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Combatir al demonio para salvar nuestra alma y la de nuestros hermanos

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COMBATIR AL DEMONIO PARA SALVAR NUESTRA ALMA Y LA DE NUESTROS HERMANOS

Estamos ante la necesidad más grande en el momento presente…

El Papa Pablo VI decía:

“Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los hombres?”. Y precisa: “Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo precisamente para turbar la paz “. “El humo de satanás ha entrado por alguna fisura en el templo de Dios”. “¿Cuáles son hoy las necesidades más importantes de la Iglesia?“. La respuesta del Papa es clara: “Defenderse de ese mal al que llamamos el demonio”.

Recordemos la enseñanza de la Iglesia sobre la presencia en el mundo de “un ser viviente, espiritual, pervertido y pervertidor, realidad terrible, misteriosa y temible”.

El Papa Pablo VI afirmaba: “se separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una seudo-realidad, una invención del espíritu para personificar las causas desconocidas de nuestros males”.

“Nosotros sabemos que este ser oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad.”

“Es el seductor pérfido y taimado que sabe insinuarse en nosotros por los sentidos, la imaginación, la concupiscencia, la lógica utópica, las relaciones sociales desordenadas, para introducir en nuestros actos desviaciones muy nocivas y que, sin embargo, parecen corresponder a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras aspiraciones más profundas”.

Satanás sabe insinuarse … para introducirse … sabe en donde están nuestras debilidades para tentarnos y con ello hacernos caer de la Gracia de Dios.

El maligno es, dice San Pedro, el león rugiente que ronda, buscando a quien devorar.

El diablo no espera a ser invitado para presentarse, más bien impone su presencia con una habilidad increíble.

Nuestro Señor Jesús calificó al diablo de “príncipe de este mundo” varias veces a lo largo de Su Ministerio, enseñándonos que tan grande es el poder de satanás sobre los hombres.

El papa Pablo VI se esforzó en señalar los indicios reveladores de la presencia activa del demonio en el mundo, diciendo:

“A propósito del demonio y de su influencia sobre los individuos, sobre las comunidades, sobre sociedades enteras, habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica, al que hoy se presta poca atención”.

Que los enemigos de la Iglesia Católica ironicen sobre su enseñanza respecto al demonio no suscita ninguna extrañeza, es de esperarse que los que de alguna manera pertenecen al demonio, ataquen a la única y verdadera Iglesia que Jesucristo erigió en el mundo, lo que sorprende es que muchos auto llamados “católicos” lo hagan.

¿Cómo no presentir bajo estas reacciones la cólera del maligno? En efecto, satanás necesita el anonimato para poder actuar de manera eficaz. ¿Cuál no será su irritación, por tanto, cuando ve al Papa denunciar urbi et orbi sus artimañas en la Iglesia y en el mundo? Es la cólera del enemigo que se siente desenmascarado y que exhala su despecho a través de estos secuaces hijos suyos.

Era un día de invierno en 1885, en el Vaticano, en la capilla privada de León XIII. Después de haber celebrado la misa, el Papa, según su costumbre, asistió a una segunda misa. Hacia el final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se tensaron. Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio.

El Papa se encerró en su estudio. Más tarde, hizo llamar al Secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una hoja, y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los Obispos de todo el mundo.

¿Cuál era el contenido de esta hoja? Era una oración al Arcángel San Miguel, compuesta por el mismo. Una oración que los Sacerdotes recitarían después de cada Misa:

“San Miguel Arcángel defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra las adversidades y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, te lo pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a satanás y a los otros malos espíritus que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.”

León XIII confió movilizar a San Miguel Arcángel y a las milicias del cielo para defender a la Iglesia contra satanás y sus ejércitos.

Como afirmaba el Papa Juan Pablo II en 1987, en el santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargan: “el demonio sigue vivo y activo en el mundo”. Las hostilidades no han cesado, los ejércitos de satanás no han sido desmovilizados. Por lo tanto la oración continúa siendo necesaria.

