10.000 a.c.
Las permanentes repeticiones televisivas de “El Día de la independencia” y “Un día después de mañana”, resultan un buen colchón para dejarse tentar para ver esta cinta que tiene como cordón umbilical no sólo ser del mismo director, Roland Emmerich, sino la misma fórmula: una historia simple, demasiado predecible, con un buen despliegue visual producto de una explotación inmisericorde de los efectos especiales.
No hay más novedad en esta cinta, que, por otro lado, parece sintetizar efectos, momentos e incluso historias o argumentos de películas recientes e igualmente taquilleras.