunte del pensamiento anglosajón contemporáneo, ofrece una respuesta que deja sin aliento: el sexo es el traspié de la razón, el lugar donde todo saber fracasa. El sexo y la eutanasia de la razón reúne cuatro ensayos fundamentales más un exultante prólogo de Ernesto Laclau; un supercombo recién estrenadito en castellano que permite descubrir a una autora sorprendente.

El artículo que da nombre al libro se publicó a principios de los ‘90 y fue el responsable del despegue internacional de Copjec. Y no es para menos: ahí ella se las agarra con Judith Butler, un peso pesado del pensamiento feminista postestructuralista que en su Gender trouble buscó romper con la estabilidad del sexo binario y terminó por considerar las diferencias como infinitamente maleables y discursivamente construidas. Frente a este “abuso de voluntarismo”, Copjec frena dos cambios y grita: el sexo no puede ser deconstruido, el ser humano es inevitablemente sexuado, y por ende radicalmente incognoscible e incalculable. Por si fuera poco, de manera casi lisérgica (pero sólidamente argumentada, claro) introduce nada menos que a Kant y lee sus inmemoriales antinomias de la razón pura en correspondencia con las diferencias sexuales. Leer para creer.

Joan Copjec

Pero hace falta llegar hasta el segundo ensayo, “¿El líder puede amarnos realmente?”, para terminar de entender un poquito de qué va todo. Es allí donde Copjec ilumina ese pronunciamiento casi maldito que logró suscitar uno de los mayores equívocos en la historia del psicoanálisis y la cultura contemporánea. “No hay relación sexual”, dijo Lacan y escandalizó al mundo. Para Copjec lo que quiso decir Lacan no fue que el amor no existe (y mucho menos que una consumación sexual feliz es imposible como se leyó bajo un peculiar escepticismo moderno), sino algo mucho más simple y radical: que no hay ciencia del amor ni fórmulas para él. ¿Por qué? Porque el sexo coloca a la razón en conflicto consigo misma, es el lugar donde la razón trastrabilla. La locura del amor es la creación de un “Dos” donde nunca hubo “Uno”, dice Copjec y refuta de un tiro el mito de Aristófanes, Jerry McGuire y toda parábola del amor “humanista” (que piensa el amor como encuentro entre los que tienen algo en común).

Todo listo para volver sobre la clásica oposición entre la fascinación colectiva que ejerce un líder y el amor sensual. Para Copjec, mientras los miembros de un grupo al identificarse con un “ideal del yo” se protegen del azar renunciando a su libertad (y por ende a toda satisfacción), el problema del amor no es tanto que no procura satisfacción sino, ay, que la satisfacción obtenida nunca es suficiente.

En “Mayo del ‘68. El mes de las emociones”, Copjec se pone más explícitamente política y visita la crítica de Lacan a los envalentonados estudiantes franceses para avanzar sobre la globalización y el racismo. Por último, en “El descenso a la vergüenza”, anticipa su libro aún inédito en Estados Unidos donde se ocupa del cine iraní para recrear una novedosa reflexión sobre la vergüenza y los despertares fanáticos de nuestra época.

De lectura exigente y brillante (a veces restrictiva para bichos no académicos), Copjec reúne además atributos difíciles dentro del mundillo intelectual: una solidez teórica deslumbrante (que le permite releer a los clásicos con sorprendente agudeza y hasta hacerlos jugar a su favor) y también algo aún más extraño: mucha pero mucha gracia.

Fuente: Página/12 Domingo, 23 de Abril de 2006 Leer más