El virus, detrás del toque de queda

De no haberse ampliado, hoy estaría culminando la cuarentena y toque de queda que el 15 de marzo decretó el gobierno, con el fin de contener el avance del Covid19. Como todos lo sabemos, y sufrimos, ese plazo se ha ampliado hasta el 12 de abril; es decir, estaremos casi un mes recluidos y cercenados en varios de nuestros derechos, pero para que eso no suene tan duro, eufemísticamente se le ha llamado aislamiento e inmovilización social obligatoria. Es decir, otras dos semanas sufriendo de confinamiento y un vulgar toque de queda; o sea, prohibido de estar en las calles, para quedarse obligatoria mente en casa, caso contrario, la cárcel, o… la muerte, según la modificatoria del DL 635.

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Semana abimaelista

No sólo minera sino también senderista ha sido esta semana, pues nos tocó recordar los 25 años de la captura de Abimael Guzmán, el afiebrado líder de la que ha sido calificada como una de las organizaciones más criminales de la historia humana: Sendero Luminoso. Muchos medios, titulares y portadas tocaron el tema e incluso el cine se sumó al acontecimiento con el estreno de “La hora final”, película de gran medianía de Eduardo Mendoza, y que si no fuese por Pietro Sibille, su protagonista, no merece mayor atención. Sin embargo, sobre Sendero y todo lo que eso significó (y sigue significando), se ha escrito mucho. Justamente, en esta semana senderista y especialmente abiamelista, recuerdo el libro de “Profetas del odio, raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso, de Gonzalo Portocarrero que se publicó en 2012 y que junto con Jorge Bedregal, tuve el honor de presentar en la Feria Internacional de Libro que se hacía en nuestra ciudad. Les dejo lo que esa noche comenté:

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Sendero

No cumplía mi mayoría de edad y ya escuchaba de la fórmula más efectiva de materializar y resolver la lucha de clases: con el uso del fusil. Eso lo oía en mis últimos años secundarios de algunos profesores que con verbo seductor y ardoroso tocaban esos temas en clases. Más tarde me enteraría que esos profesores eran, a la vez, dirigentes del Sindicato de Trabajadores de la Educación Peruana, Sutep. El más vehemente era Barreda Bazán empeñado en organizar a los alumnos a través de un Comité de Coordinación de Unificación de las Luchas Estudiantiles Secundarias, Ccules, símil del Comité de Coordinación de Unificación Clasista, Ccus. Esos años los viví en medio de puras siglas que parecían trabalenguas que desenredábamos entre risas con mis compañeros de aula, sin percibir lo que todo eso encerraba: la génesis del terrorismo que, como se demuestra en el informe final de la CVR, tuvo en la escuela su principal terreno de cultivo.

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