En respuesta al parlamento

  Los jóvenes derrotaron la repartija

                 El Comercio

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Otra vez han sido los jóvenes quienes primero enfrentaron a un Parlamento incapaz de actuar con transparencia y muy lejos de representar a la ciudadanía. En ambos casos fue por el Tribunal Constitucional, ayer cuando la autocracia  destituyó a tres magistrados por dictaminar contra la impresentable segunda reelección de Fujimori, ahora cuando los parlamentarios se repartieron seis cargos del Tribunal, el de la Defensoría del Pueblo, y tres del Banco Central sin fijarse en la trayectoria democrática y la calidad profesional de todas las personas designadas,  porque cada grupo ha actuado como dueño de su cuota. Los altos cargos no pueden ser tratados como sucursales de cada partido, sujetos a la correlación de fuerzas.  Vean el escándalo producido en España al encontrar que el Presidente del Tribunal Constitucional había cotizado como simple militante del Partido Popular.

No hubo concurso alguno y sospechamos que el fujimorismo se atrevió a proponer a Sousa porque hay muchos corruptos que creen que actúan bien y con derecho aunque estén en un objetivo conflicto de intereses y persistan en defender la impunidad de asesinos que actuaron a órdenes del autócrata.  No es el único caso cuestionable, pero sí el más grave. Más aún, en los dos primeros años de este Parlamento, las elecciones no se llevaron a cabo porque la cantidad de escaños que posee el  fujimorismo impidió alcanzar un  acuerdo. Así lo declaró el congresista Abugattás cuando finalizaba su presidencia.

Es obvio que los regímenes no son iguales; la autocracia fujimorista  construía su fin paso a paso y no tenía los respiraderos propios de un régimen democrático.  Desde que juró Valentín Paniagua ya van tres gobiernos que continúan el régimen democrático.  Pero hay un desgaste del mismo no sólo porque es poco lo que se comparte económicamente, sino porque la falta de transparencia y la convivencia con la corrupción destruyen los avances democráticos.  Hace cincuenta años no era tan importante la transparencia, regía la cultura del secreto. En esta sociedad mediática, felizmente, cada día dura menos el secreto y son comunes los estallidos cuando los gobiernos hacen  una barbaridad.  Pero –además- muchos ciudadanos se sienten estafados por políticos que dicen una cosa y hacen otra, por promesas de campaña que se contradicen desde los inicios del  gobierno, por actitudes que olvidan que los valores que están detrás de las democracias son de solidaridad y capacidad de compartir y que jamás llevan a que el político se sitúe y sienta por encima de los demás ciudadanos.

En las calles de estos días ya no solo van los jóvenes, van muchos más y protestan.  Los jóvenes abrieron el camino, a pesar del enorme daño que la autocracia hizo en una generación con muchos jóvenes apolíticos y antipartido. Ahora tendrán que comprender que la política es servicio, no únicamente marchar, sino construir organización y estar cerca, escuchando a los ciudadanos.  Es que la fuerza de la juventud es su capacidad de palpar antes (y con menos intereses en conflicto)los problemas de injusticia, de corrupción, y de falta de transparencia.

No creo que este Congreso sea capaz de hacer cambios constitucionales.  Pero la ciudadanía debería debatir reformas puntuales indispensables.  Se necesita un Senado pequeño, más calificado, para elegir altos cargos o ratificarlos.  Un Senado que no intervenga en el pleito político cotidiano, sino que trate las leyes más importantes, y que elija  y haga preguntas de fondo a los altos cargos.  Hay que pensar en concursos públicos donde se presente quien quiera y tenga los requisitos necesarios para hacerlo, se evalúe con una pauta previamente publicada todos los currículos y se les ponga una nota. Luego se debe entrevistar a cada candidato y calificarlo. Finalmente se debe publicar un cuadro de méritos, dentro del cual, con reglas comunes, los senadores elijan a los funcionarios.

La anulación de la repartija beneficia hoy a Alan García, que tiene  operadores partidarios en el ya vencido Tribunal Constitucional, organismo al que puede llegar su recurso de amparo contra la comisión  que  investiga –entre otras cosas- sus narco-indultos.  Por eso los apristas jugaron a petardear la repartija. Pero si los jóvenes y tantos peruanos sanos deciden renovar la política, sin extremismos ni sectarismos, otro futuro nos espera.

 

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