DIVINOS FRUTOS DEL GENIO HUMANO: LOS MUSEOS VATICANOS

DIVINOS FRUTOS DEL GENIO HUMANO
Los Museos Vaticanos, espacios sagrados y símbolos del diálogo de la Iglesia con la humanidad.

Fuente: Revista LUHHO

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En la Ciudad Santa del Vaticano (Roma-Italia), los Museos Vaticanos muestran al público la extensa colección de la Iglesia Católica Romana; una invitación a conocer el espíritu creador del hombre, en su búsqueda por descubrir el misterio divino, el universo, los seres vivientes y sobre todo la figura humana. Tratados de forma independiente, debido a su enorme amplitud conjunta, se encuentran compuestos por distintos edificios de museos temáticos, edificios pontificios, galerías, monumentos y jardines. Este fabuloso complejo museístico, símbolo del largo compromiso del papado con el antiguo patrimonio romano (siendo los Papas los primeros soberanos en poner sus colecciones de arte y palacios a disposición del público), nació con una pequeña colección privada de esculturas perteneciente al Papa Julio II, quien al ser elegido en 1503, la situó en el patio del Palacio Belvedere, hoy llamado “Patio Octógono”. Con el tiempo, y el acceso al poder de nuevos papas, nuevos edificios fueron construidos, al igual que pasadizos y galerías para unirlos con otros, desarrollándose y ampliándose hasta formar los actuales museos.
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Hoy en día, y desde el año 2000, una nueva y magnífica entrada recibe a su visitantes, siendo tal como la definió el Papa Juan Pablo II en su discurso inaugural, “el ingreso que introduce al templo del arte y de la cultura que son los Museos Vaticanos, (los cuales) constituyen culturalmente una de las más significativas puertas de la Santa Sedes abiertas a todo el mundo”. Decorada por diferentes obras, entre las que destacan un gran mosaico polícromo del siglo I, en cuyo centro se encuentra un cabeza de Medusa rodeada por motivos geométricos y con una hilera de barcos en la parte inferior; así como una escultura en mármol policromo y un portón de bronce, obras contemporáneas, de Giuliano Vangi y Cecco Bonanotte respectivamente.

DEVELANDO LA MISTICA

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La monumental escalera doble, diseñada por Giuseppe Momo, de fascinante forma helicoidal, es la subida indicada para acceder a las salas expositivas (y a la vez su segunda espiral es la bajada que nos llevará a la salida del museo) . Debido a su considerable extensión, se requiere de un día entero para poder apreciar sus diferentes espacios, de los cuales presentaremos aquí una selección según su cronología.
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Los Museos Vaticanos y la Galerías Pontificias surgieron con los pontificados de Clemente XIV (1769-1774) y Pío VI (1775-1799), por esta razón toman el nombre de Museo Pío-Clementino. En este, se encuentran reunidas importantes obras maestras provenientes de antiguas excavaciones romanas, y procedentes en gran parte de la colección privada del Papa Julio II. Entre ellas: el “Apoxiomenos” (copia romana en mármol cuyo original griego en bronce fue obra de Lisipo), el “Apolo de Belvedere” (ubicada en la sala de Belvedere, y el grupo escultórico el “Laocoonte y sus hijos”, pieza de gran dramatismo donde se aprecia el mito del sacerdote troyano condenado a morir junto con sus hijos, victimas de serpientes surgidas del mar, enviadas por uno de los dioses. Por su parte, los Museos Gregorianos (Etrusco, Egipcio y Profano), fundados por el Papa Gregorio XVI (1831-1846), cuentan (los dos primeros) con objetos provenientes de las excavaciones realizadas en la Etruria meridional y Egipto, así como el segundo con otras que se encontraban ya conservadas en el Vaticano y en el Museo Capitolino. El tercero, cuenta con estatuas, bajorrelieves, mosaicos de la edad romana que no encontraban lugar en los Palacios Vaticanos. El Museo Misionero Etnológico (fundado por Pío XI en 1926), reúne una cifra impresionante de 80,000 objetos procedente de todo el mundo, ofrecidos al Papa por particulares, misiones y diócesis.
Por su parte la Pinacoteca Vaticana inaugurada en 1932, dentro de su nuevo edificio actual (construido según los deseos y las directrices de Pío XI, garantizando así las mejores condiciones de luz para una correcta conservación de las obras, al igual que una óptima apreciación estética de las mismas), incluye obras de maestros de las pintura italiana, entre ellos: Giotto, Beato Angélico, Perugino, Rafael, Leonardo, Tiziano y Caravaggio.Asimismo, encontraremos las llamadas Estancias de Rafael, ubicadas en el segundo piso del Palacio Pontificio, parte de lo que fueron los aposentos escogidos por Julio II para su residencia personal; utilizadas también por sus sucesores, la decoración pictórica estuvo a cargo de Rafael Sanzio acompañado de sus discípulos, quienes se encargaron de culminarlas después de su muerte en 1520. El Appartamento Borgia, estancias de Rodrigo Borgia (quien al ser asumir el papado fue nombrado como Alejandro VI), cuenta con una decoración realizada por Pinturicchio, discípulo de El Perugino. Cabe mencionar, además la Galería de los Tapices, la Galería de las Cartas Geográficas y la Colección de carruajes y berlinas, todas ellas de sumo valor histórico, al igual que la Biblioteca Vaticana (fundada a mediados del siglo XV, por el Papa Nicolás V), la cual alberga más de 70,000 manuscritos y una cantidad superior al millón de libros, guardando entre ellos valiosísimos códices árabes, latinos, hebreos, persas e islámicos.

Comentario aparte merece la Capilla Sixtina, llamada así debido a que fue el Papa Sixto IV quien hizo reestructurar la antigua Capilla Magna entre 1477 y 1480. Aquí somos introducidos en el mundo de la revelación divina, plasmada en los geniales frescos de Miguel Ángel; imposible no sentirse sobrecogido frente a la magnificencia del “Juicio Universal”, composición insuperable al día de hoy.

Paula Herrera

Museos Vaticanos
http://mv.vatican.va

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6 DE DICIEMBRE: EPIFANIA DEL SEÑOR

EPIFANIA DEL SEÑOR

Ya llegaron los Reyes Magos cargados de Regalos!!!

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El 6 de Diciembre se celebra la EPIFANIA DEL SEÑOR, fiesta también conocida como LA LLEGADA DE LOS REYES MAGOS, donde se recuerda cómo los Tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar llegaron a Belén, siguiendo la Estrella que les guió hasta encontrar al Niño Jesús.(Cf. Mt 2, 1-12)

El significado de esta fiesta es la celebración de la llegada de Dios al mundo y para todo el mundo, es decir la EPIFANIA.
Dios se da a conocer no sólo a los pastores, no sólo a los judíos, también a estos hombres de ciencia, ricos y poderosos que se ponen en camino desde tierras lejanas, en busca de la estrella que interpretan como una manifestación de la presencia de Dios en la Tierra y que con mucha fe siguen durante un largo recorrido hasta encontrarle.

Al encontrar al Niño Jesús reconocen a Dios y se postran ante él y le adoran. Sus regalos para el Niño Jesús nos cuentan lo que ellos vieron los Reyes Magos en Èl: el ORO se le ofrece sólo a los reyes, por lo que reconocen en Jesús al Rey; el INCIENSO se le ofrece sólo a Dios, por lo que revelan que Jesús es Dios; y la MIRRA es un perfume que reconoce en Jesús Rey, Hijo de Dios, también a un Hombre.

Este hecho relatado en el libro de San Mateo merece nuestra reflexión: si los Reyes Magos que vinieron desde muy lejos reconocieron a Dios en una tierra que no era la suya, compartiendo nosotros nuestra fe con los demás debemos lograr que el Jesús sea conocido por todos los hombres, de todos los lugares, de todos los tiempos.

SOLO DIOS SALVA: Tus actitudes y valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, “nunca” por méritos propios.

Dios se hizo hombre para hacer a los hombres herederos del Cielo, para salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido. A TODOS.

Karla Rouillon
Lima – Perú

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EPIFANIA DEL SEÑOR

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1º de Enero: OCTAVA DE NAVIDAD

OCTAVA DE NAVIDAD

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En la Sagrada Familia Dios nos pone un ejemplo de la forma en que debemos comportarnos según el rol que nos toca vivir a cada uno dentro de nuestras familias.

San José, es el jefe de la familia y actúa siempre como Dios le manda, muchas veces sin comprender el por qué de lo que Dios le pide, pero teniendo fe en Él.
– Cuando se entera que María estaba embarazada piensa en abandonarla porque la quería mucho y no deseaba denunciarla publicamente (como era la costumbre de la época), pero el Ángel de Dios se le apareció en sueños y le dijo que lo que había sido engendrado en el vientre de María era obra del Espíritu Santo y que no temiera en recibirla. “Al despertarse, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa”. (Mt:1-24,25)
– Cuando nace el niño, él le pone el nombre de Jesús, como el Ángel le había dicho. “Ella dió a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús” Mt:1-25
– Cuando Herodes tenía intenciones de matar al Niño Jesús y ante otro aviso del Ángel del Señor, José toma a su familia y marcha hacia Egipto.
– Con la muerte de Herodes y ante un nuevo aviso del Ángel de Dios, lleva a su familia a instalarse en Nazaret. José acepta a Jesús y lo ama como si fuera hijo suyo.
– Jesús recibe de José la educación de “padre adoptivo” o “padre terrenal” que este le brinda aprendiendo, entre otras cosas, el oficio de carpintero.

La Virgen María, es el modelo de entrega a Dios.
– En la Anunciación, María se pone en manos de Dios, a su entera disposición: “Yo soy la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” Lc:1-38
– El nacimiento del Niño Jesús no fue como los partos normales, Dios manifestó su poder en toda la naturaleza y los pocos testigos ahí presentes vieron como, mientras la Virgen María emanaba una luz sobrenatural el nimo
– María cría y educa a Jesús en medio de una situación difícil y con muchas carencias materiales; pero lo cría y educa con sobreabundancia de amor.
– Ella fue vislumbrando lentamente el misterio trascendente de la vida de Jesús, manteniéndose fielmente unida a Él. “Su madre conservaba estas cosas en su corazón” Lc:2-52

El Niño Jesús, siendo Dios, siempre vivió sujeto a sus padres y la Virgen María y San José fueron sus primeros educadores. Jesús aprende el oficio de carpintero de su padre adoptivo José.
– Desde chico, Jesús demuestra que es el Hijo de Dios y que cumple fielmente lo que su Padre le manda.”El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la Gracia de Dios estaba con Él” Lc:2-40
– Como niño, Él obedecía a su madre y a su padre adoptivo, y permanecía siempre junto a ellos: “vivía sujeto a ellos” Lc:2-51
– Cuando Jesús se queda en el Templo, a los doce años, se puede pensar que desobedece a sus padres y que eso está mal, porque mientras sus padres le buscaban en la caravana de regreso a su ciudad el Niño Jesús se había quedado en Jerusalén sin que ellos lo supieran. No es así, Jesús demuestra en este hecho su plena independencia con respecto a todo vínculo humano cuando está de por medio la Voluntad de su Padre y la Misión que Él le ha encomendado. “¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” Lc:2-49

Dos aspectos se destacan en la vida de la Sagrada Familia:
– La Fe en Dios.
– La Fidelidad a la Voluntad de Dios.

Estos dos aspectos son los que debemos siempre tener y acentuar nosotros en nuestras vidas y en nuestras familias; con la Fe en Dios debes creer ciegamente que Dios sabe lo que es mejor para ti aunque todo parezca que está mal y con la Fidelidad a la Voluntad de Dios debes mantenerte firme creyendo en Dios aunque los demás digan lo contrario porque tu Fe lo es todo para Ti y Dios es lo único que importa.

Vuelve tu mente a lo alto, piensa que Dios siempre te ve, te espera y te ayuda a llegar a Èl.

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OCTAVA DE NAVIDAD
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Natividad del Señor

Natividad del Señor
25 de Diciembre

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Este 25 de Diciembre celebramos la Natividad del Señor o Navidad como le conocemos todos que es el Nacimiento del Niño Jesús, Dios que se hace hombre para abrirle a los hombres las puertas del Cielo.

Para Dios, ¿Qué es la Navidad? Dios no tiene tiempo porque es Eterno pero viniendo al mundo entró en el tiempo y Jesús, que es Dios, sigue siendo Hombre en el Cielo y cada Navidad recuerda que es Su cumpleaños.

En esta Navidad Jesús va a mirar al mundo con un cariño inmenso y mirará el corazón de cada hombre, de cada mujer y de cada niño para ver cuánto amor hay ahí para El y para darte Su Amor, sanar las heridas y animar los buenos deseos que hay en ti para que se hagan realidad.

De todas las tarjetas de Navidad que vas a recibir el mensaje más importante para esta Navidad viene del Corazón de Jesús:
– Te invita a leer la Biblia (San Lucas 1. 5-80 y San Lucas 2. 1-20),
– A recordar que sin importar lo malo que hayas hecho El siempre te está buscando (porque el pecador no es condenado),
– A vivir con alegría todos los días, porque Dios abraza a quienes se hacen como niños y viven con la sencillez propia de quienes se sienten muy amados.

¡ FELIZ NAVIDAD ! ¡ NAVIDAD ES JESUS !
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COLOREA NATIVIDAD DEL SEÑOR

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Cuarto Domingo de Adviento – Colorea con Jesús

Cuarto Domingo de Adviento

Estamos en el cuarto domingo de adviento y ya no falta nada para el Nacimiento del Niño Jesús.

En este cuarto domingo de adviento debemos reflexionar sobre los propósitos de cambio que hemos realizado desde que comenzó el Adviento, y debemos pensar que las cosas buenas que hemos hecho en estas tres semanas son el regalo que le vamos a hacer al Niño Jesús en Navidad.

Si vemos que hemos hecho poco o nada, tenemos una semana más para arreglarlo y no llegar a Navidad con las manos vacías, y si hemos hecho mucho, podemos regalarle al Niño Jesús mucho más.

Como regalo para el Niño Jesús tú puedes escribirle la relación de cosas buenas que has realizado en estos días de Adviento y contarle en una carta cómo has dejado atrás los malos hábitos y cómo -con mucho esfuerzo- ahora eres un niño más bueno y colocarlo en tu nacimiento.

Espero que en esta Navidad lleguemos todos llenos de regalos para darle al Niño Jesús.

Recuerda que Dios te ama y quiere que estés en el Cielo con Él algún día, la mejor manera de hacerlo: “No hacer nada que Jesús no hubiera hecho.”

Colorea y diviértete pensando en la Navidad y en la pronta llegada de Jesús y ofrécele un propósito para esta cuarta semana de adviento.

Karla Rouillon
Lima-Perú

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Tercer Domingo de Adviento – Colorea con Jesús

Tercer Domingo de Adviento

Estamos ya en el tercer domingo de adviento y faltan dos semanas para el Nacimiento de Jesús.

