Archivo por meses: marzo 2009

La corrupción es estructural: ¿ Quién pone el orden en el sistema público?

El Comercio

Conversando con gente joven encuentro que ven niebla en nuestro futuro porque la corrupción es el tema recurrente. Pero hay que salir de lo anecdótico y resaltar aquello que se muestra estructural, que tiene que ver con la forma en la que se estructuran las relaciones sociales. El impacto de los “petroaudios” ha sido enorme, afectó incluso la imagen de gente de trayectoria decente. Lo menos que podemos decir es que urge construir un código ético-jurídico que permita distinguir roles y actitudes.
Un ministro no puede visitar a un empresario en su hotel ni una internacional de partidos puede convertirse en una agencia de oportunidades abiertas a unos empresarios sobre otros. Las autoridades deben recibir a empresarios como deben recibir a dirigentes laborales y políticos. Pero en su despacho, a vista y paciencia de todo el mundo y hay que regular el campo de su intervención para que no se conviertan en títeres de los lobbies privados. Los ciudadanos tenemos derecho a ser informados sobre los contratos de las empresas públicas, sus alianzas y resultados. No se puede aceptar el ninguneo actual.
Pero la corrupción tiene otros signos estructurales, especialmente en el plano institucional. Hace poco vimos que un coronel de la Policía Nacional fue pasado al retiro por negarse a “decapitar” a otro coronel que había descubierto el robo de los gasolineros y que era apañado nada menos que por el general inspector. La nueva y capaz ministra se ha ocupado más de sancionar “muchachadas” de la policía femenina sin señal de corrupción, pero mantiene a ese general en su puesto y a los dos coroneles en retiro forzoso.
El abogado de uno de los marinos que colaboraron con la justicia realizando confesión sincera mostró que su defendido ha sido sancionado por el INPE, ubicado en celda de rigor mientras un abogado de sus ex jefes lo presionaba para que se retractase. El INPE aparece sancionando a los que colaboran con la justicia, aunque hoy sabemos que a otro vinculado con ese caso otras autoridades lo han tenido que sacar del país. ¿Pero qué pensar del INPE tras los recientes escándalos de fuga y violación de presas? ¿Es posible que solo con el oficio y los sellos se libere a un detenido? ¿No saben que en Azángaro todo sello se falsifica? ¿No pueden consultar por Internet u otra vía más moderna? Es intolerable lo que vemos, como lo es una policía cuyas reglas obsoletas facilitan la corrupción.
No tengo un análisis sistemático, pero es suficiente para recordar la frustración que produjo el fracaso de la zarina anticorrupción, una persona con los mejores antecedentes, nombrada sin un estudio previo y que al nacer como oficina recibió el rechazo de la contraloría, el Ministerio Público, el Parlamento y varios más que se sentían “dueños” de la función anticorrupción. Defenderé siempre la división de poderes y las autonomías propias del Estado de derecho, pero no las entiendo como autarquías. No es posible que no sean eficaces la lucha anticorrupción o la defensa del ambiente y la protección del agua para nuestros hijos y nietos, porque no se pueden sincronizar y articular las acciones de organismos autónomos. Cuando sincronizo, para no perder tiempo ni eficacia, la decisión del juez, del fiscal y de la contraloría, no le niego la autonomía a cada uno. La corrupción es estructural, hay que revisar la estructura del estado, reglas e “institucionalidades” internas hechas para la defensa corporativa antes que para la defensa del interés público, especialmente en los planos policial, militar y judicial.
Pero todo esto suena a juego de niños cuando recordamos lo que mostraron los “vladivideos” y vemos que hoy se han olvidado mientras varios de esos delincuentes pretenden ya andar con la frente en alto o cuando la heredera del gobernante de la más grande corrupción de la República pretende ser candidata presidencial sin poder explicar cómo le financiaron sus estudios en el extranjero. Y nadie le pide cuentas. ¿Cómo salir del círculo vicioso de la corrupción?
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La responsabilidad de contribuir a la memoria colectiva: ¿A quién le conviene que se olvide?