En 1884, poco tiempo antes de esta visión del mundo diabólico, León XIII había publicado una Encíclica sobre la francmasonería que se inicia con consideraciones de envergadura cósmica. “Desde que, por la envidia del demonio, el género humano se separó miserablemente de Dios, a quien debía su llamada a la existencia de los dones sobrenaturales, los hombres se han dividido en dos campos opuestos que no cesan de combatir: uno por la verdad y la virtud, el otro por aquello que es contrario a la virtud y a la verdad.”

Meditando las consideraciones de León XIII se comprende mejor la consigna dada por Pablo VI en su catequesis de 1972: “Habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica (la demonología), al que hoy se presta poca atención”.

El Papa Juan Pablo II hizo suya la consigna de su predecesor y trató este tema a lo largo de seis audiencias generales sucesivas. Y hay que añadir a esta enseñanza una peregrinación al Santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargano, en 1987, y un discurso sobre el demonio pronunciado en 1988, con motivo de su viaje a Turín.

La táctica que satanás ha aplicado, y que continúa aplicando, consiste en no revelarse, para que el mal que ha difundido desde los orígenes se desarrolle por la acción del hombre mismo, por los sistemas y las relaciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones, para que el mal se transforme cada vez más en un pecado “estructural” y se pueda identificar menos como un pecado “personal”. Satanás actúa sobre todo en la sombra, para pasar desapercibido, actúa a través de los hombres y también a través de las instituciones.

¿Es posible no relacionar a satanás en la preparación, autorización y aplicación de las leyes que autorizan el aborto, la eutanasia, la homosexualidad y todas las abominaciones con las que ahora se rige el mundo?

En un sentido actual sobre satanás, el benedictino Dom Alois Mager o.sb., antiguo decano de la facultad de teología de Salzburgo, afirma que el mundo satánico se caracteriza por dos rasgos: la mentira y el asesinato. La mentira aniquila la vida espiritual; el asesinato, la vida corporal.

Aniquilar siempre, ésta es la táctica de las fuerzas satánicas.

La insistencia creciente de los últimos Papas contemporáneos sobre satanás y sus maquinaciones ¿no es altamente significativa? ¿No nos invita a una profundización en nuestra postura sobre el papel del maligno en la historia de los pueblos y de la historia de cada hombre?

Pocos católicos parecen creer verdaderamente en la existencia personal del demonio y de sus huestes caídas. Muchos parecen incluso rechazar esta verdad que fue enseñada por nuestro Señor Jesucristo y aparece repetidamente en la Biblia.

El Cardenal Gabriel – Marie Garrone denunciaba la conspiración del silencio sobre la existencia del demonio: Hoy en día apenas si se osa hablar. Reina sobre este tema una especie de conspiración del silencio.

La existencia del demonio es una verdad y una certeza que no se puede rechazar sin temeridad a Dios y que reposa sobre las enseñanzas constantes que tiene su fuente en el Evangelio y más allá. La existencia, la naturaleza, la acción del demonio constituyen un dominio profundamente misterioso y en el que la única actitud sabia consistirá en aceptar esta verdad en la Fe.

Negar la existencia y la acción del maligno, equivale a ofrecerle de inicio un poder sobre nosotros.

Es mejor, en esto como en el resto, pensar humildemente, confiar en la Iglesia y no cometer los errores, que los cristianos protestantes, los intelectuales, los racionalistas y otros extraviados cometen, al pretender colocarse en una pretenciosa posición de “superioridad de razonamiento”, fuera de la influencia benefactora de su verdad y de su ayuda.

El Obispo de Estrasburgo, Mons. León Arthur Elchinger, hará eco de las consideraciones del Cardenal Gabriel – Marie Garrone. Pondrá, como se suele decir, los puntos sobre las “íes”, desafiando a los incrédulos.

“Creer en lucifer, en el maligno, en satanás, en la acción entre nosotros del espíritu del mal, del demonio, del príncipe de los demonios, significa pasar ante los ojos de muchos por ingenuo, simple, supersticioso… Pues bien, yo creo.”