Ahora que cada vez está más cerca el Nacimiento de Jesús hay que reforzar nuestros deseos de ser mejores y esforzarnos más en serlo y siempre rezar a Dios para pedirle que nos ayude en este intento de mejorar para no caer en la tentación de ceder ante las presiones del mundo que nos alejan de Dios y de nuestro Cielo.

Recuerda que Dios te ama y quiere que estés en el Cielo con Él algún día, la mejor manera de hacerlo: “No hacer nada que Jesús no hubiera hecho.”

Colorea y diviértete pensando en la Navidad y en la pronta llegada de Jesús y ofrécele un propósito para esta tercera semana de adviento.

Karla Rouillon
Lima-Perú

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Segundo Domingo de Adviento – Colorea con Jesús

Segundo Domingo de Adviento

Estamos ya en el segundo domingo de adviento y está cada vez más cerca el Nacimiento de Jesús.

Hay que pedirle a Dios nos ayude a ser mejores, que nos dé muchos dones espirituales y que aprendamos a conocer el verdadero valor que tienen las cosas materiales y nunca anteponerlas a las del Cielo.

Recuerda que Dios te ama y quiere que estés en el Cielo con Él algún día, la mejor manera de hacerlo: “No hacer nada que Jesús no hubiera hecho.”

Colorea y diviértete pensando en la Navidad y en la pronta llegada de Jesús y ofrécele un propósito para esta segunda semana de adviento.

Karla Rouillon
Lima-Perú

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El Adviento explicado por Benedicto XVI en 20 textos

El Adviento explicado por Benedicto XVI en 20 textos
Esperanza, Alegria y preparación tema principal en los mensajes de Adviento (206- 2011) del Papa
Autor: Redacción | Fuente: www.opusdei.es

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“Si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido”, dice el Papa. En esta selección de textos de homilías pronunciadas al inicio del Adviento, habla de esperanza, de alegría y de preparación.

I domingo de adviento 2006

1) La primera antífona de esta celebración vespertina se presenta como apertura del tiempo de Adviento y resuena como antífona de todo el Año litúrgico: “Anunciad a todos los pueblos y decidles: Mirad, Dios v iene, nuestro Salvador” (…). Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado -Dios ha venido- ni el futuro, -Dios vendrá-, sino el presente: “Dios viene”. Como podemos comprobar, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento “Dios viene”.

2) El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento saludable que se repite con el paso de los días, de las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora.

3) El único verdadero Dios, “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene. Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y, respetando total mente nuestra libertad, desea encontrarse con nosotros y visitarnos; quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Viene porque desea liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

4) De una forma que sólo él conoce, la comunidad cristiana puede apresurar la venida final, ayudando a la humanidad a salir al encuentro del Señor que viene. Y lo hace ante todo, pero no sólo, con la oración.

I domingo de adviento 2007

5) La esperanza cristiana está inseparablemente unida al conocimiento del rostro de Dios, el rostro que Jesús, el Hijo unigénito, nos reveló con su encarnación, con su vida terrena y su predicación, y sobre todo con su muerte y resurrección.

6) Como se puede apreciar en el Nuevo Testamento y en especial en las cartas de los Apóstoles, desde el inicio una nueva espera nza distinguió a los cristianos de las personas que vivían la religiosidad pagana. San Pablo, en su carta a los Efesios, les recuerda que, antes de abrazar la fe en Cristo, estaban «sin esperanza y sin Dios en este mundo» (Ef 2, 12). Esta expresión resulta sumamente actual para el paganismo de nuestros días: podemos referirla en particular al nihilismo contemporáneo, que corroe la esperanza en el corazón del hombre, induciéndolo a pensar que dentro de él y en torno a él reina la nada: nada antes del nacimiento y nada después de la muerte.

7) Si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico; como si no «destacaran» de la mera materialidad.

8) Dios conoce el corazón del hombre. Sabe que quien lo rechaza no ha conocido su verdadero rostr o; por eso no cesa de llamar a nuestra puerta, como humilde peregrino en busca de acogida. El Señor concede un nuevo tiempo a la humanidad precisamente para que todos puedan llegar a conocerlo.

9) Mi esperanza, nuestra esperanza, está precedida por la espera que Dios cultiva con respecto a nosotros. Sí, Dios nos ama y precisamente por eso espera que volvamos a él, que abramos nuestro corazón a su amor, que pongamos nuestra mano en la suya y recordemos que somos sus hijos. Esta espera de Dios precede siempre a nuestra esperanza, exactamente como su amor nos abraza siempre primero.

10) Cada hombre está llamado a esperar correspondiendo a lo que Dios espera de él. Por lo demás, la experiencia nos demuestra que eso es precisamente así. ¿Qué es lo que impulsa al mundo sino la confianza que Dios tiene en el hombre? Es una confianza que se refleja en el corazón de los pequeños, de los h umildes, cuando a través de las dificultades y las pruebas se esfuerzan cada día por obrar de la mejor forma posible, por realizar un bien que parece pequeño, pero que a los ojos de Dios es muy grande: en la familia, en el lugar de trabajo, en la escuela, en los diversos ámbitos de la sociedad. La esperanza está indeleblemente escrita en el corazón del hombre, porque Dios nuestro Padre es vida, y estamos hechos para la vida eterna y bienaventurada.

I domingo de adviento 2008

11) Todo el pueblo de Dios se pone de nuevo en camino atraído por este misterio: nuestro Dios es “el Dios que viene” y nos invita a salir a su encuentro. ¿De qué modo? Ante todo en la forma universal de la esperanza y la espera que es la oración, la cual encuentra su expresión eminente en los Salmos, palabras humanas en las que Dios mismo puso y pone continuamente la invocación de su venida en los labios y en el corazón de los creyentes.

12) “Señor, (…) ven de prisa” (v. 1). Es el grito de una persona que se siente en grave peligro, pero también es el grito de la Iglesia en medio de las múltiples asechanzas que la rodean, que amenazan su santidad, la integridad irreprensible de la que habla el apóstol san Pablo y que, en cambio, debe conservarse hasta la venida del Señor. Y en esta invocación resuena también el grito de todos los justos, de todos los que quieren resistir al mal, a las seducciones de un bienestar inicuo, de placeres que ofenden la dignidad humana y la condición de los pobres.

I domingo de adviento 2009

13) Adviento. Reflexionemos brevemente sobre el significado de esta palabra, que se puede traducir por “presencia”, “llegada”, “venida”. En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico utilizado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su escondimiento para manifestarse con fuerza, o que se celebra presente en el culto. Los cristianos adoptaron la palabra “Adviento” para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre “provincia” denominada tierra para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creen en él, a todos los que creen en su presencia en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se quería decir substancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras.

14) El significado de la expresión “Adviento” comprende también el de visitatio, que simplemente quiere decir ” visita”; en este caso se trata de una visita de Dios: él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana todos experimentamos que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros. Acabamos dejándonos absorber por el “hacer”. ¿No es verdad que con frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos “arrollan”.

15) El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor! Escribir -por dec irlo así- un “diario interior” de este amor sería una tarea hermosa y saludable para nuestra vida. El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como “visita”, como un modo en que él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?

16) En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando es de edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza : el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz.

17) Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente. Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Se&ntild e;or, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén.

18) Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de ella se encuentra él o si está ofuscada por la niebla de un origen y un futuro inciertos.

19) Nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la impaciencia y las preguntas que brotan de n uestro corazón. Estamos seguros de que nos escucha siempre. Y si Jesús está presente, ya no existe un tiempo sin sentido y vacío. Si él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de dificultades.

I domingo de adviento 2010

20) Durante el tiempo de Adviento sentiremos que la Iglesia nos toma de la mano y, a imagen de María santísima, manifiesta su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor que salva y consuela.

I domingo de adviento 2011

¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.

“¡Velad!”. Este es el llamamiento de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: “¡Velad!” (Mt 13,37). Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad, por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha usado las propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos.

También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar hoy con una sentida oración, dirigida a Dios en nombre del pueblo. Reconoce las faltas de su gente, y en un cierto momento dice: “Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tu nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades” (Is 64,6).

¿Cómo no quedar impresionados por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces , en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos.

En realidad, el verdadero “dueño” del mundo no es el hombre, sino Dios. El Evangelio dice: “Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos” (Mc 13,35-36). El Tiempo de Adviento viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios. El rostro no de un “amo”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta. “Señor, tu eres nuestro padre; nosotros somos d e arcilla y tu el que nos plasma, todos nosotros somos obra de tus manos” (Is 64,7).

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 27 noviembre 2011

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Colorea: PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Primer Domingo de Adviento

El Primer Domingo de Adviento es el primer domingo del Calendario Litúrgico y da inicio a las cuatro semanas anteriores a la Navidad: el Nacimiento de Jesús.

Todos empezamos a pensar en la Navidad y a esperarla con deseos de mejoras, espirituales más que materiales, y sobre todo con promesas de cambio a nivel personal.
Le ofrecemos a Dios un cambio de hábitos, dejamos lo malo atrás, nos compremetemos a no volverlo a hacer y le prometemos vivir nuestra vida cada día mejor, siempre con el ejemplo de Jesús.

Recuerda que Dios te ama y quiere que estés en el Cielo con Él algún día, la mejor manera de hacerlo: “No hacer nada que Jesús no hubiera hecho.”

Colorea y diviértete pensando en la Navidad y en la pronta llegada de Jesús y ofrécele un propósito para esta primera semana de adviento.

Karla Rouillon
Lima-Perú

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Colorea: Fiesta de Jesucristo Rey del Universo

Fiesta de Jesucristo Rey del Universo`

Ultimo domingo del tiempo ordinario que cierra el año litúrgico, la fiesta de Jesucristo Rey del Universo.

Recuerda que Dios te ama y quiere que estés en el Cielo con Él algún día.

Colorea y diviértete pensando en Él y en el Cielo al que algún día llegarás si eres bueno contigo, con Él y con los demás.

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COLOREA JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO
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Himno del Primer Congreso Eucarístico y Mariano: “Divino Manjar”

HIMNO DEL PRIMER CONGRESO EUCARÍSTICO Y MARIANO: “DIVINO MANJAR”

“Divino Manjar”

Letra y música:
José Egúsquiza,
Miguel Ángel Vassallo
Martín Portugal

1. Son tu Cuerpo y tu Sangre, Señor,
maravilla y prodigio de amor.
Alimento del alma, riqueza sin par,
divino majar (bis).

CORO
EUCARISTÍA, DIVINO ALIMENTO,
CELESTIAL SUSTENTO PARA CAMINAR.
EUCARISTÍA, DIVINO ALIMENTO,
DON DEL CIELO PARA EL MUNDO ENTERO.
SACRAMENTO, DIVINO MANJAR.

2. Anunciamos tu muerte, Señor,
proclamamos tu resurrección.
De tu altar recibimos la fuerza,
el valor para la Misión (bis)

3. Sacerdotes, ministros de luz,
consagrados por Cristo Jesús.
A sus manos desciendes al oír su voz,
Cordero de Dios (bis).

4. En tu seno Jesús se encarnó,
Oh, María, Sagrario de Dios.
Pura, Llena de Gracia, Madre Virginal,
Reina Celestial (bis).

 

 

Semana Santa 2011

SEMANA SANTA 2011

Estamos en semana santa y es una semana en que Dios derrama Sus Gracias sobre la humanidad para fortalecer nuestra fe, ablandar nuestros corazones endurecidos o ayudarnos a lograr una verdadera conversión. No desperdiciemos las Gracias que Dios nos da en estos días especiales de semana santa, en los que meditamos día a día la Pasión de Jesús desde su ingreso a Jerusalén hasta Su Resurrección. Conoce mejor que celebramos los católicos durante la SEMANA SANTA: LA SEMANA QUE CAMBIO AL MUNDO 

semana santa krouillong comunion en la mano

La Cuaresma nos sirve de tiempo de conversión, es un tiempo en que Dios nos da Sus Gracias para lograr una verdadera conversión y volver a Él, y si no lo hemos hecho en la Cuaresma debemos aprovechar el tiempo de Semana Santa para hacerlo y hacerlo bien, por ello, debemos prepararnos con una buena confesión y el Padre Sudac nos ayuda a reflexionar en qué estamos fallando -para saber qué debemos confesar- en este sermón donde nos comenta acerca de LOS MANDAMIENTOS DE DIOS

Si no sabes LO QUE SIGNIFICA LA CONVERSION con este artículo te damos una idea que puede serte útil, para que logres alcanzar la tuya.

Espero que estos artículos que te sean de utilidad y recuerda que “si no sabes si algo que quieres hacer está bien o mal, debes pensar si eso que quieres hacer es algo que hubiera Jesús” y si de pecado se trata “tu voluntad tiene que vencer al pecado, pues el pecado es ofensa contra Dios y tienes que detestar ofender a Dios”

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten para lograr una sincera conversión y puedan hacer una buena confesión.

Karla Rouillon Gallangos

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Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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Oracion de Reparacion

Padre Eterno, Yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad, la Paciencia y la Sed por la Salvación de las Almas, de Tu amadísimo Hijo Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por todos los ultrajes, sacrilegios, abandonos e indiferencias con que El mismo es ofendido, y por los méritos infinitos de Su Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María, en unión con las Santas Misas celebradas en todo el mundo, y en unión con los dolores que padeció nuestra Santísima Madre, te pido: que envíes Tu Santo Espíritu para que con total abandono a Sus Divinas inspiraciones se logre la conversión de los pobres pecadores, el alivio de todas las Benditas Almas del Purgatorio y el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero. Te pido muchos santos sacerdotes para Tu Santa Iglesia y te pido que no se pierda hoy ninguna alma.
Angelito de Fatima Angel de Portugal krouillong karla rouillon no recibas la eucaristia en la mano

Cien Visitas al Santísimo Sacramento

Cien Visitas al Santísimo Sacramento

Adoración y reparación a la presencia real y verdadera del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento del Altar

JHS no recibas la eucaristia en la mano krouillong karla rouillon cien visitas al santisimo sacramento reparacion adoracion eucaristica perpetua

1. Oh Jesús:
Te adoro como a mi Dios.
Te obedezco como a mi Señor.
Te amo como a mi Padre.
Te temo como a mi Juez.
Te pido como a mi Dador.
Te doy gracias como a mi Bienhechor.

2. Ojos de Jesús, miradme.
Labios de Jesús, habladme.
Oídos de Jesús, escuchadme.
Pies de Jesús, seguidme.
Manos de Jesús, llevadme.
Corazón de Jesús, acógeme e inflámame.

3. Oh Jesús:
Que yo sea puro como tu blanca Hostia.
Que yo sea humilde como tu pequeña Hostia.
Que yo sea obediente como tu manejable Hostia
Que yo haga el bien calladamente como tu benéfica Hostia.
Que yo viva escondido en el Sagrario como tu oculta Hostia.
Que yo me transforme en Ti como tu Sagrada Hostia.

4. Oh Jesús:
Que yo crea en Ti, pues eres la misma veracidad.
Que yo espere en Ti, pues eres la misma fidelidad.
Que yo me enamore de Ti, pues eres la misma bondad.
Que yo me admire de Ti, pues eres la misma beldad.
Que yo te tema a Ti, pues eres la misma equidad.
Que yo te respete a Ti, pues eres la misma majestad.

