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Oracion de Reparacion

Padre Eterno, Yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad, la Paciencia y la Sed por la Salvación de las Almas, de Tu amadísimo Hijo Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por todos los ultrajes, sacrilegios, abandonos e indiferencias con que El mismo es ofendido, y por los méritos infinitos de Su Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María, en unión con las Santas Misas celebradas en todo el mundo, y en unión con los dolores que padeció nuestra Santísima Madre, te pido: que envíes Tu Santo Espíritu para que con total abandono a Sus Divinas inspiraciones se logre la conversión de los pobres pecadores, el alivio de todas las Benditas Almas del Purgatorio y el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero. Te pido muchos santos sacerdotes para Tu Santa Iglesia y te pido que no se pierda hoy ninguna alma.
Angelito de Fatima Angel de Portugal krouillong karla rouillon no recibas la eucaristia en la mano

Cien Visitas al Santísimo Sacramento

Cien Visitas al Santísimo Sacramento

Adoración y reparación a la presencia real y verdadera del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento del Altar

JHS no recibas la eucaristia en la mano krouillong karla rouillon cien visitas al santisimo sacramento reparacion adoracion eucaristica perpetua

1. Oh Jesús:
Te adoro como a mi Dios.
Te obedezco como a mi Señor.
Te amo como a mi Padre.
Te temo como a mi Juez.
Te pido como a mi Dador.
Te doy gracias como a mi Bienhechor.

2. Ojos de Jesús, miradme.
Labios de Jesús, habladme.
Oídos de Jesús, escuchadme.
Pies de Jesús, seguidme.
Manos de Jesús, llevadme.
Corazón de Jesús, acógeme e inflámame.

3. Oh Jesús:
Que yo sea puro como tu blanca Hostia.
Que yo sea humilde como tu pequeña Hostia.
Que yo sea obediente como tu manejable Hostia
Que yo haga el bien calladamente como tu benéfica Hostia.
Que yo viva escondido en el Sagrario como tu oculta Hostia.
Que yo me transforme en Ti como tu Sagrada Hostia.

4. Oh Jesús:
Que yo crea en Ti, pues eres la misma veracidad.
Que yo espere en Ti, pues eres la misma fidelidad.
Que yo me enamore de Ti, pues eres la misma bondad.
Que yo me admire de Ti, pues eres la misma beldad.
Que yo te tema a Ti, pues eres la misma equidad.
Que yo te respete a Ti, pues eres la misma majestad.

5. Oh Jesús:
Palabra del Padre, enséñame.
Pan del cielo, aliméntame.
Fuente de aguas vivas, refrigérame.
Luz celestial, alúmbrame.
Vía segura, llévame.
Puerta de paraíso, admíteme.

6. Oh Jesús:
Yo te amo porque no te aman.
Te consuelo porque te contristan.
Te alabo porque te blasfeman.
Te recuerdo porque te olvidan.
Te reconozco porque te ignoran.
Te visito y quiero recibirte porque de Ti se alejan.

7. Oh Jesús:
Yo quisiera ser las estrellas del firmamento para alumbrarte.
Yo quisiera ser las florecillas de los prados para adorarte.
Yo quisiera ser las avecillas de los cielos para ensalzarte.
Yo quisiera ser el espejo de los mares para abrazarte.
Yo quisiera ser la inmensidad del universo para contenerte.
Yo quisiera ser la alegría de los cielos para regocijarte.

8. Llamas del Corazón de Jesús, alumbradme.
Fuego del Corazón de Jesús, abrásame.
Espinas del Corazón de Jesús, penetradme.
Cruz del Corazón de Jesús, fortifícame.
Agua y sangre del Corazón de Jesús, purificadme y embriagadme.
Herida del Corazón de Jesús, recíbeme y custódiame.

9. Oh Jesús:
Tu sagrario me recuerda la cueva de Belén; ¡qué pobreza!
El taller de Nazaret; ¡qué humildad!
El cenáculo de Jerusalén; ¡qué caridad!
El calabozo de Caifás; ¡qué humillación!
El Pretorio de Pilato; ¡qué torturas!
El sepulcro del calvario; ¡qué anonadamiento!

10. Oh Jesús:
Estoy triste; consuélame.
Estoy enfermo; sáname.
Estoy hambriento; sáciame.
Estoy necesitado; remédiame.
Estoy caído; levántame.
He pecado; perdóname.

11. Amor del Corazón de Jesús, abrasa mi corazón.
Fortaleza del Corazón de Jesús, sostén mi corazón.
Misericordia del Corazón de Jesús, perdona a mi corazón.
Ciencia del Corazón de Jesús, enseña a mi corazón.
Celo del Corazón de Jesús, devora mi corazón.
Voluntad del Corazón de Jesús, dispón de mi corazón.

12. Oh Jesús, tú nos invitas a este sagrado banquete:
Para hablar con nosotros, que yo te escuche.
Para unirte con nosotros, que yo te ame.
Para unirnos unos con otros que yo sea caritativo.
Para consolarnos; sé mi alegría.
Para curarnos; sé mi medicina.
Para alimentarnos; sé mi pan de cada día.

13. Oh Jesús, tu sagrario:
Es como un rincón: para cuántos estás arrinconado.
Es como un refugio: de cuántos eres perseguido y maltratado.
Es como una cárcel: cuántos te tratan como a un ladrón, malhechor o revolucionario.
Es como un lugar de burla: cuántos te miran como a un loco y anticuado.
Es como un patíbulo: cuántos te atormentan con blasfemias profanaciones, sacrilegios y toda clase de desacatos.
Es como un sepulcro: cuántos quisieran que fueses en el olvido sepultado.

14. Oh Jesús:
Aquí tienes mi cabeza para conocerte.
Aquí tienes mi lengua para ensalzarte.
Aquí tienes mis manos para servirte.
Aquí tienes mis rodillas para adorarte.
Aquí tienes mis pies para seguirte.
Aquí tienes mi corazón para amarte.

15. Oh Jesús, yo quisiera adornar tu sagrario:
Con todos los lirios de pureza.
Con todas las violetas de humildad.
Con todos los heliotropos de obediencia.
Con todas las rosas de caridad.
Con todos los crisantemos de penitencia.
Con todas las flores de santidad.

16. Oh Jesús, aquí estás de asiento en el sagrario:
Como quien espera: desde la eternidad estabas esperando este rato.
Como quien está cansado: así te sentaste un día junto al brocal de un pozo; el estar con nosotros es tu descanso.
Como quien enseña: así te sentabas sobre el monte de las Bienaventuranzas, o sobre la barca de Pedro; Tú sigues enseñándonos.
Como quien vela y acecha: velas por nosotros que somos tu heredad, y nos acechas porque quieres cazarnos con los dardos de tu amor.
Como quien gobierna: las grandes obras se hacen en el silencio; Tú riges el universo desde el sagrario.
Como quien reina: éste es el trono del amor; desde aquí reinas en miles de corazones por toda la tierra.

17. Oh Jesús, la pequeñez de tu Hostia me habla:
De tu pequeñez cuando viniste al mundo: te hiciste niño.
De tu pequeñez en tu familia: elegiste por padres unos pobres carpinteros.
De tu pequeñez en tu patria: tuviste por pueblo a Nazaret, de donde se decía no poder salir cosa buena, y te hiciste de nación judío la raza más ha sufrido de la tierra.
De tu pequeñez en tus relaciones sociales: tu circulo social eran los niños, los pobres y los enfermos. “Venid a Mí todos los que estáis cansados y cargados”.
De tu pequeñez en tus apóstoles: eran unos pobres pescadores.
De tu pequeñez en tus pretensiones terrenas: huiste cuando quisieron nombrarte rey, y tu doctrina fue el sacrificio, la humillación, la pobreza.

18. Oh Jesús, aquí estás en el sagrario:
Olvidado: ¿quién se acuerda de los que pasan por la calle de que estás en el sagrario?
Despreciado: ¿quién estima la misa, la comunión y las visitas a Jesús Sacramentado?
Ultrajado: ¡cuántas blasfemias contra este sacramento de amor!
Perseguido: ¡cuántas irreverencias y profanaciones de iglesias y sagrarios!
Maltratado: ¡cuántos sacrilegios de los que como Judas se acercan al comulgatorio en grave pecado!
Amado: a cambio de todo esto yo te quiero amar con todo el corazón, en tu amor abrasado.

19. Memoria de Cristo, que yo te recuerde.
Entendimiento de Cristo, que yo te conozca.
Voluntad de Cristo, que yo te desee.
Pies de Cristo, que yo os busque.
Ojos de Cristo, que yo os encuentre.
Corazón de Cristo, que yo te ame siempre.

20. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia se formó:
Con granos de trigo escogidos: que yo me distinga por mi buena conducta.
De granos de trigo molidos: que yo sea mortificado.
De granos de trigo cernidos: que yo me libre de toda impureza.
De granos de trigo unidos: que yo me una al prójimo por la caridad.
De granos de trigo cocidos: que yo me abrase en el amor de Dios.
De granos de trigo hechos Cristo y cristíferos: que yo me asemeje a Cristo y procure que se le asemejen los demás.

21. Oh Jesús, tu sagrario:
Es la clínica donde curas las almas, ¡oh celestial Médico!
Es la escuela donde nos enseñas las más grandes virtudes, ¡oh divino Maestro!
Es la audiencia donde resuelves favorablemente nuestros litigios, ¡oh Juez misericordioso!
Es el despacho donde das gratuita y abundantemente tus gracias, ¡oh generoso Limosnero!
Es el templo donde intercedes por nosotros, ¡oh benigno Abogado!
Es el altar donde te ofreces por nosotros, víctima y sacerdote, ¡oh mansísimo Cordero!

22. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia, aunque pequeña, es como una circunferencia infinita; todos los arrepentidos caben en ella:
Los traidores, que como Judas te entregan por treinta monedas caben en ella.
Los cobardes, que como Pedro reniegan de Ti y te abandonan caben en ella.
Los soberbios y envidiosos que como Caifás te condenan, caben en ella.
Los impuros, que como Herodes se burlan de Ti y te tratan de loco, caben en ella.
Los ambiciosos, que como Pilato te llevan a los azotes, a las espinas y a la muerte de cruz caben en ella.
Los inconstantes, que como el pueblo Judío, engañados por falsos amigos, te dejan y maldicen caben en ella.

23. Oh Jesús, desde el sagrario pareces clamar como un día en la explanada del templo: “Si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba”. Yo te digo, como la Samaritana: “Dame de esa agua”. Dame de ese agua dulcísima:
Para que me sacie, que estoy sediento de bien.
Para que riegue mi alma, que está árida y falta de virtudes.
Para que me lave, porque estoy manchado con muchos vicios.
Para que me ablande, porque estoy endurecido por muchos pecados.
Para que me refrigere, porque son muchas las pasiones y amores terrenos por los que estoy abrasado.
Para que me eleve como un surtidor a la vida eterna: “El agua que Yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial, que saltará hasta la vida eterna”.

24. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me dice:
Que eres bueno como el pan: un trozo de pan es el símbolo de la bondad.
Que eres barato como el pan: el Dios de los humildes, el Pan de los pobres.
Que eres sabroso como el pan: nunca cansas, y más gustas cuanto más se te come.
Que eres nutritivo como el pan: das fuerzas para practicar la virtud y vencer las tentaciones.
Que eres blanco como el pan: eres la misma pureza, y castificas a quien te come.
Que eres corriente como el pan: de todos los tiempos, de todos los países, de todas las fortunas y de todas las complexiones.

25. Oh Jesús, aquí estás en el copón o en la custodia:
Como un día sobre el pesebre: llorando.
Como un día en el brocal de un pozo: cansado.
Como un día sobre la barca de Pedro: enseñando.
Como un día sobre una columna: burlado.
Como un día sobre la cruz: orando.
Como un día en el sepulcro: sacrificado.

26. Oh Jesús, tu permanencia en el sagrario es un efecto de tu puro amor:
Te marchabas al cielo, y quisiste dejarnos, como lo hacen los parientes y amigos, un recuerdo.
No nos dejaste como recuerdo un retrato, los manteles o la copa de la última cena, u otra cosa que Tú usases. Tú mismo te quedaste como recuerdo.
Te quedaste, no sólo en Roma o Jerusalén, que no podrían ir a verte los pobres y los enfermos, sino en todas las partes.
Te quedaste, no sólo un día al año durante algunas horas, sino todas las horas del día y todos los días del año.
Te quedaste, no como emperador, lleno de majestad, que pudiera retraernos, sino como humilde alimento, para unirte cuanto fuera posible a nosotros.
Te quedaste, no como un alimento escogido y caro, que no fuese para todas las fortunas y naturalezas, sino como pan de trigo, que es el más apto, humilde y barato de los alimentos.

27. Oh Jesús, a tu sagrario vienen las almas, en espíritu:
Como las abejas a una colmena: que dulce eres.
Como las palomas al palomar: que puro eres.
Como los enfermos al hospital: que bueno eres.
Como los perseguidos al refugio: que seguro eres.
6 Como los ignorantes al consejero: que prudente eres.
Como los desamparados a su valedor: que poderoso eres.

28. Oh Jesús, aquí estas en el sagrario:
Como un recuerdo: “Haced esto en memoria de Mí”. “Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor”.
Como un alimento: “Tomad y comed”. “Yo Soy el pan de vida, Yo soy el pan vivo que descendí del cielo; el que viene a Mí no tendrá hambre”.
Como un compañero: “Estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”. “Mis delicias son estar con los hijos de los hombres”.
Como una prenda de la gloria eterna: “Quien comiere de este pan, vivirá eternamente”. “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y Yo le resucitaré en el último día”.
Como un medio de unirnos contigo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre mora en Mí y Yo en él”.
Como un medio de unirnos entre nosotros: los banquetes siempre unen. “Todos los que participamos del mismo pan, aunque muchos, venimos a ser un solo pan, un solo cuerpo”.

29. Oh Jesús, cuando te veo expuesto, tu copón y custodia me parecen:
Como un estuche y Tú la perla: que yo te aprecie y que jamás te pierda.
Como una catedral, y Tú el maestro: que yo te escuche y me convierta.
Como un trono y Tú el rey: que yo te obedezca.
Como un ostensorio y mirador, y Tú el que te asomas y muestras: que yo te vea.
Como una atalaya, y Tú el observador: vela por mí, y jamás de vista me pierdas.
Como una barca, y Tú el timonel: entre tantas tempestades, que yo no perezca.

30. Oh Jesús, te quedaste en el sagrario:
Para acompañarnos noche y día, como noche y día estabas con tus apóstoles.
Para alimentarnos mejor que a los cinco mil hombres del desierto, entrando por la comunión en nuestras almas y cuerpos.
Para bendecirnos en nuestras iglesias, plazas y calles, en magnificas procesiones, como cuando recorrías las ciudades de Galilea y de Judea.
Para santificar y dar el parabién a los que se juntan por el enlace matrimonial o se consagran al culto divino por el sacerdocio, como lo hiciste en Cana y en el Cenáculo.
Para consolar a los enfermos yendo a sus mismas casas y entrando en sus íntimas habitaciones, como lo hiciste con la suegra de Pedro y con tantos enfermos.
Para dar fuerza y ser compañero de viaje del moribundo, en el último trecho del camino, que raya con la pavorosa eternidad.

31. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia:
Es horno que abrasa: ¿quién me ama tanto, quién piensa en mi noche y día como Jesús Sacramentado?
Es sol que ilumina: Jesús Sacramentado, es cifra de todas las virtudes y suma de todas las maravillas.
Es panal que endulza: que consuelo el que Jesucristo este con nosotros, es el fiel amigo, y el más poderoso de los amigos.
Es centro de la Iglesia: toda la liturgia y todo el culto gira entorno de la Eucaristía.
Es diadema que corona: la comunión que ciñe al alma con una guirnalda de rosas, con una diadema engastada con las perlas de todas las virtudes.
Es moneda de la gloria: quien comulga fervorosamente gana la vida eterna.

32. Oh Jesús, yo te veo en el sagrario:
Callando: ¡qué silencio!
Orando: ¡qué recogimiento!
Humillándote: ¡qué abajamiento!
Esperando: ¡qué aguante!
Obedeciendo: ¡qué rendimiento!
Entregándote: ¡qué dignación!

33. Oh Jesús, tu sagrario es una hoguera, y Tú el fuego:
Fuego que ilumina a los ciegos: “Yo soy la luz del mundo”.
Fuego que calienta a los tibios: “He venido a traer fuego a la tierra y ¿qué quiero, sino que arda?”.
Fuego que reanima a los muertos, como el sol a las plantas: “Yo soy la vida”.
Fuego que alegra a los tristes, como la aurora a la mañana: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor”. “Os traigo una nueva de gran gozo”.
Fuego que da energía como la electricidad que mueve las grandes fábricas: “Sin Mí no podéis hacer nada”.
Fuego que purifica a los manchados, como el fuego purifica en el crisol el oro: “Lo quiero, sé limpio”.

34. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me recuerda las palabras que el Sacerdote pronuncia cuando al comulgar nos dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. Sí:
Tú eres blanco como el cordero, Cordero inmaculado y que haces inmaculados.
Tú eres manso como el cordero, de modo que ni una queja amarga brota de tus labios.
Tú eres humilde como el cordero: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”.
Tú eres amable como el cordero; como el cordero al pastor, Tú nos sigues de cerca.
Tú eres sabroso como el cordero: nos alimentas en el viaje de la vida, como el cordero que tomaron los israelitas a su salida de Egipto.
Tú eres propiciatorio como el cordero; te ofreces por nosotros en sacrificio y con tu sangre nos libras de una muerte peor que la de los primogénitos de los egipcios.

35. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia es un sol clarísimo, y yo soy un pobre planeta que giro en torno Tuyo:
Ilumíname con tus resplandores, como el sol ilumina la sierra.
Vivifícame con tus rayos, como el sol vivifica las plantas.
Fúndeme con tus ardores, como el sol derrite la cera.
Alégrame con tus claridades, como el sol alegra el día.
Purifícame con tus fulgores, como el sol purifica la sierra.
Hermoséame con tus luces como el sol hermosea la naturaleza entera.

36. Oh Jesús, ahí estas sobre el altar, en el Copón, en la Custodia:
Humilde como un día sobre el monte de las Bienaventuranzas: para enseñarnos la doctrina del cielo.
Transfigurado como un día sobre el Tabor: para llenarnos como a los apóstoles de consuelo.
Retirado como un día en Getsemaní: para orar por nosotros.
Expuesto como un día en el balcón del Pretorio: para que nos compadezcamos de Ti.
Sacrificado como un día sobre el Calvario: para ofrecerte por nosotros.
Glorioso como un día sobre el monte de la Ascensión: para bendecirnos y anunciarnos que nos esperas en el cielo.

37. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia:
Es pan sabroso que nos alimenta.
Dulce exquisito que nos regala.
Medicina celestial que nos cura y preserva.
Escudo que nos protege.
Lente de aumento que nos hace ver las cosas espirituales.
Faro esplendente que nos señala la senda del cielo.

38. Oh Jesús, ahí estás en el sagrario como en la cruz:
Muchos pasan indiferentes como si no existieras; no te hacen ningún caso.
Otros te blasfeman y burlan como el mal ladrón, los sacerdotes y los soldados.
Otros se acercan hasta Ti en el comulgatorio para darte hiel y atravesarte el costado.
Otros en cambio, te defienden como el buen ladrón, y piden tu recuerdo suplicantes.
Otros golpean arrepentidos su pecho, como el centurión al alejarse del Calvario.
Otros te miran llorosos y amantes, como San Juan, las piadosas mujeres y tu Madre.

