EL PAGO A LA LAGUNA MISHAHUANGA

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“Cada familia tiene un relato sobre una desaparición, ahogamiento, luces, apariciones, lluvias intensas atribuibles a la montaña”

En el imaginario colectivo de los pueblos andinos las lagunas tienen vida propia y son capaces de montar en cólera y desatar un castigo, pueden también hacer el bien, pues poseen una fuerza poderosa que puede sanar y hacer “florecer” a las personas.

Se considera que son los maestros o brujos los que, conjuros mediante,  pueden hacer que la laguna ofrezca su lado bueno o malo. Recordemos que, generalmente se trata de dos lagunas, en oposición y complementaridad, afirma el antropólogo investigador de Inder, Pedro Alva Mariñas.

También se considera que los dioses andinos se refugiaron en las grandes montañas y lagunas altoandinas para resguardarse de la dura persecución durante la Conquista y la Colonia.

La laguna de Mishahuanga, ubicada en la zona altoandina (4,000 m), tiene fama de haber sido muy brava, prácticamente cada familia tiene un relato sobre una desaparición, un ahogamiento, un susto, luces, apariciones, lluvias intensas, etc. Atribuibles a la laguna o a la montaña. Los relatos son contados con temor y respeto; aunque los más jóvenes con algo de incredulidad, lo que nos convence que, para ellos, tienen mucho de certidumbre, acota el investigador Alva Mariñas.

Ya, Antonio Raimondi, que hiciera una visita a la laguna un día de agosto de 1869, confirma lo extendida que estaba esta creencia, este componente de la religiosidad andina que, como es natural en un europeo ilustrado de esos años, los trata con desdén al decir que la gente de la zona tiene “la absurda preocupación, que la cordillera y las lagunas se embravecen con solo ir a ver a estas últimas” (El Perú. Tomo I. Pág. 353)

Con estos antecedentes, nos enteramos de que un programa estatal estaba a punto de iniciar la construcción de una represa de 60 m. de largo por 2 m. de alto en base a piedra con argamasa. A pesar de no ser una obra invasiva y que altere el paisaje, nos permitimos preguntar si la municipalidad o el programa estatal habían contemplado pedir autorización o permiso a la propia laguna. La respuesta era obvia pues ni siquiera se había pensado en ello. Apareció entonces la iniciativa de hacer un acto de respeto, un pago a la laguna para que todo transcurriera sin problemas, no se tenga nada que lamentar y la obra cumpla con su función.

Fueron el alcalde de Miracosta y su equipo de confianza que tomaron la iniciativa de realizar el pago a la laguna en reemplazo de la conocida ceremonia de colocación de la primera piedra y decidieron también cursarme una invitación para animar la ceremonia ya que no había tiempo para invitar a un maestro especialista.

Por razones obvias no describimos la ceremonia, pero damos cuenta que los participantes, sin excepción, tuvieron una actitud de respeto y participación en la ceremonia de “pago a la laguna”. Destacamos que todos participaron en todas las fases del ritual contribuyendo a darle un aire místico y especial al momento de la ceremonia.

No podía faltar algunos insumos básicos de toda ceremonia de esta naturaleza: agua de florida, un buen yonke de Penachí, maíz especial rojizo (misha) obsequiado por una dama de Miracosta, un paño de Monsefú, monedas de colección.

Finalmente, al terminar la ceremonia, nos sentimos invadidos por una especie de regocijo, de libertad y hasta los rigores del clima como que se atenuaron … es decir habíamos “florecido” gracias a los poderes mágicos de la laguna y a establecer una relación de respeto con ella. Todos celebramos entonces la suerte de haber estado allí.

  • Nota publicada por el diario La Industria de Chiclayo en su edición del 01/10/2019/.
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