5. Oh Jesús:
Palabra del Padre, enséñame.
Pan del cielo, aliméntame.
Fuente de aguas vivas, refrigérame.
Luz celestial, alúmbrame.
Vía segura, llévame.
Puerta de paraíso, admíteme.

6. Oh Jesús:
Yo te amo porque no te aman.
Te consuelo porque te contristan.
Te alabo porque te blasfeman.
Te recuerdo porque te olvidan.
Te reconozco porque te ignoran.
Te visito y quiero recibirte porque de Ti se alejan.

7. Oh Jesús:
Yo quisiera ser las estrellas del firmamento para alumbrarte.
Yo quisiera ser las florecillas de los prados para adorarte.
Yo quisiera ser las avecillas de los cielos para ensalzarte.
Yo quisiera ser el espejo de los mares para abrazarte.
Yo quisiera ser la inmensidad del universo para contenerte.
Yo quisiera ser la alegría de los cielos para regocijarte.

8. Llamas del Corazón de Jesús, alumbradme.
Fuego del Corazón de Jesús, abrásame.
Espinas del Corazón de Jesús, penetradme.
Cruz del Corazón de Jesús, fortifícame.
Agua y sangre del Corazón de Jesús, purificadme y embriagadme.
Herida del Corazón de Jesús, recíbeme y custódiame.

9. Oh Jesús:
Tu sagrario me recuerda la cueva de Belén; ¡qué pobreza!
El taller de Nazaret; ¡qué humildad!
El cenáculo de Jerusalén; ¡qué caridad!
El calabozo de Caifás; ¡qué humillación!
El Pretorio de Pilato; ¡qué torturas!
El sepulcro del calvario; ¡qué anonadamiento!

10. Oh Jesús:
Estoy triste; consuélame.
Estoy enfermo; sáname.
Estoy hambriento; sáciame.
Estoy necesitado; remédiame.
Estoy caído; levántame.
He pecado; perdóname.

11. Amor del Corazón de Jesús, abrasa mi corazón.
Fortaleza del Corazón de Jesús, sostén mi corazón.
Misericordia del Corazón de Jesús, perdona a mi corazón.
Ciencia del Corazón de Jesús, enseña a mi corazón.
Celo del Corazón de Jesús, devora mi corazón.
Voluntad del Corazón de Jesús, dispón de mi corazón.

12. Oh Jesús, tú nos invitas a este sagrado banquete:
Para hablar con nosotros, que yo te escuche.
Para unirte con nosotros, que yo te ame.
Para unirnos unos con otros que yo sea caritativo.
Para consolarnos; sé mi alegría.
Para curarnos; sé mi medicina.
Para alimentarnos; sé mi pan de cada día.

13. Oh Jesús, tu sagrario:
Es como un rincón: para cuántos estás arrinconado.
Es como un refugio: de cuántos eres perseguido y maltratado.
Es como una cárcel: cuántos te tratan como a un ladrón, malhechor o revolucionario.
Es como un lugar de burla: cuántos te miran como a un loco y anticuado.
Es como un patíbulo: cuántos te atormentan con blasfemias profanaciones, sacrilegios y toda clase de desacatos.
Es como un sepulcro: cuántos quisieran que fueses en el olvido sepultado.

14. Oh Jesús:
Aquí tienes mi cabeza para conocerte.
Aquí tienes mi lengua para ensalzarte.
Aquí tienes mis manos para servirte.
Aquí tienes mis rodillas para adorarte.
Aquí tienes mis pies para seguirte.
Aquí tienes mi corazón para amarte.

15. Oh Jesús, yo quisiera adornar tu sagrario:
Con todos los lirios de pureza.
Con todas las violetas de humildad.
Con todos los heliotropos de obediencia.
Con todas las rosas de caridad.
Con todos los crisantemos de penitencia.
Con todas las flores de santidad.

16. Oh Jesús, aquí estás de asiento en el sagrario:
Como quien espera: desde la eternidad estabas esperando este rato.
Como quien está cansado: así te sentaste un día junto al brocal de un pozo; el estar con nosotros es tu descanso.
Como quien enseña: así te sentabas sobre el monte de las Bienaventuranzas, o sobre la barca de Pedro; Tú sigues enseñándonos.
Como quien vela y acecha: velas por nosotros que somos tu heredad, y nos acechas porque quieres cazarnos con los dardos de tu amor.
Como quien gobierna: las grandes obras se hacen en el silencio; Tú riges el universo desde el sagrario.
Como quien reina: éste es el trono del amor; desde aquí reinas en miles de corazones por toda la tierra.

17. Oh Jesús, la pequeñez de tu Hostia me habla:
De tu pequeñez cuando viniste al mundo: te hiciste niño.
De tu pequeñez en tu familia: elegiste por padres unos pobres carpinteros.
De tu pequeñez en tu patria: tuviste por pueblo a Nazaret, de donde se decía no poder salir cosa buena, y te hiciste de nación judío la raza más ha sufrido de la tierra.
De tu pequeñez en tus relaciones sociales: tu circulo social eran los niños, los pobres y los enfermos. “Venid a Mí todos los que estáis cansados y cargados”.
De tu pequeñez en tus apóstoles: eran unos pobres pescadores.
De tu pequeñez en tus pretensiones terrenas: huiste cuando quisieron nombrarte rey, y tu doctrina fue el sacrificio, la humillación, la pobreza.

18. Oh Jesús, aquí estás en el sagrario:
Olvidado: ¿quién se acuerda de los que pasan por la calle de que estás en el sagrario?
Despreciado: ¿quién estima la misa, la comunión y las visitas a Jesús Sacramentado?
Ultrajado: ¡cuántas blasfemias contra este sacramento de amor!
Perseguido: ¡cuántas irreverencias y profanaciones de iglesias y sagrarios!
Maltratado: ¡cuántos sacrilegios de los que como Judas se acercan al comulgatorio en grave pecado!
Amado: a cambio de todo esto yo te quiero amar con todo el corazón, en tu amor abrasado.

19. Memoria de Cristo, que yo te recuerde.
Entendimiento de Cristo, que yo te conozca.
Voluntad de Cristo, que yo te desee.
Pies de Cristo, que yo os busque.
Ojos de Cristo, que yo os encuentre.
Corazón de Cristo, que yo te ame siempre.

20. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia se formó:
Con granos de trigo escogidos: que yo me distinga por mi buena conducta.
De granos de trigo molidos: que yo sea mortificado.
De granos de trigo cernidos: que yo me libre de toda impureza.
De granos de trigo unidos: que yo me una al prójimo por la caridad.
De granos de trigo cocidos: que yo me abrase en el amor de Dios.
De granos de trigo hechos Cristo y cristíferos: que yo me asemeje a Cristo y procure que se le asemejen los demás.

21. Oh Jesús, tu sagrario:
Es la clínica donde curas las almas, ¡oh celestial Médico!
Es la escuela donde nos enseñas las más grandes virtudes, ¡oh divino Maestro!
Es la audiencia donde resuelves favorablemente nuestros litigios, ¡oh Juez misericordioso!
Es el despacho donde das gratuita y abundantemente tus gracias, ¡oh generoso Limosnero!
Es el templo donde intercedes por nosotros, ¡oh benigno Abogado!
Es el altar donde te ofreces por nosotros, víctima y sacerdote, ¡oh mansísimo Cordero!

22. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia, aunque pequeña, es como una circunferencia infinita; todos los arrepentidos caben en ella:
Los traidores, que como Judas te entregan por treinta monedas caben en ella.
Los cobardes, que como Pedro reniegan de Ti y te abandonan caben en ella.
Los soberbios y envidiosos que como Caifás te condenan, caben en ella.
Los impuros, que como Herodes se burlan de Ti y te tratan de loco, caben en ella.
Los ambiciosos, que como Pilato te llevan a los azotes, a las espinas y a la muerte de cruz caben en ella.
Los inconstantes, que como el pueblo Judío, engañados por falsos amigos, te dejan y maldicen caben en ella.

23. Oh Jesús, desde el sagrario pareces clamar como un día en la explanada del templo: “Si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba”. Yo te digo, como la Samaritana: “Dame de esa agua”. Dame de ese agua dulcísima:
Para que me sacie, que estoy sediento de bien.
Para que riegue mi alma, que está árida y falta de virtudes.
Para que me lave, porque estoy manchado con muchos vicios.
Para que me ablande, porque estoy endurecido por muchos pecados.
Para que me refrigere, porque son muchas las pasiones y amores terrenos por los que estoy abrasado.
Para que me eleve como un surtidor a la vida eterna: “El agua que Yo le daré, vendrá a ser dentro de él un manantial, que saltará hasta la vida eterna”.

24. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me dice:
Que eres bueno como el pan: un trozo de pan es el símbolo de la bondad.
Que eres barato como el pan: el Dios de los humildes, el Pan de los pobres.
Que eres sabroso como el pan: nunca cansas, y más gustas cuanto más se te come.
Que eres nutritivo como el pan: das fuerzas para practicar la virtud y vencer las tentaciones.
Que eres blanco como el pan: eres la misma pureza, y castificas a quien te come.
Que eres corriente como el pan: de todos los tiempos, de todos los países, de todas las fortunas y de todas las complexiones.

25. Oh Jesús, aquí estás en el copón o en la custodia:
Como un día sobre el pesebre: llorando.
Como un día en el brocal de un pozo: cansado.
Como un día sobre la barca de Pedro: enseñando.
Como un día sobre una columna: burlado.
Como un día sobre la cruz: orando.
Como un día en el sepulcro: sacrificado.

26. Oh Jesús, tu permanencia en el sagrario es un efecto de tu puro amor:
Te marchabas al cielo, y quisiste dejarnos, como lo hacen los parientes y amigos, un recuerdo.
No nos dejaste como recuerdo un retrato, los manteles o la copa de la última cena, u otra cosa que Tú usases. Tú mismo te quedaste como recuerdo.
Te quedaste, no sólo en Roma o Jerusalén, que no podrían ir a verte los pobres y los enfermos, sino en todas las partes.
Te quedaste, no sólo un día al año durante algunas horas, sino todas las horas del día y todos los días del año.
Te quedaste, no como emperador, lleno de majestad, que pudiera retraernos, sino como humilde alimento, para unirte cuanto fuera posible a nosotros.
Te quedaste, no como un alimento escogido y caro, que no fuese para todas las fortunas y naturalezas, sino como pan de trigo, que es el más apto, humilde y barato de los alimentos.

27. Oh Jesús, a tu sagrario vienen las almas, en espíritu:
Como las abejas a una colmena: que dulce eres.
Como las palomas al palomar: que puro eres.
Como los enfermos al hospital: que bueno eres.
Como los perseguidos al refugio: que seguro eres.
6 Como los ignorantes al consejero: que prudente eres.
Como los desamparados a su valedor: que poderoso eres.

28. Oh Jesús, aquí estas en el sagrario:
Como un recuerdo: “Haced esto en memoria de Mí”. “Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor”.
Como un alimento: “Tomad y comed”. “Yo Soy el pan de vida, Yo soy el pan vivo que descendí del cielo; el que viene a Mí no tendrá hambre”.
Como un compañero: “Estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”. “Mis delicias son estar con los hijos de los hombres”.
Como una prenda de la gloria eterna: “Quien comiere de este pan, vivirá eternamente”. “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y Yo le resucitaré en el último día”.
Como un medio de unirnos contigo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre mora en Mí y Yo en él”.
Como un medio de unirnos entre nosotros: los banquetes siempre unen. “Todos los que participamos del mismo pan, aunque muchos, venimos a ser un solo pan, un solo cuerpo”.

29. Oh Jesús, cuando te veo expuesto, tu copón y custodia me parecen:
Como un estuche y Tú la perla: que yo te aprecie y que jamás te pierda.
Como una catedral, y Tú el maestro: que yo te escuche y me convierta.
Como un trono y Tú el rey: que yo te obedezca.
Como un ostensorio y mirador, y Tú el que te asomas y muestras: que yo te vea.
Como una atalaya, y Tú el observador: vela por mí, y jamás de vista me pierdas.
Como una barca, y Tú el timonel: entre tantas tempestades, que yo no perezca.

30. Oh Jesús, te quedaste en el sagrario:
Para acompañarnos noche y día, como noche y día estabas con tus apóstoles.
Para alimentarnos mejor que a los cinco mil hombres del desierto, entrando por la comunión en nuestras almas y cuerpos.
Para bendecirnos en nuestras iglesias, plazas y calles, en magnificas procesiones, como cuando recorrías las ciudades de Galilea y de Judea.
Para santificar y dar el parabién a los que se juntan por el enlace matrimonial o se consagran al culto divino por el sacerdocio, como lo hiciste en Cana y en el Cenáculo.
Para consolar a los enfermos yendo a sus mismas casas y entrando en sus íntimas habitaciones, como lo hiciste con la suegra de Pedro y con tantos enfermos.
Para dar fuerza y ser compañero de viaje del moribundo, en el último trecho del camino, que raya con la pavorosa eternidad.

31. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia:
Es horno que abrasa: ¿quién me ama tanto, quién piensa en mi noche y día como Jesús Sacramentado?
Es sol que ilumina: Jesús Sacramentado, es cifra de todas las virtudes y suma de todas las maravillas.
Es panal que endulza: que consuelo el que Jesucristo este con nosotros, es el fiel amigo, y el más poderoso de los amigos.
Es centro de la Iglesia: toda la liturgia y todo el culto gira entorno de la Eucaristía.
Es diadema que corona: la comunión que ciñe al alma con una guirnalda de rosas, con una diadema engastada con las perlas de todas las virtudes.
Es moneda de la gloria: quien comulga fervorosamente gana la vida eterna.

32. Oh Jesús, yo te veo en el sagrario:
Callando: ¡qué silencio!
Orando: ¡qué recogimiento!
Humillándote: ¡qué abajamiento!
Esperando: ¡qué aguante!
Obedeciendo: ¡qué rendimiento!
Entregándote: ¡qué dignación!

33. Oh Jesús, tu sagrario es una hoguera, y Tú el fuego:
Fuego que ilumina a los ciegos: “Yo soy la luz del mundo”.
Fuego que calienta a los tibios: “He venido a traer fuego a la tierra y ¿qué quiero, sino que arda?”.
Fuego que reanima a los muertos, como el sol a las plantas: “Yo soy la vida”.
Fuego que alegra a los tristes, como la aurora a la mañana: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor”. “Os traigo una nueva de gran gozo”.
Fuego que da energía como la electricidad que mueve las grandes fábricas: “Sin Mí no podéis hacer nada”.
Fuego que purifica a los manchados, como el fuego purifica en el crisol el oro: “Lo quiero, sé limpio”.

34. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me recuerda las palabras que el Sacerdote pronuncia cuando al comulgar nos dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. Sí:
Tú eres blanco como el cordero, Cordero inmaculado y que haces inmaculados.
Tú eres manso como el cordero, de modo que ni una queja amarga brota de tus labios.
Tú eres humilde como el cordero: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”.
Tú eres amable como el cordero; como el cordero al pastor, Tú nos sigues de cerca.
Tú eres sabroso como el cordero: nos alimentas en el viaje de la vida, como el cordero que tomaron los israelitas a su salida de Egipto.
Tú eres propiciatorio como el cordero; te ofreces por nosotros en sacrificio y con tu sangre nos libras de una muerte peor que la de los primogénitos de los egipcios.

35. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia es un sol clarísimo, y yo soy un pobre planeta que giro en torno Tuyo:
Ilumíname con tus resplandores, como el sol ilumina la sierra.
Vivifícame con tus rayos, como el sol vivifica las plantas.
Fúndeme con tus ardores, como el sol derrite la cera.
Alégrame con tus claridades, como el sol alegra el día.
Purifícame con tus fulgores, como el sol purifica la sierra.
Hermoséame con tus luces como el sol hermosea la naturaleza entera.

36. Oh Jesús, ahí estas sobre el altar, en el Copón, en la Custodia:
Humilde como un día sobre el monte de las Bienaventuranzas: para enseñarnos la doctrina del cielo.
Transfigurado como un día sobre el Tabor: para llenarnos como a los apóstoles de consuelo.
Retirado como un día en Getsemaní: para orar por nosotros.
Expuesto como un día en el balcón del Pretorio: para que nos compadezcamos de Ti.
Sacrificado como un día sobre el Calvario: para ofrecerte por nosotros.
Glorioso como un día sobre el monte de la Ascensión: para bendecirnos y anunciarnos que nos esperas en el cielo.

37. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia:
Es pan sabroso que nos alimenta.
Dulce exquisito que nos regala.
Medicina celestial que nos cura y preserva.
Escudo que nos protege.
Lente de aumento que nos hace ver las cosas espirituales.
Faro esplendente que nos señala la senda del cielo.

38. Oh Jesús, ahí estás en el sagrario como en la cruz:
Muchos pasan indiferentes como si no existieras; no te hacen ningún caso.
Otros te blasfeman y burlan como el mal ladrón, los sacerdotes y los soldados.
Otros se acercan hasta Ti en el comulgatorio para darte hiel y atravesarte el costado.
Otros en cambio, te defienden como el buen ladrón, y piden tu recuerdo suplicantes.
Otros golpean arrepentidos su pecho, como el centurión al alejarse del Calvario.
Otros te miran llorosos y amantes, como San Juan, las piadosas mujeres y tu Madre.

39. Espinas de Cristo, coronadme.
Azotes de Cristo, llagadme.
Clavos de Cristo, sujetadme.
Hiel de Cristo, dulcifícame.
Cruz de Cristo, confórtame.
Sepulcro de Cristo, guárdame y resucítame.

40. Oh Jesús, yo quisiera ser:
Como un copón de oro para guardarte.
Como una custodia engastada para mostrarte.
Como una lámpara esplendorosa para alumbrarte, y como un ramillete de frescas rosas para adornarte.
Como un incensario inmenso para adorarte.
Como un órgano gigantesco para ensalzarte.
Como blanca harina de trigo para en ti transformarme.

41. Oh Jesús, ahí estas arriba en el Tabernáculo:
Para que te veamos como a lo más admirable; ¡qué hermoso eres!
Para que te imitemos como a lo más perfecto; ¡qué santo eres!
Para que te amemos como a lo más amable; ¡qué bueno eres!
Para que te escojamos como a lo más precioso; ¡qué rico eres!
Para que te veneremos como a lo más adorable; ¡qué inmenso eres!
Para que a Ti subamos como a lo más excelso; en tu cielo, ¡qué sublime eres!

42. Oh Jesús, Tú estás en el sagrario bien visible, diciéndonos: “Yo estoy con vosotros”:
En nuestras tentaciones no estamos solos; Tú nos defiendes.
En nuestras desgracias no estamos solos, Tú nos compadeces.
En nuestros abandonos no estamos solos; Tú nos acompañas.
En nuestras humillaciones no estamos solos; Tú nos enalteces.
En nuestros trabajos no estamos solos; Tú nos ayudas.
En nuestra pobreza no estamos solos; Tú nos enriqueces.

43. Oh Jesús, ahí estas en el sagrario como en la cruz:
Perdonándonos. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Prometiéndonos el cielo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Ofreciéndonos una Madre: “He ahí a tu Madre”.
Deseando nuestra compañía: “Padre mío, Padre mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Mendigando nuestro amor: “Tengo sed”, de corazones.
Haciendo cuanto puedes por nosotros: “Todo está consumado”.

44. Oh Jesús, la puertecita de tu sagrario me recuerda que Tú dijiste un día: “Yo soy la puerta”:
Sí, Tú eres la puerta del cielo.
Puerta bien visible: sólo no la ve el que no quiere verla.
Puerta sin salida: del cielo no se sale una vez que se entra.
Puerta siempre franca: por ella puede entrar y se invita a que entre todo el que quiera.
Puerta estrecha: como estrecha fue, oh Señor, la norma de tu vida y la norma de tus preceptos.
Puerta única: para entrar en el cielo no hay otra puerta.

45. Oh Jesús:
La Reina de Saba vino a visitar a Salomón; y nosotros no venimos a visitarte en el sagrario.
Los pastores vinieron a adorarte en la cueva de Belén; y nosotros no venimos a adorarte en el sagrario.
Los Reyes Magos vinieron desde lejanas tierras a ofrecerte sus dones; y nosotros no venimos a ofrecerte los nuestros en el sagrario.
Las turbas te buscaban para escucharte, hasta en el desierto, donde multiplicaste los panes; y nosotros no venimos a escucharte en el sagrario.
Los leprosos, los mudos, los sordos, los ciegos, los inválidos y toda clase de enfermos iban en busca tuya para que los curases; y nosotros no venimos para que nos cures en el sagrario.
Las piadosas mujeres vinieron al sepulcro para honrar con sus ungüentos y aromas tu cadáver, y nosotros no venimos a honrarte vivo en el sagrario.

46. Oh Jesús:
Yo quisiera ser como una mariposa que girase en torno de Ti: “Yo soy la Luz”.
Yo quisiera ser como una abeja que libase sus dulzuras en Ti: Tú eres la “Flor de Jesé”.
Yo quisiera ser como un ciervo que corriese sediento a Ti: Tú eres “Fuente de aguas vivas” y el que de Ti bebe no vuelve a tener más sed.
Yo quisiera ser como un ruiseñor que entonase sus endechas en honor a Ti: “Bendecid al Señor todas sus obras, alabadle y ensalzadle por todos los siglos”.
Yo quisiera ser como un corderillo para estar siempre junto a Ti: “Yo soy el Buen Pastor y conozco mis ovejas, y mis ovejas me conocen a Mí”.
Yo quisiera ser como un águila para subir y reposar dentro de Ti: “Un soldado abrió con la lanza su costado”.

47. Oh Jesús, que pusiste como medianera entre Ti y los hombres a tu Madre y Madre nuestra, María Inmaculada:
Yo quisiera adorarte en esa Hostia bendita, como tu Madre te adorara en tu vida mortal y en tu Hostia sacrosanta. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera serte agradecido con el mismo reconocimiento que tu Madre lo fue cuando entono el Magnificat en acción de gracias. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera pedirte con la misma eficacia con que tu Madre te pidiera cuando obtuvo de Ti en las bodas de Caná el que convirtieses en vino el agua. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera servirte y rendirme a tu voluntad como tu Madre se rindió cuando dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera llevarte en mi pecho y en mi alma, con la misma pureza con que tu Madre te llevara. Madre, alcánzame esta gracia.
Oh Jesús, yo quisiera acompañarte siempre, aun hasta el Calvario, del mismo modo que tu Madre te acompañara. Madre, alcánzame esta gracia.

48. Oh Jesús, la blancura de tu blanca Hostia me recuerda:
La blancura de los pobres pañales con que recién nacido fuiste envuelto en Belén.
La blancura de tus vestidos en el monte Tabor, en la Transfiguración, ante tus apóstoles.
La blancura del vestido con que Herodes te vistió.
La blancura de los lienzos con que fuiste amortajado.
La blancura de tu alma. “Mi amado es blanco, escogido entre millares”. San Juan te vio como Cordero “vestido de blanco”.
Los que te siguen, oh Jesús mío, también tienen que vestir en su alma de blanco. “Hay algunos que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo vestidos de blanco”. El que venciere será igualmente vestido de ropas blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida. Digamos con David: “Lávame, Señor, y quedaré mas blanco que la nieve”.

49. Oh Jesús, heme aquí en tu presencia:
Como un pobre ante su limosnero; ampárame.
Como un enfermo ante su médico; cúrame.
Como un discípulo ante su maestro; enséñame.
Como una oveja extraviada ante su pastor; hállame.
Como un criado ante su señor; mándame.
Como un hijo ante su padre; cuídame.

50. Démonos a Jesús, que se nos ha dado:
Como niño en una cueva; hagámonos niños como Él.
Como trabajador en un taller; trabajemos como Él y por Él.
Como reo en una cruz; sacrifiquémonos por Él.
Como maestro en sus palabras; seamos sus buenos discípulos.
Como protector en sus milagros; démosle gracias por tantos beneficios.
Como alimento y compañero en el sagrario; vengamos a comulgar y a visitarle con fervor y cariño.

51. Oh Jesús, yo quisiera comprender y corresponder a ese amor con que me amas en el sagrario:
Amor eterno, con que me amaste cuando aun no existía.
Amor constante, a pesar de ser tan mal correspondido.
Amor desinteresado, sin que nada necesites de mí.
Amor delicado, hasta hacerte niño y quedarte con nosotros en el sagrario.
Amor sacrificado, hasta morir en una cruz.
Amor particular, como si yo solo existiera.

52. Jesús sigue definiéndose en el sagrario como se definía en vida:
Yo soy el Pan Vivo que descendí del cielo; aliméntame.
Yo soy la Luz del mundo; ilumíname.
Yo soy el Camino; guíame.
Yo soy el Buen Pastor; guárdame.
Yo soy Rey; mándame.
Yo soy la Resurrección y la Vida; sálvame.

53. Jesús habla a mi corazón en el sagrario y me dice las mismas palabras que en su vida me decía:
Palabras de compasión: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y cargados, que Yo os aliviare”.
Palabras de confianza: “Pedid y recibiréis. Todo lo que pidiereis en mi nombre os será dado”.
Palabras de consuelo: “En verdad en verdad os digo que vosotros lloraréis y plañiréis mientras que el mundo se regocijará. Os contristaréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo”.
Palabras de amenaza: “No temáis a los que solo pueden matar el cuerpo, sino temed más bien a los que pueden condenar el cuerpo y el alma al infierno”.
Palabras de aliento: “En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza: Yo he vencido al mundo”.
Palabras de amor: “Como me amó a Mí el Padre, así os amo Yo a vosotros… No os llamaré siervos, sino amigos”.

54. Jesús, que diste vista a tantos ciegos: que yo vea.
Jesús, que diste habla a tantos mudos: que yo hable bien y rece.
Jesús, que diste oído a tantos sordos: que yo obedezca y me conforme.
Jesús, que diste movimiento a tantos tullidos: que yo progrese.
Jesús, que limpiaste a tantos leprosos: que yo me purifique.
Jesús, que resucitaste a tantos muertos: que yo no muera por el pecado, y, si muero, que resucite.

55. Oh Jesús, Tú me miras desde el sagrario; Tú ves lo mismo mis virtudes que mis pecados. ¿Cómo me ves al mirarme?:
¿Me ves como a las turbas hambrientas del día de la multiplicación de los panes, cual oveja sin pastor?
¿Me ves como al joven del Evangelio, sin pecado mortal, pero sin ánimo para hacer lo que Dios quisiera de mí?
¿Me ves como a la Magdalena, a Pedro y al Buen Ladrón, pecador pero arrepentido?
¿Me ves como al mal ladrón, malo e impenitente?
¿Me ves como a Judas, pecador y desesperado?
¿Me ves como a San Juan junta a la Cruz, puro y fiel?

56. Oh Jesús:
Si dudo, aconséjame.
Si yerro, desengáñame.
Si me pierdo, encuéntrame.
Si caigo, levántame.
Si me desanimo, aliéntame.
El día en que muera. Llévame.

57. Oh Jesús, aquí tienes mi corazón:
Conviértelo en una lámpara para alumbrarte.
Conviértelo en un horno para calentarte.
Conviértelo en una joya para adornarte.
Conviértelo en una diadema para coronarte.
Conviértelo en un jardín para recrearte.
Conviértelo en un palacio para aposentarte.

58. Oh Jesús, enséñame desde el sagrario lo que es pecado:
Tú eres en el sagrario todo blancura, y el pecado es todo fealdad y miseria.
Tú eres en el sagrario todo dulzura, y el pecado es todo amargor, remordimiento y pena.
Tú eres en el sagrario todo humildad y sumisión, y el pecado es todo rebelión y desobediencia.
Tú eres en el sagrario todo salud y vida, y el pecado es todo corrupción y muerte eterna.
Tú eres en el sagrario todo bondad y generosidad, y el pecado es todo malicia y maleficencia.
Tú eres en el sagrario todo acercamiento y amor a Dios, y el pecado es todo alejamiento e indiferencia.

59. Oh Jesús:
Yo quisiera tener toda la sangre de los mártires para derramarla por Ti.
Yo quisiera tener toda la sabiduría de los doctores para conocerte a Ti.
Yo quisiera tener todas las penitencias de los anacoretas para soportarlas por Ti.
Yo quisiera tener todo el celo de los apóstoles para luchar por Ti.
Yo quisiera tener toda la pureza de las vírgenes para recrearte a Ti.
Yo quisiera tener todas las virtudes de todos los ángeles y santos para amarte y parecerme a Ti.

60. Paciencia de Jesús, sopórtame.
Pobreza de Jesús, enriquéceme.
Pureza de Jesús, hermoséame.
Obediencia de Jesús, enderézame.
Providencia de Jesús, cuídame.
Amor de Jesús, enardéceme.

61. Oh Jesús, cuando veo tus labios, envidio a la Samaritana, que los refrigeró dándoles a beber del cántaro de agua.
Oh Jesús, cuando veo tus manos, envidio a aquellos enfermos a quienes con ellas bendecías, tocabas y sanabas.
Oh Jesús, cuando veo tus brazos, envidio a los niños de Galilea, a quienes acogías y abrazabas.
Oh Jesús, cuando veo tus pies, envidio a la Magdalena, que se sentó junto a ellos, y los abrazaba y los regaba con sus lágrimas.
Oh Jesús, cuando veo tu costado abierto, envidio a San Juan que en la última cena tuvo sobre él la cabeza reclinada.
Oh Jesús, todo esto es verdad, pero debo pensar que, sin verte, tengo la misma suerte que ellos al recibir tu Hostia Sacrosanta.