39. Espinas de Cristo, coronadme.
Azotes de Cristo, llagadme.
Clavos de Cristo, sujetadme.
Hiel de Cristo, dulcifícame.
Cruz de Cristo, confórtame.
Sepulcro de Cristo, guárdame y resucítame.

40. Oh Jesús, yo quisiera ser:
Como un copón de oro para guardarte.
Como una custodia engastada para mostrarte.
Como una lámpara esplendorosa para alumbrarte, y como un ramillete de frescas rosas para adornarte.
Como un incensario inmenso para adorarte.
Como un órgano gigantesco para ensalzarte.
Como blanca harina de trigo para en ti transformarme.

41. Oh Jesús, ahí estas arriba en el Tabernáculo:
Para que te veamos como a lo más admirable; ¡qué hermoso eres!
Para que te imitemos como a lo más perfecto; ¡qué santo eres!
Para que te amemos como a lo más amable; ¡qué bueno eres!
Para que te escojamos como a lo más precioso; ¡qué rico eres!
Para que te veneremos como a lo más adorable; ¡qué inmenso eres!
Para que a Ti subamos como a lo más excelso; en tu cielo, ¡qué sublime eres!

42. Oh Jesús, Tú estás en el sagrario bien visible, diciéndonos: “Yo estoy con vosotros”:
En nuestras tentaciones no estamos solos; Tú nos defiendes.
En nuestras desgracias no estamos solos, Tú nos compadeces.
En nuestros abandonos no estamos solos; Tú nos acompañas.
En nuestras humillaciones no estamos solos; Tú nos enalteces.
En nuestros trabajos no estamos solos; Tú nos ayudas.
En nuestra pobreza no estamos solos; Tú nos enriqueces.

43. Oh Jesús, ahí estas en el sagrario como en la cruz:
Perdonándonos. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Prometiéndonos el cielo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Ofreciéndonos una Madre: “He ahí a tu Madre”.
Deseando nuestra compañía: “Padre mío, Padre mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Mendigando nuestro amor: “Tengo sed”, de corazones.
Haciendo cuanto puedes por nosotros: “Todo está consumado”.

44. Oh Jesús, la puertecita de tu sagrario me recuerda que Tú dijiste un día: “Yo soy la puerta”:
Sí, Tú eres la puerta del cielo.
Puerta bien visible: sólo no la ve el que no quiere verla.
Puerta sin salida: del cielo no se sale una vez que se entra.
Puerta siempre franca: por ella puede entrar y se invita a que entre todo el que quiera.
Puerta estrecha: como estrecha fue, oh Señor, la norma de tu vida y la norma de tus preceptos.
Puerta única: para entrar en el cielo no hay otra puerta.

45. Oh Jesús:
La Reina de Saba vino a visitar a Salomón; y nosotros no venimos a visitarte en el sagrario.
Los pastores vinieron a adorarte en la cueva de Belén; y nosotros no venimos a adorarte en el sagrario.
Los Reyes Magos vinieron desde lejanas tierras a ofrecerte sus dones; y nosotros no venimos a ofrecerte los nuestros en el sagrario.
Las turbas te buscaban para escucharte, hasta en el desierto, donde multiplicaste los panes; y nosotros no venimos a escucharte en el sagrario.
Los leprosos, los mudos, los sordos, los ciegos, los inválidos y toda clase de enfermos iban en busca tuya para que los curases; y nosotros no venimos para que nos cures en el sagrario.
Las piadosas mujeres vinieron al sepulcro para honrar con sus ungüentos y aromas tu cadáver, y nosotros no venimos a honrarte vivo en el sagrario.

46. Oh Jesús:
Yo quisiera ser como una mariposa que girase en torno de Ti: “Yo soy la Luz”.
Yo quisiera ser como una abeja que libase sus dulzuras en Ti: Tú eres la “Flor de Jesé”.
Yo quisiera ser como un ciervo que corriese sediento a Ti: Tú eres “Fuente de aguas vivas” y el que de Ti bebe no vuelve a tener más sed.
Yo quisiera ser como un ruiseñor que entonase sus endechas en honor a Ti: “Bendecid al Señor todas sus obras, alabadle y ensalzadle por todos los siglos”.
Yo quisiera ser como un corderillo para estar siempre junto a Ti: “Yo soy el Buen Pastor y conozco mis ovejas, y mis ovejas me conocen a Mí”.
Yo quisiera ser como un águila para subir y reposar dentro de Ti: “Un soldado abrió con la lanza su costado”.

47. Oh Jesús, que pusiste como medianera entre Ti y los hombres a tu Madre y Madre nuestra, María Inmaculada:
Yo quisiera adorarte en esa Hostia bendita, como tu Madre te adorara en tu vida mortal y en tu Hostia sacrosanta. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera serte agradecido con el mismo reconocimiento que tu Madre lo fue cuando entono el Magnificat en acción de gracias. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera pedirte con la misma eficacia con que tu Madre te pidiera cuando obtuvo de Ti en las bodas de Caná el que convirtieses en vino el agua. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera servirte y rendirme a tu voluntad como tu Madre se rindió cuando dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera llevarte en mi pecho y en mi alma, con la misma pureza con que tu Madre te llevara. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera acompañarte siempre, aun hasta el Calvario, del mismo modo que tu Madre te acompañara. Madre, alcánzame esta gracia.

48. Oh Jesús, la blancura de tu blanca Hostia me recuerda:
La blancura de los pobres pañales con que recién nacido fuiste envuelto en Belén.
La blancura de tus vestidos en el monte Tabor, en la Transfiguración, ante tus apóstoles.
La blancura del vestido con que Herodes te vistió.
La blancura de los lienzos con que fuiste amortajado.
La blancura de tu alma. “Mi amado es blanco, escogido entre millares”. San Juan te vio como Cordero “vestido de blanco”.
Los que te siguen, oh Jesús mío, también tienen que vestir en su alma de blanco. “Hay algunos que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo vestidos de blanco”. El que venciere será igualmente vestido de ropas blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida. Digamos con David: “Lávame, Señor, y quedaré mas blanco que la nieve”.

49. Oh Jesús, heme aquí en tu presencia:
Como un pobre ante su limosnero; ampárame.
Como un enfermo ante su médico; cúrame.
Como un discípulo ante su maestro; enséñame.
Como una oveja extraviada ante su pastor; hállame.
Como un criado ante su señor; mándame.
Como un hijo ante su padre; cuídame.

50. Démonos a Jesús, que se nos ha dado:
Como niño en una cueva; hagámonos niños como Él.
Como trabajador en un taller; trabajemos como Él y por Él.
Como reo en una cruz; sacrifiquémonos por Él.
Como maestro en sus palabras; seamos sus buenos discípulos.
Como protector en sus milagros; démosle gracias por tantos beneficios.
Como alimento y compañero en el sagrario; vengamos a comulgar y a visitarle con fervor y cariño.

51. Oh Jesús, yo quisiera comprender y corresponder a ese amor con que me amas en el sagrario:
Amor eterno, con que me amaste cuando aun no existía.
Amor constante, a pesar de ser tan mal correspondido.
Amor desinteresado, sin que nada necesites de mí.
Amor delicado, hasta hacerte niño y quedarte con nosotros en el sagrario.
Amor sacrificado, hasta morir en una cruz.
Amor particular, como si yo solo existiera.

52. Jesús sigue definiéndose en el sagrario como se definía en vida:
Yo soy el Pan Vivo que descendí del cielo; aliméntame.
Yo soy la Luz del mundo; ilumíname.
Yo soy el Camino; guíame.
Yo soy el Buen Pastor; guárdame.
Yo soy Rey; mándame.
Yo soy la Resurrección y la Vida; sálvame.

53. Jesús habla a mi corazón en el sagrario y me dice las mismas palabras que en su vida me decía:
Palabras de compasión: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y cargados, que Yo os aliviare”.
Palabras de confianza: “Pedid y recibiréis. Todo lo que pidiereis en mi nombre os será dado”.
Palabras de consuelo: “En verdad en verdad os digo que vosotros lloraréis y plañiréis mientras que el mundo se regocijará. Os contristaréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo”.
Palabras de amenaza: “No temáis a los que solo pueden matar el cuerpo, sino temed más bien a los que pueden condenar el cuerpo y el alma al infierno”.
Palabras de aliento: “En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza: Yo he vencido al mundo”.
Palabras de amor: “Como me amó a Mí el Padre, así os amo Yo a vosotros… No os llamaré siervos, sino amigos”.

54. Jesús, que diste vista a tantos ciegos: que yo vea.
Jesús, que diste habla a tantos mudos: que yo hable bien y rece.
Jesús, que diste oído a tantos sordos: que yo obedezca y me conforme.
Jesús, que diste movimiento a tantos tullidos: que yo progrese.
Jesús, que limpiaste a tantos leprosos: que yo me purifique.
Jesús, que resucitaste a tantos muertos: que yo no muera por el pecado, y, si muero, que resucite.

55. Oh Jesús, Tú me miras desde el sagrario; Tú ves lo mismo mis virtudes que mis pecados. ¿Cómo me ves al mirarme?:
¿Me ves como a las turbas hambrientas del día de la multiplicación de los panes, cual oveja sin pastor?
¿Me ves como al joven del Evangelio, sin pecado mortal, pero sin ánimo para hacer lo que Dios quisiera de mí?
¿Me ves como a la Magdalena, a Pedro y al Buen Ladrón, pecador pero arrepentido?
¿Me ves como al mal ladrón, malo e impenitente?
¿Me ves como a Judas, pecador y desesperado?
¿Me ves como a San Juan junta a la Cruz, puro y fiel?

56. Oh Jesús:
Si dudo, aconséjame.
Si yerro, desengáñame.
Si me pierdo, encuéntrame.
Si caigo, levántame.
Si me desanimo, aliéntame.
El día en que muera. Llévame.

57. Oh Jesús, aquí tienes mi corazón:
Conviértelo en una lámpara para alumbrarte.
Conviértelo en un horno para calentarte.
Conviértelo en una joya para adornarte.
Conviértelo en una diadema para coronarte.
Conviértelo en un jardín para recrearte.
Conviértelo en un palacio para aposentarte.

58. Oh Jesús, enséñame desde el sagrario lo que es pecado:
Tú eres en el sagrario todo blancura, y el pecado es todo fealdad y miseria.
Tú eres en el sagrario todo dulzura, y el pecado es todo amargor, remordimiento y pena.
Tú eres en el sagrario todo humildad y sumisión, y el pecado es todo rebelión y desobediencia.
Tú eres en el sagrario todo salud y vida, y el pecado es todo corrupción y muerte eterna.
Tú eres en el sagrario todo bondad y generosidad, y el pecado es todo malicia y maleficencia.
Tú eres en el sagrario todo acercamiento y amor a Dios, y el pecado es todo alejamiento e indiferencia.

59. Oh Jesús:
Yo quisiera tener toda la sangre de los mártires para derramarla por Ti.
Yo quisiera tener toda la sabiduría de los doctores para conocerte a Ti.
Yo quisiera tener todas las penitencias de los anacoretas para soportarlas por Ti.
Yo quisiera tener todo el celo de los apóstoles para luchar por Ti.
Yo quisiera tener toda la pureza de las vírgenes para recrearte a Ti.
Yo quisiera tener todas las virtudes de todos los ángeles y santos para amarte y parecerme a Ti.

60. Paciencia de Jesús, sopórtame.
Pobreza de Jesús, enriquéceme.
Pureza de Jesús, hermoséame.
Obediencia de Jesús, enderézame.
Providencia de Jesús, cuídame.
Amor de Jesús, enardéceme.

61. Oh Jesús, cuando veo tus labios, envidio a la Samaritana, que los refrigeró dándoles a beber del cántaro de agua.
Oh Jesús, cuando veo tus manos, envidio a aquellos enfermos a quienes con ellas bendecías, tocabas y sanabas.
Oh Jesús, cuando veo tus brazos, envidio a los niños de Galilea, a quienes acogías y abrazabas.
Oh Jesús, cuando veo tus pies, envidio a la Magdalena, que se sentó junto a ellos, y los abrazaba y los regaba con sus lágrimas.
Oh Jesús, cuando veo tu costado abierto, envidio a San Juan que en la última cena tuvo sobre él la cabeza reclinada.
Oh Jesús, todo esto es verdad, pero debo pensar que, sin verte, tengo la misma suerte que ellos al recibir tu Hostia Sacrosanta.

62. Oh Jesús, yo quisiera acompañarte en el sagrario como en vida te acompañaba tu Madre:
Tu Madre fue humilde: “Miró Dios la pequeñez de su esclava”; que yo sea humilde como ella.
Tu Madre fue la Virgen de las vírgenes: “No conozco varón”; que yo sea puro como ella.
Tu Madre fue obediente a los planos divinos: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”; que yo sea obediente como ella.
Tu Madre fue Reina de los mártires: “Estaba junto al pie de la cruz”; que yo sea paciente como ella.
Tu Madre fue agradecida a Dios: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se goza en Dios, mi Salvador”; que yo sea agradecido como ella.
Tu Madre estuvo enriquecida con el tesoro de las virtudes más excelsas: “Hizo en mí cosas grandes el Todopoderoso”; que yo sea santo como ella.

63. Oh Jesús, mi corazón es como un templo inmenso, que sin Ti se siente vacío:
Lo lleno de riquezas, y sigue pobre, pues el oro es polvo que se lleva el viento.
Lo lleno de placeres, y se siente hambriento, pues los deleites son flores, que a la mañana se abren y a la tarde se marchitan.
Lo lleno de honores y se siente solo, pues los aplausos son humo que ahora parecen algo, y al instante se disipan.
Lo lleno de amores humanos, y se siente abandonado, pues el corazón del hombre está amasado de egoísmos y de envidias.
Lo lleno de salud y lozanía, y se siente abatido, porque el vigor del hombre es como castillo de naipes, que el soplo de cualquier enfermedad lo derriba.
Lo lleno de diversiones y espectáculos, y se siente triste, porque los encantos humanos no son verdad, son sólo una comedia, una película.
Llena, oh Jesús, mi corazón contigo; entra en él, si no como en un gran santuario, al menos como en una humilde ermita.

64. Oh Jesús:
Cuando yo te llame, óyeme.
Cuando yo te ofenda, perdóname.
Cuando yo te deje, sígueme.
Cuando yo te olvide, recuérdame.
Cuando yo te pida, socórreme.
Cuando yo te sirva, anímame.

65. Oh Jesús:
Cuando yo esté para morir, y mis ojos vidriados y desencajados ya no vean, muéstrate.
Cuando mis oídos, cerrados a las voces de los hombres, ya no oigan, llámame.
Cuando mis labios, fríos y convulsos, ya no se muevan, recomiéndame.
Cuando mis manos, trémulas y entorpecidas, ya no empuñen, cógeme.
Cuando mis pies, perdido su movimiento, ya no anden, llévame.
Cuando mi corazón, débil y oprimido, ya no lata, oh Jesús, Jesús, Jesús, recíbeme.

66. Oh Jesús, el día que me juzgues ten presente este rato:
Es verdad que te ofendí con mis palabras muchas veces, pero ahora te alabo.
Es verdad que me alejé de Ti como un hijo pródigo, pero ahora me detengo ante tu sagrario.
Es verdad que soberbio no quise frecuentemente servirte, pero ahora me postro ante Ti sumiso y humillado.
Es verdad que te entristecí con mis locas alegrías, pero ahora lloro esos agravios.
Es verdad que te llevé a la muerte con mis culpas, pero ahora daría mil vidas por reparar mis pecados.
Es verdad que te abandoné y negué como Pedro, pero ahora te digo: “Señor, tú sabes que te amo”.

67. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me parece la moneda con que quieres comprar mi alma. ¡Cuánto valdrá mi alma, pues das por ella un valor infinito!
Mi alma vale el cariño paternal de Dios; Dios creador es mi Padre, y yo soy su hijo.
Mi alma vale las ternuras, las lágrimas, los sollozos y los sufrimientos de Belén, por comprar mi alma se hizo Dios niño.
Mi alma vale las soledades, las amarguras, las hambres del destierro; por comprar mi alma fue Jesús a Egipto.
Mi alma vale los sudores, las plegarias, las privaciones de Nazaret; por comprar mi alma vivió Jesús treinta años en el olvido.
Mi alma vale las penitencias, las predicaciones, los milagros, toda la vida, pasión y muerte de Jesucristo; por comprar mi alma es imagen de Jesús el crucifijo.
Mi alma vale todas las gracias, mociones e inspiraciones del Espíritu Santo; gracias actuales, internas y externas, y sobre todo la gracia santificante con todo el séquito de las virtudes infusas y de los siete dones del Espíritu Santo.
Valiendo tanto mi alma, qué de extraño tiene el que para comprarla se dé en la Sagrada Hostia Jesús así mismo.

68. Oh Jesús, que hoy eres para mí todo amor; no seas para mí eterna ira. Que yo recuerde siempre tu misericordia, pero que no olvide nunca tu justicia:
Tú eres bueno, muy bueno, pero no eres manco; infinito es el brazo de tu misericordia, infinito es el brazo de tu justicia.
Tú eres bueno, muy bueno, pero Tú has dicho muchas veces que hay infierno, y Tú no dices mentira.
Tú eres bueno, muy bueno pero no favoreces la maldad, siendo indiferente para la virtud y el vicio, para el que cumple los mandamientos y para el que los quebranta y olvida.
Tú eres bueno, muy bueno, y por eso no admites en el cielo la podredumbre de los malos, ni permites que los hombres miserables se burlen de Dios y se rían.
Tú eres bueno, muy bueno, pero eso no extingue el infierno para los condenados, como no nos quitas la muerte, ni secas nuestras lágrimas, endulzas nuestras amarguras, y embotas nuestras espinas.
Tú eres bueno, muy bueno. Si eres bueno deberíamos amarte y no ofenderte, abusando ingratamente de tu infinita bondad.

69. Oh Jesús:
El fuego perenne de tu lámpara me recuerda el fuego eterno de tu amor para los que salvas, y para los que condenas el fuego inextinguible de tu justicia.
El fuego de tu amor, abrasando a los serafines, los premia; el fuego de tu justicia, abrasando a los condenados, los castiga.
El fuego de tu amor llena a los bienaventurados de alegrías sin tristezas; el fuego de tu justicia llena a los condenados de tristezas sin alegrías.
El fuego de tu amor muestra a los bienaventurados tu faz amorosa, el fuego de tu justicia muestra a los condenados tu faz negativa.
E1 fuego de tu amor me lleva a amarte; el fuego de tu justicia a temerte.
E1 fuego de tu amor me impulsa a obrar el bien, y me aparta del mal el fuego de tu justicia.

70. Oh Jesús, muéstrame los males del pecado, y anímame a no caer más en él:
He de morir, y sigo pecando.
He de ser juzgado, y sigo pecando.
Peligra mi cielo, y sigo pecando.
Me amenaza el infierno, y sigo pecando.
Me amas, y sigo pecando.
Te azoto y crucifico, y sigo pecando.