El Comercio

El esfuerzo hecho desde la sociedad civil por la verdad y la reparación de las injusticias de uno de los períodos más violentos de nuestra historia es valioso y solo comparable a otro esfuerzo hecho desde comienzos de la década de los 80 para forjar una cultura cívica que defienda con radicalidad los derechos humanos. Ambas causas son políticamente plurales, no son de izquierda ni de derecha, pertenecen simplemente a la gente civilizada de nuestro tiempo y tienen escala planetaria.

Hoy es preciso asegurar que las generaciones que no vivieron esos años de violencia accedan a lo que ha sido una experiencia colectiva que no por dramática y por momentos terrible deja de contener elementos educativos fundamentales. Cualquier predicador de la violencia debe encontrarse con una ciudadanía preparada por el conocimiento de su propia experiencia. Eso no es manipulable por los gobiernos ni debe dejarse todo en sus manos. Es campo de iniciativa de la sociedad civil.

La conducta del presidente y del primer ministro ante la oferta alemana de donación para el museo de la memoria es una vergüenza. Quizá un psiquiatra podría evaluar mejor por qué estos dos ciudadanos quieren que la memoria siga siendo flaca. ¿Es que algo les avergüenza de ese pasado? Pero si queremos que mañana toda violencia sea desterrada es imprescindible cultivar la memoria. Entre las barbaridades que he escuchado en la televisión un periodista sostuvo que el problema era que la CVR tuvo izquierdistas. ¿Quién puede analizar así el pasado del filósofo Salomón Lerner? Ninguno de los políticos de izquierda que estuvieron en esa comisión tiene las manos manchadas de sangre ni predicó tesis extremas del violentismo de entonces. Siguen aplicando la estrategia oscurantista que comenzó en los 80 con el objetivo de usar a Sendero para acabar con la izquierda y les respondo con la autoridad moral de un político de izquierda que jamás aceptó violencia alguna y combatió desde el aula y la práctica política la lucha armada que tantos predicaban en el siglo XX, que convocó la más grande marcha por la paz realizada en el país y, con la adhesión valiente y generosa de Mario Vargas Llosa, logró su objetivo de aislar a Sendero Luminoso, mientras los gobernantes nos mandaban mensajes llamándonos irresponsables. Estamos vivos muchos y mientras podamos hablar no van a cambiar la historia.

Puedo entender esta animosidad en el fujimorismo, pero no en los personajes que aquí critico. Pero veo que la memoria histórica exigirá también otro museo. El “museo de la memoria II” deberá incluir las experiencias de corrupción porque, por lo visto, hasta un fiscal anticorrupción se ha olvidado de lo que todos vimos. La ex ministra Susana Villarán lo describe indignada y muestra el testimonio de gente honorable que desmontó la corrupción más detestable, la que traficaba con la extrema pobreza al convertir en fujimoristas a la fuerza a personas que requerían ayuda alimentaria. Muchos podrán testimoniar sobre las hazañas de los que manipularon y quebraron las organizaciones populares para este fin o las proezas descritas en los “vladivideos” en los que desfilan personajes corruptos que se convierten en agentes promotores de la corrupción.

Respetar los derechos humanos de los corruptos y sus seguidores —al margen de exigir que se juzgue y sancione cuando corresponde— no significa aceptar que prediquen la corrupción, estigmaticen a quienes la combaten o simplemente nieguen la verdad. Pero esta es tarea de la sociedad y hay que sumar esfuerzos. Desde la sociedad debemos asegurar que el museo de la memoria funcione y que se encuentre la manera mejor de impedir el olvido que zamarros quisieran imponer sobre la corrupción. En todo el mundo, al margen del gobierno, encontraremos el apoyo necesario. Ya aquí lo ha dado un alcalde con principios y valores como ha mostrado serlo Salvador Heresi, que ha reiterado el camino que mostramos actuando juntos Vargas Llosa y yo en 1989. Sigue leyendo