62. Oh Jesús, yo quisiera acompañarte en el sagrario como en vida te acompañaba tu Madre:
Tu Madre fue humilde: “Miró Dios la pequeñez de su esclava”; que yo sea humilde como ella.
Tu Madre fue la Virgen de las vírgenes: “No conozco varón”; que yo sea puro como ella.
Tu Madre fue obediente a los planos divinos: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”; que yo sea obediente como ella.
Tu Madre fue Reina de los mártires: “Estaba junto al pie de la cruz”; que yo sea paciente como ella.
Tu Madre fue agradecida a Dios: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se goza en Dios, mi Salvador”; que yo sea agradecido como ella.
Tu Madre estuvo enriquecida con el tesoro de las virtudes más excelsas: “Hizo en mí cosas grandes el Todopoderoso”; que yo sea santo como ella.

63. Oh Jesús, mi corazón es como un templo inmenso, que sin Ti se siente vacío:
Lo lleno de riquezas, y sigue pobre, pues el oro es polvo que se lleva el viento.
Lo lleno de placeres, y se siente hambriento, pues los deleites son flores, que a la mañana se abren y a la tarde se marchitan.
Lo lleno de honores y se siente solo, pues los aplausos son humo que ahora parecen algo, y al instante se disipan.
Lo lleno de amores humanos, y se siente abandonado, pues el corazón del hombre está amasado de egoísmos y de envidias.
Lo lleno de salud y lozanía, y se siente abatido, porque el vigor del hombre es como castillo de naipes, que el soplo de cualquier enfermedad lo derriba.
Lo lleno de diversiones y espectáculos, y se siente triste, porque los encantos humanos no son verdad, son sólo una comedia, una película.
Llena, oh Jesús, mi corazón contigo; entra en él, si no como en un gran santuario, al menos como en una humilde ermita.

64. Oh Jesús:
Cuando yo te llame, óyeme.
Cuando yo te ofenda, perdóname.
Cuando yo te deje, sígueme.
Cuando yo te olvide, recuérdame.
Cuando yo te pida, socórreme.
Cuando yo te sirva, anímame.

65. Oh Jesús:
Cuando yo esté para morir, y mis ojos vidriados y desencajados ya no vean, muéstrate.
Cuando mis oídos, cerrados a las voces de los hombres, ya no oigan, llámame.
Cuando mis labios, fríos y convulsos, ya no se muevan, recomiéndame.
Cuando mis manos, trémulas y entorpecidas, ya no empuñen, cógeme.
Cuando mis pies, perdido su movimiento, ya no anden, llévame.
Cuando mi corazón, débil y oprimido, ya no lata, oh Jesús, Jesús, Jesús, recíbeme.

66. Oh Jesús, el día que me juzgues ten presente este rato:
Es verdad que te ofendí con mis palabras muchas veces, pero ahora te alabo.
Es verdad que me alejé de Ti como un hijo pródigo, pero ahora me detengo ante tu sagrario.
Es verdad que soberbio no quise frecuentemente servirte, pero ahora me postro ante Ti sumiso y humillado.
Es verdad que te entristecí con mis locas alegrías, pero ahora lloro esos agravios.
Es verdad que te llevé a la muerte con mis culpas, pero ahora daría mil vidas por reparar mis pecados.
Es verdad que te abandoné y negué como Pedro, pero ahora te digo: “Señor, tú sabes que te amo”.

67. Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me parece la moneda con que quieres comprar mi alma. ¡Cuánto valdrá mi alma, pues das por ella un valor infinito!
Mi alma vale el cariño paternal de Dios; Dios creador es mi Padre, y yo soy su hijo.
Mi alma vale las ternuras, las lágrimas, los sollozos y los sufrimientos de Belén, por comprar mi alma se hizo Dios niño.
Mi alma vale las soledades, las amarguras, las hambres del destierro; por comprar mi alma fue Jesús a Egipto.
Mi alma vale los sudores, las plegarias, las privaciones de Nazaret; por comprar mi alma vivió Jesús treinta años en el olvido.
Mi alma vale las penitencias, las predicaciones, los milagros, toda la vida, pasión y muerte de Jesucristo; por comprar mi alma es imagen de Jesús el crucifijo.
Mi alma vale todas las gracias, mociones e inspiraciones del Espíritu Santo; gracias actuales, internas y externas, y sobre todo la gracia santificante con todo el séquito de las virtudes infusas y de los siete dones del Espíritu Santo.
Valiendo tanto mi alma, qué de extraño tiene el que para comprarla se dé en la Sagrada Hostia Jesús así mismo.

68. Oh Jesús, que hoy eres para mí todo amor; no seas para mí eterna ira. Que yo recuerde siempre tu misericordia, pero que no olvide nunca tu justicia:
Tú eres bueno, muy bueno, pero no eres manco; infinito es el brazo de tu misericordia, infinito es el brazo de tu justicia.
Tú eres bueno, muy bueno, pero Tú has dicho muchas veces que hay infierno, y Tú no dices mentira.
Tú eres bueno, muy bueno pero no favoreces la maldad, siendo indiferente para la virtud y el vicio, para el que cumple los mandamientos y para el que los quebranta y olvida.
Tú eres bueno, muy bueno, y por eso no admites en el cielo la podredumbre de los malos, ni permites que los hombres miserables se burlen de Dios y se rían.
Tú eres bueno, muy bueno, pero eso no extingue el infierno para los condenados, como no nos quitas la muerte, ni secas nuestras lágrimas, endulzas nuestras amarguras, y embotas nuestras espinas.
Tú eres bueno, muy bueno. Si eres bueno deberíamos amarte y no ofenderte, abusando ingratamente de tu infinita bondad.

69. Oh Jesús:
El fuego perenne de tu lámpara me recuerda el fuego eterno de tu amor para los que salvas, y para los que condenas el fuego inextinguible de tu justicia.
El fuego de tu amor, abrasando a los serafines, los premia; el fuego de tu justicia, abrasando a los condenados, los castiga.
El fuego de tu amor llena a los bienaventurados de alegrías sin tristezas; el fuego de tu justicia llena a los condenados de tristezas sin alegrías.
El fuego de tu amor muestra a los bienaventurados tu faz amorosa, el fuego de tu justicia muestra a los condenados tu faz negativa.
E1 fuego de tu amor me lleva a amarte; el fuego de tu justicia a temerte.
E1 fuego de tu amor me impulsa a obrar el bien, y me aparta del mal el fuego de tu justicia.

70. Oh Jesús, muéstrame los males del pecado, y anímame a no caer más en él:
He de morir, y sigo pecando.
He de ser juzgado, y sigo pecando.
Peligra mi cielo, y sigo pecando.
Me amenaza el infierno, y sigo pecando.
Me amas, y sigo pecando.
Te azoto y crucifico, y sigo pecando.

71. Oh Jesús, dame a conocer lo que vale mi alma, para que me devore el celo que a Ti te devoraba:
Salvar un alma es hacer una reina de una esclava.
Salvar un alma es sacar un alma del infierno y subirla a las celestiales moradas.
Salvar un alma es sacarle a Cristo un clavo, curarle una llaga.
Salvar un alma es sustituir en la corona de Cristo, una espina por una perla preciada.
Salvar un alma es recoger una gota de sangre de Cristo, de otra manera despreciada.
Salvar un alma es conquistar también el cielo para el que la salva. El que salva un alma, la suya salva.

72. Oh Jesús, varón de dolores, enséñame a sufrir y amar el dolor:
Enséñame que el dolor me aparta del pecado.
Enséñame que el dolor me purifica y hace mejor.
Enséñame que el dolor es fuente de merecimientos.
Enséñame que el dolor es señal del divino amor.
Enséñame que el amor me asemeja a ti mismo.
Enséñame que el dolor me despega de las criaturas, me empuja hacia el cielo y me une a Dios.

73. Oh Jesús paciente, hazme paciente en el padecer:
Cuando tenga hambre y sed, que me acuerde de Ti, que tuviste hambre en el desierto y en la cruz sed.
Cuando esté cansado, que me acuerde de Ti, que hubiste de sentarte fatigado junta al pozo de Siquem.
Cuando no pueda dormir, que me acuerde de Ti, que pasabas las noches en claro, y no tuviste una almohada para dormir.
Cuando me reprendan, injurien y persigan, que me acuerde de Ti, que fuiste reprendido con una bofetada, injuriado y perseguido hasta el fin.
Cuando me desprecien y abandonen, que me acuerde de Ti, que te viste tan solo y abandonado en medio de tantas angustias como hubiste de sufrir.
Cuando esté enfermo, llagado o dolorido, que me acuerde de Ti, que fuiste “Varón de dolores, sabedor de enfermedades”, sin tener parte alguna sana de los pies a la cabeza, y todo esto por mí.

74. Oh Jesús, ¿cómo te pagaré cuanto por mí has hecho?
Te hiciste pobre para enriquecerme.
Te hiciste pequeño para ensalzarme.
Te hiciste débil para fortalecerme.
Te hiciste siervo para libertarme.
Te hiciste niño para atraerme.
Te hiciste hombre para divinizarme.

75. Ojos piadosos de Jesús, que mirasteis compasivos a los desgraciados y a los pecadores, que yo sea compasivo.
Ojos agradecidos de Jesús, que os elevasteis al cielo para dar gracias a vuestro Eterno Padre, que yo sea agradecido.
Ojos despiertos de Jesús, que para orar os pasabais las noches en vela, que yo ande siempre vigilante y apercibido.
Ojos llorosos de Jesús, que llorasteis sobre la ciudad deicida, que yo llore mis pecados.
Ojos vendados de Jesús, que fuisteis cubiertos en son de burla con un sucio trapo, que yo vende mis ojos para las malas lecturas y espectáculos.
Ojos moribundos de Jesús que os eclipsasteis con tinieblas de muerte, que se iluminen los míos el día del juicio con resplandores celestiales.

76. Oh Jesús, que lloraste sobre las pajas del pesebre y en el madero de la cruz, junto al sepulcro de Lázaro y ante las ruinas de Jerusalén, ¿cuántas veces habrás llorado por mi alma? Las lágrimas de tus ojos:
Son perlas que me adornan.
Son voces que me llaman.
Son quejas que me conmueven.
Son ascuas que me abrasan
Son lluvia que me fecunda.
Son ríos que me lavan.

77. Oh Jesús, que estás viéndome desde el sagrario:
Mírame con aquellos ojos de ternura, con que miraste al joven del Evangelio.
Mírame con aquellos ojos de misericordia, con que miraste a la multitud hambrienta y a los enfermos.
Mírame con aquellos ojos de afabilidad, con que miraste a la hemorroisa, a la viuda limosnera y a Zaqueo.
Mírame con aquellos ojos de perdón, con que miraste después de las tres negaciones a Pedro.
Mírame con aquellos ojos de amor, con que miraste desde la cruz a Juan y a Tu Madre, al hacer tu testamento.
Mírame con ojos benignos, no con aquellos ojos de angustia con que miraste a Judas, o con aquellos ojos de ira, con que miraste a los mercaderes del templo.

78. Oídos misericordiosos de Jesús, escuchadme:
Yo os digo como el hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo junto a la piscina de Betsaida: “No tengo hombre”; ayudadme.
Yo os digo como el padre del Joven poseso: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe”.
Yo os digo como las hermanas de Lázaro: “El que amas está enfermo”, curadme.
Yo os digo como los discípulos de Emaús: “Quedaos con nosotros, que cae la tarde”.
Yo os digo como el buen ladrón: “Acordaos de mí cuando estuviereis en vuestro reino”.
Oídos pacientes de Jesús, que escucháis tantas blasfemias e injurias de los hombres, yo repito las mismas palabras que oí en la cruz de vuestros labios: “Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen”.

79. Labios de Jesús, enseñadme.
Labios de Jesús, aconsejadme.
Labios de Jesús, consoladme.
Labios de Jesús, animadme.
Labios de Jesús, perdonadme.
Labios de Jesús, besadme.

80. Oh Jesús, me parece que te oigo decir como en la cruz: “Tengo sed”.
Tengo sed de ser conocido.
Tengo sed de ser amado.
Tengo sed de ser recibido.
Tengo sed de ser visitado.
Tengo sed de ser correspondido.
Tengo sed de ser imitado.

81. Manos encallecidas de Jesús, enseñadme a trabajar.
Manos clavadas de Jesús, contenedme ante el peligro.
Manos benditas de Jesús, echadme vuestra bendición.
Manos misericordiosas de Jesús, curadme de todos mis vicios.
Manos omnipotentes de Jesús, ayudadme a obrar bien.
Manos perdonadoras de Jesús, perdonadme todos mis delitos.

82. Oh pies de Jesús Niño, que en Belén os entumecisteis de frío, que yo os caliente con mi amor.
Oh pies apostólicos de Jesús, que en busca de las almas os cansasteis por aquellos caminos, que yo os siga.
Oh pies peregrinos de Jesús, que tantas veces habéis esperado pacientes a la puerta de mi alma, que yo os abra.
Oh pies milagrosos de Jesús, que anduvisteis sin hundidos sobre las aguas, que yo no me sumerja en el vicio.
Oh pies benditos de Jesús, que la Magdalena abrazara, besara y ungiera con sus lágrimas, que yo llore todos mis delitos.
Oh pies clavados de Jesús, que estáis sujetos en la cruz, que yo me acerque, y, para no separarme de Vos, queden sujetos también en la cruz los míos.

83. Oh Jesús, al mirar mis ingratitudes, me parece que te oigo decir como un día a los judíos: “Decidme, ¿por cuál de mis buenas obras me queréis apedrear”:
¿Por qué me ofendes con tus manos? ¿Por qué te hice ese gran beneficio para que te ganaras la vida, y no te dejé manco como a tantos desdichados?
¿Por qué me ofendes con tus pies? ¿Por qué te di la facultad de andar, y no te dejé cojo como a tantos inválidos?
¿Por qué me ofendes con tus ojos? ¿Por qué te di vista, y no te dejé ciego como a tantos que tienen sus ojos apagados?
¿Por qué me ofendes con tu boca? ¿Por qué te di habla y alimento, y no te deje mude y hambriento como a tantos mudos y necesitados?
¿Por qué me ofendes con tu pensamiento e imaginación? ¿Por qué te di el uso de la razón, y no te encerré en un manicomio como a tantos insensatos?
¿Por qué me ofendes con tu corazón? ¿Por qué te di entusiasmo y amor, y no te hice la vida como un lugar de tormentos y de trabajos forzados?

84. Oh Jesús, ¿qué te daré por cuanto tú me has dado?
¿Qué por tu ejemplo?
¿Qué por tu doctrina?
¿Qué por tu Madre?
¿Qué por tu vida?
¿Qué por tu Corazón?
¿Qué por tu Eucaristía?

85. Oh Jesús, por las impiedades de todas las lenguas irreligiosas, que confiese tu fe la mía.
Oh Jesús, por los insultos de todas las lenguas blasfemas, que cante tus glorias la mía.
Oh Jesús, por las altanerías de todas las lenguas soberbias, que se humille ante Ti la mía.
Oh Jesús, por las manchas de todas las lenguas impuras, que sea siempre casta la mía.
Oh Jesús, por los daños de todas las lenguas egoístas, que sea caritativa la mía.
Oh Jesús, por las faltas de todas las lenguas locuaces, que sepa callar la mía.