71. Oh Jesús, dame a conocer lo que vale mi alma, para que me devore el celo que a Ti te devoraba:
Salvar un alma es hacer una reina de una esclava.
Salvar un alma es sacar un alma del infierno y subirla a las celestiales moradas.
Salvar un alma es sacarle a Cristo un clavo, curarle una llaga.
Salvar un alma es sustituir en la corona de Cristo, una espina por una perla preciada.
Salvar un alma es recoger una gota de sangre de Cristo, de otra manera despreciada.
Salvar un alma es conquistar también el cielo para el que la salva. El que salva un alma, la suya salva.

72. Oh Jesús, varón de dolores, enséñame a sufrir y amar el dolor:
Enséñame que el dolor me aparta del pecado.
Enséñame que el dolor me purifica y hace mejor.
Enséñame que el dolor es fuente de merecimientos.
Enséñame que el dolor es señal del divino amor.
Enséñame que el amor me asemeja a ti mismo.
Enséñame que el dolor me despega de las criaturas, me empuja hacia el cielo y me une a Dios.

73. Oh Jesús paciente, hazme paciente en el padecer:
Cuando tenga hambre y sed, que me acuerde de Ti, que tuviste hambre en el desierto y en la cruz sed.
Cuando esté cansado, que me acuerde de Ti, que hubiste de sentarte fatigado junta al pozo de Siquem.
Cuando no pueda dormir, que me acuerde de Ti, que pasabas las noches en claro, y no tuviste una almohada para dormir.
Cuando me reprendan, injurien y persigan, que me acuerde de Ti, que fuiste reprendido con una bofetada, injuriado y perseguido hasta el fin.
Cuando me desprecien y abandonen, que me acuerde de Ti, que te viste tan solo y abandonado en medio de tantas angustias como hubiste de sufrir.
Cuando esté enfermo, llagado o dolorido, que me acuerde de Ti, que fuiste “Varón de dolores, sabedor de enfermedades”, sin tener parte alguna sana de los pies a la cabeza, y todo esto por mí.

74. Oh Jesús, ¿cómo te pagaré cuanto por mí has hecho?
Te hiciste pobre para enriquecerme.
Te hiciste pequeño para ensalzarme.
Te hiciste débil para fortalecerme.
Te hiciste siervo para libertarme.
Te hiciste niño para atraerme.
Te hiciste hombre para divinizarme.

75. Ojos piadosos de Jesús, que mirasteis compasivos a los desgraciados y a los pecadores, que yo sea compasivo.
Ojos agradecidos de Jesús, que os elevasteis al cielo para dar gracias a vuestro Eterno Padre, que yo sea agradecido.
Ojos despiertos de Jesús, que para orar os pasabais las noches en vela, que yo ande siempre vigilante y apercibido.
Ojos llorosos de Jesús, que llorasteis sobre la ciudad deicida, que yo llore mis pecados.
Ojos vendados de Jesús, que fuisteis cubiertos en son de burla con un sucio trapo, que yo vende mis ojos para las malas lecturas y espectáculos.
Ojos moribundos de Jesús que os eclipsasteis con tinieblas de muerte, que se iluminen los míos el día del juicio con resplandores celestiales.

76. Oh Jesús, que lloraste sobre las pajas del pesebre y en el madero de la cruz, junto al sepulcro de Lázaro y ante las ruinas de Jerusalén, ¿cuántas veces habrás llorado por mi alma? Las lágrimas de tus ojos:
Son perlas que me adornan.
Son voces que me llaman.
Son quejas que me conmueven.
Son ascuas que me abrasan
Son lluvia que me fecunda.
Son ríos que me lavan.

77. Oh Jesús, que estás viéndome desde el sagrario:
Mírame con aquellos ojos de ternura, con que miraste al joven del Evangelio.
Mírame con aquellos ojos de misericordia, con que miraste a la multitud hambrienta y a los enfermos.
Mírame con aquellos ojos de afabilidad, con que miraste a la hemorroisa, a la viuda limosnera y a Zaqueo.
Mírame con aquellos ojos de perdón, con que miraste después de las tres negaciones a Pedro.
Mírame con aquellos ojos de amor, con que miraste desde la cruz a Juan y a Tu Madre, al hacer tu testamento.
Mírame con ojos benignos, no con aquellos ojos de angustia con que miraste a Judas, o con aquellos ojos de ira, con que miraste a los mercaderes del templo.

78. Oídos misericordiosos de Jesús, escuchadme:
Yo os digo como el hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo junto a la piscina de Betsaida: “No tengo hombre”; ayudadme.
Yo os digo como el padre del Joven poseso: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”.
Yo os digo como las hermanas de Lázaro: “El que amas está enfermo”, curadme.
Yo os digo como los discípulos de Emaús: “Quedaos con nosotros, que cae la tarde”.
Yo os digo como el buen ladrón: “Acordaos de mí cuando estuviereis en vuestro reino”.
Oídos pacientes de Jesús, que escucháis tantas blasfemias e injurias de los hombres, yo repito las mismas palabras que oí en la cruz de vuestros labios: “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”.

79. Labios de Jesús, enseñadme.
Labios de Jesús, aconsejadme.
Labios de Jesús, consoladme.
Labios de Jesús, animadme.
Labios de Jesús, perdonadme.
Labios de Jesús, besadme.

80. Oh Jesús, me parece que te oigo decir como en la cruz: “Tengo sed”.
Tengo sed de ser conocido.
Tengo sed de ser amado.
Tengo sed de ser recibido.
Tengo sed de ser visitado.
Tengo sed de ser correspondido.
Tengo sed de ser imitado.

81. Manos encallecidas de Jesús, enseñadme a trabajar.
Manos clavadas de Jesús, contenedme ante el peligro.
Manos benditas de Jesús, echadme vuestra bendición.
Manos misericordiosas de Jesús, curadme de todos mis vicios.
Manos omnipotentes de Jesús, ayudadme a obrar bien.
Manos perdonadoras de Jesús, perdonadme todos mis delitos.

82. Oh pies de Jesús Niño, que en Belén os entumecisteis de frío, que yo os caliente con mi amor.
Oh pies apostólicos de Jesús, que en busca de las almas os cansasteis por aquellos caminos, que yo os siga.
Oh pies peregrinos de Jesús, que tantas veces habéis esperado pacientes a la puerta de mi alma, que yo os abra.
Oh pies milagrosos de Jesús, que anduvisteis sin hundidos sobre las aguas, que yo no me sumerja en el vicio.
Oh pies benditos de Jesús, que la Magdalena abrazara, besara y ungiera con sus lágrimas, que yo llore todos mis delitos.
Oh pies clavados de Jesús, que estáis sujetos en la cruz, que yo me acerque, y, para no separarme de Vos, queden sujetos también en la cruz los míos.

83. Oh Jesús, al mirar mis ingratitudes, me parece que te oigo decir como un día a los judíos: “Decidme, ¿por cuál de mis buenas obras me queréis apedrear”:
¿Por qué me ofendes con tus manos? ¿Por qué te hice ese gran beneficio para que te ganaras la vida, y no te dejé manco como a tantos desdichados?
¿Por qué me ofendes con tus pies? ¿Por qué te di la facultad de andar, y no te dejé cojo como a tantos inválidos?
¿Por qué me ofendes con tus ojos? ¿Por qué te di vista, y no te dejé ciego como a tantos que tienen sus ojos apagados?
¿Por qué me ofendes con tu boca? ¿Por qué te di habla y alimento, y no te deje mude y hambriento como a tantos mudos y necesitados?
¿Por qué me ofendes con tu pensamiento e imaginación? ¿Por qué te di el uso de la razón, y no te encerré en un manicomio como a tantos insensatos?
¿Por qué me ofendes con tu corazón? ¿Por qué te di entusiasmo y amor, y no te hice la vida como un lugar de tormentos y de trabajos forzados?

84. Oh Jesús, ¿qué te daré por cuanto tú me has dado?
¿Qué por tu ejemplo?
¿Qué por tu doctrina?
¿Qué por tu Madre?
¿Qué por tu vida?
¿Qué por tu Corazón?
¿Qué por tu Eucaristía?

85. Oh Jesús, por las impiedades de todas las lenguas irreligiosas, que confiese tu fe la mía.
Oh Jesús, por los insultos de todas las lenguas blasfemas, que cante tus glorias la mía.
Oh Jesús, por las altanerías de todas las lenguas soberbias, que se humille ante Ti la mía.
Oh Jesús, por las manchas de todas las lenguas impuras, que sea siempre casta la mía.
Oh Jesús, por los daños de todas las lenguas egoístas, que sea caritativa la mía.
Oh Jesús, por las faltas de todas las lenguas locuaces, que sepa callar la mía.

86. Oh Jesús, que un día curaste al enfermo de la mano seca, cura mis manos secas por el pecado:
Haz que sean manos puras, no manchadas con sucios pecados.
Haz que sean manos limosneras, y no empobrecidas con el dinero de un avaro.
Haz que sean manos caritativas, y no marcadas con injusticias y daños.
Haz que sean manos afanosas ennoblecidas por el trabajo.
Haz que sean manos suplicantes, que se levantan unidas al cielo y ante el Sagrario.
Haz que sean manos apostólicas, para escribir y propagar tu nombre sacrosanto, y semejantes a las tuyas sacerdotales, que bendecían, consagraban y perdonaban los pecados.

87. Oh Jesús, que un día dijiste: “Bienaventurados los que lloran”:
Que mis ojos derramen lágrimas de contrición, para que se purifique mi alma.
Que derramen lágrimas de resignación, para que se alivie mi alma.
Que derramen lágrimas de compasión, para que se ablande mi alma.
Que derramen lágrimas de agradecimiento, para que se enardezca mi alma.
Que derramen lágrimas de alegría, para que se anime mi alma.
Que derramen lágrimas de amor, para que se enamore de Ti mi alma.

88. Oh Jesús, me parece que estás en el Sagrario como un día sobre el pesebre:
Que yo haga mullida la dureza de las pajas con la ternura de mi cariño y entusiasmo.
Que yo caliente el frío de tus miembros ateridos con el ardor de mi celo abrasado.
Que yo seque las lágrimas de tus ojos con el llanto doloroso de mis pecados.
Que yo alegre la soledad en que te abandonan, acompañándote como San José y tu Madre te acompañaron.
Que yo ahuyente el olvido en que te hallas, como los ángeles, con las alabanzas de mis labios.
Que yo alivie la pobreza en que vives, ofreciéndote el tesoro de mis buenas obras, como los pastores y los magos.

89. Oh Jesús, qué dulces son las palabras del Evangelio: “Y habitó entre nosotros”. Yo te pregunto como aquellos dos discípulos: “Maestro ¿dónde moras?” Respóndeme como a ellos: “Ven y ve”:
Que te vea en la casa de Santa Isabel, para santificar al Bautista; en la casa de Jairo, para resucitarle la hija; en la casa de Zaqueo, para salvar a su familia; en la casa de la suegra de San Pedro, para curarla de la fiebre; en la casa de Marta y María, para consolarlas. Entra así en la casa de mi alma.
Que te vea en la cueva de Belén, hecho niño, para atraerme; en el lejano Egipto, perseguido, para buscarme; en el taller de Nazaret, escondido, para enseñarme; en el templo, orando para encomendarme; en el cenáculo, haciéndote Pan Vivo, para alimentarme.
Que te vea en la casa de Anás y Caifás, abofeteado; en el palacio de Herodes escarnecido, en el pretorio de Pilato, azotado, coronado de espinas y condenado.
Que te vea en el desierto de la cuarentena, ayunando; junto al pozo de Siquem, sediento; en Getsemaní, orando; en el Calvario, sepultado.
Que te vea en el Sagrario escondido, pidiendo y amando.
Que te vea en el cielo, siendo el gozo de todos, y gozando.

90. Oh Jesús ante tu Sagrada Hostia yo te digo como un día el Centurión: “Señor, yo no soy digno de que entres en la pobre morada de mi alma”:
Morada pobre y desamueblada, por la falta de virtudes y de gracia.
Morada fría, por la mucha frivolidad y tibieza de mi vida desairada.
Morada revuelta, por mi vida desordenada.
Morada sucia, por las impurezas de mi cuerpo y de mi alma.
Morada llena de ruidos, por mi vida disipada.
Si no soy digno de que me recuerdes, mires y hables, cuánto menos lo seré de que visites mi pobre morada. Pero di una solo palabra, y la casa de mi alma quedará confortable y arreglada.

91. Oh Jesús, tú eres el Buen Pastor, y yo la oveja perdida:
Tú me conoces por mi nombre.
Tú me das el pasto nutritivo y el agua pura de tu carne y de tu sangre divinas.
Tú me atraes con blandos silbidos en el peligro.
Tú me buscas por caminos pedregosos y entre espinas.
Tú me defiendes de mis enemigos.
Tú me amas hasta dar por mí la vida.

92. Oh Jesús, la mujer incurable del Evangelio murmuraba en voz baja mirando a tu vestido: “Si yo pudiese tan sólo tocar la orla…”. Y al tocarla quedó sana. Sáname a mí lo mismo:
Cuando toques mis labios en tu Sagrada Hostia, sánalos para que besen puros tus sangrientas llagas.
Cuando toques mi lengua, sánala para que no se rebaje y manche con malas palabras.
Cuando toques mi paladar, sánalo para que no se deje arrastrar por comidas y bebidas regaladas.
Cuando toques mi garganta sánala para que entone con júbilo tus divinas alabanzas.
Cuando toques mi pecho, sánalo para que no se encariñe con las cosas humanas.
Sana todo mi cuerpo, sana toda mi alma, pues no toco tan sólo la orla de tu vestido, sino que te toco por entero, al tomar tu Hostia sacrosanta.

93. Oh Jesús, que cogiendo un día de la mano a la suegra de Pedro le curaste de la fiebre en un instante; yo también estoy calenturiento:
Fiebre es la avaricia, que me fascina con el brillo del oro; cúrame para que sea desprendido.
Fiebre es la soberbia, que me atrae con la gloria de los laureles; cúrame para que sea humilde.
Fiebre es la lujuria, que me atrae con el cebo de los placeres; cúrame para que sea limpio.
Fiebre es la ambición, que me seduce con la sed de mundo; cúrame para que sea obediente.
Fiebre es la cólera que me empuja con espuelas de venganza; cúrame para que sea caritativo.
Fiebre es el anhelo de amar y ser amado en este mundo, cúrame para que estime tan sólo tu amor y te entregue todo el mío.

94. Oh Jesús, que desde el Sagrario pareces decir como un día en Getsemaní: “Mi alma está triste hasta la muerte, y muerte de cruz”:
Cuántos te desconocen.
Cuántos te blasfeman.
Cuántos te odian.
Cuántos te persiguen.
Y aún de los tuyos, cuántos se avergüenzan de Ti.
Cuántos te niegan y traicionan.

95. Oh Jesús, dime tus quejas:
¿Me dirás a mí como a los judíos, que querían apedrearte después de tantos milagros: “¿por cuál de mis buenas obras queréis apedrearme?”
¿Me dirás a mí, como a los apóstoles, cuando te abandonaban tantos discípulos: “¿también vosotros queréis dejarme?”
¿Me dirás a mí como a Pedro, dormido en Getsemaní mientras Tú orabas: “¿ni siquiera una hora has podido velar conmigo?”
¿Me dirás a mí como a San Pablo, cuando perseguía a tus cristianos: “¿por qué me persigues?”
¿Me dirás a mí como al soldado que te abofeteó ante el Sanedrín: “¿por qué me hieres?”
¿Me dirás a mí como a Judas, que te traicionaba con un beso: “¿amigo, a qué has venido? ¿con un beso entregas al hijo del hombre?”
Oh Jesús, ayúdame para que me enmiende, y no tengas más quejas de mí.

96. Oh Jesús, que estás ahí en el Sagrario orando noche y día, yo te digo como los apóstoles: “Enséñame a orar”:
Oh fuente de aguas vivas, como la Samaritana te pido: “Dame de esa agua”.
Oh luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, como el ciego de Jericó te digo: “Señor, que yo vea”.
Oh hermosura de los cielos y esplendor de la gloria del Padre, como el leproso te digo: “Si quieres, puedes limpiarme”.
Oh médico celestial, como Marta te digo: “El que amas está enfermo”.
Oh esperanza de los que naufragan, como los apóstoles te digo: “Sálvanos, Señor, que perecemos”.
Oh modelo de resignación y de abandono en las manos de Dios, como Tú en Getsemaní te digo. “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

97. Oh Jesús, graba en mi corazón alguna de aquellas máximas que tan hondamente grabaste en el corazón de tus santos:
En el de San Francisco Javier: “¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?”.
En el de San Ignacio de Loyola: “A mayor gloria de Dios”.
En el de San Pedro Canisio: “Si logro conocer a Cristo, todo andará bien, aunque en lo demás sea un ignorante”.
En el de San Luis Gonzaga: “¿Qué es esto para la eternidad?”.
En el de San Estanislao de Kostka: “No he nacido para las cosas de la tierra, sino para las del cielo”.
En el de San Juan Berchmans: “Mi mayor penitencia es la vida común”.

98. Oh Jesús, cuando esté bajo el peso de la cruz, recuérdame las palabras de tu Escritura:
“La vida del hombre es sobre la tierra una lucha continua: Ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra, dé donde has salido, porque eres polvo y en polvo te has de convertir.”
“A los que aman a Dios, todo se les convierte en bien.”
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. “Vuestra tristeza se convertirá en alegría”. “Por muchas tribulaciones hemos de entrar en el reino de los cielos”.
“Porque eras adepto a Dios, fue necesario que la tentación te probara”. “Cerca está el Señor de los afligidos de corazón”.
“Hemos aceptado lo bueno de las manos de Dios; ¿por qué no hemos de aceptar también lo malo?”. “Lo que ha hecho Dios, eso ha sucedido; sea bendito su santo nombre”.
“Ejemplo os he dado”. “Oh vosotros, los que pasáis por el camino, considerad y ved si hay dolor como mi dolor”. “E1 que quiera venir en pos de Mí, tome su cruz y sígame”.

99. Oh Jesús, dame a entender las palabras de tus santos sobre la cruz:
Las de Santa Teresa de Jesús: “O padecer, o morir”.
Las de Santa María Magdalena de Pazzis: “Padecer, y no morir”.
Las de Santa Magdalena Sofía Barat: “Vivir sin padecer, es vivir sin amar, y vivir sin amar es morir”.
Las de Santa Verónica de Giuliani: “Mi padecer es no tener padecimiento alguno”.
Las de San Juan de la Cruz a Ti: “Ninguna otra cosa te pido sino padecer y ser despreciado por Ti”.
Las de San Pablo: “Lejos de mí el gloriarme en otra cosa que en la cruz de Jesucristo”.

100. Abre, Señor, esos tus ojos de misericordia, mírame con ellos y alumbra los míos, para que te conozca y crea con viva fe.
Abre, Señor, esos tus oídos, y oye mis oraciones y gemidos, haciendo que los míos se abran para oír tus palabras y obedecer a tu santa Ley.
Abre, Señor, esa boca y lengua bendita, y dime algo al corazón, con que mi boca se abra para bendecirte, y mi lengua nunca cese de alabarte.
Abre, Señor, tu pecho, dilata tu Corazón y méteme dentro de él, para que todo me encienda y abrase con el fuego de tu amor.
Extiende, Señor, tus manos y tócame con ellas para santificar las mías en las obras que hicieren.
Dirige, Señor, a mí tus pies santísimos, para que enderecen los míos y sean conformes a los tuyos mis pasos, y así todo mi cuerpo sea un retrato de la santidad del Tuyo. Así sea.

