Publicada en “Somos” de El Comercio el sábado 27 de julio
“Los muchachos de hoy se dan cuenta de que la política existe y de que es parte de la defensa de nuestros derechos. Eso es importante”.
ESCRIBE RICARDO LEÓN FOTO NANCY CHAPPELL
Con la autoridad que le brinda el hecho de haber integrado y presidido el Congreso, Henry Pease analiza la crisis que atraviesa la función parlamentaria
El ex congresista Henry Pease, una de las voces políticas más respetadas del país por su trayectoria, confiesa que el momento más memorable de su vida política fue la Marcha por la Paz, que se llevó a cabo a finales de 1989 a pesar de las advertencias explícitas de Sendero Luminoso. Él, como muchos otros, se sentía cansado del miedo y de la sensación de oscuridad que se ceñía sobre el país, y salió a la calle a gritarlo. La protesta, dice Pease, es una muestra de hartazgo. Aunque en un muy distinto contexto y con objetivos diferentes, se asemeja un poco a la situación actual, en la que un sector de la población ha decidido hacerse escuchar.
Usted sabe bien lo que es reclamar en la calle. ¿A qué responden las protestas que estamos viendo, esta suerte de movilización colectiva súbita?
¿Qué motiva a alguien a dejar de quejarse desde el quiosco de periódicos para ir a hacerlo a la calle?
Cada generación enfrenta determinados momentos en los que no soporta más, porque hay temas que tocan la moral institucional, y eso es lo que en este caso ocurre. No es una marcha enorme, y no se puede comparar con lo que ocurre en Europa y otros lugares, pero sí es un indicio de que los muchachos de hoy, formados en una era de la antipolítica –como la llamaba Carlos Iván Degregori– y a los cuales se les ha querido quitar la política de la cabeza, se dan cuenta de que esta existe y es parte de la defensa de nuestros derechos. Eso es importante. La crisis en este caso tiene relación con una sensación concreta de asco que da el Parlamento.
La frase simbólica en estas movilizaciones es ‘No nos representan’. Es como una crítica general, transversal contra la clase política.
Es simplemente la idea de que un señor que nombra a un corrupto no me puede representar. Es una situación que va más allá del Congreso; hemos vivido 10 años de autocracia. En ese tiempo se dañó, se agredió a muchas personas, y ahora hay muchos operadores de esa época que se ‘blanquean’ un poquito y se dicen demócratas, y han logrado un partido con una fuerza en el Parlamento (Fuerza Social) que se ha dado el lujo de chantajear a los demás partidos, con conflictos de intereses por todos lados.
Usted ha sido congresista y presidente del Congreso, es decir, ha estado al otro de la mesa. Más allá de la crisis de partidos, que ya suena a lugar común,¿qué está ocurriendo con el Parlamento?
Frente a lo que ha pasado, yo siento pena y vergüenza.ero, además, la representación es una crisis mayor, no solo porque esto que hicieron esté mal, sino porque la relación del congresista con la gente que lo eligió es lejana. En Estados Unidos, por ejemplo, los congresistas casi viven en un avión, van todo el tiempo a la localidad que los eligió. Aquí, en cambio, la semana de representación se ha burocratizado. Y no se trata de ir a inaugurar obras, sino de tener discusiones con los ciudadanos, con los votantes, escucharlos a ellos. Cuando el congresista está cerca de la gente, reacciona pensando en ellos frente a hechos como los que vimos en el Congreso.
Es la extensión política del elector.
Así es. Y cuando ha reaccionado el presidente Humala –que, estoy seguro, sabía en lo que su partido se había metido- le ha hecho caso a la gente. Puede haber habido una cuota de cálculo político, pero lo hizo. Los congresistas, sabiendo que era un mamotreto lo que habían hecho, lo defendieron como pudieron…
Y entonces dejan de ser la extensión política del elector y su función original se pervierte.
Es que generalmente los congresistas no escuchan, no están acostumbrados a escuchar. La representación es la función más débil del Congreso.
Usted escribió en una columna reciente: “Nuestra cultura política repite inconscientemente comportamientos de los gobiernos autoritarios”. Es como una herencia que no queremos, como un trauma.
