COMUNIDADES CAMPESINAS DE LAMBAYEQUE


Comuneros de la Comunidad Campesina de Mórrope (Lambayeque) reunidos en Asamblea Pública para tratar asuntos de tierras. mayo, 2009. foto pam.

Pedro Alva Mariñas

En las últimas semanas hemos sido testigos de los esfuerzos iniciales de algunos líderes comunales por generar espacios comunes de información, debate, toma de acuerdos y acciones para visibilizar su existencia ante el Estado y la sociedad regional. Esta iniciativa parte de lo que queda de la antes activa Federación de Comunidades Campesinas de Lambayeque – FEDECCAL y de algunos presidentes de comunidades que intentan respuestas comunes frente a problemas que los agobian y que los están derrotando en algunos frentes.

Recordamos que en Lambayeque existen comunidades campesinas consideradas ancestrales (que obtuvieron su reconocimiento entre 1930 y 1970) y comunidades nuevas que generalmente emergieron de los grupos campesinos creados por la Reforma Agraria del Gobierno de Velasco Alvarado. Todas las comunidades campesinas tienen existencia jurídica, reconocida por el Estado. Las primeras fueron reconocidas mediante decretos supremos expedidos por los Ministros de Trabajo y Asuntos Indígenas, las segundas obtuvieron sus reconocimientos mediante Decretos Directorales expedidos por los Directores Regionales de Agricultura.

Vale la pena recordar que las comunidades campesinas existentes en el ámbito de la Región Lambayeque son: Santo Domingo de Olmos, Tongorrape, San Julián de Motupe, San Pedro de Chóchope, San Mateo de Penachí, San Francisco de Asís de Salas, Virgen Purísima de Jayanca, Santa Rosa de las Salinas, San Pedro de Mórrope, San José, Santa Rosa, Santa Lucía de Ferreñafe, Manuel Arévalo de Pítipo, San Martín de Reque, San Pedro de Monsefú, San Pedro de Lagunas, San Francisco de Mocupe, Santa Catalina de Chongoyape, San Antonio de Laquipampa, Micaela Bastidas de Moyán, San Pablo de Inkawasi, San Martín de Porres de Atumpampa, San Isidro Labrador de Marayhuaca, José Carlos Mariátegui, San Juan de Cañaris y Túpac Amaru II de Cañaris.

Además de cierta diferenciación por el tiempo de su reconocimiento oficial, las comunidades campesinas se diferencian también por la zona geográfica. Existen comunidades campesinas de costa y existen comunidades campesinas de sierra. Las primeras están dispersas en la mayoría de distritos costeños y las segundas se concentran en los distritos de Cañaris y especialmente de Inkawasi y, una de ellas, se ubica en la parte alta del distrito de Salas. Las comunidades campesinas de costa sufren mucho más la presión por sus tierras, especialmente por el crecimiento de la población urbana y por la política de usurpación de territorios que es impulsada desde Palacio de Gobierno y desde el Congreso. Esta presión no se siente igual en la zona de la sierra. Por otro lado, las comunidades de costa se ven desgarradas por constantes conflictos internos alentadas por intereses particulares y que los llevan a un desgaste de energías y de recursos permanentes; mientras que en las comunidades de sierra este problema es secundario. Adicionalmente los comuneros costeños están presionados por la escasez de aguas para sus cultivos debido a su ubicación marginal en los valles, determinando que miles de ellos se encuentren en situación de regantes precarios. Por su parte las comunidades de sierra tienen acceso libre al agua ya en su territorio nacen los ríos y quebradas, siendo su necesidad básica la construcción de infraestructura física de riego. Para regar sus tierras de “secano” dependen de las lluvias estacionales.