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Índice de las cien visitas
a Jesús Sacramentado (por materias)

Materia
Visitas referentes a esa materia

Anhelos
7, 15, 40, 46, 47, 51, 59, 72

Ofrecimientos
14, 50, 57

Peticiones
2, 3, 4, 5, 8, 10, 11, 12, 20, 23, 29, 35, 39, 49, 51, 54, 56, 60, 64, 65, 73, 75, 76, 77, 78, etc

Nuestras facultades y sentidos
14, 83, 85, 86, 87

Facultades y sentidos de cristo
2, 8, 11, 19, 61, 69, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 100

Títulos y servicios de Cristo
23, 24, 33, 34, 35, 42, 44, 52, 91, 1, 4, 5, 21, 46, 49, 50, 52

Virtudes e Cristo
17, 22, 42, 68, 69, 24, 26, 51, 73, 95, 83, 3, 4, 9, 27, 32, 36, 41, 43

Vida de Jesús
4, 16, 17, 25, 30, 36, 45, 48, 50, 53, 89, 96, 6, 13, 18, 22, 38, 39, 43, 73, 94, 95, 98, 99, 86, 93, 92

Ponderaciones de Jesucristo
27, 41

Jesús en la Eucaristía
3, 17, 20, 22, 24, 31, 34, 35, 37, 39, 47, 78, 67, 90, 4, 13, 15, 16, 18, 21, 23, 26, 27, 28, 30, 32, 33, 36, 38, 41, 42, 43, 44, 45, 52, 53, 55, 58, 62, 66, 77, 88, 25, 29, 36, 61, 69, 12, 90, 92

La Santísima Virgen María y la Eucaristía
47,62

Verdades trascendentales
63, 66, 71, 58, 70, 65, 66, 68, 69

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Oración de San Buenaventura

Taladra Oh Dulcísimo Señor Jesucristo, mi alma en lo más profundo, con la más gozosa y saludable herida de Tu amor, con la más apostólica, verdadera y serena caridad, para que mi alma pueda siempre languidecer y derretirse de amor y añoranza por Ti; que suspire por Ti y se desmaye por tus cortejos, y ansíe disolverse y estar Contigo. Concédeme que mi alma siempre sienta hambre de Ti, el Pan de los Ángeles, el refresco de las almas santas, nuestro pan diario y supersubstancial que tiene toda la dulzura y el sabor, y toda la delicia a nuestro gusto. Haz que mi corazón esté siempre hambriento y se alimente de Ti, a quien los Ángeles desean contemplar, y deja que mi alma más profunda se llene de tu dulzura y tu sabor. Que siempre tenga sed de Ti, Fuente de Vida, Fuente de Sabiduría y Conocimiento, Fuente de Luz Eterna, Torrente de placeres, Riqueza de la Casa de Dios. Que siempre pueda conseguirte, buscarte, encontrarte, correr hacia Ti, obtenerte, meditar sobre Ti, hablar de Ti, y hacer todas las cosas para alabanza y gloria de Tu Santo Nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con solicitud y afecto, y con perseverancia hasta el fin. Sé Tú solamente mi esperanza y mi confianza completa, mi riqueza, mi deleite, mi placer y mi gozo; mi descanso y tranquilidad; mi paz, mi dulzura y mi fragancia; mi dulce sabor, mi alimento y mi refresco; mi refugio y mi auxilio; mi sabiduría y mi porción; mi posesión y mi tesoro; en quien pueda mi mente y mi corazón estar siempre firme, fijo y arraigado inamoviblemente. Amén.

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Alabanzas de desagravio

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima sangre.
Bendito sea Jesús en el santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Amen.

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RESTAURACION IMAGEN SAN JOSE – IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

Hola Amigos:

Desde hace ya unos meses está en exhibición la imagen de SAN JOSE en la Iglesia de Nuestra Señora de La Soledad ubicada en el Jr. Lampa s/n – Lima en la Plazuela de San Francisco, la cual espera reunir la suma necesaria para su restauración, luego de que en el incendio ocurrido en el año 2005 quedara en el estado en la pueden apreciar en estas imagenes.

iglesia de nuestra señora de la soledad cofradia krouillong karla rouillon no recibas la eucaristia en la mano san jose nacimiento

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Aún así esta antigua imagen de SAN JOSE formo parte del hermoso nacimiento de la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad en el mes de Diciembre pasado.

VIDEO DEL NACIMIENTO AÑO 2009

Ya se han restaurado algunas imágenes gracias a la limosna que está destinada para ello, con tu ayuda esperamos pronto tener la imagen de SAN JOSE nuevamente en el nacimiento, pero esta vez restaurada.

Si deseas ayudarnos a restaurar la imagen de SAN JOSE o realizar alguna donacion para la restauracion de la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, puedes hacerlo llamando al telefono 426-8674 o directamente en las cuentas bancarias de la cofradía:

COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

Cuenta de Ahorros SOLES
111-0423215

Cuenta de Ahorros DOLARES
111-0423228

VIDEO IGLESIA INCENDIADA

http://www.cofradiadelasoledadlima.com
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Los Mandamientos de la Iglesia Católica

LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA

Los católicos, además de los 10 mandamientos, tenemos que cumplir con los MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA, que son 5.

Estos mandamientos nos dicen qué es LO MÍNIMO que un católico debe de cumplir para el bien de su alma. En este folleto trataremos de explicarte cada uno de ellos.

LA IGLESIA CATOLICA MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA KROUILLONG KARLA ROUILLON NO RECIBAS LA EUCARISTIA EN LA MANO

1) OIR MISA ENTERA LOS DOMINGOS Y FIESTAS DE GUARDAR:
El Domingo es el día del Señor porque festejamos la resurrección de Jesús.
Dios dijo a Moisés: “Mantendrás santo el día del Señor” ¿ Pero cómo?
Desde el comienzo de la humanidad, el SACRIFICIO ha sido la manera natural de los hombres de dar culto, de adorar a Dios: Ofrecían granos, frutos y animales, pero todos estos sacrificios tenían un gran defecto: ninguno era digno de Dios.
Pero Jesús, el hijo de Dios, nos dejó un regalo de valor adecuado para Dios: El se ofreció a sí mismo como víctima en la Cruz para perdonarnos nuestros pecados.

¿Sabías que EN CADA MISA CRISTO VUELVE A REPETIR DE VERDAD SU SACRIFICIO EN LA CRUZ?

Libro LA SANTA MISA

Como tú y yo no pudimos estar el día de la crucifixión, el asistir a misa es la manera de unirnos con Jesús y ofrecernos nosotros también como ofrenda a Dios para adorarlo.
Si no sabes cómo ofrecerte a Dios, durante el ofertorio (después de la lectura del Evangelio), mientras el sacerdote hace la presentación de las ofrendas puedes arrodillarte y decir en voz baja “Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del Mundo en reparación por todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que el mismo es ofendido, y por los méritos infinitos de Su Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María te pido la conversión de los pobres pecadores. Amén” y seguir “Señor, te ofrezco todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo, todo lo pongo en tus manos, edifica tu Señor con lo poco que soy. Por los méritos de tu Hijo transformame Dios Altisimo. Te pido por mi familia, mis amigos, mis conocidos, por las personas que no me ven con agrado, por aquellos que se encomiendan a mis pobres oraciones, por las personas que trabajan conmigo, por todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, por las benditas almas del purgatorio. Enséñame a poner mi corazón en el suelo para que su caminar sea menos duro.”

Entonces ¿ Para qué vamos a misa ?
Para ofrecernos junto con Jesús y adorar a Dios, para darle gracias por todo lo que nos da, para pedirle perdón y para pedirle su ayuda.
– La obligación de ir a misa comienza a los 7 años. Si la misa es nuestra ofrenda a Dios, no puede ser algo incompleto ni defectuoso. Debemos oír misa entera (desde el comienzo), poner atención y no distraernos.
– No ir a misa el domingo (porque no lo siento, porque estoy cansado, porque estoy ocupado, porque me cuesta trabajo…) es pecado mortal.

¿QUÉ OTROS DIAS DEL AÑO NOS OBLIGA LA MISA?

El 1¨ de Enero, en que festejamos la maternidad divina de la Virgen.
El Jueves de Corpus Christi, en que festejamos el día de la Eucaristía.
El 29 de Junio, día de San Pedro y Pablo
EL 30 de Agosto, día de Santa Rosa de Lima
El 12 de Diciembre, día de nuestra patrona y amada Virgen de Guadalupe, Madre de todos los mexicanos.
El 25 de Diciembre, día de la Navidad
TODAS LAS FIESTAS DE GUARDAR (FERIADOS RELIGIOSOS)

2) CONFESAR LOS PECADOS MORTALES, CUANDO MENOS UNA VEZ AL AÑO, EN PELIGRO DE MUERTE Y SI SE VA A COMULGAR:

Para que un PECADO sea MORTAL, debe cumplir 3 condiciones: que sea grave, que la persona sepa que ¨eso¨ que va a hacer ¨es pecado¨ y que, a pesar de esto, decida hacerlo.
Cuando alguien comete un pecado mortal, se le cierran las puertas del cielo y, si se muere así, se va al infierno. Los pecados mortales solo se perdonan con el sacramento de la confesión.
No te de miedo ni vergüenza, Dios te ama muchìsimo y siempre está deseoso de que te acer-ques a pedirle perdón a través del sacerdote.
Un PECADO VENIAL es una falta pequeña o leve contra los mandamientos de Dios. En este caso cada persona solita puede pedir perdón a Dios. Lo importante es estar realmente arrepentido de haber ofendido a Dios y tener el propósito de enmendarse (no volver a hacerlo).

3) COMULGAR POR PASCUA DE RESURRECCIÓN.

La Eucaristía o la Comunión es el alimento del alma. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir y estar fuerte y sano… así nuestra alma necesita comulgar para estar fuerte y sana también. Cristo mismo dijo: ¨El que come mi cuerpo y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día ¨.
Imagínate, ¡ comulgar es recibir en tu alma al mismo Cristo!
Si en verdad valoráramos lo grande que es esto, no dejaríamos un solo día de nuestra vida sin recibir la comunión.
¿ Cuáles son las condiciones para poder comulgar ?
– El que tiene algún pecado venial (pequeño), puede él solo pedir sincero perdón a Dios y comulgar sin necesidad de confesarse.
– La Iglesia recomienda recibir la comunión cada vez que vamos a la misa y obliga a hacerlo por lo menos una vez al año después del Domingo de resurrección.
– Lo mejor que se puede recomendar es que hay que concientizarse que “no se trata de querer recibir a Dios” sino de lo mucho que “DIOS SE ALEGRA DE VENIR A NOSOTROS” por eso es lo mejor IR A MISA Y RECIBIR LA EUCARISTIA TODOS LOS DIAS.

4) AYUNAR CUANDO LO MANDA LA SANTA MADRE IGLESIA:

Cristo ayunó 40 días en el desierto para enseñarnos que es bueno que el hombre luche contra sus instintos, sus pasiones, contra el bienestar de su cuerpo… para aprender a dominar su cuerpo y así su alma crezca.
Cada hombre puede hacer penitencia o sacrificios cuantas veces al año quiera, sin embargo, la Iglesia pone como obligación:
– AYUNAR, es decir hacer una sola comida fuerte al día 2 días al año: el miércoles de ceniza y el viernes santo.
El ayuno obliga desde los 18 hasta los 59 años.
– GUARDAR ABSTINENCIA, es decir, no comer carne todos los viernes de cuaresma. El viernes fue escogido para la penitencia porque en viernes murió Jesús.
La abstinencia obliga desde los 14 años y dura toda la vida.
La abstinencia de carne puede sustituirse por otro buen sacrificio que de verdad nos cueste.

5) AYUDAR A LA IGLESIA EN SUS NECESIDADES MATERIALES:

Todos formamos parte de la Iglesia.
Cristo nos encomendó a todos los miembros de la Iglesia a trabajar a salvar almas.
Es por esto que debemos ayudar a la Iglesia, a los sacerdotes, con nuestras obras, con nuestras oraciones y con nuestros medios econòmicos (dinero) a llevar a cabo su misión de salvar almas.
Debemos cooperar, cada uno en la medida en que pueda, cuando se recoge la limosna en la misa y tenemos también la obligación de PAGAR EL DIEZMO, que para las personas es un día de sueldo al año y para las empresas un día de utilidades al año.
Con este dinero ayudamos a que la Iglesia pueda sostenerse y hacer muchas obras buenas.
Recuerda, ayudar a los demás y salvar almas, es cosa de todos, no nada más de los sacerdotes.

PROPÓSITO DEL MES:

Me aprenderé los 5 mandamientos de la Iglesia, y de hoy en adelante los cumpliré fielmente.

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Asunción de la Bienaventurada Virgen María Reina de los Angeles

Asunción de la Bienaventurada Virgen María

Autor: San Buenaventura

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SAN BUENAVENTURA

La cual es más hermosa que el sol y sobrepuja a todo el orden de las estrellas, y si se compara con la luz, le hace muchas ventajas, capítulo 7 de la Sabiduría.
En estas palabras, la gloriosa Emperatriz, ensalzada sobre los coros de los ciudadanos celestiales, es recomendada por el Espíritu Santo, y con recomendación perfecta, en cuanto a su asunción a los cielos; y es recomendada por tres cualidades que hacen recomendable en extremo a cualquiera noble señora, a saber: la hermosura perfecta, la suprema nobleza y el resplandor de la sabiduría. En cuanto a la perfecta hermosura, se recomienda aquí al ser llamada más hermosa que el sol; en cuanto a la suprema nobleza, al ser sublimada y elevada sobre todas las estrellas, o sea, sobre todos los Santos: y en cuanto al resplandor de la sabiduría, al ser ilustrada, en parangón con la luz de la eterna sabiduría, desde más cerca que las demás criaturas.

I. Digo, pues, que es recomendada en primer lugar por su perfecta hermosura, cuando se dice: Es más hermosa que el sol; y, realmente, la serenísima Virgen fue en su asunción más hermosa que el sol, ya por ser más semejante que él ala fuente de toda hermosura, ya por haberse acercado más a ésta y con mejor disposición para recibir sus destellos en grado perfecto, o ya, finalmente, porque por su hermosura fue a la sazón más noble que el sol. -Puede, por tanto, ser llamada en su asunción más hermosa que el sol, por haber sido entonces más semejante que él a la fuente de toda belleza. Porque así como la estrella que es más semejante al sol de este mundo sobrepuja en claridad a las demás, así también sobresale por su belleza entre todas las criaturas racionales aquella que es más semejante al Sol de eternos resplandores, fuente de origen de toda hermosura. Esta criatura fue en la asunción la Virgen reina, porque si, en sentir de Hugo, «la fuerza del amor transforma al amante en la semejanza del amado», y María ha sido transformada en la semejanza de éste por modo superior a todas las criaturas hasta ser llamada el resplandor de la luz eterna, y un espejo sin mancilla de la majestad de Dios, y una imagen de su bondad, hemos de deducir que sobrepujó al sol y a los otros seres en hermosura. De ella puede decirse aquello del capítulo 6 de Jeremías: Yo te he comparado, hija de Sión, a una hermosa y delicada doncella, como si dijera: A la hermosa Trinidad ya una delicada doncella he comparado la hija de Sión, o sea la Virgen María; lo de hija significa doncella delicada, según las palabras de Dios en el ; capítulo 31 de Ezequiel: No hubo en el paraíso de Dios un árbol semejante a él, ni de tanta hermosura. Porque yo lo hice tan hermoso. De igual modo dice San Bernardo: «La regia Virgen, enjoyada del alma y del cuerpo, atrajo hacia sí la mirada de los moradores del cielo, hasta el punto de inclinar también el ánimo del Rey eterno a quererla con delirio». -Puede también llamarse más hermosa que el sol, porque en la asunción estuvo más cercana a la fuente de toda hermosura y con mejor disposición para recibir sus destellos a causa de la múltiple gracia, y especialmente por razón de la pureza virginal; y estando elevada sobre el sol y los astros, estrechamente unida a su Hijo dulcísimo por el amor, supera a todas las criaturas en hermosura; y ésta es la causa de que en el capítulo 1 del libro tercero de los Reyes se pongan en boca de los Ángeles las siguientes y simbólicas palabras: Buscaremos para el rey, nuestro señor, una virgen jovencita: he aquí indicada la pureza virginal; que esté con él y le abrigue: he aquí indicada la unión de amor; y buscaron por todas las tierras de Israel una jovencita hermosa. -También puede ser llamada más hermosa que el sol por haber sido entonces más noble que el sol a causa de su hermosura, pues en aquel entonces fue elevada hasta la majestad del rey imperial y eterno, según se lo dice el Profeta: Con esa tu gallardía y hermosura camina, avanza prósperamente y reina. y ni el sol podría conseguir tal dignidad, ni tampoco criatura alguna, por más que brille al exterior en esta vida, si carece de la hermosura de la gracia y de la virtud.

II. En segundo lugar, es recomendada con razón por su nobleza suprema, cuando se indica estar más elevada que todas las estrellas, sobrentendiéndose en éstas los Bienaventurados, esplendentes con fulgores de gloria, según leemos en el capítulo 3 de Baruc: Las estrellas fueron llamadas, y respondieron aquí estamos, y resplandecieron gozosas de servir al que las crió. Al decir, pues, que la Santísima Virgen sobrepuja a todo el orden de las estrellas, has de entender que es más esclarecida en su asunción que todos los Santos, y esto por tres cosas que ennoblecen y elevan espiritualmente al hombre: en primer lugar, la afluencia de espirituales delicias; después, la abundancia de las riquezas eternas, y, por fin, la excelencia de la dignidad o condición. -Se dice que fue ennoblecida y sublimada sobre todos los Santos por la afluencia de delicias, en que de un modo singular los aventajaba, por lo cual en el capítulo 8 de los Cantares exclaman los Angeles, admirados de su asunción: ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando delicias, apoyada en su amado? Rebosaba en estas delicias más que la celeste congregación de los Santos, no sólo en cuanto al alma, sino también en cuanto al cuerpo, el cual piadosamente se cree, y también se prueba, haber sido glorificado en la asunción del alma. -Se afirma igualmente que fue ennoblecida sobre todos los Santos por la abundancia de las eternas riquezas, pues a todos ellos sobreexcedió en las de la gloria y gracia, en las de virtudes y premios, en las de dones y bienaventuranzas, con que ahora enriquece al mundo y sustenta el en el universo; consiguiendo, con su intercesión, a unos la gloria, a otros la gracia, a otros la remisión de los crímenes ya otros el tesoro de las o. De virtudes; por lo cual se dice en el capítulo 31 de los Proverbios: Muchas son las hijas que han allegado riquezas, mas a todas has tú aventajado. Y a ella se pueden aplicar las palabras del capítudo 8 de los Proverbios: Yo amo a los que me aman, y me hallarán los que madrugaren a buscarme. En mi mano están las riquezas y la gloria, la opulencia y la justicia. -Fue, por fin, enriquecida sobre todos los Santos, en cuanto a la excelencia de la dignidad o condición; porque, siendo Madre del supremo Emperador, es por su dignidad y condición la más digna de todas las criaturas; y por esta causa no sin razón fue elevada ésta sobre ellas y colocada a la derecha de su Hijo en magnificentísimo sitial. Con toda exactitud fue esto prefigurado en el capítulo 2 del libro tercero de los Reyes. Habiendo venido, en efecto, Betsabé a ver al rey Salomón, o sea, la Virgen María en su asunción a su eterno y pacífico Hijo, levantóse el rey a recibirla, llevando en su compañía la legión entera de los Santos; y la saludó con profunda reverencia, esto es, le tributó reverencia filial, y sentóse el rey en su trono, y pusieron un trono para la madre del rey, la cual se sentó a su derecha, como de nobilísima condición, según las palabras que se leen en el último capítulo del Apocalipsis: Yo soy la raíz y la prosapia de David, el lucero brillante de la mañana. Todo debido a que, sin detrimento de su integridad virginal, dio a luz a un niño de nobilísima condición, según aquéllas palabras: El Santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios. Era también de justicia conceder la plenitud de la dignidad y de la gloria a quien le fue concedida la plenitud de la gracia, a diferencia de las demás criaturas, a las que tanto la gracia como la gloria se otorga sólo parcialmente. Por eso se dice en el capítulo 12 del Apocalipsis: Apareció un gran prodigio en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas. Esta mujer es la Virgen reina, que se describe vestida del sol, esto es, con la hermosura del Sol de justicia; y la luna debajo de sus pies, o sea, la gloria mundana valerosamente menospreciada, la cual crece y de crece como la luna; y en su cabeza una corona de doce estrellas, esto es, todo el honor y dignidad, gloria, excelencia y nobleza de condición concedidos a los doce órdenes de Santos significados en las doce estrellas resplandecientes, nueve de las cuales se refieren a los espíritus celestiales y tres al triple estado de los hombres: el de los activos, de los contemplativos y el de los prelados; pues toda la dignidad y gloria concedida a ellos en parte, se otorgó totalmente a la Santísima Virgen.

