Nuevo Orden Mundial Fracturado

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La concepción del mundo baconiana que ha guiado las acciones de las sociedades industrializadas por casi cuatro siglos llega a su fin. Aquellos que trabajamos en el campo de la cooperación para el desarrollo necesitaremos hacer un ajuste estructural de nuestras mentes si queremos ser capaces de navegar exitosamente las desconocidas aguas del nuevo orden internacional, planteó Francisco Sagasti, presidente de FORO Nacional/Internacional en Lima, Perú, y autor de un trabajo no terminado que lleva por título El nuevo orden mundial fracturado, para el International Development Research Centre.

De acuerdo con Sagasti, “una de las inversiones más importantes que podemos hacer hoy en día es pensar, reflexionar y analizar quiénes somos y, con nuestros recursos limitados, invertir en cambiar las mentes de las personas”.

“Nos encontramos actualmente en un proceso de transformación de gran trascendencia”, declaró durante un reciente seminario celebrado en el CIID. “El experimento en cooperación para el desarrollo, tal y como lo conocíamos, ha terminado, la Guerra Fría ha terminado, la edad de oro de la prosperidad económica hace rato se ha desvanecido. Nos aproximamos al final de una era que ha durado de 350 a 400 años, a la que denomino la Era Baconiana”.

Programa baconiano

El programa baconiano comenzó en el siglo XVII cuando Sir Francis Bacon articuló y comenzó a poner en práctica un nuevo “programa” radical que situó al hombre en el centro del universo. El programa de Bacon consistía en un nuevo camino hacia la generación del conocimiento (el método científico); un nuevo propósito (la aplicación del conocimiento para mejorar la condición humana); y nuevas instituciones dedicadas a la creación del conocimiento.

“Por 350 años el Occidente ha venido siguiendo el programa baconiano”, señaló Sagasti. “Ese programa ha tenido tanto éxito en su aplicación que ha terminado por destruir sus propios fundamentos. La concepción del hombre como centro del universo básicamente condujo a la destrucción del medio ambiente y nos ha forzado a reconsiderar nuestros vínculos con la naturaleza”.

“El método científico — en particular el reduccionismo — terminó produciendo algunos resultados que no podían explicarse por esa metodología — todo, desde la física cuántica hasta la cosmología, desde el caos hasta la teoría de sistemas”, continuó diciendo. “Esto ha llevado a un conjunto completamente nuevo de herramientas intelectuales y una explosión de nuevos modos de pensar durante los últimos decenios.

Ilusiones perdidas

Más aún, la creencia baconiana en el progreso humano ha sido cuestionada repetidamente. “Ese optimismo alcanzó su punto culminante a finales del último siglo, pero la llegada de 1914 hizo pedazos cualquier ilusión. La carnicería de la Primera Guerra Mundial dejó al mundo totalmente perplejo”, planteó Sagasti. “Los sucesos posteriores a la Primera Guerra Mundial — Tratado de Versalles, Comunismo, Nazismo, Segunda Guerra Mundial, etc. — destruyeron nuestra inocencia”.

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Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, apuntó Sagasti, “había una noción de renovado optimismo. Repentinamente se puso de moda pensar en el progreso nuevamente”. Lo que surgió fue el concepto de cooperación para el desarrollo. “El modelo implícito de desarrollo era adoptar el Modo de Vida Americano y hacer en una generación lo que a las naciones industrializadas les había tomado cinco o seis generaciones, sin ninguno de los costos sociales”. Sin embargo, el lanzamiento de ese experimento coincidió con otros dos eventos principales: el comienzo de la Guerra Fría y el amanecer de un período de prosperidad sin paralelo.

La Guerra Fría dividió al mundo en dos campos opuestos con objetivos similares, pero métodos diferentes – de un lado, el gobierno de un sólo partido y la planificación centralizada; del otro, la democracia y la economía de mercado, planteó Sagasti. Mientras tanto, la economía global florecía. “De 1950 a 1973 el per cápita del PIB creció en un 2,9% por año, más del triple de lo que había crecido anteriormente entre 1913 y 1950. En todas las regiones, el per cápita del PIB creció más rápidamente que en cualquier período de la historia humana. África crecía a un ritmo del 4,4% por año”, apuntó.

Prosperidad sin paralelo

“Se trataba de un tiempo de prosperidad sin paralelo, de modo que los países se podían permitir ser generosos. Lo que veíamos era una extraordinaria expansión, sin precedentes, de la cooperación para el desarrollo y de las instituciones ligadas al trabajo del desarrollo — no se trataba solamente de la cantidad de dinero disponible, sino del número de organismos de las Naciones Unidas e instituciones y organismos bilaterales vinculados a ese campo, expresó Sagasti.

Sin embargo, a partir del decenio de 1970 el experimento sufrió una serie de retrocesos que han culminado en los cortes presupuestarios del presente decenio. Como resultado de ello, “ese período de prosperidad se ha desvanecido. La cooperación para el desarrollo y las instituciones tal y como las conocíamos, ya no pueden continuar y no continuarán”.

“No estoy debatiendo si el experimento en cooperación económica tuvo éxito o no, lo que planteo es que ha terminado”, subrayó Sagasti. “Ya no se pueden mantener las mismas estructuras institucionales, el mismo conjunto de programas y, lo que es más importante, la misma actitud mental. Hoy vivimos en un mundo diferente del que teníamos hace 25 años”.


Estabilidad internacional

Por ejemplo, en 1951 la estabilidad del sistema internacional significaba algo muy diferente de lo que hoy en día, mencionó nuestro interlocutor. “Hace cuatro decenios se trataba del equilibrio de poder entre Oriente y Occidente. Actualmente la estabilidad está ligada a cuestiones tales como la de qué hacer con Corea del Sur cuando su economía comience a desbancarse”.

De acuerdo con Sagasti, “necesitamos nuevos acuerdos institucionales que se puedan adaptar a un contexto más fragmentado y fluido en el que hay muchos más actores que las dos superpotencias”.

“En la arena internacional aparecen nuevos actores, pero no hay funciones porque nadie ha escrito el guión todavía. Una de las tareas urgentes de los próximos años será tratar de concebir un nuevo guión, uno que ponga en boca de los viejos actores algunas palabras amables de despedida.

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