Sin embargo son las comunidades campesinas de sierra las que se enfrentan a un peligro sin precedentes en su larga historia: la presencia de empresas mineras transnacionales dispuestas a extraer las riquezas de subsuelo, obligar al éxodo de sectores importantes de la población y con el riesgo de deteriorar gravemente el medio ambiente. La intensidad de este impacto estará en directa relación con los precios internacionales, con la capacidad de negociación de las comunidades potencialmente afectadas y del rol que pueda cumplir las instituciones públicas y la sociedad organizada. En este punto los distanciamientos se van a producir cuando el gobierno se convierta en facilitador de la explotación minera por el atractivo canon minero que Lambayeque no lo tiene y la sociedad regional y parte del empresariado agroexportador sentirán que la presencia de esas explotaciones mineras, afectarán el desarrollo de la agro exportación y afectarán la vida de las personas ubicadas en las partes medias y bajas de los valles. Para entonces las tensiones comunidades – minería, se ampliarán a otros sectores sociales.

Por otro lado las comunidades de sierra se enfrentan al permanente aislamiento cuando sus precarias carreteras se interrumpen como consecuencia de lo mal que están construidas que no soportan los rigores de las lluvias estacionales y de la humedad. Finalmente un alto porcentaje de comuneros de la sierra hablan el quechua como idioma materno y mantienen elementos culturales quechuas; mientras que el idioma nativo costeño, el muchik, se ha extinguido y si bien mantienen elementos culturales nativos, éstos se encuentran mucho más erosionados e imbricados con la cultura occidental. En ambos casos la sociedad regional reconoce que en los espacios de comunidades campesinas se encuentra la base de lo que podría decirse las bases de nuestra identidad regional.

A pesar de estas importantes diferencias existen muchos elementos que parecen hermanar definitivamente a las comunidades campesinas de costa y sierra. Entre estos elementos comunes están los vinculados a la pobreza que campea en sus territorios, la débil presencia del Estado en casi todos los órdenes, las amenazas y depredación de sus territorios, los problemas de reconocimientos de sus territorios y directivas comunales, la destrucción y tráfico de sus recursos naturales, la fragilidad o inexistencia de servicios básicos como salud, educación, agua potable y, por añadidura, la legislación que le niega o recorta derechos individuales y derechos colectivos. Es también en estos puntos en donde se encuentran coincidencias con los pueblos y comunidades amazónicos.

Seguramente ésta sea la base sobre la cual se piensa reactivar la Federación de Comunidades Campesinas de Lambayeque – FEDECCAL, como expresión de una voluntad y de una unidad de acción de comunidades de costa y de sierra que ya se unieron los años 1988 al 2002 para enfrentar las amenazas de la legislación agraria neoliberal promovida por el triplete Fujimori – Absalón Vásquez – Andrés Reggiardo.

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Comentarios

  1. leslie hidalgo escribió:

    una comunidad campesina me pude vender mi parcela a que precio,soy comunero

    1. Pedro Alva Mariñas Autor escribió:

      Lo que una Comunidad puede hacer es titular en forma individual a sus comuneros y eso tiene que hacerse a un precio acordado en asamblea y que generalmente son los costos administrativos que ello significa. No es propiamente “vender” porque los comuneros son la Comunidad. Es decir eres dueño también. Saludos y suerte

  2. victor sebastian martinez cajañaupa escribió:

    DE CASUALIDAD ENCONTRÉ ESTE BLOG, QUE TRATA LAS COMUNIDADES CAMPESINAS, ME INTERESA TODA VEZ LA GRAN MAYORÍA DE COMUNEROS DEL PERU NO CONOCEN SU DERECHO, CONSIDERO QUE ESTE PUNTO ÁLGIDO Y SE DEBE TRATAR A NIVEL NACIONAL, TODA VEZ QUE ESE MALDITO DE FUJIMORI, HA QUITADO DOS DERECHOS A LAS CC. COMO SON INEMBARGABLE E INALIENABLE, la verdad deseo comunicarme con ud, le agradezco respuesta a mi correo.
    gracias.

    1. Pedro Alva Mariñas Autor escribió:

      Saludos Víctor y estamos en contacto por este medio.

  3. Carlos Quispe escribió:

    Buenos días
    Como esta estimado necesito separarme de la comunidad porque somos un caserío olvido

    1. Pedro Alva Mariñas Autor escribió:

      Le recomiendo que no se separe … siempre es muy complicado hacerlo. Lo recomendable es formar una Junta de Administración Local – JAL para administrar mejor el sector, manteniendo su Comunidad. En todo caso me gustaría hablar más del asunto. Saludos

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