III. Se recomienda, en tercer lugar, por el resplandor de la sabiduría, porque, comparada con la luz de la sabiduría eterna, aventaja en ella a todos los seres. Pues del mismo modo que la Luz increada, o sea, la divina Sabiduría, a todo sobrepuja en cuanto a la iluminación, en conocimiento y gobierno de todas las criaturas, así también esta Virgen sobrepasa en estas tres cosas a los demás seres. -Si se compara, pues, con la luz de la Sabiduría divina, aventaja en claridad a las demás criaturas, porque así como aquélla está sobre todas las criaturas en cuanto a la iluminación que les da, puesto que es ella la que ilumina y confiere esplendor a todos los hombres por la luz de la razón y, en cuanto de sí depende, por la de la gracia, según las palabras del capítulo 1 de San Juan: Era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, así esta Virgen, iluminada más que todos los San tos por dicha Sabiduría, con sus piadosos ruegos iluminó, por la luz de la gracia, más que nadie, a todo el mundo. Por eso se escribe en el capítulo 16 de la Sabiduría: Era necesario adorarte antes de amanecer; y en el 13 de Tobías: Brillarás con luz resplandeciente y serás adorada en todos los términos de la tierra, como si dijera: Tú, santa, brillarás con la luz resplandeciente de la sabiduría eterna, o sea, obtendrás para los otros el esplendor de la gracia. Del mismo modo se dice en el capítulo 3 del Eclesiástico: Muéstranos la luz de tus piedades, infunde tu temor en las naciones que no han pensado en buscarte, a fin de que entiendan que no hay otro Dios sino tú.

Comparada igualmente con la luz de la Sabiduría eterna, sobre puja en claridad a las demás criaturas, pues así como la luz divina excede cuanto existe en el conocimiento de todas las cosas, puesto que las intuye con la máxima perspicacia, según se afirma en el capítulo 2 de Daniel: Conoce las cosas que se hallan en medio de las tinieblas, pues la luz está con él; y en el 23 del Eclesiástico: Los ojos del Señor son mucho más luminosos que el sol, y descubren todos los procederes de los hombres y lo profundo del abismo, y ven hasta los más recónditos senos del corazón humano; y en el 13 de Daniel: ¡Oh Dios eterno, que conoces las cosas ocultas, que sabes todas las cosas aun antes de que sucedan! , así esta Señora, comparada, en cuanto a esto, con la luz de la Sabiduría eterna, aventaja a todas las criaturas. Por cuya razón se le puede aplicar aquello del capítulo 6 de la Sabiduría: Pondré en claro su conocimiento.

Además, comparada con la Luz eterna, aventaja en sabiduría a las demás criaturas, porque así como la Luz divina sobrepuja a la creación entera en cuanto al gobierno y dirección de cuanto existe, según lo escrito en el capítulo 49 de Isaías: Yo te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que tú seas mi salud hasta los términos de la tierra; por cuya causa se dice en el capítulo 1 de San Lucas: Para alum brar a los que yacen en las tinieblas y en la sombra de la muerte, para enderezar nuestros pasos por el camino de la paz, así también la bienaventurada Virgen está por encima de todas las cosas en este particular; y por ello se dice en el capítulo 7 del libro de la Sabiduría: Propuse tenerla por luz, porque su resplandor es inextinguible; y en el capítulo 42 de Isaías: Te he puesto para ser el reconciliador del pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos y saques de la cárcel a los condenados. Lo cual ella misma nos obtenga con sus ruegos de Aquel que vive y reina eternamente por los siglos de los siglos. Amén.

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El pecado de los demonios – R.P. José Antonio Fortea

El pecado de los demonios

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Al hablar del pecado de los demonios es imprescindible trascribir las páginas de una monja concepcionista del siglo XVII, la Venerable Sor María de Jesús de Agreda (1602-1665+), quien afirmó haber recibido revelaciones sobre este punto. La obra donde se habla de estas revelaciones fue titulada La Mística Ciudad de Dios. No deja de ser sorprendente meditar estos párrafos escritos por una humilde monja que jamás cursó estudios de teología. Es impresionante observar como las más complejas y profundas cuestiones de la demonología fueron reveladas por Dios a esta humilde monja. Colocamos a continuación todos los pasajes esenciales referidos al pecado de los demonios:

Mística Ciudad de Dios

lib 1, cap 7, n. 82

De la tierra, dice Moisés, que estaba vacía, y no lo dice del cielo; porque en éste crió los ángeles en el instante cuando dice Moisés: Dijo Dios: sea hecha la luz, y fue hecha la luz; porque no habla sólo de la luz material, sino también de las luces angélicas o intelectuales. Y no hizo más clara memoria de ellos que significarlos debajo de este nombre, por la condición tan fácil de los hebreos en atribuir la divinidad a cosas nuevas y de menor aprecio que los espíritus angélicos; pero fue muy legítima la metáfora de la luz para significar la naturaleza angélica, y místicamente la luz de la ciencia y gracia con que fueron iluminados en su creación.

Había de dividir luego el Señor la luz de las tinieblas y llamar a la luz día y las tinieblas noche; y no sólo sucedió esto entre la noche y día naturales, pero entre los ángeles buenos y malos, que a los buenos dio la luz eterna de su vista, y la llamó día, y día eterno; y a los malos llamó noche del pecado y fueron arrojados en las eternas tinieblas del infierno; para que todos entendamos cuán juntas anduvieron la liberalidad misericordiosa del criador y vivificador y la justicia de rectísimo juez en el castigo.

n. 83

Fueron los ángeles criados en el cielo empíreo y en gracia, para que con ella precediera el merecimiento al premio de la gloria; que aunque estaban en el lugar de ella, no se les había mostrado la divinidad cara a cara y con clara noticia, hasta que con la gracia lo merecieron los que fueron obedientes a la voluntad divina. Y así estos ángeles santos, como los demás apóstatas, duraron muy poco en el primer estado de viadores; porque la creación, estado y término, fueron en tres estancias o mórulas divididas con algún intervalo en tres instantes. En el primero fueron todos criados y adornados con gracia y dones, quedando hermosísimas y perfectas criaturas. A este instante se siguió una mórula, en que a todos les fue propuesta e intimada la voluntad de su Criador, y se les puso ley y precepto de obrar, reconociéndole por supremo Señor, y para que cumpliesen con el fin para que los había criado. En esta mórula , estancia o intervalo sucedió entre San Miguel y sus ángeles, con el dragón y los suyos aquella gran batalla que dice san Juan en el cap. 12 del Apocalipsis; y los buenos ángeles, perseverando en gracia, merecieron la felicidad eterna y los inobedientes, levantándose contra Dios, merecieron el castigo que tienen.

n. 84

Y aunque en esta segunda mórula pudo suceder todo muy brevemente, según la naturaleza angélica y en el poder divino, pero entendí que la piedad del Altísimo se detuvo algo y con algún intervalo les propuso el bien y el mal, la verdad y falsedad, lo justo y lo injusto, su gracia y amistad y la malicia del pecado y enemistad de Dios, el premio y el castigo eterno y la perdición para Lucifer y los que le siguiesen; y les mostró Su Majestad el infierno y sus penas y ellos lo vieron todo, que en su naturaleza tan superior y excelente todas las cosas se pueden ver, como ellas en sí mismas, siendo criadas y limitadas; de suerte que, antes de caer de la gracia, vieron claramente el lugar del castigo. Y aunque no conocieron por este modo el premio de la gloria, pero tuvieron de ella otra noticia y la promesa manifiesta y expresa del Señor, con que el Altísimo justificó su causa y obró con suma equidad y rectitud. Y porque toda esta bondad y justificación no bastó para detener a Lucifer y a sus secuaces, fueron, como pertinaces, castigados y lanzados en el profundo de las cavernas infernales y los buenos confirmados en gracia y gloria eterna. Y esto fue todo en el tercer instante, en que se conoció de hecho que ninguna criatura, fuera de Dios, es impecable por naturaleza.

n.85

Y según el mal afecto que de presente tuvo entonces Lucifer, incurrió en desordenadísimo amor de sí mismo; y le nació de verse con mayores dones y hermosura de naturaleza y gracias que los otros ángeles inferiores. En este conocimiento se detuvo demasiado; y el agrado que de sí mismo tuvo le retardó y entibió en el agradecimiento que debía a Dios, como a causa única de todo lo que había recibido. Y volviéndose a remirar, agradóse de nuevo de su hermosura y gracias y adjudicóselas y amólas como suyas; y este desordenado afecto propio no sólo le hizo levantarse con lo que había recibido de otra suprior virtud, pero también le obligó a envidiar y codiciar otros dones y excelencias ajenas que no tenía. Y porque no las pudo conseguir, concibió mortal odio e indignación contra Dios, que de la nada le había criado, y contra todas sus criaturas.

n. 86

De aquí se originaron la desobediencia, presunción, injusticia, infidelidad, blasfemia y un casi alguna especie de idolatría, porque deseó para sí la adoración y reverencia debida a Dios. Blasfemó de su divina grandeza y santidad, faltó a la fe y lealtad que debía, pretendió destruir todas las criaturas y presumió que podría todo esto y mucho más; y así siempre su soberbia sube y persevera, aunque su arrogancia es mayor que su fortaleza, porque en ésta no puede crecer y en el pecado un abismo llama a otro abismo. El primer ángel que pecó fue Lucifer, como consta del capítulo 14 de Isaías, y este indujo a otros a que le siguiesen; y así se llama príncipe de los demonios, no por naturaleza, que por ella no pudo tener este título, sino por la culpa. Y no fueron los que pecaron de sólo un orden o jerarquía, sino de todas cayeron muchos.

n. 87

Y para manifestar, como se me ha mostrado qué honra y excelencia fue la que con soberbia apeteció y envidió Lucifer, advierto que, como en las obras de Dios hay equidad , peso y medida, antes que los ángeles se pudiesen inclinar a diversos fines determinó su providencia manifestarles inmediatamente después de su creación el fin para que los había criado de naturaleza tan alta y excelente. Y de todo esto tuvieron ilustración en esta manera:

Lo primero, tuvieron inteligencia muy expresa del ser de Dios, uno en sustancia y trino en personas, y recibieron precepto de que le adorasen y reverencias en como a su Criador y sumo Señor, infinito en su ser y con alguna diferencia; porque los ángeles buenos obedecieron por amor y justicia, rindiendo su afecto de buena voluntad, admitiendo y creyendo lo que era sobre sus fuerzas y obedeciendo con alegría; pero Lucifer se rindió por parecerle ser lo contrario imposible. Y no lo hizo con caridad perfecta, porque dividió la voluntad en sí mismo y en la verdad infalible del Señor; y esto le hizo que el precepto se le hiciese algo violento y dificultoso y no cumplirle con afecto lleno de amor y justicia; y así se dispuso para no perseverar en él: y aunque no le quitó la gracia esta remisión y tibieza en obrar estos primeros actos con dificultad, pero de aquí comenzó su mala disposición, porque tuvo alguna debilidad y flaqueza en la virtud y espíritu y su hermosura no resplandeció como debía. Y a mi parecer, el efecto que hizo en Lucifer esta remisión y dificultad fue semejante al que hace en el alma un pecado venial advertido; pero no afirmo que pecó venial ni mortalmente entonces, porque cumplió el precepto de Dios; mas fue remiso e imperfecto este cumplimiento y más por compelerle la fuerza de la razón que por amor y voluntad de obedecer; y así se dispuso a caer.

n. 88

En segundo lugar, les manifestó Dios había de criar una naturaleza humana y criaturas racionales inferiores, para que amasen, temiesen y reverenciasen a Dios, como a sus autor y bien eterno, y que a esta naturaleza había de favorecer mucho; y que la segunda persona de la misma Trinidad santísima se había de humanar y hacerse hombre, levantado a la naturaleza humana a la unión hipostática y persona divina, y que a aquel supuesto hombre y Dios habían de reconocer por cabeza, no sólo en cuanto Dios, pero juntamente en cuanto hombre, y le habían de reverenciar y adorar; y que los mismos ángeles habían de ser sus inferiores en dignidad y gracias y sus siervos. Y les dio inteligencia de la conveniencia y equidad, justicia y razón, que en esto había; porque la aceptación de los merecimientos previstos de aquel hombre y Dios les había merecido la gracia que poseían y la gloria que poseerían; y que para gloria de El mismo había sido criados ellos y todas las otras criaturas lo serían, porque a todas había de ser superior; y todas las que fuesen capaces de conocer y gozar de Dios, habían de ser pueblo y miembros de aquella cabeza, para reconocerle y reverenciarle. Y de todo esto se les dio luego mandato a los ángeles.

n.89

A este precepto todos los obedientes y santos ángeles se rindieron y prestaron asenso y obsequio con humilde y amoroso afecto de toda su voluntad; pero Lucifer con soberbia y envidia resistió y provocó a los ángeles, sus secuaces, a que hicieran lo mismo, como de hecho lo hicieron, siguiéndole a él y desobedeciendo al divino mandato. Persuadióles el mal Príncipe que sería su cabeza y que tendrían principado independiente y separado de Cristo. Tanta ceguera pudo causar en un ángel la envidia y soberbia y un afecto tan desordenado, que fuese causa y contagio para comunicar a tantos el pecado.

n.90

Aquí fue la gran batalla, que san Juan dice sucedió en el cielo; porque los ángeles obedientes y santos, con ardiente celo de defender la gloria del Altísimo y la honra del Verbo humanado previsto pidieron licencia y como beneplácito al Señor para resistir y contradecir al dragón, y les fue concedido este permiso. Pero sucedió en esto otro misterio: que cuando se les propuso a todos los ángeles que habían de obedecer al Verbo humanado, se les puso otro tercero precepto, de que habían de tener juntamente por superiora a una mujer, en cuyas entrañas tomaría carne humana este Unigénito del Padre; y que esta mujer había de ser su Reina y de todas las criaturas y que se había de señalar y aventajar a todas, angélicas y humanas, en los dones de gracia y gloria. Los buenos ángeles, en obedecer este precepto del Señor, adelantaron y engrandecieron su humildad y con ella le admitieron y alabaron el poder y sacramentos del Altísimo; pero Lucifer y sus confederados, con este precepto y misterio, se levantaron a mayor soberbia y desvanecimiento; y con desordenado furor apeteció para sí la excelencia de ser cabeza de todo el linaje humano y órdenes angélicos y que, si había de ser mediante la unión hipostática, fuese con él.

n.91

Y en cuanto al ser inferior a la Madre del Verbo humanado y Señora nuestra, lo resistió con horrendas blasfemias, convirtiéndose en desbocada indignación contra el Autor de tan grandes maravillas; y provocando a los demás, dijo este dragón: Injustos son estos preceptos y a mi grandeza se le hace agravio; y a esta naturaleza, que tú, Señor, miras con tanto amor y propones favorecerla tanto, yo la perseguiré y destruiré y en esto emplearé todo mi poder y cuidado. Y a esta mujer, Madre del Verbo, la derribaré del estado en que la prometes poner y a mis manos perecerá tu intento.

n.92

Este soberbio desvanecimiento, enojó tanto al Señor, que humillando a Lucifer le dijo: Esta mujer, a quien no has querido respetar, te quebrantará la cabeza y por ella serás vencido y aniquilado. Y si por tu soberbia entrare la muerte en el mundo, por la humildad de esta mujer entrará la vida y la salud de los mortales; y de su naturaleza y especie de estos dos gozarán el premio y coronas que tú y tus secuaces habéis perdido. -Y a todo esto replicaba el dragón con indignada soberbia contra lo que entendía de la divina voluntad y sus decretos; amenazaba a todo el linaje humano. Y los ángeles buenos conocieron la justa indignación del Altísimo contra Lucifer y los demás apóstatas y con las armas del entendimiento, de la razón y verdad peleaban contra ellos.

cap 8, n. 103

Y fue vista en el cielo otra señal: vióse un dragón grande y rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en sus cabezas; y con la cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó en la tierra. Después de lo que está dicho, se siguió el castigo de Lucifer y sus aliados. Porque a sus blasfemias contra aquella señalada mujer, se siguió la pena de hallarse convertido de ángel hermosísimo en dragón fiero y feísimo, apareciendo también la señal sensible y exterior figura. Y levantó con furor siete cabezas, que fueron siete legiones o escuadrones, en que se dividieron todos los que le siguieron y cayeron; y a cada principado o congregación de éstas le dio su cabeza, oredenándoles que pecasen y tomasen por su cuenta incitar y mover a los siete pecados mortales, que comúnmente se llaman capitales, porque en ellos se contienen los demás pecados y son como cabezas de los bandos que se levantan contra Dios. Estos son soberbia, envidia, avaricia, ira, lujuria, gula y pereza; que fueron las siete diademas con que Lucifer convertido en dragón fue coronado, dándole el Altísimo este castigo y habiéndolo negociado él, como premio de su horrible maldad, para sí y para sus ángeles confederados; que a todos fue señalado castigo y penas correspondientes a su malicia y a haber sido autores de los siete pecados capitales.

n. 104

Los diez cuernos de las cabezas son los triunfos de la iniquidad y malicia del dragón y la glorificación y exaltación arrogante y vana que él se atribuye a sí mismo en la ejecución de los vicios. Y con estos depravados afectos, para conseguir el fin de su arrogancia, ofreció a los infelices ángeles su depravada y venenosa amistad y fingidos principados, mayorías y premios. Y estas promesas, llenas de bestial ignorancia y error, fueron la cola con que el dragón arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo; que los ángeles estrellas eran y, si perseveraran, lucieran después con los demás ángeles y justos, como el sol, en perpetuas eternidades; pero arrojólos el castigo merecido en la tierra de su desdicha hasta el centro de ella, que es el infierno, donde carecerán eternamente de luz y de alegría.

cap 9, n. 106

Y sucedió en el cielo una gran batalla: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón, y el dragón y sus ángeles peleaban. Habiendo manifestado el Señor lo que está dicho a los buenos y malos ángeles, el santo príncipe Miguel y sus compañeros por el divino permiso pelearon con el dragón y sus secuaces. Y fue admirable esta batalla, porque se peleaba con los entendimientos y voluntades.

n.107

Con estas armas peleaban San Miguel y sus ángeles y combatían como con fuertes rayos al dragón y a los suyos, que también peleaban con blasfemias; pero a la vista del santo Príncipe, y no pudiendo resistir, se deshacía en furor y por su tormento quisiera huir, pero la voluntad divina ordenó que no sólo fuese castigado sino también fuese vencido, y a su pesar conociese la verdad y poder de Dios; aunque blasfemando, decía: Injusto es Dios en levantar a la humana naturaleza sobre la angélica.