En el Perú hay mucha cultura autoritaria. El siglo XX fue el que más regímenes y conductas autoritarias registró, y mucha gente mira lo que pasó en el pasado y cree que se repite siempre, pero no se da cuenta de los cambios. La cultura es lo que más lentamente cambia en la historia, y la cultura política en el Perú tiene una expresión autoritaria, incluso en cosas insignificantes como la celebración de fiestas distritales con marchas tipo militar y estudiantes que tienen que levantar la pierna lo más alto posible. Todavía creemos que los estados de emergencia resuelven todos los problemas. Son repeticiones, herencias, ceremoniales copiados de anteriores gobiernos.
Si tuviera que analizar –en resumen– los dos primeros años de gobierno de Ollanta Humala, ¿cuál sería su balance? Jorge Basadre decía que en el Perú los enemigos terminan por aliarse. Da la impresión de que eso le ha ocurrido al presidente respecto del sector empresarial y otros que se oponían a su candidatura.
Me faltó completar esa frase, porque los enemigos terminan siendo aliados para llegar, pero no para gobernar. Esto pasa mucho con las actuales bancadas, que se unen para tener fuerza y llegar al poder, y una vez que están ahí se dividen… Yo comprendo que las contradicciones son fuertes en el gobierno de Ollanta Humala, pero lo que menos se fijaron aquellos que lo acompañaron en su candidatura es que él es un comandante en retiro, o sea, un oficial del Ejército, formado como tal, y que eso prima en su comportamiento.
Habrá ido agregando después elementos políticos en su vida, pero no tiene formación política y, por lo tanto, sus decisiones las ha tomado en el camino y han sido duras.
En los últimos meses es común leer titulares que hablan de la mayor o menor confianza de los empresarios e inversionistas, como si fuera el único termómetro, y se especula que en el mensaje a la Nación por Fiestas Patrias el eje central serán las inversiones.
La razón por la cual la inversión extranjera se demora o se retrae es, casi siempre, externa y no tiene un origen local. La crisis que hay en otros países obliga al empresariado a no invertir o a cerrar, y la baja que hay en China también desincentiva el crecimiento de las mineras. Lo que quiero decir es que el Perú está desplegando un esfuerzo grande por atraer inversiones, y está bien, pero lo está haciendo en un momento en el que ya no tenemos una gran alza. Lo que me preocupa es, cuando se acabe esta alza y las materias primas tengan bajos precios, ¿qué pasará entonces?
Y pensando un poco en el 2016, ¿cómo cree que llegarán Alan García, Keiko Fujimori y Alejandro Toledo?
No creo que pueda hacer una proyección, porque los he visto a todos muy desdibujados, cometiendo errores y en medio de problemas que los afectan. Además porque es muy difícil que en tanto tiempo se mantenga la misma situación. Ya sabemos que en la segunda vuelta cerca de la mitad de la población está obligada a votar por alguien que no era de su agrado, y esto al final funciona como una lógica de chantaje. Por ejemplo, estoy seguro de que Alan García no habría salido elegido en el 2006 si no fuera porque compitió con Humala en segunda vuelta.
Hace poco se presentó al nuevo Frente Amplio de Izquierda. Su eslogan es ‘Unidad y Renovación’, pero a la izquierda peruana actual se le critica precisamente por carecer de esas dos cualidades.
Ellos no han lanzado candidatos, por lo tanto aún no es hora de decir si quienes conforman el movimiento son parte de la renovación. Pero eso no quita que alguien de más de 50 años pueda formar parte del movimiento. Yo lo que espero es que haya una renovación, de lo contrario no va a cuajar, y además tiene que ser una renovación de métodos, estilos, programas, ideas, maneras de hacer política, y que todo esto ayude a que haya una izquierda moderna, una izquierda activa.
¿Extraña la política activa, la política del día a día?
Si me preguntan si extraño ser congresista, respondo que no; si me preguntan si extraño ser teniente alcalde de Lima, respondo que sí, porque fue la parte más linda de mi vida política. Yo caminaba en la calle y tenía una relación directa y constante con la gente. Hacía política a la antigua.
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