Pedro Alva Mariñas
Far Lap (en muchik) o Festival del Agua (en su segunda edición), es una de las actividades más importantes que se desarrollan en Lambayeque y que involucran a un universo de instituciones y organizaciones públicas y privadas y a una multitud de participantes que, convocados por el agua, escenifican varias actividades que en conjunto representan el Far Lap o Festival del Agua y que se inicia con un ritual de recojo del agua de mar en las tres playas de Lambayeque, su paso por ciudades importantes, se asciende aguas arriba hasta el partidor La Puntilla y luego inicia su ascenso hacia la serranía adyacente de Cajamarca hasta llegar a la mágica laguna Mishahuanga donde se desarrolla la ceremonia final de vertimiento del agua de mar.
Con motivo de esta celebración escribimos una nota orientada a explicar la importancia del agua en la vida de los pueblos del norte del país, de ayer y de hoy.
Far Lap (en muchik) o Festival del Agua. El norte peruano y su población está sometida a tres influencias globales que marcan sus vidas a través del tiempo y que, generalmente no lo tomamos muy en cuenta. El inmenso mar (Ñi o Cochamama) que es un determinante clave del clima norteño y es también una fuente importante de proteínas (y no es de transporte por la falta de puertos). El otro factor global son los Andes que marcan una geografía, una producción tan variada y que la conocemos como serranía. El norte no puede concebirse sin la sierra aledaña pues lo marca étnica y culturalmente. El tercer factor global es la Amazonía, la selva alta y baja con su exuberante vegetación, su impresionante fauna y abundancia de agua de ríos y de lluvias la convierten en un pulmón del mundo.
En estos tres espacios existen dos elementos que los vinculan, que fluyen en un incesante ida y vuelta que nunca termina. Nos referimos al aire y al agua que son dos factores tan importantes para la vida en general y del ser humano en particular. Sin embargo, el agua aparece más cercana porque es más tangible, la podemos ver, tocar, sentir y beber.
El agua que corre por la zona continental tiene su inicio en la masiva evaporación del agua de mar que, libre de sales, asciende a la atmósfera e impulsada por los vientos alisios cruza la costa y se diluyen en forma de lluvias, de neblinas para dar vida a manantiales, a quebradas, riachuelos y ríos que regresan, al mar o se secan en ese empeño. Otras nubes, van más allá, cruzan la cordillera y se convierten en las copiosas lluvias que se abaten sobre la Amazonía, sobre la selva.
El agua, fructifica todo a su paso, reverdece los paisajes, anima la vida de plantas, animales y seres humanos y resulta lógico que el agua se haya convertido en objeto de culto, de ritualidades que los arqueólogos, etnohistoriadores lo fechan desde tiempos bastante remotos y que a pesar de las modernidades existen espacios en que el agua tiene un significado distinto al puramente comercial y utilitario. En esos lugares el agua recogida, a horas tempranas, sirve para los bautizos de emergencia (agüita del socorro), para bendiciones y por ella no hay porqué pagar. Este conflicto se aprecia en el tratamiento que dan al agua los usuarios de agua formales de la parte baja de los valles y los usuarios de agua de la parte alta. Para los primeros el m3 de agua de riego tiene un costo determinado, para los usuarios de la parte alta el agua las provee “Diosito”, no debe cobrarse y, en todo caso, la forma de pagarla es celebrando fiestas de santos católicos como San Juan o San Isidro Labrador.
Far Lap – Festival del Agua que se desarrollará los días 11, 12 y 13 de noviembre es un valioso intento por recuperar la ritualidad del agua, un esfuerzo por revestir al agua de elementos religiosos que le devuelvan el respeto, el buen trato que le prodigaron y prodigan sociedades tradicionales que conservan todavía saberes y cultos de raigambre andina. Si este poderoso mensaje se mantiene en el tiempo podrá significar el inicio de un mejor trato al agua, devolviéndole su contenido ritual y trascendente.
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