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Hablar de religiones siempre nos lleva, lamentablemente, a la idea de Dios para lo cual quisiera comenzar con una cita de Mircea Eliade que menciono en mi libro “Psicología y Religión. Una visión antropológica”
La religión acarrea consigo una larga historia, aunque algo limitada culturalmente. Quizás sea demasiado tarde para buscar otro término. Este puede ser todavía útil si logramos tener bien claro que no implica necesariamente creer en Dios, dioses o espíritus sino está más bien relacionado a la idea de “existir”, del “tener significado” y de lo “verdadero”….En los modelos más arcaicos de la cultura, vivir como ser humano es en sí un acto religioso, dado que la alimentación, el acto sexual y el trabajo tienen valor sacramental. En otras palabras ser, o mejor dicho, llegar a ser un hombre significa ser “religioso”.
Entonces, si tenemos presente que religión está relacionado con las ideas de existir, y de tener significado y de lo verdadero; cualquier cosa en la creamos como real es verdadero y aquello que tiene significado en nuestras vida es religión para nosotros y el mero hecho de existir es una garantía de que hay un ser respetable que podemos llamar humano. De esta manera, la palabra Dios puede ser extendida a aquello por lo cual daría mi vida (mi patria, mi nación o mi honor) o eso sin lo cual no puedo vivir (mi novia sin la cual me suicidaría) y, en fin, toda una serie de creencias sin las cuales nuestra vida no tendría sentido y Dios es una palabra a la cual le hemos colgado todo aquello que nos explica por qué el mundo es como es y nos permite hacerle responsable tanto aquello en lo que nos ha ido bien o en lo que nos ha ido mal de acuerdo con la mitología que hemos heredado de nuestra sociedad o que hemos elaborado dentro de círculos, clanes, castas o clubs.. De esta manera, Dios resulta sinónimo con el sentido de nuestra vida y sin lo cual suicidarse es la salida coherente a una vida sin ideología es decir, a una vida sin Dios.
También es posible la ecuación Dios es la Naturaleza y entonces, Dios es la vida y lo que hace que todo esté vivo y de allí que los alimentos que nos mantienen vivos serán respetados como diosdados. De allí se deriva todo el respeto por la naturaleza que cualquier sociedad normal tiene. Es por esto, que podemos considerar a la cultura occidental moderna como anormal en la medida en la que ha separado el mito de la historia de manera que llega a no poder relacionar la vida propia con el mundo y desconocer que cada partícula del universo está relacionada con todas las demás partículas del universo en una infinita red que se asemeja a un inmenso tejido y que nos permitiría pensar en Dios como el Supremo Tejedor del Universo siendo cada uno de nosotros como una hebra de ese tejido, definición que no molestaría en lo más mínimo a esa gran nación de tejedores que conocemos como el mundo andino.
Ref: El simbolismo de la Cruz. René Guénon. Ed. Obelisco. Cap. 14. El Simbolismo del tejido.
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