Ya en los lejanos años iniciales de la Conquista europea, un funcionario llamado Sebastián de la Gama en cumplimiento de apremios judiciales sobre derechos a la Encomienda de Jayanca, constataba que la población del prestigioso curacazgo vivía muy dispersa y que el trabajo de censar a los pobladores – con fines tributarios – le resultó más que difícil llegando a contar cantidad de pequeños “poblezuelos” de 4 o 5 viviendas, sin toparse con ningún centro poblado digno de llamarse tal y por supuesto no encontró “la ciudad” que seguramente estaba buscando. A partir de estos datos los historiadores ha acuñado el término “poblamiento disperso” como modelo de población prevaleciente en tiempos prehispánicos. La respuesta a esta situación fue la política de las “reducciones indígenas” que consistió básicamente en concentraciones forzadas de las poblaciones nativas en “pueblos de indios”, política acicateada por razones tributarias, de adoctrinamiento religioso y de control social.
Han pasado los años, han pasado los siglos y el término “población dispersa” sigue usándose ya no por historiadores, ni para referirse a sociedades antiguas, sino por estadísticos, demógrafos, antropólogos para tratar de caracterizar el modelo de población que se puede apreciar en el sector rural del Perú. Este esfuerzo se aprecia en el interesante texto dedicado a temas poblacionales (1) en el que el Director del INEI ensaya como causas de la dispersión poblacional: la complejidad de la geografía, la riqueza de recursos naturales en la sierra y la selva, el acceso a la propiedad de la tierra; las actividades agropecuarias; la migración del campo a la ciudad y el proceso de urbanización. No existe una referencia a que se trata de un modelo histórico y parece que no se toma en cuenta que la dispersión poblacional se da en las tres regiones del país.
Una mirada distinta nos haría ver que el modelo de “población dispersa” se adapta a las características históricas del país, al proceso de desarrollo desigual y diferenciado que nos ha caracterizado, pero también resulta interesante ver la dispersión y considerarla como una enorme malla que facilita el desplazamiento de la población en amplios territorios de difícil acceso (2) por lo accidentado de los caminos o por los climas poco favorables para largos desplazamientos. Esta red de pequeños poblados, caseríos y centros poblados que conectan a la capital distrital son los que garantizan el dinamismo de esas poblaciones ya sea para acudir a los mercados o para acceder a servicios públicos. Planteada así la situación el reto tiene que ser un poco al revés: cómo adecuamos las tecnologías, las estrategias y los recursos para poder asegurar a la población rural las condiciones que le permitan tener una vida digna allí donde vive.
La población actual del Perú, vista en términos generales, presenta dos procesos muy importantes y hasta contradictorios: el creciente urbanismo que llevan a que pocas grandes ciudades absorban grandes volúmenes de población (sólo 44 centros poblados con más de 100,00 ha.) y, por otro lado, la enorme dispersión poblacional representada por 73,611 centros poblados que apenas albergan al 7.5% de la población nacional. El siguiente cuadro nos amplía este panorama
No hay duda que la dispersión poblacional es uno de los grandes retos que tiene que ser afrontada por el proceso de descentralización y debiera hacerlo en base a dos premisas: que los pobladores, en donde viven, debieran acceder a los servicios básicos y las oportunidades y que la falta de éstas no sean una de las causales de la migración a los grandes centros poblados y del consiguiente despoblamiento del campo.
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1. Censo del 2007. Análisis de Temas Poblacionales. UNFPA, INEI, CIES. Lima, 2009.
2. Amat y León ,expresa este punto de vista en Análisis de Tema Poblacionales