Jesús Urbano Rojas nació en Soccoscocha, Huanta, en 1929. Su formación artística empezó en la adolescencia, luego de abandonar su hogar, cuando se convirtió en uno de los pocos discípulos del gran retablista Joaquín López Antay, una persona poco proclive a transmitir los secretos de su oficio. Con humildad, paciencia y talento, el joven Jesús logró ganarse la confianza del arisco maestro. A los 18 años, ya tenía su propio taller: se había convertido él mismo en un maestro y empezaba a cosechar reconocimiento.
Los trabajos de Jesús Urbano Rojas son inigualables interpretaciones costumbristas del mundo rural andino. Por su trabajo como arriero, visitó numerosos pueblos y pudo retratar las tradiciones de los chotorunas, así como también las costumbres citadinas de Huamanga y Huanta. Sus obras le valieron todo tipo de honores y títulos: la Orden del Sol en el grado de Caballero (1964), Gran Maestro y Amauta de la Artesanía, doctor honoris causa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, entre otros.
En paralelo, y a diferencia de su maestro López Antay, don Jesús demostró una gran predisposición y talento para transmitir sus conocimientos y técnicas. Su primer gran discípulo fue su hermano Julio. Luego les tocó el turno a sus hijos, Lourdes y Jesús Urbano Cárdenas. Así, sentó las bases de una tradición familiar de destacados imagineros, a la que ahora se suma su nieto, Iván, que también fue su alumno.
La gran vocación docente de don Jesús lo llevó, en 1963, a fundar una escuela de arte popular gratuita en su propia casa, con apoyo de su hermano Julio y otros artistas huamanguinos. Quince años después, en 1978, se mudó a Lima y se hizo profesor de una escuela de imaginería en Chaclacayo. Los últimos años de su vida pasó en su taller, situado en Huampaní Alto. Allí, ya convertido en el retablista vivo más importante, siguió trabajando y recibiendo alumnos, interesados en conocer a fondo su arte.
Jesús Urbano fue un gran artista y también el fundador de una dinatía familiar dedicada al arte, exitosa y vital, que representa la mejor tradición de los retablistas ayacuchanos. El Perú siempre estará en deuda con él. Descanse en paz, maestro.