“Creo en su existencia, en su influencia, en su inteligencia sutil, en su capacidad suprema de disimulo, en su habilidad para introducirse por todas partes, en su capacidad consumada de llegar a hacer creer que no existe. Pues bien, yo creo en su presencia entre nosotros, en su éxito, incluso dentro de grupos se reúnen para luchar contra la autodestrucción de la sociedad y de la Iglesia. Él consigue que se ocupen en actividades completamente secundarias e incluso infantiles, en lamentaciones inútiles, en discusiones estériles, y durante este tiempo puede continuar su juego sin miedo a ser molestado”.

Y el prelado expone sus razones de orden sobrenatural primero y después de orden natural.

“Sí, creo en lucifer y esto no es una prueba de estrechez de espíritu o de pesimismo. Creo porque los libros inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento nos hablan del combate que entabla contra aquellos a los que Dios ha prometido la Herencia de su Reino. Creo porque, con un poco de imparcialidad y una mirada que no se cierre a la luz de lo Alto, se adivina, se constata cómo este combate continúa bajo nuestros ojos. Ciertamente, no se trata de materializar a lucifer, de quedarnos en las representaciones de una piedad popular. Lucifer, el príncipe del mal, actúa en el espíritu y en el corazón del hombre”.

“Finalmente, creo en lucifer porque creo en Jesucristo que nos pone en guardia contra él y nos pide combatirlo con todas nuestras fuerzas si no queremos ser engañados sobre el sentido de la vida y del amor”.

La malicia del demonio es profundamente desconocida por los hombres y terriblemente peligrosa.

Divulgar la doctrina católica sobre la existencia del demonio, significa, responder a una llamada urgente de conciencia, de conocimiento y de preparación para poder enfrentarlo.

No olvidemos, ni por un minuto, que incluso después de su caída, satanás conserva integralmente su poder, su conocimiento y los dones verdaderamente espléndidos recibidos del Creador.

El demonio es mucho más poderoso que nosotros y  está presente en el lugar donde vivimos para tentarnos, por lo que nos tenemos que revestir de la Armadura de nuestro Señor Jesucristo, para poder soportar sus terribles ataques.

Un duro combate contra las potencias de las tinieblas tiene lugar a través de toda la historia de los hombres; comenzada al inicio y durará, como el Señor lo ha dicho (cfr Mt 24, 13; 13, 24-30 y 36, 43) hasta el último día. Ocupado en esta batalla el hombre debe combatir sin pausa para conseguir el bien. Y sólo a través de grandes esfuerzos y con la Gracia de Dios, logrará conquistar la salvación de su alma.

“Los demonios, nuestros enemigos, son fuertes y temibles, poseen un ardor invencible y están animados por un odio furioso e inimaginable contra nosotros. De igual modo nos hacen guerra sin descanso, sin paz y sin tregua posible. Su audacia es increíble.” (Cat. de Trento, cap. 41, par. III).

San Agustín ha captado y descrito estos dos reinos con una gran perspicacia bajo la forma de dos ciudades opuestas entre sí… tanto por las leyes que las rigen como por el ideal que persiguen.

“La ciudad terrestre procede del amor de sí llevado hasta el desprecio de Dios, mientras que la ciudad Celeste procede del amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí”.

Inspirado del libro EL DIABLO HOY ¡APÁRTATE SATANÁS! de Georges Huber

No olvides nunca, que esta vida es pasajera, terminará cualquier día, pero lo que viene después es eterno y Jamás terminará, por lo que dale mucho más importancia a tu crecimiento espiritual y a vivir en la Gracia de Dios, que a conseguir el mejor puesto, el mejor auto, la mejor casa, etc.,  mantente en guardia contra el demonio y sus espíritus inmundos y has saber a los demás que estos existen, son reales, poderosos y quieren hacernos perder nuestra salvación, como ellos la perdieron.

“Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en el aire”. (Efesios 6, 12)

Bendiciones.