(…) Pero San Miguel le replicó: ¿Quién hay que se pueda igualar y comparar con el Señor que habita en los cielos?

libro I, cap 9, n110

El que en su pensamiento hería a las gentes, fue traído a los infiernos, como dice Isaías, capítulo 14, a lo profundo del lago, y su cadáver entregado a la carcoma y gusano de su mala conciencia; y se cumplió en Lucifer todo cuanto dice en aquel lugar el profeta Isaías, capítulo 14

Autor:
Padre José Antonio Fortea Cucurull

Fuente:
www.fortea.us

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El Origen del Ave Maria

El origen del Ave Maria

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Veamos ante todo cómo nació y cuál es su armónica estructura.

El Ave María consta de tres partes: la primera está tomada del saludo angélico: Ave, llena de gracia, el Señor es contigo (Lc 1,28). La segunda está formada por las palabras de alabanza que Isabel, pariente de la Virgen, y esposa de Zacarías, dirige a María al pisar su casita de Ain karim: Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1,42). La tercera parte es una invocación de la Iglesia de origen muy posterior: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Lo primero que hemos de advertir es que esta plegaria tiene origen divino y origen eclesiástico. El ángel e Isabel fueron los personajes inspirados por Dios. La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, completó la primera oración a Nuestra Señora.

La estructura íntegra del Ave María necesitó un milenio — del siglo VI al siglo XVI — para alcanzar su actual formulación. Su historia se asemeja a un pequeño arroyo que poco a poco va adquiriendo volumen hasta formar un caudal amazónico, expresión del grandioso sentido de la fe.

No obstante, pueden fijarse algunos datos de indudable certeza. La vinculación del saludo de Gabriel con la alabanza de Isabel se debe a Severo de Antioquía, que falleció el año 538. En una vasija de barro encontrada en Luxor (Egipto) ya se leen estas palabras unidas. S
an Juan Damasceno, fallecido en el 749, las comenta en sus homilías. La Iglesia ha añadido los nombres de «María» al principio y de «Jesús» al final, siendo Urbano IV en el siglo XIII, su afortunado autor. El último añadido: «ahora y en la hora de nuestra muerte», aparece en un breviario cartujano del 1350, siendo asumido posteriormente por los trinitarios y camaldulenses.

En el año 1525 se encuentra ya en los catecismos populares. Puede afirmarse que la fórmula definitiva que ha llegado hasta nosotros fue fijada por Pío V en 1568, con ocasión de la Reforma litúrgica.

Hace pues, 432 años que los católicos rezamos en su forma actual esta incomparable plegaria mariana, mitad himno de alabanza, mitad súplica filial. Y no nos cansamos de repetirla por su irresistible encanto sobrenatural. Que nos sirva siempre para ser mejores discípulos de Jesús.

(Publicado por la Fundación Obra Cultural, perteneciente a la Archidiócesis de Barcelona – España, y dedicada a la difusión popular católica).

El Ave Maria

Fuente: WEB CATOLICO DE JAVIER

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San Bernardo, cada vez que pasaba por delante de una imagen de la Virgen María, le saludaba diciendo “Dios te salve, María”. Cuando San Bernardo murió y el cuerpo pasó por delante de la citada imagen, fue la propia Virgen María quien exclamó: “Dios te salve, hijo mío Bernardo”.
Bienaventurados aquellos labios y aquellos lugares en los que se pronuncia : “Ave María”.

Vamos a analizar las palabras del Ave María en detalle a continuación:

Dios te salve, María: es un saludo que limpia los labios y el corazón, no se pueden pronunciar esta palabras con reflexión y sentimiento, sin sentirse mas buenos; porque cuando los ojos de vuestro espíritu están fijos en María, se puede ser mas bueno, mas puro y mas caritativo. La amistad con María es causa de perfección porque infunde y transfunde las virtudes de tan buena Madre en quien humilde las pide.

Llena eres de Gracia: Humildad, prontitud, pudor, plegaria… ¿Que no encontró de excelso la palabra angélica para convertirse en la primera chispa del incendio de la Encarnación?. He aquí lo que se necesita, para atraer a Jesús, vuestra adherencia a la Gracia, vuestra acogida a la Gracia, vuestro multiplicar la Gracia, vuestro aspirar a la Gracia, el cuerpo para vivir necesita respirar aire y tomar aliento, el alma para vivir, debe respirar la Gracia, y el mejor ejemplo es María.

El Señor es contigo: Dios siempre esta con el alma en Gracia, Dios no se aleja cuando el tentador se acerca, se aleja solamente cuando se cede al Tentador y se corrompe el alma. Quien esta con Dios no es que no vea el mal, mas bien lo ve con mas claridad que muchos otros, pero el verlo no corrompe. El unido con Dios esta saturado de Dios, y cualquier otra cosa que no sea Dios queda en la superficie y no perturba el interior.

Bendita tú eres entre todas la mujeres: Esta bendición que a veces decimos imperfectamente, o que quizá ni la decimos a Aquella que con su sacrificio inicio la Redención, resuena continuamente en el Cielo, pronunciada con infinito amor por la Trinidad. Todo el Paraíso bendice a María, obra maestra de la Creación universal y Misericordia divina. Aun cuando toda la obra del Padre para crear de la nada a la tierra no hubiese servido sino para acoger a María, la obra creativa habría tenido su razón de ser, porque la perfección de María es tal, que Ella es testimonio de no solo de la sabiduría y el poder, sino del amor con el cual Dios ha creado el mundo.

Y bendito es el fruto de tu vientre Jesús: Tenemos a Jesús porque treinta tres años antes María acepto beber el cáliz de la amargura, bendito el vientre purísimo que contuvo al Creador, y para dar una norma, sabed que Yo, Dios, no considero disminuirme a Mi mismo con infinito y venerante amor a mi Madre.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte: A la Madre de Dios le realizamos una invocación simétrica a la de “líbranos del mal”, del Padrenuestro. Se nos ha dado una Madre y un Padre. Si pedimos al Padre que nos libre del Mal, ¿no pediremos a la Madre que aleje de nosotros la muerte en pecado?. No debemos preocuparnos de la muerte en el significado humano, sino del Mal y de la Muerte en el significado sobrenatural.

Tenemos una Madre que es poderosa por su triple condición de Hija, Esposa y Madre de Dios, y si Cristo resucita a los muertos a la Gracia, María, cuando es realmente amada, impide que la muerte nos separe de su Hijo en la eternidad.

EL SANTO ROSARIO

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Catequesis de Juan Pablo II sobre Ángeles y Demonios

1 – La existencia de los ángeles revelada por Dios (9.VII.86)

1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador del mundo, no podían concluirse sin dedicar una atención adecuada a un contenido concreto de la revelación divina: la creación de los seres puramente espirituales, que la Sagrada Escritura llama ‘ángeles’. Tal creación aparece claramente en los Símbolos de la Fe, especialmente en el Símbolo niceno-constantinopolitano: Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas (esto es, entes o seres) ‘visibles e invisibles’. Sabemos que el hombre goza, dentro de la creación, de una posición singular: gracias a su cuerpo pertenece al mundo visible, mientras que, por el alma espiritual, que vivifica el cuerpo, se halla casi en el confín entre la creación visible y la invisible. A esta última, según el Credo que la Iglesia profesa a la luz de la Revelación, pertenecen otros seres, puramente espirituales, por consiguiente no propios del mundo visible, aunque están presentes y actuantes en él. Ellos constituyen un mundo específico.

2. Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute con mayor o menor sabiduría acerca de estos seres espirituales. Es preciso reconocer que, a veces, la confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer pasar como fe de la Iglesia respecto a los ángeles cosas que no pertenecen a la fe o, viceversa, de dejar de lado algún aspecto importante de la verdad revelada.La existencia de los seres espirituales que la Sagrada Escritura, habitualmente, llama ‘ángeles’, era negada ya en tiempos de Cristo por los saduceos (Cfr. Hech 23, 8). La niegan también los materialistas y racionalistas de todos los tiempos. Y sin embargo, como agudamente observa un teólogo moderno, ‘si quisiéramos desembarazarnos de los ángeles, se debería revisar radicalmente la misma Sagrada Escritura y con ella toda la historia de la salvación’ (.). Toda la Tradición es unánime sobre esta cuestión. El Credo de la Iglesia, en el fondo, es un eco de cuanto Pablo escribe a los Colosenses: ‘Porque en El (Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por El y para El’ (Col 1, 16). O sea, Cristo que, como Hijo-Verbo eterno y consubstancial al Padre, es ‘primogénito de toda criatura’ (Col 1, 15), está en el centro del universo como razón y quicio de toda la creación, como ya hemos visto en las catequesis precedentes y como todavía veremos cuando hablemos más directamente de El.

3. La referencia al primado de Cristo nos ayuda a comprender que la verdad acerca de la existencia y acción de los ángeles (buenos y malos) no constituyen el contenido central de la Palabra de Dios.En la Revelación, Dios habla en primer lugar ‘a los hombres. y pasa con ellos el tiempo para invitarlos y admitirlos a la comunión con El’, según leemos en la Cons. ‘Dei Verbum’ del Conc. Vaticano II (n.2). De este modo ‘las profunda verdad, tanto de Dios como de la salvación de los hombres’, es el contenido central de la Revelación que ‘resplandece ‘ más plenamente en la persona de Cristo (Cfr. Dei Verbum 2).La verdad sobre los ángeles es, en cierto sentido, ‘colateral’, y, no obstante, inseparable de la Revelación central que es la existencia, la majestad y la gloria del Creador que brillan en toda la creación (‘visible’ e ‘invisible’) y en la acción salvífica de Dios en la historia del hombre. Los ángeles no son, criaturas de primer plano en la realidad de la Revelación, y, sin embargo, pertenecen a ella plenamente, tanto que en algunos momentos les vemos cumplir misiones fundamentales en nombre del mismo Dios.

4. Todo esto que pertenece a la creación entra, según la Revelación, en el misterio de la Providencia Divina. Lo afirma de modo ejemplarmente conciso el Vaticano I, que hemos citado ya muchas veces: ‘Todo lo creado Dios lo conserva y lo dirige con su Providencia extendiéndose de un confín al otro con fuerza y gobernando con bondad todas las cosas. “Todas las cosas están desnudas y manifiestas a sus ojos”, hasta aquello que tendrá lugar por libre iniciativa de las criaturas’. La Providencia abraza, por tanto, también el mundo de los espíritus puros, que aun más plenamente que los hombres son seres racionales y libres. En la Sagrada Escritura encontramos preciosas indicaciones que les conciernen.Hay la revelación de un drama misterioso, pero real, que afectó a estas criaturas angélicas, sin que nada escapase a la eterna Sabiduría, la cual con fuerza (fortiter) y al mismo tiempo con bondad (suaviter) todo lo lleva al cumplimiento en el reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

5. Reconozcamos ante todo que la Providencia, como amorosa Sabiduría de Dios, se ha manifestado precisamente al crear seres puramente espirituales, por los cuales se expresa mejor la semejanza de Dios en ellos, que supera en mucho todo lo que ha sido creado en el mundo visible junto con el hombre, también él, imborrable imagen de Dios. Dios, que es Espíritu absolutamente perfecto, se refleja sobre todo en los seres espirituales que, por naturaleza, esto es, a causa de su espiritualidad, están mucho más cerca de El que las criaturas materiales y que constituyen casi el ‘ambiente’ más cercano al Creador.La Sagrada Escritura ofrece un testimonio bastante explícito de esta máxima cercanía a Dios de los ángeles, de los cuales habla, con lenguaje figurado, como del ‘trono’ de Dios, de sus ‘ejércitos’, de su ‘cielo’. Ella ha inspirado la poesía y el arte de los siglos cristianos que nos presentan a los ángeles como la ‘corte de Dios’.

2 – La caída de los ángeles malos (23.VII.86)

Curso gratis creado por elbuscador . Extraido de: http://elbuscador.tresuvesdobles.com/?q=
30 Marzo 2005< anterior | 1 2 3 4 5 6 | siguiente > 1. Proseguimos hoy nuestra catequesis sobre los ángeles, cuya existencia, querida por un acto del amor eterno de Dios, profesamos (.).En la perfección de su naturaleza espiritual, los ángeles están llamados desde el principio, en razón de su inteligencia, a conocer la verdad y a amar el bien que conocen en la verdad de modo mucho más pleno y perfecto que cuanto es posible al hombre. Este amor es el acto de una voluntad libre, por lo cual también para los ángeles la libertad significa posibilidad de hacer una elección en favor o en contra del Bien que ellos conocen, esto es, Dios mismo.Hay que repetir aquí lo que ya hemos recordado a su debido tiempo a propósito del hombre: creando a los seres libres, Dios quiere que en el mundo se realice aquel amor verdadero que sólo es posible sobre la base de la libertad. El quiso, pues, que la criatura, constituida a imagen y semejanza de su Creador, pudiera de la forma más plena posible, volverse semejante a El: Dios, que ‘es amor’. Creando a los espíritus puros, como seres libres, Dios, en su Providencia, no podía no prever también la posibilidad del pecado de los ángeles. Pero precisamente porque la Providencia es eterna sabiduría que ama, Dios supo sacar de la historia de este pecado, incomparablemente más radical, en cuanto pecado de un espíritu puro, el definitivo bien de todo el cosmos creado

2. De hecho, como dice claramente la Revelación, el mundo de los espíritus puros aparece dividido en buenos y malos. Pues bien, esta división no se obró por la creación de Dios, sino en base a la propia libertad de la naturaleza espiritual de cada uno de ellos. Se realizó mediante la elección que para los seres puramente espirituales posee un carácter incomparablemente más radical que la del hombre y es irreversible, dado el grado de intuición y de penetración del bien, del que está dotada su inteligencia.A este respecto se debe decir también que los espíritus puros han sido sometidos a una prueba de Carácter moral. Fue una opción decisiva, concerniente ante todo a Dios mismo, un Dios conocido de modo más esencial y directo que lo que es posible al hombre, un Dios que había hecho a estos seres espirituales el don, antes que al hombre, de participar en su naturaleza divina.

3. En el caso de los espíritus puros la elección decisiva concernía ante todo a Dios mismo, primero y sumo Bien, aceptado y rechazado de un modo más esencial y directo del que pueda acontecer en el radio de acción de la libre voluntad del hombre. Los espíritus puros tienen un conocimiento de Dios incomparablemente más perfecto que el hombre, porque con el poder de su inteligencia, no condicionada ni limitada por la mediación del conocimiento sensible, ven hasta el fondo la grandeza del Ser infinito, de la primera Verdad, del sumo Bien. A esta sublime capacidad de conocimiento de los espíritus puros Dios ofreció el misterio de su divinidad haciéndoles participes, mediante la gracia, de su infinita gloria.Precisamente en su condición de seres de naturaliza espiritual, había en su inteligencia la capacidad, el deseo de esta elevación sobrenatural a la que Dios les había llamado, para hacer de ellos, mucho antes que del hombre, ‘partícipes de la naturaleza divina’, partícipes de la vida íntima de Aquel que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, de Aquel que, en la comunión de las tres Divinas Personas, ‘es Amor’.Dios había admitido a todos los espíritus puros, antes y en mayor grado que al hombre, a la eterna comunión de Amor.

4. La opción realizada sobre la base de la verdad de Dios, conocida deforma superior dada la lucidez de sus inteligencias, ha dividido también el mundo de los espíritus puros en buenos y malos.Los buenos han elegido a Dios como Bien supremo y definitivo, conocido a la luz de la inteligencia iluminada por la Revelación. Haber escogido a Dios significa que se han vuelto a El con toda la fuerza interior de su libertad, fuerza que es amor. Dios se ha convertido en el objetivo total y definitivo de su existencia espiritual.Los otros, en cambio, han vuelto la espalda a Dios contra la verdad del conocimiento que señalaba en Él el Bien total y definitivo. Han hecho una elección contra la revelación del misterio de Dios, contra su gracia, que los hacía partícipes de la Trinidad y de la eterna amistad con Dios, en la comunión con El mediante el amor. Basándose en su libertad creada, han realizado una opción radical e irreversible, al igual que la de los ángeles buenos, pero diametralmente opuesta: en lugar de una aceptación de Dios, plena de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un falso sentido de autosuficiencia, de aversión y hasta de odio, que se ha convertido en rebelión.

5. Cómo comprender esta oposición y rebelión a Dios en seres dotados de una inteligencia tan viva y enriquecidos con tanta luz? ¿Cuál puede ser el motivo de esta radical e irreversible opción contra Dios, de un odio tan profundo que puede aparecer como fruto de la locura?.Los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar de ‘ceguera’, producida por la supervaloración de la perfección del propio ser, impulsada hasta el punto develar la supremacía de Dios que exigía, en cambio, un acto de dócil y obediente sumisión. Todo esto parece expresado de modo conciso en las palabras ‘”No te servir !2, 20), que manifiestan el radical e irreversible rechazo de tomar parte en la edificación del reino de Dios en el mundo creado. ‘Satanás’, el espíritu rebelde, quiere su propio reino, no el de Dios, y se yergue como el primer ‘adversario’ del Creador, como opositor de la providencia, como antagonista de la amorosa sabiduría de Dios.De la rebelión y del pecado de Satanás, como también del pecado del hombre, debemos concluir acogiendo la sabia experiencia de la Escritura, que afirma: ‘En el orgullo está la perdición’ (Tob 4, 14).

3 – La misión de los ángeles (30.VII.86)

1. Según la Sagrada Escritura, los ángeles, en cuanto criaturas puramente espirituales, se presentan a la reflexión de nuestra mente como una especial realización de la ‘imagen de Dios’, Espíritu perfectísimo, como Jesús recuerda a la mujer samaritana con las palabras; ‘Dios es espíritu’ (Jn 4, 24).Los ángeles son, desde este punto de vista, las criaturas más cercanas al modelo divino. El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye indica que lo que más cuenta en la Revelación es la verdad sobre las tareas de los ángeles respecto a los hombres: ángel (angelus) quiere decir, en efecto, ‘mensajero’. El término hebreo ‘malak’ -mélk-, usado en el Antiguo Testamento, significa más propiamente ‘delegado’ o ‘embajador’.Los ángeles, criaturas espirituales, tienen función de mediación y de ministerio en las relaciones entre Dios y los hombres. Bajo este aspecto la Carta a los Hebreos dirá que a Cristo se le ha dado un ‘nombre’, y por tanto un ministerio de mediación, muy superior al de los ángeles (Cfr. Heb 1, 4).