86. Oh Jesús, que un día curaste al enfermo de la mano seca, cura mis manos secas por el pecado:
Haz que sean manos puras, no manchadas con sucios pecados.
Haz que sean manos limosneras, y no empobrecidas con el dinero de un avaro.
Haz que sean manos caritativas, y no marcadas con injusticias y daños.
Haz que sean manos afanosas ennoblecidas por el trabajo.
Haz que sean manos suplicantes, que se levantan unidas al cielo y ante el Sagrario.
Haz que sean manos apostólicas, para escribir y propagar tu nombre sacrosanto, y semejantes a las tuyas sacerdotales, que bendecían, consagraban y perdonaban los pecados.

87. Oh Jesús, que un día dijiste: “Bienaventurados los que lloran”:
Que mis ojos derramen lágrimas de contrición, para que se purifique mi alma.
Que derramen lágrimas de resignación, para que se alivie mi alma.
Que derramen lágrimas de compasión, para que se ablande mi alma.
Que derramen lágrimas de agradecimiento, para que se enardezca mi alma.
Que derramen lágrimas de alegría, para que se anime mi alma.
Que derramen lágrimas de amor, para que se enamore de Ti mi alma.

88. Oh Jesús, me parece que estás en el Sagrario como un día sobre el pesebre:
Que yo haga mullida la dureza de las pajas con la ternura de mi cariño y entusiasmo.
Que yo caliente el frío de tus miembros ateridos con el ardor de mi celo abrasado.
Que yo seque las lágrimas de tus ojos con el llanto doloroso de mis pecados.
Que yo alegre la soledad en que te abandonan, acompañándote como San José y tu Madre te acompañaron.
Que yo ahuyente el olvido en que te hallas, como los ángeles, con las alabanzas de mis labios.
Que yo alivie la pobreza en que vives, ofreciéndote el tesoro de mis buenas obras, como los pastores y los magos.

89. Oh Jesús, qué dulces son las palabras del Evangelio: “Y habitó entre nosotros”. Yo te pregunto como aquellos dos discípulos: “Maestro ¿dónde moras?” Respóndeme como a ellos: “Ven y ve”:
Que te vea en la casa de Santa Isabel, para santificar al Bautista; en la casa de Jairo, para resucitarle la hija; en la casa de Zaqueo, para salvar a su familia; en la casa de la suegra de San Pedro, para curarla de la fiebre; en la casa de Marta y María, para consolarlas. Entra así en la casa de mi alma.
Que te vea en la cueva de Belén, hecho niño, para atraerme; en el lejano Egipto, perseguido, para buscarme; en el taller de Nazaret, escondido, para enseñarme; en el templo, orando para encomendarme; en el cenáculo, haciéndote Pan Vivo, para alimentarme.
Que te vea en la casa de Anás y Caifás, abofeteado; en el palacio de Herodes escarnecido, en el pretorio de Pilato, azotado, coronado de espinas y condenado.
Que te vea en el desierto de la cuarentena, ayunando; junto al pozo de Siquem, sediento; en Getsemaní, orando; en el Calvario, sepultado.
Que te vea en el Sagrario escondido, pidiendo y amando.
Que te vea en el cielo, siendo el gozo de todos, y gozando.

90. Oh Jesús ante tu Sagrada Hostia yo te digo como un día el Centurión: “Señor, yo no soy digno de que entres en la pobre morada de mi alma”:
Morada pobre y desamueblada, por la falta de virtudes y de gracia.
Morada fría, por la mucha frivolidad y tibieza de mi vida desairada.
Morada revuelta, por mi vida desordenada.
Morada sucia, por las impurezas de mi cuerpo y de mi alma.
Morada llena de ruidos, por mi vida disipada.
Si no soy digno de que me recuerdes, mires y hables, cuánto menos lo seré de que visites mi pobre morada. Pero di una solo palabra, y la casa de mi alma quedará confortable y arreglada.

91. Oh Jesús, tú eres el Buen Pastor, y yo la oveja perdida:
Tú me conoces por mi nombre.
Tú me das el pasto nutritivo y el agua pura de tu carne y de tu sangre divinas.
Tú me atraes con blandos silbidos en el peligro.
Tú me buscas por caminos pedregosos y entre espinas.
Tú me defiendes de mis enemigos.
Tú me amas hasta dar por mí la vida.

92. Oh Jesús, la mujer incurable del Evangelio murmuraba en voz baja mirando a tu vestido: “Si yo pudiese tan sólo tocar la orla…”. Y al tocarla quedó sana. Sáname a mí lo mismo:
Cuando toques mis labios en tu Sagrada Hostia, sánalos para que besen puros tus sangrientas llagas.
Cuando toques mi lengua, sánala para que no se rebaje y manche con malas palabras.
Cuando toques mi paladar, sánalo para que no se deje arrastrar por comidas y bebidas regaladas.
Cuando toques mi garganta sánala para que entone con júbilo tus divinas alabanzas.
Cuando toques mi pecho, sánalo para que no se encariñe con las cosas humanas.
Sana todo mi cuerpo, sana toda mi alma, pues no toco tan sólo la orla de tu vestido, sino que te toco por entero, al tomar tu Hostia sacrosanta.

93. Oh Jesús, que cogiendo un día de la mano a la suegra de Pedro le curaste de la fiebre en un instante; yo también estoy calenturiento:
Fiebre es la avaricia, que me fascina con el brillo del oro; cúrame para que sea desprendido.
Fiebre es la soberbia, que me atrae con la gloria de los laureles; cúrame para que sea humilde.
Fiebre es la lujuria, que me atrae con el cebo de los placeres; cúrame para que sea limpio.
Fiebre es la ambición, que me seduce con la sed de mundo; cúrame para que sea obediente.
Fiebre es la cólera que me empuja con espuelas de venganza; cúrame para que sea caritativo.
Fiebre es el anhelo de amar y ser amado en este mundo, cúrame para que estime tan sólo tu amor y te entregue todo el mío.

94. Oh Jesús, que desde el Sagrario pareces decir como un día en Getsemaní: “Mi alma está triste hasta la muerte, y muerte de cruz”:
Cuántos te desconocen.
Cuántos te blasfeman.
Cuántos te odian.
Cuántos te persiguen.
Y aún de los tuyos, cuántos se avergüenzan de Ti.
Cuántos te niegan y traicionan.

95. Oh Jesús, dime tus quejas:
¿Me dirás a mí como a los judíos, que querían apedrearte después de tantos milagros: “¿por cuál de mis buenas obras queréis apedrearme?”
¿Me dirás a mí, como a los apóstoles, cuando te abandonaban tantos discípulos: “¿también vosotros queréis dejarme?”
¿Me dirás a mí como a Pedro, dormido en Getsemaní mientras Tú orabas: “¿ni siquiera una hora has podido velar conmigo?”
¿Me dirás a mí como a San Pablo, cuando perseguía a tus cristianos: “¿por qué me persigues?”
¿Me dirás a mí como al soldado que te abofeteó ante el Sanedrín: “¿por qué me hieres?”
¿Me dirás a mí como a Judas, que te traicionaba con un beso: “¿amigo, a qué has venido? ¿con un beso entregas al hijo del hombre?”
Oh Jesús, ayúdame para que me enmiende, y no tengas más quejas de mí.

96. Oh Jesús, que estás ahí en el Sagrario orando noche y día, yo te digo como los apóstoles: “Enséñame a orar”:
Oh fuente de aguas vivas, como la Samaritana te pido: “Dame de esa agua”.
Oh luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, como el ciego de Jericó te digo: “Señor, que yo vea”.
Oh hermosura de los cielos y esplendor de la gloria del Padre, como el leproso te digo: “Si quieres, puedes limpiarme”.
Oh médico celestial, como Marta te digo: “El que amas está enfermo”.
Oh esperanza de los que naufragan, como los apóstoles te digo: “Sálvanos, Señor, que perecemos”.
Oh modelo de resignación y de abandono en las manos de Dios, como Tú en Getsemaní te digo. “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

97. Oh Jesús, graba en mi corazón alguna de aquellas máximas que tan hondamente grabaste en el corazón de tus santos:
En el de San Francisco Javier: “¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?”.
En el de San Ignacio de Loyola: “A mayor gloria de Dios”.
En el de San Pedro Canisio: “Si logro conocer a Cristo, todo andará bien, aunque en lo demás sea un ignorante”.
En el de San Luis Gonzaga: “¿Qué es esto para la eternidad?”.
En el de San Estanislao de Kostka: “No he nacido para las cosas de la tierra, sino para las del cielo”.
En el de San Juan Berchmans: “Mi mayor penitencia es la vida común”.

98. Oh Jesús, cuando esté bajo el peso de la cruz, recuérdame las palabras de tu Escritura:
“La vida del hombre es sobre la tierra una lucha continua: Ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra, dé donde has salido, porque eres polvo y en polvo te has de convertir.”
“A los que aman a Dios, todo se les convierte en bien.”
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. “Vuestra tristeza se convertirá en alegría”. “Por muchas tribulaciones hemos de entrar en el reino de los cielos”.
“Porque eras adepto a Dios, fue necesario que la tentación te probara”. “Cerca está el Señor de los afligidos de corazón”.
“Hemos aceptado lo bueno de las manos de Dios; ¿por qué no hemos de aceptar también lo malo?”. “Lo que ha hecho Dios, eso ha sucedido; sea bendito su santo nombre”.
“Ejemplo os he dado”. “Oh vosotros, los que pasáis por el camino, considerad y ved si hay dolor como mi dolor”. “E1 que quiera venir en pos de Mí, tome su cruz y sígame”.

99. Oh Jesús, dame a entender las palabras de tus santos sobre la cruz:
Las de Santa Teresa de Jesús: “O padecer, o morir”.
Las de Santa María Magdalena de Pazzis: “Padecer, y no morir”.
Las de Santa Magdalena Sofía Barat: “Vivir sin padecer, es vivir sin amar, y vivir sin amar es morir”.
Las de Santa Verónica de Giuliani: “Mi padecer es no tener padecimiento alguno”.
Las de San Juan de la Cruz a Ti: “Ninguna otra cosa te pido sino padecer y ser despreciado por Ti”.
Las de San Pablo: “Lejos de mí el gloriarme en otra cosa que en la cruz de Jesucristo”.

100. Abre, Señor, esos tus ojos de misericordia, mírame con ellos y alumbra los míos, para que te conozca y crea con viva fe.
Abre, Señor, esos tus oídos, y oye mis oraciones y gemidos, haciendo que los míos se abran para oír tus palabras y obedecer a tu santa Ley.
Abre, Señor, esa boca y lengua bendita, y dime algo al corazón, con que mi boca se abra para bendecirte, y mi lengua nunca cese de alabarte.
Abre, Señor, tu pecho, dilata tu Corazón y méteme dentro de él, para que todo me encienda y abrase con el fuego de tu amor.
Extiende, Señor, tus manos y tócame con ellas para santificar las mías en las obras que hicieren.
Dirige, Señor, a mí tus pies santísimos, para que enderecen los míos y sean conformes a los tuyos mis pasos, y así todo mi cuerpo sea un retrato de la santidad del Tuyo. Así sea.

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Índice de las cien visitas
a Jesús Sacramentado (por materias)

Materia
Visitas referentes a esa materia

Anhelos
7, 15, 40, 46, 47, 51, 59, 72

Ofrecimientos
14, 50, 57

Peticiones
2, 3, 4, 5, 8, 10, 11, 12, 20, 23, 29, 35, 39, 49, 51, 54, 56, 60, 64, 65, 73, 75, 76, 77, 78, etc

Nuestras facultades y sentidos
14, 83, 85, 86, 87

Facultades y sentidos de cristo
2, 8, 11, 19, 61, 69, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 100

Títulos y servicios de Cristo
23, 24, 33, 34, 35, 42, 44, 52, 91, 1, 4, 5, 21, 46, 49, 50, 52

Virtudes e Cristo
17, 22, 42, 68, 69, 24, 26, 51, 73, 95, 83, 3, 4, 9, 27, 32, 36, 41, 43

Vida de Jesús
4, 16, 17, 25, 30, 36, 45, 48, 50, 53, 89, 96, 6, 13, 18, 22, 38, 39, 43, 73, 94, 95, 98, 99, 86, 93, 92

Ponderaciones de Jesucristo
27, 41

Jesús en la Eucaristía
3, 17, 20, 22, 24, 31, 34, 35, 37, 39, 47, 78, 67, 90, 4, 13, 15, 16, 18, 21, 23, 26, 27, 28, 30, 32, 33, 36, 38, 41, 42, 43, 44, 45, 52, 53, 55, 58, 62, 66, 77, 88, 25, 29, 36, 61, 69, 12, 90, 92

La Santísima Virgen María y la Eucaristía
47,62

Verdades trascendentales
63, 66, 71, 58, 70, 65, 66, 68, 69

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Oración de San Buenaventura

Taladra Oh Dulcísimo Señor Jesucristo, mi alma en lo más profundo, con la más gozosa y saludable herida de Tu amor, con la más apostólica, verdadera y serena caridad, para que mi alma pueda siempre languidecer y derretirse de amor y añoranza por Ti; que suspire por Ti y se desmaye por tus cortejos, y ansíe disolverse y estar Contigo. Concédeme que mi alma siempre sienta hambre de Ti, el Pan de los Ángeles, el refresco de las almas santas, nuestro pan diario y supersubstancial que tiene toda la dulzura y el sabor, y toda la delicia a nuestro gusto. Haz que mi corazón esté siempre hambriento y se alimente de Ti, a quien los Ángeles desean contemplar, y deja que mi alma más profunda se llene de tu dulzura y tu sabor. Que siempre tenga sed de Ti, Fuente de Vida, Fuente de Sabiduría y Conocimiento, Fuente de Luz Eterna, Torrente de placeres, Riqueza de la Casa de Dios. Que siempre pueda conseguirte, buscarte, encontrarte, correr hacia Ti, obtenerte, meditar sobre Ti, hablar de Ti, y hacer todas las cosas para alabanza y gloria de Tu Santo Nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con solicitud y afecto, y con perseverancia hasta el fin. Sé Tú solamente mi esperanza y mi confianza completa, mi riqueza, mi deleite, mi placer y mi gozo; mi descanso y tranquilidad; mi paz, mi dulzura y mi fragancia; mi dulce sabor, mi alimento y mi refresco; mi refugio y mi auxilio; mi sabiduría y mi porción; mi posesión y mi tesoro; en quien pueda mi mente y mi corazón estar siempre firme, fijo y arraigado inamoviblemente. Amén.

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Alabanzas de desagravio

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima sangre.
Bendito sea Jesús en el santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Amen.

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RESTAURACION IMAGEN SAN JOSE – IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

Hola Amigos:

Desde hace ya unos meses está en exhibición la imagen de SAN JOSE en la Iglesia de Nuestra Señora de La Soledad ubicada en el Jr. Lampa s/n – Lima en la Plazuela de San Francisco, la cual espera reunir la suma necesaria para su restauración, luego de que en el incendio ocurrido en el año 2005 quedara en el estado en la pueden apreciar en estas imagenes.

iglesia de nuestra señora de la soledad cofradia krouillong karla rouillon no recibas la eucaristia en la mano san jose nacimiento

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Aún así esta antigua imagen de SAN JOSE formo parte del hermoso nacimiento de la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad en el mes de Diciembre pasado.