Fuente: America Catolica

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Oración de Liberación

ORACIÓN DE LIBERACIÓN

Autor: Padre Evaristo Sada LC

Señor, el demonio anda “como león rugiente buscando a quien devorar” (1Pe 5,8).
No queremos caer en sus garras. Líbranos del mal.
Líbranos del tentador, de sus seducciones y de sus engaños, no dejes que siembre la cizaña del mal en nuestras vidas.
Líbranos del orgullo, del amor propio y la autosuficiencia.
Líbranos de la idolatría y la vanidad, de toda forma de egoísmo, de ponernos al centro de nuestros pensamientos e intereses.
Líbranos de ser esclavos de la opinión de los demás, de la cobardía, del respeto humano y de todo aquello que condicione nuestra autenticidad cristiana.
Líbranos de cuanto nos esclaviza sin que nos demos cuenta.
Líbranos de los malos sentimientos, del rencor, del odio, del deseo de venganza.
Líbranos de cualquier ambición o atadura que nos robe la paz.
Queremos aspirar a las cosas de arriba, no a las de la tierra.
Líbranos de los apegos que nos impiden volar hasta ti.
Aleja de nosotros toda turbación, angustia, tristeza u obsesión.
Líbranos de las fuerzas del mal, de los maleficios, de las brujerías, de la infestación diabólica.
Queremos estar siempre en tus brazos y nunca bajo el poder de Satanás.
¡Queremos ser libres, Señor! ¡Queremos ser tuyos, sólo tuyos!
Queremos despojarnos del hombre viejo y que nos revistas del hombre nuevo a través de la gracia que nos regalas en los Sacramentos.
Tenemos la certeza de que si tú estás con nosotros, nadie podrá contra nosotros (cfr Rm 8, 31)
Por eso hacemos esta oración llenos de confianza en Ti: Tú has vencido al mundo (cfr. Jn 16,33)
Todo lo podemos en ti que nos das fuerza (cfr Fil, 4,13)
Por los méritos de la pasión, muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo,
te pedimos, Padre, que nos libres del maligno ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

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“Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo.” (Catecismo n. 2854)

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Facebook GUÍA PARA UNA BUENA CONFESIÓN

La liberación del pecado comienza con una buena confesión de vida y la sanación recibiendo la Sagrada Eucaristía. Frecuenta a Jesús Eucaristía que es sanación y liberación de pecado.

¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

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San Juan María Vianney – Santo Cura de Ars y la Confesión del Demonio

SAN JUAN MARIA VIANNEY – SANTO CURA DE ARS Y LA CONFESION DEL DEMONIO

Su vida fue un ejemplo de vida sacerdotal, siempre en el confesionario y nada -ni siquiera el demonio- le impedía realizar la Santa Misa.

San Agustín nos habla del demonio como el perro encadenado que no puede morder, pero la cadena del perro con el permiso divino puede aflojarse un poco cuando Dios quiere dar a conocer la existencia del demonio y hacer grandes santos.

Hacia los años 1824 – 1825 era ya cura de Ars desde hacía seis años y ruidos inquietantes le impedían dormir. Al principio creía que eran roedores que mordían sus cortinas, pero cuanto más trataban de atemorizar a las ratas más ruidosos se volvían los ruidos y al día siguiente no había ni rastro de los roedores. El cura de Ars no era ningún crédulo pero poco a poco fue cayendo en la cuenta que se trataban de tentaciones demoníacas. Antes pensó que se trataba de ladrones que querían apropiarse de los lujosos regalos que el vizconde de Ars había hecho su parroquia, por lo cual pidió ayuda a la autoridad que enviaba guardias a proteger durante la noche el presbiterio.

En 1826, André Verchere era el carretero de la aldea, un joven fortachón que un día decidió acompañar al Cura de Ars en el presbiterio de noche y que luego de la muerte de cura Vianney daría testimonio de su experiencia para la apertura de su canonización. Llegada la noche y luego de una conversación con el cura de Ars se fueron a acostar, alrededor de la 1am comenzaron a forcejear la cerradura por lo que Verchere cogió su fusil, luego se escuchó un estruendo -como de varios coches que pasaban por el frente- pero afuera no había nada y el presbiterio temblaba como terremoto. El presbiterio parecía que se iba a derrumbar, a Verchere le temblaban las piernas, había olvidado que tenía el fusil en la mano y se sintió mal hasta 8 días después. Cuando el cura de Ars le rogó que le acompañe la noche siguiente le respondió que ya había tenido suficiente la noche anterior, no queriendo regresar al presbiterio de noche. El santo cura de Ars relataba esta historia con gracia pero ahí fue donde cayó en cuenta que se trataba del diablo.