2. El Antiguo Testamento subraya sobre todo la especial participación de los ángeles en la celebración de la gloria que el Creador recibe como tributo de alabanza por parte del mundo creado.Los Salmos de modo especial se hacen intérpretes de esa voz cuando proclaman, p.e.: ‘Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles.’ (Sal 148, 1-2).De modo semejante en el Salmo 102: ‘Bendecid a Yahvéh vosotros sus ángeles, que sois poderosos y cumplís sus órdenes, prontos a la voz de su palabra’ (Sal 102, 20). Este último versículo del Salmo 102 indica que los ángeles toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios sobre la creación, como ‘poderosos ejecutores de sus órdenes’ según el plan establecido por la Divina Providencia.A los ángeles está confiado en particular un cuidado y solicitud especiales por los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios sus peticiones y oraciones, como nos recuerda, p.e., el Libro de Tobías (Cfr. especialmente Tob 3, 17 y 12, 12), mientras el Salmo 90 proclama: ‘a sus ángeles ha dado órdenes. te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra'(Cfr. Sal 90, 1-12). Siguiendo el libro de Daniel, se puede afirmar que las funciones de los ángeles como embajadores del Dios vivo se extienden no sólo a cada uno de los hombres y a aquellos que tienen funciones especiales, sino también a enteras naciones (Dan 10, 13-21).

3. El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los ángeles respecto a la misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al misterio de la encarnación del Hijo de Dios, como constatamos en la narración de la anunciación del nacimiento de Juan Bautista (Cfr. Lc 1, 11), de Cristo mismo (Cfr. Lc 1, 26), en las explicaciones y disposiciones dadas a María y José (Cfr. Lc 1, 30-37; Mt 1, 20-21), en las indicaciones dadas a los pastores la noche del nacimiento del Señor (Cfr. Lc 2, 9-15), en la protección del recién nacido ante el peligro de la persecución de Herodes (Cfr. Mt 2, 13).Más adelante los Evangelios hablan de la presencia de los ángeles durante el ayuno de Jesús en el desierto a lo largo de 40 días (Cfr. Mt 4, 11) y durante la oración en Getsemaní (Cfr. Lc 22, 43). Después de la resurrección de Cristo será también un ángel, que se aparece en forma de un joven, quien dirá a las mujeres que habían acudido al sepulcro y estaban sorprendidas por el hecho de encontrarlo vacío: ‘No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí. Pero id a decir a sus discípulos. ‘(Mc 16, 6-7). María Magdalena, que se ve privilegiada por una aparición personal de Jesús, ve también a dos ángeles (Jn 20, 12-17; cfr. también Lc 24, 4). Los ángeles ‘se presentan’ a los Apóstoles después de la desaparición de Cristo para decirles: ‘Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo?. Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo’ (Hech 1, 11).Son los ángeles de la vida, de la pasión y de la gloria de Cristo. Los ángeles de Aquel que, como escribe San Pedro, ‘está a la diestra de Dios, después de haber ido al cielo, una vez sometidos a El ángeles, potestades y poderes’ (1 Pe 3, 22).

4. Si pasamos a la nueva venida de Cristo, es decir, a la ‘parusía’, hallamos que todos los sinópticos hacen notar que ‘el Hijo del hombre. vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles’ (así Mc 8, 38, Mt 16, 27 y 25, 31, en la descripción del juicio final; y Lc 9, 26; cfr. también San Pablo, 2 Tes 1, 7).Se puede, por tanto, decir que los ángeles, como espíritus puros, no sólo participan en el modo que les es propio de la santidad del mismo Dios, sino que en los momentos clave, rodean a Cristo y lo acompañan en el cumplimiento de su misión salvífica respecto a los hombres. De igual modo también toda la Tradición y el Magisterio ordinario de la Iglesia ha atribuido a lo largo de los siglos a los ángeles este carácter particular y esta función de ministerio mesiánico.

4 – Naturaleza de los ángeles (6.VIII.8)

1. En las últimas catequesis hemos visto cómo la Iglesia, iluminada por la luz que proviene de la Sagrada Escritura, ha profesado a lo largo de los siglos la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por Dios. Lo ha hecho desde el comienzo con el Símbolo niceno-constantinopolitano y lo ha confirmado en el Conc. Lateranense IV (1215), cuya formulación ha tomado el Conc. Vaticano I en el contexto de la doctrina sobre la creación: Dios ‘creó de la nada juntamente al principio del tiempo, ambas clases de criaturas: las espirituales y las corporales, es decir, el mundo angélico y el mundo terrestre; y después, la criatura humana que, compuesta de espíritu y cuerpo, los abraza, en cierto modo, a los dos’ (Cons. Dei Filius).O sea: Dios creó desde el principio ambas realidades: la espiritual y la corporal, el mundo terreno y el angélico. Todo lo que El creó juntamente(‘simuél’) en orden a la creación del hombre, constituido de espíritu y de materia y colocado según la narración bíblica en el cuadro de un mundo ya establecido según sus leyes y ya medido por el tiempo (‘deinde’).

2. Juntamente con la existencia, le fe de la Iglesia reconoce ciertos rasgos distintivos de la naturaleza de los ángeles. Su realidad puramente espiritual implica ante todo su no materialidad y su inmortalidad. los ángeles no tienen ‘cuerpo’ (si bien en determinadas circunstancias se manifiestan bajo formas visibles a causa de su misión en favor de los hombres), y por tanto no están sometidos a la ley de la corruptibilidad que une todo el mundo material. Jesús mismo, refiriéndose a la condición angélica, dirá que en la vida futura los resucitados ‘(no) pueden morir y son semejantes a los ángeles’ (Lc 20, 36).

3. En cuanto criaturas de naturaleza espiritual los ángeles están dotados de inteligencia y de libre voluntad, como el hombre pero en grado superior a él, si bien siempre finito, por el límite que es inherente a todas las criaturas. Los ángeles son también seres personales y, en cuanto tales, son también ellos, ‘imagen y semejanza’ de Dios.La sagrada Escritura se refiere a los ángeles utilizando también apelativos no sólo personales (como los nombre propios de Rafael, Gabriel, Miguel), sino también ‘colectivos’ (como las calificaciones de: Serafines, Querubines, Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados), así como realiza una distinción entre Ángeles y Arcángeles. Aun teniendo en cuenta el lenguaje analógico y representativo del texto sacro, podemos deducir que estos seres-personas, casi agrupados en sociedad, se subdividen en órdenes y grados, correspondientes a la medida de su perfección y a las tareas que se les confía. Los autores antiguos y la misma liturgia hablan de los coros angélicos (nueve, según Dionisio el Aeropagita).La teología, especialmente la patrística y medieval, no ha rechazado estas representaciones tratando en cambio de darles una explicación doctrinal y mística, pero sin atribuirles un valor absoluto. Santo Tomás ha preferido profundizar las investigaciones sobre la condición ontológica, sobre la actividad cognoscitiva y volitiva y sobre la elevación espiritual de estas criaturas puramente espirituales, tanto por su dignidad en la escala de los seres, como porque en ellos podía profundizar mejor las capacidades y actividades propias del espíritu en grado puro, sacando de ello no poca luz para iluminar los problemas de fondo que desde siempre agitan y estimulan el pensamiento humano: el conocimiento, el amor, la libertad, la docilidad a Dios, la consecución de su reino.

4. El tema a que hemos aludido podrá parecer ‘lejano’ o ‘menos vital’ a la mentalidad del hombre moderno. Y sin embargo la Iglesia, proponiendo con franqueza toda la verdad sobre Dios creador incluso de los ángeles, cree prestar un gran servicio al hombre.El hombre tiene la convicción de que en Cristo, Hombre-Dios, en él (y no en los ángeles) es en quien se halla el centro de la Divina Revelación. Pues bien, el encuentro religioso con el mundo de los seres puramente espirituales se convierte en preciosa revelación de su ser no sólo como cuerpo, sino también espíritu, y de su pertenencia a un proyecto de salvación verdaderamente grande y eficaz dentro de una comunidad de seres personales que para el hombre y con el hombre sirven al designio providencial de Dios.

5. Notamos que la Sagrada Escritura y la Tradición llaman propiamente ángeles a aquellos espíritus puros que en la prueba fundamental de libertad han elegido a Dios, su gloria y su reino. Ellos están unidos a Dios mediante el amor consumado que brota de la visión beatificante, cara a cara, de la Santísima Trinidad. Lo dice Jesús mismo: ‘Sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos’ (Mt 18, 10). Ese ‘ver de continuo la faz del Padre’ es la manifestación más alta de la adoración de Dios.Se puede decir que constituye esa ‘liturgia celeste’, realizada en nombre de todo el universo, a la cual se asocia incesantemente la liturgia terrena de la Iglesia, especialmente en sus momentos culminantes. Baste recordar aquí el acto con el que la Iglesia, cada día y cada hora, en el mundo entero, antes de dar comienzo a la plegaria eucarística en el corazón de la Santa Misa, se apela ‘a los Ángeles y a los Arcángeles’ para cantar la gloria de Dios tres veces santo, uniéndose así a aquellos primeros adoradores de Dios, en su culto y en el amoroso conocimiento del misterio inefable de su santidad.

6. También según la Revelación, los ángeles, que participan en la vida de la Trinidad en la luz de la gloria, están también llamados a tener su parte en la historia de la salvación de los hombres, en los momentos establecidos por el designio de la Providencia Divina. ‘No son todos ellos espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que han de heredar la salud?’, pregunta el autor de la Carta a los Hebreos (1, 14). Y esto cree y enseña la Iglesia, basándose en la Sagrada Escritura por la cual sabemos que la tarea de los ángeles buenos es la protección de los hombres y la solicitud por su salvación.Hallamos estas expresiones en diversos pasajes de la Sagrada Escritura, como por ejemplo en el Salmo 90, citado ya repetidas veces: ‘Pues te encomendará a sus ángeles para que te guarde en todos tus caminos, y ellos te levantarán en sus palmas para que tus pies no tropiecen en las piedras’ (90, 11-12). Jesús mismo, hablando de los niños y amonestando a no escandalizarlos, se apela a ‘sus ángeles’ (Mt 18, 10). Además, atribuye a los ángeles la función de testigos en el supremo juicio divino sobre la suerte del quien ha reconocido o renegado a Cristo: ‘A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. El que me negare delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios’ (Lc 12, 8-9; cfr. Ap. 3,5). Estas palabras son significativas porque si los ángeles toman parte en el juicio de Dios, están interesados en la vida del hombre. Interés y participación que parecen recibir una acentuación en el discurso escatológico, en el que Jesús hace intervenir a los ángeles en la parusía, o sea, en la venida definitiva de Cristo al final de la historia (Cfr. Mt 24, 31; 25, 31. 41).

7. Entre los libros del Nuevo Testamento, los Hechos de los Apóstoles nos hacen conocer especialmente algunos episodios que testimonian la solicitud de los ángeles por el hombre y su salvación. Así, cuando el ángel de Dios libera a los Apóstoles de la prisión (Cfr. Hech 5, 18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de Herodes (Cfr. Hech 12, 5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el primer pagano convertido (Cfr. Hech 10, 3-8; 11, 12©13), y análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza (Hech 8, 26-29).De estos pocos hechos citados a título de ejemplo, se comprende cómo en la conciencia de la Iglesia se ha podido formar la persuasión sobre el ministerio confiado a los ángeles en favor de los hombres. Por ello, la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y recomendando el recurso a su protección con una oración frecuente, como en la invocación del ‘Ángel de Dios’. Esta oración parece atesorar las bellas palabras de San Basilio: ‘Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida’ (Cfr. San Basilio, Adv. Eunomium, III, 1; véase también Santo Tomás, S.Th. I, q.11, a.3).

8. Finalmente es oportuno notar que la Iglesia honra con culto litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre.El primero es Miguel Arcángel (Cfr. Dan 10, 13.20; Ap 12, 7; Jdt. 9). Su nombre expresa sintéticamente la actitud esencial de los espíritus buenos: ‘Mica-El’ significa, en efecto: ‘¿quien como Dios?’. En este nombre se halla expresada, pues, la elección salvífica gracias a la cual los ángeles ‘ven la faz del Padre’ que está en los cielos.El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (Cfr. Lc 1, 19. 26). Su nombre significa: ‘Mi poder es Dios’ o ‘Poder de Dios’, como para decir que en el culmen de la creación, la Encarnación es el signo supremo del Padre omnipotente.Finalmente el tercer arcángel se llama Rafael. “Rafa-El’ significa: ‘Dios cura’, El se ha hecho conocer por la historia de Tobías en el antiguo Testamento (Cfr. Tob 12, 50. 20, etc.), tan significativa en el hecho de confiar a los ángeles los pequeños hijos de Dios, siempre necesitados de Custodia, cuidado y protección.Reflexionando bien se ve que cada una de estas tres figuras: Mica-El, Gabri-El, Rafa-El reflejan de modo particular la verdad contenida en la pregunta planteada por el autor de la Carta a los Hebreos: ‘¿No son todos ellos espíritus administradores, enviados para servicio en favor de los que han de heredar la salvación?’ (1, 14).

5- El pecado y la acción de Satanás (13.VIII.86)

1. Continuando el tema de las precedentes catequesis dedicadas al artículo de fe referente a los ángeles, criaturas de Dios, vamos a explorar el misterio de la libertad que algunos de ellos utilizaron contra Dios y contra su plan de salvación respecto a los hombres.Como testimonia el Evangelista Lucas en el momento, en el que los discípulos se reunían de nuevo con el Maestro llenos de alegría por los frutos recogidos en sus primeras tareas misioneras, Jesús pronuncia una frase que hace pensar: ‘veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo’ (Lc 10, 18).Con estas palabras el Señor afirma que el anuncio del reino de Dios es siempre una victoria sobre el diablo, pero al mismo tiempo revela también que la edificación del reino está continuamente expuesta a las insidias del espíritu del mal. Interesarse por esto, como tratamos de hacer con nuestra catequesis de hoy, quiere decir prepararse al estado de lucha que es propio de la vida de la Iglesia en este tiempo final de la historia de la salvación (como afirma el libro del Apocalipsis. Cfr. 12, 7). Por otra parte, esto ayuda a aclarar la recta fe de la Iglesia frente a aquellos que la alteran exagerando la importancia del diablo o de quienes niegan o minimizan su poder maligno.Las precedentes catequesis sobre los ángeles nos han preparado para comprender la verdad, que la Iglesia ha transmitido, sobre Satanás, es decir, sobre el ángel caído, el espíritu maligno, llamado también diablo o demonio.

2. Esta ‘caída’, que presenta la forma de rechazo de Dios con el consiguiente estado de ‘condena’, consiste en la libre elección hecha por aquellos espíritus creados, los cuales radical y irrevocablemente han rechazado a Dios y su reino, usurpando sus derechos soberanos y tratando de trastornarla economía de la salvación y el ordenamiento mismo de toda la creación.Un reflejo de esta actitud se encuentra en las palabras del tentador a los progenitores: ‘Seréis como Dios’ o ‘como dioses’ (Cfr. Gen 3, 5). Así el espíritu maligno trata de transplantar en el hombre la actitud de rivalidad, de insubordinación a Dios y su oposición a Dios que ha venido a convertirse en la motivación de toda su existencia.

3. En el Antiguo Testamento, la narración de la caída del hombre, recogida en el libro del Génesis, contiene una referencia a la actitud de antagonismo que Satanás quiere comunicar al hombre para inducirlo a la transgresión (Cfr. Gen 3, 5). También en el libro de Job (Cfr. Job 1, 11; 2,5.7), vemos que satanás trata de provocar la rebelión en el hombre que sufre. En el libro de la Sabiduría (Cfr. Sab 2, 24), satanás es presentado como el artífice de la muerte que entra en la historia del hombre juntamente con el pecado.

4. La Iglesia, en el Conc. Lateranense IV (1215), enseña que el diablo (satanás) y los otros demonios ‘han sido creados buenos por Dios pero se han hecho malos por su propia voluntad’. Efectivamente, leemos en la Carta de San Judas: . a los ángeles que no guardaron su principado y abandonaron su propio domicilio los reservó con vínculos eternos bajo las tinieblas para el juicio del gran día’ (Jds 6). Así también en la segunda Carta de San Pedro se habla de ‘ángeles que pecaron’ y que Dios ‘no perdonó. sino que, precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas, reservándolos para el juicio’ (2, 4).Está claro que si Dios ‘no perdonó’ el pecado de los ángeles, lo hace para que ellos permanezcan en su pecado, porque están eternamente ‘en las cadenas’ de esa opción que han hecho al comienzo, rechazando a Dios, contra la verdad del bien supremo y definitivo que es Dios mismo. En este sentido escribe San Juan que: ‘el diablo desde el principio peca’ (1 Jn 3, 3). Y ‘ él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él’ (Jn 8, 44).

5. Estos textos nos ayudan a comprender la naturaleza y la dimensión del pecado de satanás, consistente en el rechazo de la verdad sobre Dios, conocido a la luz de la inteligencia y de la revelación como Bien infinito, amor, y santidad subsistente.El pecado ha sido tanto más grande cuanto mayor era la perfección espiritual y la perspicacia cognoscitiva del entendimiento angélico, cuanto mayor era su libertad y su cercanía a Dios. Rechazando la verdad conocida sobre Dios con un acto de la libre voluntad, satanás se convierte en ‘mentiroso cósmico’ y ‘padre de la mentira’ (Jn 8, 44). Por esto vive la radical e irreversible negación de Dios y trata de imponer a la creación, a los otros seres creados a imagen de Dios, y en particular a los hombres, su trágica ‘mentira sobre el Bien’ que es Dios. En el libro del Génesis encontramos una descripción precisa de esa mentira y falsificación de la verdad sobre Dios, que satanás (bajo la forma de serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del género humano: Dios sería celoso de sus prerrogativas e impondría por ello limitaciones al hombre (Cfr. Gen 3, 5). Satanás invita al hombre a liberarse de la imposición de este juego, haciéndose ‘como Dios’.

6. En esta condición de mentira existencial satanás se convierte -según San Juan- también en homicida, es decir, destructor de la vida sobrenatural que Dios había injertado desde el comienzo en él y en las criaturas ‘hechas a imagen de Dios’: los otros espíritus puros y los hombres; satanás quiere destruir la vida según la verdad, la vida en la plenitud del bien, la vida sobrenatural de gracia y de amor. El autor del libro de la Sabiduría escribe:. por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen’ (Sab 2, 24). En el Evangelio Jesucristo amonesta: . temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehena’ (Mt 10,28).

7. Como efecto del pecado de los progenitores, este ángel caído ha conquistado en cierta medida el dominio sobre el hombre.Esta es la doctrina constantemente confesada y anunciada por la Iglesia, y que el Concilio de Trento ha confirmado en el tratado sobre el pecado original (.): Dicha doctrina encuentra dramática expresión en la liturgia del bautismo, cuando se pide al catecúmeno que renuncie al demonio y a sus seducciones.Sobre este influjo en el hombre y en las disposiciones de su espíritu (y del cuerpo) encontramos varias indicaciones en la Sagrada Escritura, en las cuales satanás es llamado ‘el príncipe de este mundo’ (Cfr. Jn 12, 31; 14, 30;16, 11) e incluso ‘el Dios del siglo’ (2 Cor 4, 4). Encontramos muchos otros nombres que describen sus nefastas relaciones con el hombre: ‘Belcebú’ o ‘Belial’, ‘espíritu inmundo’, ‘tentador’, ‘maligno’ y finalmente ‘anticristo’ (1 Jn 4, 3). Se le compara a un ‘león’ (1 Pe 5, 8), a un ‘dragón’ (en el Apocalipsis) ya una ‘serpiente’ (Gen 3). Muy frecuentemente para nombrarlo se ha usado el nombre de ‘diablo’ del griego ‘diaballein’ -diaballein- (del cual ‘diabolos’),que quiere decir: causar la destrucción, dividir, calumniar, engañar. Y a decir verdad, todo esto sucede desde el comienzo por obra del espíritu maligno que es presentado en la Sagrada Escritura como una persona, aunque se afirma que no está solo: ‘somos muchos’, gritaban los diablos a Jesús en la región de las gerasenos (Mc 5, 9); ‘el diablo y sus ángeles’, dice Jesús en la descripción del juicio final (Cfr. Mt 25, 41).