VIDEO DEL NACIMIENTO AÑO 2009

Ya se han restaurado algunas imágenes gracias a la limosna que está destinada para ello, con tu ayuda esperamos pronto tener la imagen de SAN JOSE nuevamente en el nacimiento, pero esta vez restaurada.

Si deseas ayudarnos a restaurar la imagen de SAN JOSE o realizar alguna donacion para la restauracion de la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, puedes hacerlo llamando al telefono 426-8674 o directamente en las cuentas bancarias de la cofradía:

COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

Cuenta de Ahorros SOLES
111-0423215

Cuenta de Ahorros DOLARES
111-0423228

VIDEO IGLESIA INCENDIADA

http://www.cofradiadelasoledadlima.com
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Los Mandamientos de la Iglesia Católica

LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA

Los católicos, además de los 10 mandamientos, tenemos que cumplir con los MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA, que son 5.

Estos mandamientos nos dicen qué es LO MÍNIMO que un católico debe de cumplir para el bien de su alma. En este folleto trataremos de explicarte cada uno de ellos.

LA IGLESIA CATOLICA MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA KROUILLONG KARLA ROUILLON NO RECIBAS LA EUCARISTIA EN LA MANO

1) OIR MISA ENTERA LOS DOMINGOS Y FIESTAS DE GUARDAR:
El Domingo es el día del Señor porque festejamos la resurrección de Jesús.
Dios dijo a Moisés: “Mantendrás santo el día del Señor” ¿ Pero cómo?
Desde el comienzo de la humanidad, el SACRIFICIO ha sido la manera natural de los hombres de dar culto, de adorar a Dios: Ofrecían granos, frutos y animales, pero todos estos sacrificios tenían un gran defecto: ninguno era digno de Dios.
Pero Jesús, el hijo de Dios, nos dejó un regalo de valor adecuado para Dios: El se ofreció a sí mismo como víctima en la Cruz para perdonarnos nuestros pecados.

¿Sabías que EN CADA MISA CRISTO VUELVE A REPETIR DE VERDAD SU SACRIFICIO EN LA CRUZ?

Libro LA SANTA MISA

Como tú y yo no pudimos estar el día de la crucifixión, el asistir a misa es la manera de unirnos con Jesús y ofrecernos nosotros también como ofrenda a Dios para adorarlo.
Si no sabes cómo ofrecerte a Dios, durante el ofertorio (después de la lectura del Evangelio), mientras el sacerdote hace la presentación de las ofrendas puedes arrodillarte y decir en voz baja “Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del Mundo en reparación por todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que el mismo es ofendido, y por los méritos infinitos de Su Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María te pido la conversión de los pobres pecadores. Amén” y seguir “Señor, te ofrezco todo lo que soy, lo que tengo, lo que puedo, todo lo pongo en tus manos, edifica tu Señor con lo poco que soy. Por los méritos de tu Hijo transformame Dios Altisimo. Te pido por mi familia, mis amigos, mis conocidos, por las personas que no me ven con agrado, por aquellos que se encomiendan a mis pobres oraciones, por las personas que trabajan conmigo, por todos los sacerdotes, religiosos y religiosas, por las benditas almas del purgatorio. Enséñame a poner mi corazón en el suelo para que su caminar sea menos duro.”

Entonces ¿ Para qué vamos a misa ?
Para ofrecernos junto con Jesús y adorar a Dios, para darle gracias por todo lo que nos da, para pedirle perdón y para pedirle su ayuda.
– La obligación de ir a misa comienza a los 7 años. Si la misa es nuestra ofrenda a Dios, no puede ser algo incompleto ni defectuoso. Debemos oír misa entera (desde el comienzo), poner atención y no distraernos.
– No ir a misa el domingo (porque no lo siento, porque estoy cansado, porque estoy ocupado, porque me cuesta trabajo…) es pecado mortal.

¿QUÉ OTROS DIAS DEL AÑO NOS OBLIGA LA MISA?

El 1¨ de Enero, en que festejamos la maternidad divina de la Virgen.
El Jueves de Corpus Christi, en que festejamos el día de la Eucaristía.
El 29 de Junio, día de San Pedro y Pablo
EL 30 de Agosto, día de Santa Rosa de Lima
El 12 de Diciembre, día de nuestra patrona y amada Virgen de Guadalupe, Madre de todos los mexicanos.
El 25 de Diciembre, día de la Navidad
TODAS LAS FIESTAS DE GUARDAR (FERIADOS RELIGIOSOS)

2) CONFESAR LOS PECADOS MORTALES, CUANDO MENOS UNA VEZ AL AÑO, EN PELIGRO DE MUERTE Y SI SE VA A COMULGAR:

Para que un PECADO sea MORTAL, debe cumplir 3 condiciones: que sea grave, que la persona sepa que ¨eso¨ que va a hacer ¨es pecado¨ y que, a pesar de esto, decida hacerlo.
Cuando alguien comete un pecado mortal, se le cierran las puertas del cielo y, si se muere así, se va al infierno. Los pecados mortales solo se perdonan con el sacramento de la confesión.
No te de miedo ni vergüenza, Dios te ama muchìsimo y siempre está deseoso de que te acer-ques a pedirle perdón a través del sacerdote.
Un PECADO VENIAL es una falta pequeña o leve contra los mandamientos de Dios. En este caso cada persona solita puede pedir perdón a Dios. Lo importante es estar realmente arrepentido de haber ofendido a Dios y tener el propósito de enmendarse (no volver a hacerlo).

3) COMULGAR POR PASCUA DE RESURRECCIÓN.

La Eucaristía o la Comunión es el alimento del alma. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir y estar fuerte y sano… así nuestra alma necesita comulgar para estar fuerte y sana también. Cristo mismo dijo: ¨El que come mi cuerpo y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día ¨.
Imagínate, ¡ comulgar es recibir en tu alma al mismo Cristo!
Si en verdad valoráramos lo grande que es esto, no dejaríamos un solo día de nuestra vida sin recibir la comunión.
¿ Cuáles son las condiciones para poder comulgar ?
– El que tiene algún pecado venial (pequeño), puede él solo pedir sincero perdón a Dios y comulgar sin necesidad de confesarse.
– La Iglesia recomienda recibir la comunión cada vez que vamos a la misa y obliga a hacerlo por lo menos una vez al año después del Domingo de resurrección.
– Lo mejor que se puede recomendar es que hay que concientizarse que “no se trata de querer recibir a Dios” sino de lo mucho que “DIOS SE ALEGRA DE VENIR A NOSOTROS” por eso es lo mejor IR A MISA Y RECIBIR LA EUCARISTIA TODOS LOS DIAS.

4) AYUNAR CUANDO LO MANDA LA SANTA MADRE IGLESIA:

Cristo ayunó 40 días en el desierto para enseñarnos que es bueno que el hombre luche contra sus instintos, sus pasiones, contra el bienestar de su cuerpo… para aprender a dominar su cuerpo y así su alma crezca.
Cada hombre puede hacer penitencia o sacrificios cuantas veces al año quiera, sin embargo, la Iglesia pone como obligación:
– AYUNAR, es decir hacer una sola comida fuerte al día 2 días al año: el miércoles de ceniza y el viernes santo.
El ayuno obliga desde los 18 hasta los 59 años.
– GUARDAR ABSTINENCIA, es decir, no comer carne todos los viernes de cuaresma. El viernes fue escogido para la penitencia porque en viernes murió Jesús.
La abstinencia obliga desde los 14 años y dura toda la vida.
La abstinencia de carne puede sustituirse por otro buen sacrificio que de verdad nos cueste.

5) AYUDAR A LA IGLESIA EN SUS NECESIDADES MATERIALES:

Todos formamos parte de la Iglesia.
Cristo nos encomendó a todos los miembros de la Iglesia a trabajar a salvar almas.
Es por esto que debemos ayudar a la Iglesia, a los sacerdotes, con nuestras obras, con nuestras oraciones y con nuestros medios econòmicos (dinero) a llevar a cabo su misión de salvar almas.
Debemos cooperar, cada uno en la medida en que pueda, cuando se recoge la limosna en la misa y tenemos también la obligación de PAGAR EL DIEZMO, que para las personas es un día de sueldo al año y para las empresas un día de utilidades al año.
Con este dinero ayudamos a que la Iglesia pueda sostenerse y hacer muchas obras buenas.
Recuerda, ayudar a los demás y salvar almas, es cosa de todos, no nada más de los sacerdotes.

PROPÓSITO DEL MES:

Me aprenderé los 5 mandamientos de la Iglesia, y de hoy en adelante los cumpliré fielmente.

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Asunción de la Bienaventurada Virgen María Reina de los Angeles

Asunción de la Bienaventurada Virgen María

Autor: San Buenaventura

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SAN BUENAVENTURA

La cual es más hermosa que el sol y sobrepuja a todo el orden de las estrellas, y si se compara con la luz, le hace muchas ventajas, capítulo 7 de la Sabiduría.
En estas palabras, la gloriosa Emperatriz, ensalzada sobre los coros de los ciudadanos celestiales, es recomendada por el Espíritu Santo, y con recomendación perfecta, en cuanto a su asunción a los cielos; y es recomendada por tres cualidades que hacen recomendable en extremo a cualquiera noble señora, a saber: la hermosura perfecta, la suprema nobleza y el resplandor de la sabiduría. En cuanto a la perfecta hermosura, se recomienda aquí al ser llamada más hermosa que el sol; en cuanto a la suprema nobleza, al ser sublimada y elevada sobre todas las estrellas, o sea, sobre todos los Santos: y en cuanto al resplandor de la sabiduría, al ser ilustrada, en parangón con la luz de la eterna sabiduría, desde más cerca que las demás criaturas.

I. Digo, pues, que es recomendada en primer lugar por su perfecta hermosura, cuando se dice: Es más hermosa que el sol; y, realmente, la serenísima Virgen fue en su asunción más hermosa que el sol, ya por ser más semejante que él ala fuente de toda hermosura, ya por haberse acercado más a ésta y con mejor disposición para recibir sus destellos en grado perfecto, o ya, finalmente, porque por su hermosura fue a la sazón más noble que el sol. -Puede, por tanto, ser llamada en su asunción más hermosa que el sol, por haber sido entonces más semejante que él a la fuente de toda belleza. Porque así como la estrella que es más semejante al sol de este mundo sobrepuja en claridad a las demás, así también sobresale por su belleza entre todas las criaturas racionales aquella que es más semejante al Sol de eternos resplandores, fuente de origen de toda hermosura. Esta criatura fue en la asunción la Virgen reina, porque si, en sentir de Hugo, «la fuerza del amor transforma al amante en la semejanza del amado», y María ha sido transformada en la semejanza de éste por modo superior a todas las criaturas hasta ser llamada el resplandor de la luz eterna, y un espejo sin mancilla de la majestad de Dios, y una imagen de su bondad, hemos de deducir que sobrepujó al sol y a los otros seres en hermosura. De ella puede decirse aquello del capítulo 6 de Jeremías: Yo te he comparado, hija de Sión, a una hermosa y delicada doncella, como si dijera: A la hermosa Trinidad ya una delicada doncella he comparado la hija de Sión, o sea la Virgen María; lo de hija significa doncella delicada, según las palabras de Dios en el ; capítulo 31 de Ezequiel: No hubo en el paraíso de Dios un árbol semejante a él, ni de tanta hermosura. Porque yo lo hice tan hermoso. De igual modo dice San Bernardo: «La regia Virgen, enjoyada del alma y del cuerpo, atrajo hacia sí la mirada de los moradores del cielo, hasta el punto de inclinar también el ánimo del Rey eterno a quererla con delirio». -Puede también llamarse más hermosa que el sol, porque en la asunción estuvo más cercana a la fuente de toda hermosura y con mejor disposición para recibir sus destellos a causa de la múltiple gracia, y especialmente por razón de la pureza virginal; y estando elevada sobre el sol y los astros, estrechamente unida a su Hijo dulcísimo por el amor, supera a todas las criaturas en hermosura; y ésta es la causa de que en el capítulo 1 del libro tercero de los Reyes se pongan en boca de los Ángeles las siguientes y simbólicas palabras: Buscaremos para el rey, nuestro señor, una virgen jovencita: he aquí indicada la pureza virginal; que esté con él y le abrigue: he aquí indicada la unión de amor; y buscaron por todas las tierras de Israel una jovencita hermosa. -También puede ser llamada más hermosa que el sol por haber sido entonces más noble que el sol a causa de su hermosura, pues en aquel entonces fue elevada hasta la majestad del rey imperial y eterno, según se lo dice el Profeta: Con esa tu gallardía y hermosura camina, avanza prósperamente y reina. y ni el sol podría conseguir tal dignidad, ni tampoco criatura alguna, por más que brille al exterior en esta vida, si carece de la hermosura de la gracia y de la virtud.

