Pedro Alva Mariñas
Cada una de estas crisis tiene su historia particular y han sido abordadas desde varias perspectivas. La sumatoria de ellas, que permanecen abiertas, encadenadas como están, determinan una situación de gravedad particular que nos lleva a calificarla como un periodo de gran incertidumbre o de incertidumbre total, es decir como la fatal coincidencia de varias crisis
La situación que nos toca vivir – sufriendo, tiene hondas raíces y larga data. Pero el último tramo, limitado a los tres últimos años, agrava la situación por la cadena de hechos traumáticos que se han producido y que persisten: el terrible impacto de la pandemia del Covid 19 que nos puso como el país más impactado del mundo, una campaña electoral presidencial marcada por una derecha conservadora, renuente a todo atisbo de cambio, una oposición política que recurre a todos los medios para deslegitimar al gobierno, un presidente de la República que contribuye a la ingobernabilidad gracias a una larga lista de desaciertos e ilícitos, la renuncia de dos gabinetes y de varios ministros en el primer año de gobierno (por acción de la oposición política o por sus propios problemas), nueve procesos judiciales al presidente de la República, debilitamiento de su representación congresal, ruptura con el partido o movimiento que lo catapultó al poder, pérdida espectacular de apoyo de la población que parece desilusionarse de manera irreversible y, por añadidura, un proceso electoral que no da esperanzas y que, para empeorar las cosas, es opacado por las fallas de cientos de candidaturas y por la mayor cobertura que dan los grandes medios nacionales a la confrontación Ejecutivo – Congreso basados en estrategias como la vacancia presidencial, adelanto de elecciones para renovar el Ejecutivo y el Congreso.
La situación actual, determinada por las situaciones mencionadas (y otras que se pueden añadir) han dado lugar a sendas crisis (crisis sanitaria, crisis del Congreso, crisis del Ejecutivo, crisis de los partidos y movimientos, crisis de gobernabilidad … etc.). Cada una de estas crisis tiene su historia particular y han sido abordadas desde varias perspectivas. La sumatoria de ellas, que permanecen abiertas, encadenadas como están, determinan una situación de gravedad particular que nos lleva a calificarla como un periodo de gran incertidumbre o de incertidumbre total, es decir como la fatal coincidencia de varias crisis. Su impacto en el país, en la sociedad y en las personas es muy grande y el problema es que no tenemos salidas a la vista … “atrapados sin salida”.
Esta gran incertidumbre no es coyuntural, tampoco es pasajera, tampoco es de un sector social, es más bien duradera, profunda y global porque se expresa en tres niveles:
- No tenemos una lectura, ni aprendizajes de nuestro pasado reciente que se exprese en la valoración, más o menos compartida, de los últimos veinte años. La figura de Fujimori nos convoca y nos desconvoca, nos divide, nos cercena y ese es sólo un caso de los muchos.
- No nos ponemos de acuerdo y estamos totalmente enfrentados sobre lo que tenemos que hacer en el presente. No aparecen propuestas de solución y las que aparecen no tienen respaldo suficiente y se evaporan.
- No aparece la luz al final de esta oscuridad que de sustento a la esperanza de encontrar pronto una salida a la situación. No aparecen propuestas, ni tampoco liderazgos.
Este desconcierto se manifiesta, se nutre también de procesos, de dinámicas que los tenemos anclados en nuestra realidad, en nuestra percepción de actores sociales, de ciudadanos activos. Con riesgo a simplificar una realidad compleja identificamos algunos de esos componentes.
- La sensación de no desarrollo, de lento progreso, de pobreza omnipresente. Esta sensación se agrava al reconocerse que se cuentan con recursos para acelerar el desarrollo de los territorios … y no lo estamos haciendo.
- Los altos niveles de ineficiencia, desmotivación de los sectores públicos, que prefieren la comodidad del “piloto automático” antes que promover cambios reales en la gestión de su competencia. Esto se traduce incluso en la baja ejecución presupuestal y también baja calidad de las inversión y actividades públicas.
- La corrupción sistemática, a todo nivel y que va siendo normalizada. Se trata de una corrupción “a la peruana” (que incluye coimas, ausencia de controles, mala calidad de las obras, sobre costos, ampliaciones de plazo).
- La inestabilidad política: crisis internas de los tres niveles de gobierno, crisis de partidos y movimientos políticos, que no garantizan una buena gestión, que más parece la van a prolongar.
- El real aislamiento internacional de Perú. Inadmisible en tiempos de globalización y de riesgos globales como el Cambio Climático, la delincuencia internacional, la trata de personas, las tensiones entre las superpotencias, la crisis sanitaria. La distancia entre un Héctor Béjar con el actual canciller nos ilustra de lo que prefiere la administración pública en el terreno internacional.
El desconcierto también se extiende al proceso electoral actual ello se justifica de varias maneras y por varios elementos que no vamos a mencionar siquiera. A estas alturas aparece como pertinente esbozar un boceto de la imagen del líder (hombre o mujer) que necesitamos para estos tiempos.
Es un listado algo exigente pero que podría ayudar a orientar nuestro voto por el líder, su equipo de consejeros o regidores y por las personas que van a ocupar los cargos de confianza de sus gobiernos.
- Cero corrupción y alto nivel de transparencia en la gestión.
- Eficiencia en la gestión pública.
- Una visión local que enlace con lo nacional e internacional.
- Un equipo de trabajo confiable.
- Alianza con la sociedad organizada
Dicen que para grandes males se necesitan grandes remedios, coherente con ello, necesitamos para estos tiempos de gran incertidumbre, no simples candidatos, simples titulares de las jefaturas, de gerencias, de oficinas; necesitamos más bien super líderes y que se acompañen por equipos de alto perfil, que nos den la mínima garantía de que promoverán y serán actores de primera fila para iniciar la reversión de estos tiempos nefastos.
Confrontando la dura realidad con la esperanza, el pesimismo tiene un amplio espacio; sin embargo abrigamos la esperanza que en algunos territorios surjan los líderes o superlíderes que necesitamos. Habrá que buscarlos con tesón y con fé … algunos pueden estar por allí … esperando su oportunidad.
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