Ampliando la reforma universitaria

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Durante muchos años la educación pública peruana ha sido abandonada por parte del Estado. La situación de atraso y olvido se agudizó a partir de los años noventa con la instauración del neoliberalismo autócrata de Alberto Fujimori, lo que se concretizó en la mercantilización de la educación y la masificación de centros educativos particulares con poco o nulo nivel educativo. La educación universitaria no fue la excepción.

El criterio de distinción en la educación superior nunca ha sido la calidad, por el contrario, es lo que más ha faltado en las diversas universidades particulares creadas a partir de 1990. La esencia de casi todas ha sido la ganancia, el lucro. Ahora bien, ganar dinero no está mal, para eso uno invierte un capital, es justo cierto margen de ganancia. El problema radica en que la educación que supuestamente se ofrece no es de calidad y por lo tanto se engaña a los jóvenes universitarios y a sus familias con la ilusión de una carrera profesional de éxito y un futuro prometedor. Desde universidades fundadas por bandas criminales dedicadas al abuso de menores de edad, pasando por universidades creadas para ser la caja chica de partidos políticos o para acrecentar las fortunas de sus dueños-fundadores, en nuestro país hemos tenido de todo, menos calidad en la enseñanza y menos en su producto: los profesionales. La extinta Asamblea Nacional de Rectores poco o nada pudo o quiso hacer. Todo empezó a tomar cierta organización con la creación de la Superintendencia Nacional de Educación Superior (SUNEDU). Evidentemente, y más aún cuando se empieza a poner orden, se generan varias resistencias, en especial de políticos con intereses y dinero invertido en este tipo de universidades “chicha”. Los ataques a la SUNEDU continúan y estoy convencido de que seguirán (la educación superior mueve millones de soles al año y nadie está dispuesto a perder esa jugosa ganancia). De ahí la necesidad e importancia que el actual gobierno continúe con la política de calidad en la educación superior y la amplíe no solo al pregrado, sino también al posgrado, el mismo que en varias universidades (en especial públicas) se ha convertido en el refugio de la mediocridad tanto en la docencia como en los estudiantes.

Es necesario replantear el objetivo de la educación superior de posgrado. Los programas de maestrías y doctorados no pueden ni deben ser para cualquier tipo de persona que solo con el objetivo de acrecentar su ego, desean optar por esos grados académicos sin tener la mínima preparación ni capacidad para ostentarlos. Urge una reforma integral que garantice calidad y no solo títulos y grados.

Publicado el 04 de setiembre del 2021, en Diario Viral.

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