El demonio actúa sobre todos los hombres tentándolos nadie escapa a sus ataques, en otros casos algunas personas son victimas de sus vejaciones penosas que son mas aterradoras que peligrosas, nos dice el canónigo Sabroé.

La fama de los ruidos nocturnos en el presbiterio eran tales que algunas personas incluso llegaban a exclamar “pobre santo hombre ¿cómo puede vivir en medio de este horrendo barullo?”

El alcalde envió a dos guardias juntos, varios ciudadanos de Ars acompañaron al santo cura de Ars para protegerlo de noche, a veces ellos escuchaban ruidos y a veces solo los escuchaba el santo cura de Ars. Más de uno salio asustado del presbiterio por los hechos inexplicables, al final, el santo cura de Ars al escuchar a un grupo como de cosacos que marchaban fuera del presbiterio, y al ver en la nieve afuera que no había una sola huella de pie en ella, recibió la luz en su espíritu de que dichos fenómenos eran acciones demoníacas, los ruidos no eran pues acciones humanas y siendo sobrenaturales no venían de Dios, pues Dios no da miedo.

El santo cura de Ars tuvo tal trato con el demonio que lo llamaba el arpeo, para él era en cierto grado bueno recibir esos ataques del demonio pues, cuando el diablo lo perturbaba en grande durante la noche,  al día siguiente siempre le venia a visitar en el confesionario no solo un gran pecador arrepentido, sino varios.

Para 1826 ya se había corrido la voz de los ataques demoníacos al santo cura de Ars, por lo que era motivo de burla entre sus compañeros sacerdotes. “Usted no come, no bebe, le zumba la cabeza, las ratas le corren por el cerebro” le decían, por no decirle que estaba loco, mientras él afirmaba que era el bellaco enojado por las conversiones y frutos de salvación que se iban a dar en el jubileo ese año.

Los ruidos eran tales dentro de la habitación del cura de Ars que sus compañeros sacerdotes al escucharlas pensaban que alguien estaba asesinándolo. “Están asesinando al cura de Ars” gritaban en medio de la noche, pero al abrir la puerta de su habitación la cama del cura de Ars estaba en el centro de la habitación mientras el seguía tranquilamente durmiendo en ella. “Es el arpeo, siento no haberlos prevenido antes, -les decía- pero mañana vendrá un pez gordo a visitarnos”.

Las bromas se incrementaron pero el pueblo y los sacerdotes comenzaron a creer en su santidad cuando un personaje de la región, el Caballero de Murs, ciudadano notable y muy conocido pecador de Ars entró en la Iglesia directo al confesionario del cura de Ars para arrodillarse y confesarse con el cura Vianney.  Y no fue el único.

El demonio usaba sus tretas también con la comunidad que rodeaba al cura de Ars, quienes también oían los ruidos, no se limitaban solo a él, pero el cura de Ars sacaba provecho de las tentaciones y cuando el demonio le perturbaba le increpaba: “mañana me voy al orfelinato para contarles a todos cómo procedes, para que te desprecien”. Y todos sabemos que al demonio no le gusta que se sepa de su existencia.

 

Un día el diablo se le apareció en su celda muy temprano y le prendió fuego a su cama, incendiándola con la finalidad de distraer al sacerdote, quien entregó las llaves a los bomberos diciéndoles “ese vil arpeo, como no puede apoderarse del pájaro le incendia su jaula” y salió a celebrar la Santa Misa sin demora.

El demonio le gritaba durante la noche “Vianney, Vianney, te venceré, te venceré” a lo que el cura de Ars le respondió “no tengo ningún miedo” pues sabia que lo que quería era no dejarlo dormir para cansarlo y evitar sus obligaciones sacerdotales al día siguiente.

“Vianney, Vianney comedor de trufas (papas). No te has muerto todavia Vianney? No te me escaparás” y en seguida aullaba como perro o cantaba con voz agua y falsa, hacia ruidos como de martillos, tocaba el tambor sobre la mesa o la chimenea, pero todo esto era más grotesco e inútil que peligroso, pues todo apuntaba a agotarlo, más que a hacerle daño, pues la cadena la suelta Dios pero no tanto.

