En mi condición de profesor, me he encontrado con una ignorancia generalizada respecto a lo que la semana santa representa desde la perspectiva cristiana, lo cual, de paso, demuestra, una vez más que lo que hace falta en el Perú no es más educación sino mejor educación. Lo que he descubierto es que pocos comprenden la razón por la que semana santa no cae siempre en la misma semana del año. En efecto, si la pascua de navidad es siempre el 25 de Diciembre y San Pedro es siempre el 29 de Junio, ¿por qué la pascua de resurrección no cae siempre en el mismo domingo del año? Es que la mayor parte de los feriados católicos se rigen por el calendario solar romano, pero la semana santa, no. Esta se rige por el calendario judío que tiene un carácter lunar. Esto nos lleva a recordar a la historia (o al mito) de la resurrección del pueblo hebreo hace cerca de 4 mil años liderada por Moisés y los milagros de las 7 plagas de Egipto puesto que a pocos les resulta evidente que la Última Cena que el cristianismo rememora siempre en Jueves es una cena de Pesaj o, más precisamente de Seder. Esta cena es obligada para los judíos porque celebra aquella noche en que el ángel del Señor mató a todos los primogénitos de Egipto, excepto a los que cenaron dentro de sus casas marcando sus puertas con sangre de cordero. Debido a esto los judíos pudieron ser liberados del encadenamiento. Es un homenaje a la libertad, es decir, liberación a la que todo hombre puede aspirar. (Me refiero, secretamente, a la liberación de su propia esclavitud interior). Esta fiesta se lleva a cabo para el día de luna llena del mes de Nisán. Esa luna es la inmediatamente después del equinoccio de Marzo, es decir, cuando comienza la primavera en el hemisferio norte. Para nosotros, comienza el otoño.

Si Jesús cenó con sus discípulos para celebrar el Seder de la tradición judía, esto tiene que ser en luna llena. Este año, eso coincidirá con Jueves Santo, pero no es siempre así porque los judíos lo harán el día de luna llena que no cae necesariamente en jueves. Pero, como todos habrán notado, siempre es luna llena para Semana Santa y, en todo caso, tanto la fiesta cristiana como la judía marcan la resurrección. Sé que es más claro el caso de Jesús, aunque debo insistir (ya lo expliqué en mi libro “Psicología y Religión), se resucitó a sí mismo y de esa manera, nos mostró que nosotros podemos nacer de nuevo, renacer en la libertad y liberarnos de las cadenas de nuestra propia vanidad. Esa resurrección es equivalente a la celebración de la pascua judía aunque en su caso sea el renacer del pueblo fundado a partir de Abraham, Isaac y Jacob, el que resucitó por intermedio de Moisés.

Ahora bien, esto sucede en primavera. Lógicamente es el momento del año para hablar de la resurrección por ser cuando se siente alrededor de uno. Y allí hay que reconocer que la gran fiesta de la cristiandad, la Pascua de Resurrección, pasa casi desapercibida entre nosotros. Si viviéramos en el hemisferio norte, veríamos como se celebra en grande. Aquí la gente lo toma como vacaciones para poder viajar y más se celebra la muerte con procesiones de ataúdes el viernes que con alegría de renovación el domingo. Claro para nosotros en tiempo de cosecha y no de siembra. Es quizás por eso que la celebración de la primavera la hacemos en Octubre tanto para el señor de los Milagros como para el Taytacha en la segunda quincena de ese mes.

A propósito del Patrón Jurado del Cusco, la congregación masiva en la Plaza Mayor es impresionante pero recuerdo que a la hora de la bendición, todos se arrodillaban y había un silencio conmovedor que resultaba doblemente emocionado por el tañido de la María Angola. Ahora, las sirenas reemplazan sin conmover y sorprendentemente, la gente aplaude como si hubieran participado en un “show”. Creo que es mejor que guardemos las formas religiosas allí donde se las merecen o ¿acaso vamos a aplaudir al final de cada misa? No creo son aplausos lo que Dios espera de nosotros sino silencio y eso podría extenderse a toda la ciudad todo el año.