Carta sobre un país en llamas – The Edge of Democracy (2019)

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The Edge of Democracy abre como una tragedia. Un país dividido en la mitad. Un territorio (la explanada cercana a Palacio de Gobierno en Brasilia) irreconciliablemente partido: una mitad verdeamarella, el color de la bandera nacional, a otra mitad roja ardiente, color de Partido de Trabajadores, insignia de la izquierda nacional y latinoamericana. ¿Cómo una de las democracias aparentemente más sólidas del continente pudo volverse en un campo de batalla? ¿Qué implica ceder en medio de la guerra política? ¿Es posible entender el conflicto desde dinámicas de héroes y villanos, luces y sombras? Las preguntas comienzan a acumularse. Poco a poco, el film de Petra Costa se atreve, desde su perspectiva, a absolver estas interrogantes. No es un acto sencillo, por supuesto. Entender la crisis política brasileña es entender su corazón: un corazón disputado por élites sedientas de poder, revolucionarios violentos que esconden su deseo de preservar el sistema y maquiavélicos personajes dispuestos a todo por llegar a la silla de gobierno en Brasilia. No es una premisa fácil. Tampoco lo queremos así.

The Edge of Democracy jamás intenta ser un film objetivo. Tampoco tiene por qué serlo. Cualquiera que pretenda pensar que un film de no ficción resulta objetivo necesita revisar mejor el término. Filmar la realidad, en oposición a la ficción, jamás implica objetividad ni intentar conseguirla. Filmar implica seleccionar escenas, tomas y ángulos: implica descartar material, elegir una forma específica de relatar la historia, dotar de cierto ritmo al montaje y muchas más acciones que implican acciones creativas. Nada de eso es objetivo. Además, si pensamos que el cine recrea la realidad, entendemos que, a menos que sea un video en vivo, a memoria siempre juega con nosotros. Sumémosle a eso, por supuesto, que algunos temas requieren ser controversiales. A veces debemos tomar postura. Hay, quizás, hasta cierta obligación moral en hacerlo.

Petra Costa entiende esto muy bien. Su trama es la historia de Brasil a través de la historia de su familia. Suena complicado. No lo es. No cuando toda la vida has sabido bien a quién defiendes. La familia de Petra siempre ha estado alineada a la izquierda. Sus padres pasaron de ser dirigentes políticos a perseguidos por la dictadura fascista en Brasil. Luego, fueron testigos del ascenso del Partido de Trabajadores. Vieron al PT tomar el poder e iniciar las ambiciosas reformas que se prometieron en el pasado. Vieron, además, la inmediata y enorme disputa entre el PT y el establishment político, entre parlamentarios de izquierda y parlamentarios de ultraderechas, entre dos formas incompatibles de ver a su país. Y con ello, ven el inicio de la caída: las acusaciones de corrupción, e impeachment de la presidenta, Dilma Roussef, y, sobre todo, el ascenso de la ultraderecha brasileña, personificada en la tenebrosa y shakesperiana imagen de Jair Bolsonaro.

Pensemos en la disputa. El escándalo del PT. Corrupción. Una constructora pagándole a todos. Oderbrecht. La excusa para asestar el golpe. Lo que vemos es un intricado plan para acabar con el gobierno del PT. Lula Da Silva, consagrado presidente, le cede el poder a Dilma. Dilma no genera consensos. La centroderecha se alía y todo comienza a tambalear. Vemos cada truco en el manual. Amañar el sistema judicial. Perseguir mediáticamente al gobierno. Los bancos se alían para evitar reformas en tasas de interés. Poco a pocos, a presión se hace enorme. La gente sale a las calles. Cada quien con su propia versión. Según Costa, no hay buenos ni malos. Cada quien va a marchar firmemente convencido de lo que cree. Eso dificulta la reconciliación. También se dificulta en medida que los políticos acechando al PT hacen lo posible por tumbarse todo, sin importar el daño en el sistema brasileño. Hay burlas. Hay grabaciones ilegales. Hay un juez, Sergio Moro, que se vuelve objeto de disputa. Para algunos, es el único atisbo de esperanza en un sistema podrido. Para otros, es el títere enviado para tumbarse al gobierno. Lo consiguen. El film opera sin un twist. No hay ninguna relevancia. Todos ya sabemos el desenlace. Dilma abandona el poder. Bolsonaro asciende. Las dudas se siguen amononando y nadie parece conciliarlas.

The Edge of Democracy sabe bien cómo articular su estilo. De una a otra, sabe cómo integrar distintas películas en una sola. En buena parte de su metraje, es un thriller político. Tiene un ritmo impresionante, que intercala distintas escenas cumbre de la política brasileña en montajes directos y precisos. Las escenas de investigación al PT, los enfrentamientos de las calles y la votación del impeachment son filmadas con el corazón en la mano, con honestidad y estilo, captando a la audiencia y no dejándola ir. A su vez, es un curioso ensayo sobre la captura del estado, teoría que articula como los intentos de élites y monopolios hacen todo lo posible para asegurarse el trono. Puede sonar a propaganda de izquierdas, pero los puntos que hace Costa son resonantes, inteligentes y, sobre todo, elaborados con suspicacia y sencillez. No es propaganda, sino cuestionamiento. Al final, entre la seriedad desde estas dos películas, hay una tercera opción. Un cine familiar. El film explora la conexión personal entre los Costa -y la propia Petra- con la crisis. Dilma y la madre de Petra fueron ambas presas de la dictadura. El PT encarna el sueño que los Costa le han enseñado a sus hijos por generaciones. La decepción también puede con ella.

El film de Costa trasciende por su capacidad emocional. ¿Cómo acepar que un sueño político ha fracasado, y que todo lo que queda apenas son cenizas? ¿Cómo enfrentarse a la feroz cacería política que encarna la ultraderecha con Sergio Moro como su principal secuaz? Las ideas y dudas se aglomeran. Costa hace el cine como un medio para expiarlas. Cree que es mejor así. La gente podrá comprar más fácilmente lo sucedido cuando lo ve con la mirada compasiva, juiciosa y emotiva que ofrece la directora. Y así sigue su historia.

The Edge of Democracy también es el film de Lula Da Silva. Una de las figuras más fascinantes de la política moderna. Uno de los líderes definitivos de la izquierda. Costra nos ofrece una mirada íntima y problemática de su ídolo, una visión diferente. Por un lado, vemos al héroe en su acenso, en su decisión de llevar a Brasil a algo diferente. Luego, lo vemos caer en desgracia. La cámara de Costa le sigue a todas partes, le acecha en los momentos más duros, en la confrontación entre uno y otro, en cómo el otrora presidente del país más rico de América Latina es llevado, esposas en mano, a una prisión como un reo común. Uno se embarga de una mezcla extraña de emociones contrapuestas: la decepción, la impotencia. Lula, mientras está a punto de ser llevado por las autoridades a prisión, recibe vítores de tantas personas, de miles de brasileños con el polo rojo, decididos a hacer todo por su líder. Petra mantiene ambigüedad. No nos dice si cree en la inocencia o culpabilidad de su líder. No parece poder confrontar esa verdad.

Las dudas se acrecientan. Costa, sin embargo, se ve optimista. Cree que ambos bandos en las calles comparten un objetivo en común: un intenso por amor. Eso lo vale.

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Anselmi

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