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HOMBRES Y MUJERES EN EL ANTIGUO EGIPTO

“Vengo ahora a Egipto del que voy a hablar más extensamente: encierra tantas maravillas, tantas obras como un reto a la palabra y a la imaginación que no vacilaré en dedicarle un gran espacio”. Con estas palabras el gran Herodoto de Halicarnaso (484 a 420 a.c.) – el reconocido padre de la Historia – iniciaba la descripción de las costumbres de los egipcios, sus dioses y sacrificios, oráculos y fiestas1, descripción que descubrimos en una de nuestras pesquisas para documentar temas del Curso de Antropología que dictamos en la Escuela de Sociología – UNPRG.

Para ubicarnos mejor en el contexto recordemos que Herodoto visitó Egipto en el año de 450 a.C., en situación en que Egipto había sido convertido en una provincia del Imperio Persa gracias a las victorias militares del rey Cambises. A pesar del peso de la dominación extranjera, la fuerza de la cultura egipcia era tal que la invasión “no cambió en nada el alma del país”.

Lo que tenemos que destacar es la sobriedad, el respeto y en general el buen trato que este insigne griego expresa cuando describe costumbres que en algunos casos son muy distintos a los que él conocía y practicaba y nos sorprende no encontrar frases de condena o de arrogancia. En este punto se diferencia de muchos cronistas españoles que se ahorran la descripción de la religiosidad andina calificándola de “adoración al demonio” cuando simplemente se trataba de una religión muy diferente a la que ellos profesaban. Por estas y otras razones se puede considerar a Herodoto como el primer antropólogo.

En esta semana en que celebramos el Día Internacional de la Mujer nos pareció pertinente presentar esta nota en que Herodoto describe algunos usos y costumbres del pueblo egipcio diferenciando el rol de los hombres y las mujeres y en este punto es también un ejemplo.

Presentamos a consideración de ustedes un extracto de la descripción que Herodoto hiciera al visitar Egipto hace aprox. 2,460 años.

“Los egipcios, que viven bajo un clima extraño y poseen un río de índole tan diferente de los demás, adoptaron en todo o en casi todo costumbres y principios contrarios a los de los otros humanos. Entre los egipcios son las mujeres las que hacen la compra y llevan las tiendas y los hombres, los que se quedan en casa tejiendo. En los demás países se tejen las tramas hacia arriba, en cambio en Egipto hacia abajo. Los hombres llevan los fardos en la cabeza y las mujeres al hombro. Las mujeres orinan de pie y los hombres agachados. Hacen sus necesidades en casa y comen en la calle … ninguna mujer puede ser sacerdotisa, pues el ejercicio del culto está reservado a los hombres.

No hay nada que obligue a los hijos a alimentar a sus padres, sino quiere pero la hija, en cambio, tiene la estricta obligación de hacerlo, le guste o no. En todos los países los sacerdotes llevan los cabellos largos, en Egipto se los afeitan. Entre los otros pueblos, los parientes más allegados, se rapan la cabeza en señal de duelo; en Egipto se dejan crecer la barba y el pelo que hasta ese momento lo tenían afeitado.

Los demás pueblos viven separados de su ganado, los egipcios viven juntos. Los otros se alimentan de trigo y cebada, lo cual está muy mal visto en Egipto. Fabrican el pan con una variedad de espelta (trigo) llamada zeia. Amasan con los pies, reservando las manos para el barro y el estiércol …

En Egipto se circuncida a los varones. Cada hombre posee dos vestidos, las mujeres uno solo.… Para escribir y contar, los griegos mueven los cálculos con la mano de izquierda a derecha; los egipcios de derecha a izquierda, al mismo tiempo que pretenden escribir a derechas y los griegos al revés. Utilizan, además, dos tipos de escritura: la jeroglífica y la popular” (p.98)

A veces creemos, que las costumbres no cambian y que han sido establecidas por una fuerza superior a nosotros y que, por tal, nuestro deber es conservarlas y transmitirlas a las nuevas generaciones. Esta lectura nos dice claramente que las costumbres cambian y en el tema de los roles entre hombres y mujeres pueden cambiar más todavía y qué bien que cambien. Adicionalmente diremos que muchos de los cambios positivos en general o para mejorar las relaciones de género, hay que buscarlas también en nuestras culturas y en nuestras tradiciones (generalmente excluidas). Pero también nos enseña que en la tierra y, a veces muy cerca de nosotros, existen grupos humanos que tienen costumbres y creencias distintas a las nuestras y frente a las cuales debemos ser respetuosos, tratar de valorarlas e incorporar lo bueno que portan; es decir debemos tratar de imitar a un hombre que vivió hace aprox. 2,500 años.

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1. Las referencias a Herodoto están tomadas de la obra “Herodoto y el Descubrimiento de la Tierra” de Jacques Lacarriére con la traducción al castellano de Víctor Peral. Editorial Espasa- Calpe S.A. Madrid, 1973.
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