El demonio le gritaba repetidas veces “Vianney que haces ahí, vete” y fue una de las primeras cosas que escuchó, no siendo en vano. Con edad avanzada el santo cura de Ars comenzó a pensar en que no quería morirse siendo párroco de Ars, que quería retirarse para prepararse para su muerte y pretendía irse de Ars para ello. Esta idea la tuvo prendida mucho tiempo hasta que comprendió -cayendo en la cuenta de esta frase dicha por el demonio- que era tentación del demonio para evitar la confesión de más almas arrepentidas en el pequeño pueblito de Ars.

El santo cura de Ars pasó mucho tiempo atormentado por un deseo de soledad, por la creencia en la que caen muchos sacerdotes de que conviene poner un poco de espacio entre el ejercicio del ministerio y la muerte para prepararse bien con penitencia y no desesperar en el último suspiro. El demonio lo empujaba por un camino que no era el que Dios le había trazado, hasta que el jefe de la diócesis le ordena al cura Vianney permanecer en su puesto. Esta fue la tentación dominante de su vida que estuvo a punto de ceder en dos ocasiones pero que cesaron con la orden de su obispo que lo ayudó a descubrir la maniobra dominante del demonio.

Es un extracto del programa radial Presencia de Satanás en el mundo moderno, el cual puedes escuchar completo aquí: EL SANTO CURA DE ARS VS EL DEMONIO

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En el año 2009 el Santo Padre Benedicto XVI concedió Indulgencia Plenaria para todos aquellos laicos que el día 4 de Agosto, fecha en conmemoración del fallecimiento del santo cura de Ars, acudan a escuchar la Santa Misa, procurando acudir a confesarse y recibiendo la comunión, y recen una ORACIÓN POR LOS SACERDOTES, además de un padre nuestro, un avemaría y un gloria por las intenciones del Santo Padre y para ganar la indulgencia.

Además, el Santo Padre Benedicto XVI ha declarado el año sacerdotal (19/06/2009 – 19/06/2010) con el ejemplo de este santo sacerdote y concede Indulgencia Plenaria a todos los laicos que con devoción recen una ORACION POR LOS SACERDOTES todos los primeros jueves del año sacerdotal declarado y cumplan con los demás requisitos para ganar la indulgencia.

El Santo Padre Benedicto XVI inaugura el Año Sacerdotal pidiendo Sacerdotes Santos ZENIT

 Video del Programa CAMINO A LA SANTIDAD de EWTN sobre San Juan María Vianney

BENEDICTO XVI

ORACIÓN PARA EL AÑO SACERDOTAL

Señor Jesús, que en san Juan María Vianney quisiste donar a tu Iglesia una conmovedora imagen de tu caridad pastoral, haz que, en su compañía y sustentados por su ejemplo, vivamos en plenitud este Año Sacerdotal.

Haz que, permaneciendo como Él delante de la Eucaristía, podamos aprender cuán sencilla y cotidiana es tu palabra que nos enseña; tierno el amor con el que acoges a los pecadores arrepentidos; consolador el abandono confiado a tu Madre Inmaculada.

Haz, Oh Señor, que, por intercesión del Santo Cura de Ars, las familias cristianas se conviertan en “pequeñas iglesias”, donde todas las vocaciones y todos los carismas, donados por tu Espíritu Santo, puedan ser acogidos y valorizados. Concédenos, Señor Jesús, poder repetir con el mismo ardor del Santo Cura de Ars las palabras con las que él solía dirigirse a Ti:

«Te amo, oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.

Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote que vivir un instante sin amarte.

Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es la de amarte eternamente.

Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo,
quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.

Te amo, oh mi Dios Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes aquí crucificado contigo.
Dios mío, dame la gracia de morir amándote
y sabiendo que te amo».

Amén.

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Karla Rouillon Gallangos – krouillong

Recuerda que la comunión en la mano es sacrilegio.

No seas parte del problema cometiendo sacrilegio. Siendo ministro extraordinario de la comunión solo te haces parte del problema.

La comunión se recibe de manos del sacerdote.

La obediencia se debe siempre y cuando lo que se mande no sea pecado.

¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

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