CORRUPCION y ANTICORRUPCION : UN PUNTO DE VISTA

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I.- INTRODUCCION

¿Cómo enfrentar la corrupción creciente, en una sociedad como la nuestra?

El tema de la corrupción, en el país, obliga a un replanteamiento de su etiología (causas o variables que intervienen en su origen) y profilaxis (prevención y/o tratamiento), para poder encarar tal problemática.

Un replanteamiento semejante, debería partir de considerar, que al parecer y desgraciadamente: gruesos sectores de nuestra población, dan la impresión de vivir y sobrevivir, inmersos en una CULTURA DE LA CORRUPCION, que es aceptada y cultivada, incluso soberbiamente, por los que la practican.

II. LA CULTURA DE LA CORRUPCION.

Una cultura puede ser definida en un sentido muy general como: el conjunto de conocimientos, creencias, técnicas, actitudes, conductas y respuestas que tiene un individuo o una colectividad humana determinada, frente a las tareas y necesidades de la vida y la convivencia social.

Desde esta definición general, podemos advertir, que en una sociedad como la nuestra, en muchos estratos sociales de todos los niveles, que van desde los sectores más acomodados y pudientes a los más pauperizados y carentes de todo, se ha entronizado una concepción de la vida, que subyace en el quehacer cotidiano y que se expresa incluso con máximas y dichos populares que se escuchan diariamente y están vigentes en la práctica social de muchos ciudadanos; configurando incluso una IDIOSINCRACIA, que puede apreciarse en frases muy populares como: “el vivo, vive del sonso y el sonso de su trabajo”, “todo tiene su precio”, “con la plata todo se compra”, “con la plata baila el mono”, “le costó su billete”, “robó pero hizo obra”, “en esta vida todo se compra”, “necesito más dinero para aceitarlo”, “en su gobierno aunque robaba, chorreaba” etc. Como se puede percibir, detrás de estas frases, que son muy comunes y populares, subyacen anti-valores, que cuestionan la honradez, el trabajo, el respeto a la res pública y al derecho de los demás, y que denotan la desgraciada presencia de una cultura de la corrupción.

Este tipo de idiosincrasia, subvierte en sus raíces y fundamentos los valores del Estado Democrático Social de Derecho, establecidos tras muchos esfuerzos, luchas, conflictos y consensos político-sociales, que constan en nuestra norma fundamental o Constitución Política del Estado, en nuestro ordenamiento legal y administrativo; y violenta asimismo los estándares de convivencia social ideal, consagrados en las declaraciones de derechos humanos y tratados internacionales.

¿Cuál es el origen de esa ideología corrupta, que se expresa en las frases y dichos populares que hemos trascrito, a modo de ejemplo, líneas atrás? He allí una tarea muy interesante para la criminología y la sociología jurídica; que creemos que no puede dejar de mirar a nuestro azaroso pasado histórico; pues no podemos olvidar que lamentablemente desde la época colonial las funciones y cargos públicos muchas veces fueron vistos como un medio de enriquecimiento personal y familiar y no como lo que son: un servicio oficial a los demás.

En este orden de ideas, la corrupción a nivel social, es una anomia o enfermedad que lacera el sistema democrático; y a nivel personal -de los que la practican- debe ser considerada una alienación o enajenación que domina y subyuga a los que la padecen, amordazando su libertad, tanto en un sentido íntimo ético interno, como en un sentido exterior, pues todos sus actos se orientan y quedan acondicionados por la corrupción, que se convierte así en su modus vivendi. Aparte, que al incurrir en la comisión de delitos, el corrupto queda sujeto a las justas persecuciones y represiones que el orden penal prescribe.

III. DIMENSIONES DEL PROBLEMA.

Por lo expuesto, y como se habrá visto, el problema de la corrupción escapa ya a los márgenes tradicionales. En un sentido restringido, comúnmente se identifica al término CORRUPCION con el aprovechamiento de una función pública para obtener un provecho o ventaja ilícita, mediante la posición de fuerza que ofrece el desempeño de un cargo frente a los particulares; empero, la corrupción hoy imperante en el mundo, ha rebasado el marco de la función pública, pues como ya hemos dicho, existe toda una CULTURA de la corrupción, que al parecer se vive y se practica como estrategia y táctica de vida, de determinadas personas, en todas las esferas y estratos sociales.

En otras palabras, la corrupción, es una forma de vivir en sociedad, contraria al orden democrático, que corroe las bases mismas de nuestra sistema; al ser práctica común o conducta cotidiana, de personas que consideran que “con la plata se compra todo”, incluso conciencias y voluntades, para ganar licitaciones, gestiones de obras, contratos ventajosos, concursos públicos, puestos públicos, juicios, evadir una multa de tránsito o realizar un trámite rápido.

Pues es necesario recordar que el delito de CORRUPCION puede ser promovido por particulares que actúen como agente activo, conducta ilícita que a nuestro criterio, aún no ha sido encarada con la energía necesaria, no obstante que muchas veces los particulares tienen el dominio del hecho. Por ello, la salud de la administración pública requiere que urgentemente se erradique la faz de esa doble moral y se sancione con suficiente energía no solamente al funcionario corrupto sino al particular que eventualmente actúe como agente activo corruptor.

IV. NECESIDAD DE UNA CULTURA ANTI-CORRUPCION.

Empero, aparte de las necesarias previsiones y sanciones legales; la única manera, de encarar en forma definitiva y a futuro el problema de la corrupción, sería: asumiendo la necesidad de una CULTURA ANTI-CORRUPCION (o contra-cultura anti-corrupcíón). Tal cometido, imprescindible para afrontar una problemática tan delicada, significaría llevar el problema a su real terreno y dimensión: el de cultivar valores y principios, que se traduzcan en usos y prácticas no corruptas e incluso anti-corruptas, que deben regir en forma libre y responsable en las relaciones sociales. Lograr una cultura anti-corrupción, como esa, implicaría implementar para las nuevas generaciones un marco educativo y formativo adecuado, que vincule la escuela y el hogar, la calle, los medios de comunicación y la sociedad en torno a un proyecto educativo de vida, estructurado en función a los valores e instituciones del Estado Democrático Social de Derecho consagrado en nuestra Constitución Política; proyecto vigente de sociedad, con cuyos principios y garantías fundamentales colisiona directamente todo acto corrupto.

Por otra parte, para las personas inmersas en un modus vivendi corrupto, en las generaciones actuales, el asumir una cultura anticorrupción significaría toda una expiación y conversión a una causa justa, o reingeniería ética; que en algunos casos personales, podría parecer muy semejante a un milagro; tal cosa se nos antoja parecida a la conversión de Saulo de Tarso al cristianismo (citada en la Biblia), o a la también documentada y fidedigna conversión de Bartolomé de las Casas, (que de explotador pasó a ser el más grande y vibrante defensor de los indígenas sometidos por la corona española).

Esto, puede parecer anecdótico, cursi y hasta satírico, pero no lo es: así de grave se evidencia el problema de la corrupción en una sociedad como la nuestra, donde de la noche a la mañana se descubre que personajes encumbrados de la función pública son corruptos descarados, que encima se indignan y enfurecen al ser identificados y cuyos áulicos claman por su derecho al secreto de “sus comunicaciones”; o por “sus obras” a favor del país, pretendiendo justificar latrocinios y atrocidades.

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