8. Según la Sagrada Escritura, y especialmente el Nuevo Testamento, el dominio y el influjo de Satanás y de los demás espíritus malignos se extiende al mundo entero. Pensemos en la parábola de Cristo sobre el campo (que es el mundo), sobre la buena semilla y sobre la mala semilla que el diablo siembra en medio del grano tratando de arrancar de los corazones el bien que ha sido ‘sembrado’ en ellos (Cfr. Mt 13, 38-39). Pensemos en las numerosas exhortaciones a la vigilancia (Cfr. Mt 26, 41; 1 Pe 5, 8), a la oración y al ayuno (Cfr. Mt 17, 21). Pensemos en esta fuerte invitación del Señor: ‘Esta especie (de demonios) no puede ser expulsada por ningún medio sino es por la oración’ (Mc 9, 29).La acción de Satanás consiste ante todo en tentar a los hombres para el mal, influyendo sobre su imaginación y sobre las facultades superiores para poder situarlos en dirección contraria a la ley de Dios. Satanás pone a prueba incluso a Jesús (Cfr. Lc 4, 3-13) en la tentativa extrema de C contrastar las exigencias de la economía de la salvación tal como Dios le ha preordenado.No se excluye que en ciertos casos el espíritu maligno llegue incluso a ejercitar su influjo no sólo sobre las cosas materiales, sino también sobre el cuerpo del hombre, por lo que se habla de ‘posesiones diabólicas’ (Cfr. Mc 5,2-9). No resulta siempre fácil discernir lo que hay de preternatural en estos casos, ni la Iglesia condesciende o secunda fácilmente la tendencia a atribuir muchos hechos e intervenciones directas al demonio; pero en línea de principio no se puede negar que, en su afán de dañar y conducir al mal, Satanás pueda llegar a esta extrema manifestación de su superioridad.

9. Debemos finalmente añadir que las impresionantes palabras del Apóstol Juan: ‘El mundo todo está bajo el maligno’ (1 Jn 5, 19), aluden también a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios. El influjo del espíritu maligno puede ‘ocultarse’ de forma más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus ‘intereses’: La habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no admitir la obra del diablo.Sin embargo, no presupone la eliminación de la libre voluntad y de la responsabilidad del hombre y menos aún la frustración de la acción salvífica de Cristo. Se trata más bien de un conflicto entre las fuerzas oscuras del mal y las de la redención. Resultan elocuentes a este propósito las palabras que Jesús dirigió a Pedro al comienzo de la pasión: . Simón, Satanás os busca para ahecharos como trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe’ (Lc 22,31).Comprendemos así por que Jesús en la plegaria que nos ha enseñado, el ‘Padrenuestro’, que es la plegaria del reino de Dios, termina casi bruscamente, a diferencia de tantas otras oraciones de su tiempo, recordándonos nuestra condición de expuestos a las insidias del Maligno.El cristiano, dirigiéndose al Padre con el espíritu de Jesús e invocando su reino, grita con la fuerza de la fe: no nos dejes caer en la tentación, líbranos del Mal, del Maligno. Haz, oh Señor, que no cedamos ante la infidelidad a la cual nos seduce aquel que ha sido infiel desde el principio.

6 – La acción de Satanás y la victoria de Cristo (20.VIII.86)

1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador de las cosas ‘visibles e invisibles’, nos ha llevado a iluminar y vigorizar nuestra fe por lo que respecta a la verdad sobre el maligno o Satanás, no ciertamente querido por Dios, sumo Amor y Santidad, cuya Providencia sapiente y fuerte sabe conducir nuestra existencia a la victoria sobre el príncipe de las tinieblas.Efectivamente, la fe de la Iglesia nos enseña que la potencia de Satanás no es infinita. El sólo es una criatura, potente en cuanto espíritu puro, pero siempre una criatura, con los límites de la criatura, subordinada al querer y al dominio de Dios. Si Satanás obra en el mundo por su odio a Dios y su reino, ello es permitido por la Divina Providencia que con potencia y bondad (‘fortiter et suaviter’) dirige la historia del hombre y del mundo. Si la acción de Satanás ciertamente causa muchos daños -de naturaleza espiritual- e indirectamente de naturaleza también física a los individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo, anular la finalidad definitiva a la que tienden el hombre y toda la creación, el bien. El no puede obstaculizar la edificación del reino de Dios en el cual se tendrá, al final, la plena actuación de la justicia y del amor del Padre hacia las criaturas eternamente ‘predestinadas’ en el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más aún, podemos decir con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y sirve para edificar la gloria de los ‘elegidos’ (Cfr. 2 Tim 2, 10).

2. Así toda la historia de la humanidad se puede considerar en función de la salvación total, en la cual está inscrita la victoria de Cristo sobre ‘el príncipe de este mundo’ (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11). ‘Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás’ (Lc 4, 8), dice terminantemente Cristo a Satanás.En un momento dramático de su ministerio, a quienes lo acusaban de manera descarada de expulsar los demonios porque estaba aliado de Belcebú, jefe de los demonios, Jesús responde aquellas palabras severas y confortantes a la vez :’Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá. Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su reino?. Mas si yo arrojo a los demonios con el poder del espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios’ (Mt 12, 25-26. 28). ‘Cuando un hombre fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos’ (Lc 11, 21-22). Las palabras pronunciadas por Cristo a propósito del tentador encuentran su cumplimiento histórico en la cruz y en la resurrección del Redentor. Como leemos en la Carta a los Hebreos, Cristo se ha hecho partícipe de la humanidad hasta la cruz ‘para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que estaban toda la vida sujetos a servidumbre’ (Heb 2, 14-15). Esta es la gran certeza de la fe cristiana: ‘El príncipe de este mundo ya está juzgado’ (Jn 16, 11); ‘Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo’ (1 Jn 3, 8), como nos atestigua San Juan. Así, pues, Cristo crucificado y resucitado se ha revelado como el ‘más fuerte’ que ha vencido ‘al hombre fuerte’, el diablo, y lo ha destronado.De la victoria de Cristo sobre el diablo participa la Iglesia: Cristo, en efecto, ha dado a sus discípulos el poder de arrojar los demonios (Cfr. Mt 10,1, y paral.; Mc 16, 17). La Iglesia ejercita tal poder victorioso mediante la fe en Cristo y la oración (Cfr. Mc 9, 29; Mt 17, 19 ss.), que en casos específicos puede asumir la forma de exorcismo.

3. En esta fase histórica de la victoria de Cristo se inscribe el anuncio y el inicio de la victoria final, la parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo al final de la historia, venida hacia la cual está proyectada la vida del cristiano. También si es verdad que la historia terrena continúa desarrollándose bajo el influjo de ‘aquel espíritu que -como dice San Pablo- ahora actúa en los que son rebeldes’ (Ef 2, 2), los creyentes saben que están llamados a luchar para el definitivo triunfo del bien: ‘No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires’ (Ef 6, 12).

4. La lucha, a medida que se avecina el final, se hace en cierto sentido siempre más violenta, como pone de relieve especialmente el Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento (Cfr. Ap 12, 7-9). Pero precisamente este libro acentúa la certeza que nos es dada por toda la Revelación divina: es decir, que la lucha se concluirá con la definitiva victoria del bien. En aquella victoria, precontenida en el misterio pascual de Cristo, se cumplirá definitivamente el primer anuncio del Génesis, que con un término significativo es llamado proto-Evangelio, con el que Dios amonesta a la serpiente: ‘Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer’ (Gen 3, 15). En aquella fase definitiva, completando el misterio de su paterna Providencia, ‘liberará del poder de las tinieblas’ a aquellos que eternamente ha ‘predestinado en Cristo’ y les ‘transferirá al reino de su Hijo predilecto’ (Cfr. Col 1, 13-14). Entonces el Hijo someterá al Padre también el universo, para que ‘sea Dios en todas las cosas’ (1 Cor 15, 28).

5. Con ésta se concluyen las catequesis sobre Dios Creador de las ‘cosas visibles e invisibles’, unidas en nuestro planteamiento con la verdad sobre la Divina Providencia. Aparece claro a los ojos del creyente que el misterio del comienzo del mundo y de la historia se une indisolublemente con el misterio del final, en el cual la finalidad de todo lo creado llega a su cumplimiento. El Credo, que une así orgánicamente tantas verdades, es verdaderamente la catedral armoniosa de la fe.De manera progresiva y orgánica hemos podido admirar estupefactos el gran misterio de la inteligencia y del amor de Dios, en su acción creadora, hacia el cosmos, hacia el hombre, hacia el mundo de los espíritus puros. De tal acción hemos considerado la matriz trinitaria, su sapiente finalidad relacionada con la vida del hombre, verdadera ‘imagen de Dios’, a su vez llamado a volver a encontrar plenamente su dignidad en la contemplación de la gloria de Dios. Hemos recibido luz sobre uno de los máximos problemas que inquietan al hombre e invaden su búsqueda de la verdad: el problema del sufrimiento y del mal. En la raíz no está una decisión errada o mala de Dios, sino su opción, y en cierto modo su riesgo, de crearnos libres para tenernos como amigos. De la libertad ha nacido también el mal. Pero Dios no se rinde, y con su sabiduría transcendente, predestinándonos a ser sus hijos en Cristo, todo lo dirige con fortaleza y suavidad, para que el bien no sea vencido por el mal.

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El Papa Benedicto XVI mantendría restricciones para comunión en la mano

El Papa Benedicto XVI mantendría restricciones para comunión en la mano

Fuente: ACIPRENSA
VATICANO, 24 Ago. 09 / 09:53 am (ACI)

El vaticanista italiano Andrea Tornielli informó que el Papa Benedicto XVI estaría considerando algunas modificaciones para la celebración de la Misa, mantendría la comunión en la mano como algo “extraordinario” y reformaría algunas partes del Misal para evitar abusos, darle mayor sacralidad a la Liturgia y favorecer la adoración eucarística.

En un artículo publicado en el diario Il Giornale y titulado “Ratzinger reforma la Misa: No más la hostia en la mano”, Tornielli explica que el 4 de abril de este año, el Cardenal Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, entregó al Santo Padre un documento con el resultado de una votación reservada, ocurrida el 12 de marzo durante la plenaria del mencionado dicasterio para lo que sería el primer paso hacia la “reforma de la reforma” auspiciada por el Pontífice.

Casi por unanimidad, explica el vaticanista, los obispos miembros de esta Congregación decidieron: “darle mayor sacralidad al rito, recuperar el sentido de la adoración eucarística, recuperar el latín en la celebración y la reelaboración de las partes introductorias del Misa para poner un freno a los abusos, experimentaciones y la creatividad inoportuna”.

Asimismo, señala, “se han mostrado favorables a reafirmar que el modo usual de recibir la comunión según las normas no es en la mano, sino en la boca. Si bien es cierto que existe un indulto que los permite, dado el pedido de algunos episcopados para distribuir la Eucaristía en la palma de la mano, esto debe permanecer como un hecho extraordinario.

Otra de las medidas sugeridas por el Cardenal Cañizares sería la de hacer que durante la consagración, al menos, el celebrante mire hacia el Oriente, “como sucedía antes de la reforma” litúrgica.

Estas proposiciones, inspiradas por el documento Sacrosanctum Concilium, están en línea con lo expresado por el Purpurado días atrás por la publicación mensual 30Giorni, a quienes dijo “a veces se ha cambiado por el simple gusto de cambiar respecto a un pasado percibido como del todo negativo y superado. A veces se concibe la reforma como una ruptura y no como un desarrollo orgánico de la Tradición”.

Las propuestas de los obispos también incluyen el mayor uso del latín, así como la publicación de misales bilingües, solicitud hecha en su momento por el Papa Pablo VI, señala Tornielli.

El vaticanista precisa además que el Papa Benedicto XVI ya ha aprobado estas solicitudes, pues están “perfectamente en línea con la idea más de una vez expresada por Joseph Ratzinger cuando era todavía Cardenal, como atestigua los extractos inéditos sobre la liturgia anticipados ayer por Il Giornale que serán publicados en el libro Davanti al Protagonista (Ante el Protagonista); presentado en la víspera del Encuentro de Rimini” que se realiza en Roma.

Tras resaltar que el Santo Padre sabe que no sirve de mucho “lanzar directivas desde lo alto, con el riesgo de que sean letra muerta”, Tornielli finaliza indicando que el estilo del Pontífice “es el de afrontar las cosas y sobre todo, el ejemplo. Como demuestra el hecho que, desde hace más de un año, quien desea recibir la comunión del Papa, debe arrodillarse sobre el reclinatorio preparado especialmente para las ceremonias.

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Cañizares propone al Vaticano volver a la misa en latín

El cardenal valenciano quiere que se vuelva a aceptar la liturgia anterior al Concilio Vaticano II

Fuente: El Mercantil Valenciano
Fecha 30/08/2009

La misa en latín y de espaldas a la asamblea. Estas son algunas de las reformas litúrgicas que el cardenal valenciano Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación del Culto Divino desde diciembre del año pasado y ex arzobispo de Toledo, tiene previsto llevar a cabo. Asimismo, estos cambios, muchos de ellos anteriores al Concilio Vaticano II, se los presentó al Papa Benedicto XVI en un documento el pasado cuatro de abril, según apuntan diferentes medios italianos.
Las mismas informaciones apuntan que los cardenales y obispos que forman parte de la Congregación que preside Cañizares votaron a favor de estas reformas. En este sentido, la reforma supondrá una mayor sacralidad del rito eucarístico y una recuperación del sentido de la adoración eucarística.

El presidente de la comisión de liturgia del Arzobispado de Valencia, Jaime Sancho, apunta que no se pretende “hacer una reforma de la reforma”, sino que se trata de “dar relieve a algunas formas que están previstas en el misal actual sin imponer nada”. De hecho, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, negó que el Santo Padre quiera dar “marcha atrás en el Concilio Vaticano II” y negó la existencia de ningún documento.

Los cambios que postula Cañizares pasarían por recuperar la orientación hacia Oriente y mirando a la Cruz del celebrante en el momento de la consagración, es decir, de espaldas a los fieles y como se hacía antes de la reforma conciliar. El resto de la celebración de la eucaristía, la liturgia de la palabra y la homilía por ejemplo, seguirían de cara al pueblo. Según apunta Sancho no fue el Concilio Vaticano II quien reguló la colocación del altar, sino la Institutio generalis Missalis Romani a finales de los años sesenta, texto que establece cómo se debe celebrar la eucaristía.

Una de las cosas que también se quiere recuperar es la misa en latín. El responsable de la liturgia en Valencia apunta que el Vaticano II establecía que “se realizarán algunos cantos o partes de la misa en latín”. Sancho también comenta que en Valencia se hacen misas en esta lengua en la Catedral y en la iglesia del Patriarca que tienen bastante aceptación por los fieles. Aún así, apunta que lo que sí que se quiere “es que se utilice en las solemnidades”. Otra de las peticiones del cardenal Cañizares es que se editen los misales bilingües con el latín como lengua principal.

A esta misa, en latín y de espaldas, se le conoce como misa tridentina, y fue establecida por Pío V después del Concilio de Trento (1545-1563) con el fin de unificar toda la liturgia. Este tipo de misa está autorizada a realizarse pero de forma extraordinaria.

Todos estos cambios vendrían a frenar algunos abusos, experimentos salvajes e inoportunas creatividades de algunos sacerdotes. Por otro lado, también se está estudiando proclamar que la forma habitual de recibir la comunión sea en la boca y no en la mano. De hecho, hacerlo en la mano es algo extraordinario que sólo se permite si lo piden los episcopados de cada país. Un ejemplo son las misas que preside Benedicto XVI en la que los fieles reciben la comunión con la boca y de rodillas. “Esto se debe a que las misas del Papa son modélicas para toda la Iglesia, pero no quiere decir que no se pueda comulgar de pie y con la mano”, afirma Sancho. El sacerdote también explica que en algunos lugares no se deja que se reciba con la mano “por miedo a que no se consuma delante del sacerdote”.
Las peticiones que hace el cardenal valenciano necesitarían tiempo para ser aprobabas, aún así como explica Sancho “no pretenderían sustituir la liturgia actual, sino solo de forma extraordinaria”.

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El Vaticano podría poner coto a las comuniones que se dan en la mano

El papa Benedicto XVI solamente distribuye la eucaristía en la boca, con los fieles arrodillados

Fuente: La Voz de Galicia
Autor: Ramón Loureiro

Fecha de publicación: 26/8/2009

Entre las propuestas de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos que el Papa tiene actualmente en estudio, está la de limitar las comuniones que se dan en la mano. La agencia de información católica ACI señala que -atendiendo a la propuesta formulada por el dicasterio que actualmente tiene como prefecto al cardenal español, y ex arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares- Joseph Ratzinger está buscando una fórmula que permita potenciar la «sacralidad del rito», devolviendo a la adoración de la eucaristía su verdadero «sentido». Los prelados que se agrupan en el dicasterio que preside el purpurado hispano (los mismos que han propuesto al Papa que se incremente la presencia del latín en la liturgia y que al menos durante la consagración el sacerdote mire hacia Oriente, como antes del Concilio Vaticano II) consideran que también en este campo hay que «poner un freno» a la «creatividad inoportuna».
Y su criterio ya es, de por sí, muy cercano al del propio Papa. Como se desprende de los gestos con los que Benedicto XVI habla al mundo, pero también de lo manifestado por su entorno. Al día de hoy, el Pontífice solamente distribuye la eucaristía en la boca, con los fieles arrodillados. Al menos desde el 22 de mayo del pasado año, festividad del Corpus Christi, únicamente ha dado la comunión de esa forma. Algo con lo que, de acuerdo con lo manifestado por quien es una de las máximas autoridades en el ámbito del ceremonial pontificio, Guido Marini, a L’Osservatore Romano en unas declaraciones concedidas a raíz de la decisión papal, Joseph Ratzinger viene a «subrayar la vigencia de la norma válida para toda la Iglesia».

«Sentido del misterio»

La modalidad preferida por el Papa para distribuir el sacramento subraya -también en opinión de Marini- «la verdad de la presencia real en la eucaristía, ayuda a la devoción de los fieles» e «introduce con más facilidad en el sentido del misterio». Hay cosas, sostiene monseñor Marini, que, más allá de su procedencia anterior o posterior al Concilio Vaticano II, «pertenecen al tesoro de la Iglesia de siempre, y como tal deben ser consideradas».
De la misma opinión es el joven sacerdote gallego -natural de Laraxe, en Cabanas- Juan Jacobo Ardá, miembro de la Asociación Una Voce, que impulsa la celebración de la misa por el llamado rito tridentino. El rito romano codificado por el Papa San Pío V en el año 1570. Un rito especialmente solemne que hace que, durante su celebración de la misa, Ardá se sienta «más próximo al misterio». Y que lo acerca, dice, a la «raíz de la tradición».

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