Comuneras de la Comunidad Campesina de Santa Rosa
firmando acta de Asamblea Comunal. Marzo 2011. (foto pam.2011)
El distrito de Santa Rosa, ubicado a pocos km. En dirección sur oeste de Chiclayo, es conocido por ser una de las caletas de pescadores más activa del norte del Perú. Sin embargo muy poco se sabe que en el distrito también existe una comunidad campesina, de larga data, que ha protagonizado importantes pasajes de la historia del Distrito y que es reconocida como una de las instituciones más importantes del distrito de Santa Rosa, seguramente después de la Municipalidad y de las asociaciones de pescadores.
Como se sabe, el Distrito de Santa Rosa, es realmente una caleta de pescadores artesanales, de remoto origen que en algún momento decide separarse del pueblo agricultor de Monsefú, marcando su destino de pueblo dedicado casi exclusivamente a la pesca como es conocido en la actualidad. Sin embargo con el tiempo fue apareciendo la actividad agrícola, como actividad complementaria, a la cual se fueron dedicando los pescadores en sus años de retiro. Poco a poco fueron abriendo nuevas tierras de cultivo y tuvieron que dialogar y hasta presionar con sus vecinos de Monsefú para contar con agua de riego para sus escasas, pero crecientes, áreas cultivables y de crianza de animales. Con el tiempo aparecerá una comunidad de personas mayores que se van a distanciar de los más jóvenes y para marcar esa distancia se organizan como comunidad campesina y en esas condiciones tramitan su reconocimiento oficial. El crecimiento poblacional de Santa Rosa convierte a la tierra en un bien cada vez más preciado y, con ello, la importancia de la comunidad crece y también las presiones y los intereses sobre ella.
La Comunidad obtiene su reconocimiento oficial el 17 de Mayo de 1965, mediante la Resolución Suprema Nº 195 expedida por el entonces Ministerio de Trabajo y Asuntos Indígenas. Este reconocimiento es muy importante para que se mantuviera como institución, para que asuma la defensa de sus derechos en general y para que en cierto momento se facilitaran algunas inversiones del Estado. Probablemente el hecho más significativo de este periodo es la donación de un tractor que la Comunidad recibiera del gobierno central encabezado en ese tiempo por el joven Alan García.
Si bien el reconocimiento oficial se logra el año 1946, no sucede lo mismo con el reconocimiento del territorio comunal que todavía tuvo que esperar el paso de los años, de dirigencias comunales y de gobiernos para que finalmente fuera titulada el año 1989, luego de muchos trámites, muchas idas y vueltas, muchas energías y recursos gastados, no por una sino por muchas dirigencias comunales1. Los títulos de propiedad de la comunidad consisten realmente en las actas de colindancia firmadas con propietarios colindantes, la memoria descriptiva que detalla los linderos de la comunidad y resalta los principales hitos de demarcación del territorio y el plano de conjunto que plasma en un gráfico el territorio comunal. Las comunidades campesinas no exhiben ? como en el caso de particulares o de beneficiarios de Reforma Agraria ? una hoja como título.
Recordamos que esta atípica comunidad campesina afrontaba serios problemas para su titulación. Uno de ellos es que no estaba legislado que una comunidad tuviera acceso al litoral ya que éste se basaba en cierta legislación que le daba titularidad automática al Estado a través de dependencias públicas. Obviamente el nombre de comunidad campesina era visiblemente contradictorio con el reclamo de acceso al mar que hacían los tenaces dirigentes comunales. Un segundo problema lo enfrentó con la Comunidad Campesina San Pedro de Monsefú que se negaba a reconocerle los linderos propuestos y ello motivó una serie de reuniones hasta que ambas comunidades llegaron a establecer sus linderos tanto en el litoral (Bocana San Pedro) como en tierra firme (Huaca Sorrocoto o Chacupe). Desde entonces ambas comunidades tienen derechos a parte del litoral lambayecano. El lindero norte prácticamente no tuvo mayores problemas por cuanto en aquel tiempo eran terrenos libres y el colindante era la Municipalidad Distrital de Pimentel con la cual se habían definido linderos políticos que eran coincidentes con los reclamados por la Comunidad de Santa Rosa. El lindero en el litoral fue un hito de concreto claramente visible en ese tiempo, colocado en un pequeño promontorio conocido como ?La Garita?. Sin embargo las resistencias más fuertes estuvieron al interior del propio distrito.
Efectivamente la Municipalidad Distrital de Santa Rosa ejercía desde tiempo atrás el papel de propietario o por lo menos de ?asignador? de lotes para vivienda y lotes para otros usos. Ocasionalmente coordinaba con la dirigencia comunal y otras veces no. En estos últimos casos se desarrollaban tensiones de diverso grado entre la Comunidad y la Municipalidad. Obviamente la titulación del territorio comunal — que en este caso se trataba de todo el distrito de Santa Rosa ? significaba cerrar las pretensiones de la municipalidad. Un punto culminante de esa tensión se da cuando la Municipalidad se opone frontalmente a la titulación del territorio comunal aduciendo derechos sobre los mismos y para fundamentarlo declara como ?zona de expansión urbana? un área de aprox. 116 Hás., comprendidas en el área inmediatamente colindante a la zona urbana. A la Comunidad no le cuesta mucho trabajo traerse abajo esa sustentación y con ello se allana el camino para la titulación del territorio comunal.
Han pasado 23 años en que una ceremonia de juramentación tan especial los dirigentes de la comunidad campesina de Santa Rosa recibieran sus títulos de propiedad largamente esperados. Algunos de los protagonistas de esas jornadas ya no están con nosotros, otros todavía quedan en pie como los viejos lobos de mar. Cabe, luego de un largo tiempo, preguntarse lo que ha significado para las vidas de los comuneros y comuneras de esta atípica comunidad campesina la titulación de su territorio.
Nota 1: Existe un proceso de titulación del territorio comunal de Santa Rosa el año 1977, que implicó varias diligencias, llegándose a levantar un plano de conjunto y una memoria descriptiva. Eran tiempos en que tal responsabilidad la asumió SINAMOS, pero como no había legislación que amparara esas iniciativas, todo quedó en una buena iniciativa.
*Publicado en Semanario Expresión