Cine literatura, cuando la violencia se transforma en arte

Cine literatura, cuando la violencia se transforma en arte

Por: Freddy Avilés

Viernes 23 de octubre del 2009

La violencia es un fenómeno social que ha estado presente en la vida del ser humano desde sus orígenes. América Latina no se ha librado de este mal. Los sectores vinculados con el arte, en especial el cine y la literatura, han hurgado en estos hechos. En Perú y Colombia, por ejemplo, en los últimos años ha surgido una corriente de creadores que ha plasmado el tema de violencia en sus obras.

Después de la experiencia de casi quince años de guerra civil, con un saldo de más de 60.000 muertos, producida por la acción de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso, desde 1980, y la represión de las fuerzas de seguridad, en Perú se han producido trabajos que retratan la crueldad del conflicto y las secuelas que han dejado en la sociedad.

El escritor Mario Vargas Llosa en su novela Lituma en los Andes (1993), narra las investigaciones realizadas por dos miembros de las fuerzas de seguridad sobre unas extrañas desapariciones ocurridas en un recóndito pueblo de la sierra andina, en el marco de la presencia de Sendero Luminoso. Los investigadores tendrán que enfrentarse a sus propios miedos y a la represión indiscriminada del Ejército.

En el 2006, Santiago Roncagliolo publicó Abril rojo (Premio Alfagura de Novela), relato en clave de novela policial, sobre las vivencias de Félix Chacaltana, un fiscal distrital que tiene que investigar una serie de asesinatos rituales cometidos en la localidad de Ayacucho, lugar donde la guerrilla comenzó su lucha armada.

El autor volvió a insistir sobre el tema con la obra La cuarta espada (2007), que bucea en los orígenes de Sendero y trata de hilar una biografía de su líder, Abimael Guzmán.

El argumento de La hora azul (2006), premio Herralde de novela, de Alfonso Cueto, narra la historia de un abogado que tiene que buscar a una mujer que fue víctima de la represión del Ejército, lo que lo llevará a hurgar en los fantasmas del pasado de su padre militar.

El cine peruano también ha plasmado esos duros años. Francisco Lombardi dirigió En la boca del lobo (1988). Le seguiría Mariposa negra (2007), acercamiento a la corrupción del gobierno de Alberto Fujimori. Un estreno reciente es la cinta Tarata (2009), de Fabrizio Aguilar, sobre el atentado con coche bomba en el exclusivo barrio de Miraflores por Sendero, que costó la vida de decenas de personas. El mismo Aguilar dirigió anteriormente Paloma de papel (2003), que habla del reclutamiento de niños por parte de las fuerzas en conflicto.

Y está también la última producción de Claudia Llosa, La teta asustada, ganadora del Oso de Oro y el Premio de la Crítica del Festival de Berlín, una reflexión ya no sobre la guerra, sino sobre las secuelas que esta dejó en la población civil y en especial en las mujeres, que fueron las víctimas de esta época. Película con una fuerte carga psicológica y llena de elementos míticos del mundo indígena.

Otro país con un problema similar y de vieja data es Colombia. El conflicto guerrillero de ese país se acompañó de otras formas violentas de ataques a la sociedad, como el narcotráfico. La descripción de este periodo y el impacto en la sociedad han sido recogidos en varias novelas, que establecen una especie de divorcio con la literatura del boom representada en la figura de García Márquez.

Fernando Vallejo tiene una novela titulada La Virgen de los sicarios (1993), narración sobre un viejo intelectual homosexual que llega a Medellín para morir y lo que encuentra es una ciudad sumergida en una espiral de violencia. Exponente de ella son jóvenes sin destino que hallan en el sicariato la única forma de ascender económicamente. Esta obra fue llevada al cine por Barbet Schroeder con el título del mismo nombre (2000).

Laura Restrepo entregó La multitud errante (2001), narración sobre los desplazados por la brutalidad de la guerra, y que muestra cómo en medio de este dolor puede existir espacio para la solidaridad.

Con la temática del narcotráfico Jorge Franco escribió su novela Rosario Tijeras (1999), relato sobre la ficticia reina de los sicarios en Medellín, mujer que no vacila en castrar a sus enemigos con el artefacto de costura. Historia sórdida basada en los testimonios de decenas de mujeres sicarias encerradas en los penales colombianos. En esa novela se inspiró Emilio Maillé para realizar una cinta homónima (2005) interpretada por Flora Martínez.

Víctor Gaviria realizó varias cintas centradas en las violentas calles de Medellín y utiliza a niños de la calle consumidores de pegamento para retratar a una infancia camino a la perdición en La vendedora de rosas (1997(. En suma y restas se habla de cómo el narcotráfico puede corromper la vida de las personas comunes y corrientes conduciéndoles a la destrucción.

Está también Golpe de estadio (1998), cinta de Sergio Cabrera, sobre cómo el fútbol puede superar las diferencias. En el marco de un partido de las eliminatorias del Mundial 1994, soldados de un destacamento militar y guerrilleros hacen una tregua para poder mirar el juego por TV. Estos trabajos muestran que el celuloide o el papel se han convertido en depositarios de la memoria.

Fuente: http://www.eluniverso.com/2009/10/23/1/1421/cine-literatura-cuando-violencia-transforma-arte.html

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