II. En segundo lugar, es recomendada con razón por su nobleza suprema, cuando se indica estar más elevada que todas las estrellas, sobrentendiéndose en éstas los Bienaventurados, esplendentes con fulgores de gloria, según leemos en el capítulo 3 de Baruc: Las estrellas fueron llamadas, y respondieron aquí estamos, y resplandecieron gozosas de servir al que las crió. Al decir, pues, que la Santísima Virgen sobrepuja a todo el orden de las estrellas, has de entender que es más esclarecida en su asunción que todos los Santos, y esto por tres cosas que ennoblecen y elevan espiritualmente al hombre: en primer lugar, la afluencia de espirituales delicias; después, la abundancia de las riquezas eternas, y, por fin, la excelencia de la dignidad o condición. -Se dice que fue ennoblecida y sublimada sobre todos los Santos por la afluencia de delicias, en que de un modo singular los aventajaba, por lo cual en el capítulo 8 de los Cantares exclaman los Angeles, admirados de su asunción: ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando delicias, apoyada en su amado? Rebosaba en estas delicias más que la celeste congregación de los Santos, no sólo en cuanto al alma, sino también en cuanto al cuerpo, el cual piadosamente se cree, y también se prueba, haber sido glorificado en la asunción del alma. -Se afirma igualmente que fue ennoblecida sobre todos los Santos por la abundancia de las eternas riquezas, pues a todos ellos sobreexcedió en las de la gloria y gracia, en las de virtudes y premios, en las de dones y bienaventuranzas, con que ahora enriquece al mundo y sustenta el en el universo; consiguiendo, con su intercesión, a unos la gloria, a otros la gracia, a otros la remisión de los crímenes ya otros el tesoro de las o. De virtudes; por lo cual se dice en el capítulo 31 de los Proverbios: Muchas son las hijas que han allegado riquezas, mas a todas has tú aventajado. Y a ella se pueden aplicar las palabras del capítudo 8 de los Proverbios: Yo amo a los que me aman, y me hallarán los que madrugaren a buscarme. En mi mano están las riquezas y la gloria, la opulencia y la justicia. -Fue, por fin, enriquecida sobre todos los Santos, en cuanto a la excelencia de la dignidad o condición; porque, siendo Madre del supremo Emperador, es por su dignidad y condición la más digna de todas las criaturas; y por esta causa no sin razón fue elevada ésta sobre ellas y colocada a la derecha de su Hijo en magnificentísimo sitial. Con toda exactitud fue esto prefigurado en el capítulo 2 del libro tercero de los Reyes. Habiendo venido, en efecto, Betsabé a ver al rey Salomón, o sea, la Virgen María en su asunción a su eterno y pacífico Hijo, levantóse el rey a recibirla, llevando en su compañía la legión entera de los Santos; y la saludó con profunda reverencia, esto es, le tributó reverencia filial, y sentóse el rey en su trono, y pusieron un trono para la madre del rey, la cual se sentó a su derecha, como de nobilísima condición, según las palabras que se leen en el último capítulo del Apocalipsis: Yo soy la raíz y la prosapia de David, el lucero brillante de la mañana. Todo debido a que, sin detrimento de su integridad virginal, dio a luz a un niño de nobilísima condición, según aquéllas palabras: El Santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios. Era también de justicia conceder la plenitud de la dignidad y de la gloria a quien le fue concedida la plenitud de la gracia, a diferencia de las demás criaturas, a las que tanto la gracia como la gloria se otorga sólo parcialmente. Por eso se dice en el capítulo 12 del Apocalipsis: Apareció un gran prodigio en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas. Esta mujer es la Virgen reina, que se describe vestida del sol, esto es, con la hermosura del Sol de justicia; y la luna debajo de sus pies, o sea, la gloria mundana valerosamente menospreciada, la cual crece y de crece como la luna; y en su cabeza una corona de doce estrellas, esto es, todo el honor y dignidad, gloria, excelencia y nobleza de condición concedidos a los doce órdenes de Santos significados en las doce estrellas resplandecientes, nueve de las cuales se refieren a los espíritus celestiales y tres al triple estado de los hombres: el de los activos, de los contemplativos y el de los prelados; pues toda la dignidad y gloria concedida a ellos en parte, se otorgó totalmente a la Santísima Virgen.

III. Se recomienda, en tercer lugar, por el resplandor de la sabiduría, porque, comparada con la luz de la sabiduría eterna, aventaja en ella a todos los seres. Pues del mismo modo que la Luz increada, o sea, la divina Sabiduría, a todo sobrepuja en cuanto a la iluminación, en conocimiento y gobierno de todas las criaturas, así también esta Virgen sobrepasa en estas tres cosas a los demás seres. -Si se compara, pues, con la luz de la Sabiduría divina, aventaja en claridad a las demás criaturas, porque así como aquélla está sobre todas las criaturas en cuanto a la iluminación que les da, puesto que es ella la que ilumina y confiere esplendor a todos los hombres por la luz de la razón y, en cuanto de sí depende, por la de la gracia, según las palabras del capítulo 1 de San Juan: Era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, así esta Virgen, iluminada más que todos los San tos por dicha Sabiduría, con sus piadosos ruegos iluminó, por la luz de la gracia, más que nadie, a todo el mundo. Por eso se escribe en el capítulo 16 de la Sabiduría: Era necesario adorarte antes de amanecer; y en el 13 de Tobías: Brillarás con luz resplandeciente y serás adorada en todos los términos de la tierra, como si dijera: Tú, santa, brillarás con la luz resplandeciente de la sabiduría eterna, o sea, obtendrás para los otros el esplendor de la gracia. Del mismo modo se dice en el capítulo 3 del Eclesiástico: Muéstranos la luz de tus piedades, infunde tu temor en las naciones que no han pensado en buscarte, a fin de que entiendan que no hay otro Dios sino tú.

Comparada igualmente con la luz de la Sabiduría eterna, sobre puja en claridad a las demás criaturas, pues así como la luz divina excede cuanto existe en el conocimiento de todas las cosas, puesto que las intuye con la máxima perspicacia, según se afirma en el capítulo 2 de Daniel: Conoce las cosas que se hallan en medio de las tinieblas, pues la luz está con él; y en el 23 del Eclesiástico: Los ojos del Señor son mucho más luminosos que el sol, y descubren todos los procederes de los hombres y lo profundo del abismo, y ven hasta los más recónditos senos del corazón humano; y en el 13 de Daniel: ¡Oh Dios eterno, que conoces las cosas ocultas, que sabes todas las cosas aun antes de que sucedan! , así esta Señora, comparada, en cuanto a esto, con la luz de la Sabiduría eterna, aventaja a todas las criaturas. Por cuya razón se le puede aplicar aquello del capítulo 6 de la Sabiduría: Pondré en claro su conocimiento.

Además, comparada con la Luz eterna, aventaja en sabiduría a las demás criaturas, porque así como la Luz divina sobrepuja a la creación entera en cuanto al gobierno y dirección de cuanto existe, según lo escrito en el capítulo 49 de Isaías: Yo te he destinado para ser luz de las naciones, a fin de que tú seas mi salud hasta los términos de la tierra; por cuya causa se dice en el capítulo 1 de San Lucas: Para alum brar a los que yacen en las tinieblas y en la sombra de la muerte, para enderezar nuestros pasos por el camino de la paz, así también la bienaventurada Virgen está por encima de todas las cosas en este particular; y por ello se dice en el capítulo 7 del libro de la Sabiduría: Propuse tenerla por luz, porque su resplandor es inextinguible; y en el capítulo 42 de Isaías: Te he puesto para ser el reconciliador del pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos y saques de la cárcel a los condenados. Lo cual ella misma nos obtenga con sus ruegos de Aquel que vive y reina eternamente por los siglos de los siglos. Amén.

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El pecado de los demonios – R.P. José Antonio Fortea

El pecado de los demonios

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Al hablar del pecado de los demonios es imprescindible trascribir las páginas de una monja concepcionista del siglo XVII, la Venerable Sor María de Jesús de Agreda (1602-1665+), quien afirmó haber recibido revelaciones sobre este punto. La obra donde se habla de estas revelaciones fue titulada La Mística Ciudad de Dios. No deja de ser sorprendente meditar estos párrafos escritos por una humilde monja que jamás cursó estudios de teología. Es impresionante observar como las más complejas y profundas cuestiones de la demonología fueron reveladas por Dios a esta humilde monja. Colocamos a continuación todos los pasajes esenciales referidos al pecado de los demonios:

Mística Ciudad de Dios

lib 1, cap 7, n. 82

De la tierra, dice Moisés, que estaba vacía, y no lo dice del cielo; porque en éste crió los ángeles en el instante cuando dice Moisés: Dijo Dios: sea hecha la luz, y fue hecha la luz; porque no habla sólo de la luz material, sino también de las luces angélicas o intelectuales. Y no hizo más clara memoria de ellos que significarlos debajo de este nombre, por la condición tan fácil de los hebreos en atribuir la divinidad a cosas nuevas y de menor aprecio que los espíritus angélicos; pero fue muy legítima la metáfora de la luz para significar la naturaleza angélica, y místicamente la luz de la ciencia y gracia con que fueron iluminados en su creación.

Había de dividir luego el Señor la luz de las tinieblas y llamar a la luz día y las tinieblas noche; y no sólo sucedió esto entre la noche y día naturales, pero entre los ángeles buenos y malos, que a los buenos dio la luz eterna de su vista, y la llamó día, y día eterno; y a los malos llamó noche del pecado y fueron arrojados en las eternas tinieblas del infierno; para que todos entendamos cuán juntas anduvieron la liberalidad misericordiosa del criador y vivificador y la justicia de rectísimo juez en el castigo.

n. 83

Fueron los ángeles criados en el cielo empíreo y en gracia, para que con ella precediera el merecimiento al premio de la gloria; que aunque estaban en el lugar de ella, no se les había mostrado la divinidad cara a cara y con clara noticia, hasta que con la gracia lo merecieron los que fueron obedientes a la voluntad divina. Y así estos ángeles santos, como los demás apóstatas, duraron muy poco en el primer estado de viadores; porque la creación, estado y término, fueron en tres estancias o mórulas divididas con algún intervalo en tres instantes. En el primero fueron todos criados y adornados con gracia y dones, quedando hermosísimas y perfectas criaturas. A este instante se siguió una mórula, en que a todos les fue propuesta e intimada la voluntad de su Criador, y se les puso ley y precepto de obrar, reconociéndole por supremo Señor, y para que cumpliesen con el fin para que los había criado. En esta mórula , estancia o intervalo sucedió entre San Miguel y sus ángeles, con el dragón y los suyos aquella gran batalla que dice san Juan en el cap. 12 del Apocalipsis; y los buenos ángeles, perseverando en gracia, merecieron la felicidad eterna y los inobedientes, levantándose contra Dios, merecieron el castigo que tienen.

n. 84

Y aunque en esta segunda mórula pudo suceder todo muy brevemente, según la naturaleza angélica y en el poder divino, pero entendí que la piedad del Altísimo se detuvo algo y con algún intervalo les propuso el bien y el mal, la verdad y falsedad, lo justo y lo injusto, su gracia y amistad y la malicia del pecado y enemistad de Dios, el premio y el castigo eterno y la perdición para Lucifer y los que le siguiesen; y les mostró Su Majestad el infierno y sus penas y ellos lo vieron todo, que en su naturaleza tan superior y excelente todas las cosas se pueden ver, como ellas en sí mismas, siendo criadas y limitadas; de suerte que, antes de caer de la gracia, vieron claramente el lugar del castigo. Y aunque no conocieron por este modo el premio de la gloria, pero tuvieron de ella otra noticia y la promesa manifiesta y expresa del Señor, con que el Altísimo justificó su causa y obró con suma equidad y rectitud. Y porque toda esta bondad y justificación no bastó para detener a Lucifer y a sus secuaces, fueron, como pertinaces, castigados y lanzados en el profundo de las cavernas infernales y los buenos confirmados en gracia y gloria eterna. Y esto fue todo en el tercer instante, en que se conoció de hecho que ninguna criatura, fuera de Dios, es impecable por naturaleza.

n.85

Y según el mal afecto que de presente tuvo entonces Lucifer, incurrió en desordenadísimo amor de sí mismo; y le nació de verse con mayores dones y hermosura de naturaleza y gracias que los otros ángeles inferiores. En este conocimiento se detuvo demasiado; y el agrado que de sí mismo tuvo le retardó y entibió en el agradecimiento que debía a Dios, como a causa única de todo lo que había recibido. Y volviéndose a remirar, agradóse de nuevo de su hermosura y gracias y adjudicóselas y amólas como suyas; y este desordenado afecto propio no sólo le hizo levantarse con lo que había recibido de otra suprior virtud, pero también le obligó a envidiar y codiciar otros dones y excelencias ajenas que no tenía. Y porque no las pudo conseguir, concibió mortal odio e indignación contra Dios, que de la nada le había criado, y contra todas sus criaturas.

n. 86

De aquí se originaron la desobediencia, presunción, injusticia, infidelidad, blasfemia y un casi alguna especie de idolatría, porque deseó para sí la adoración y reverencia debida a Dios. Blasfemó de su divina grandeza y santidad, faltó a la fe y lealtad que debía, pretendió destruir todas las criaturas y presumió que podría todo esto y mucho más; y así siempre su soberbia sube y persevera, aunque su arrogancia es mayor que su fortaleza, porque en ésta no puede crecer y en el pecado un abismo llama a otro abismo. El primer ángel que pecó fue Lucifer, como consta del capítulo 14 de Isaías, y este indujo a otros a que le siguiesen; y así se llama príncipe de los demonios, no por naturaleza, que por ella no pudo tener este título, sino por la culpa. Y no fueron los que pecaron de sólo un orden o jerarquía, sino de todas cayeron muchos.

n. 87

Y para manifestar, como se me ha mostrado qué honra y excelencia fue la que con soberbia apeteció y envidió Lucifer, advierto que, como en las obras de Dios hay equidad , peso y medida, antes que los ángeles se pudiesen inclinar a diversos fines determinó su providencia manifestarles inmediatamente después de su creación el fin para que los había criado de naturaleza tan alta y excelente. Y de todo esto tuvieron ilustración en esta manera:

Lo primero, tuvieron inteligencia muy expresa del ser de Dios, uno en sustancia y trino en personas, y recibieron precepto de que le adorasen y reverencias en como a su Criador y sumo Señor, infinito en su ser y con alguna diferencia; porque los ángeles buenos obedecieron por amor y justicia, rindiendo su afecto de buena voluntad, admitiendo y creyendo lo que era sobre sus fuerzas y obedeciendo con alegría; pero Lucifer se rindió por parecerle ser lo contrario imposible. Y no lo hizo con caridad perfecta, porque dividió la voluntad en sí mismo y en la verdad infalible del Señor; y esto le hizo que el precepto se le hiciese algo violento y dificultoso y no cumplirle con afecto lleno de amor y justicia; y así se dispuso para no perseverar en él: y aunque no le quitó la gracia esta remisión y tibieza en obrar estos primeros actos con dificultad, pero de aquí comenzó su mala disposición, porque tuvo alguna debilidad y flaqueza en la virtud y espíritu y su hermosura no resplandeció como debía. Y a mi parecer, el efecto que hizo en Lucifer esta remisión y dificultad fue semejante al que hace en el alma un pecado venial advertido; pero no afirmo que pecó venial ni mortalmente entonces, porque cumplió el precepto de Dios; mas fue remiso e imperfecto este cumplimiento y más por compelerle la fuerza de la razón que por amor y voluntad de obedecer; y así se dispuso a caer.

n. 88

En segundo lugar, les manifestó Dios había de criar una naturaleza humana y criaturas racionales inferiores, para que amasen, temiesen y reverenciasen a Dios, como a sus autor y bien eterno, y que a esta naturaleza había de favorecer mucho; y que la segunda persona de la misma Trinidad santísima se había de humanar y hacerse hombre, levantado a la naturaleza humana a la unión hipostática y persona divina, y que a aquel supuesto hombre y Dios habían de reconocer por cabeza, no sólo en cuanto Dios, pero juntamente en cuanto hombre, y le habían de reverenciar y adorar; y que los mismos ángeles habían de ser sus inferiores en dignidad y gracias y sus siervos. Y les dio inteligencia de la conveniencia y equidad, justicia y razón, que en esto había; porque la aceptación de los merecimientos previstos de aquel hombre y Dios les había merecido la gracia que poseían y la gloria que poseerían; y que para gloria de El mismo había sido criados ellos y todas las otras criaturas lo serían, porque a todas había de ser superior; y todas las que fuesen capaces de conocer y gozar de Dios, habían de ser pueblo y miembros de aquella cabeza, para reconocerle y reverenciarle. Y de todo esto se les dio luego mandato a los ángeles.

n.89

A este precepto todos los obedientes y santos ángeles se rindieron y prestaron asenso y obsequio con humilde y amoroso afecto de toda su voluntad; pero Lucifer con soberbia y envidia resistió y provocó a los ángeles, sus secuaces, a que hicieran lo mismo, como de hecho lo hicieron, siguiéndole a él y desobedeciendo al divino mandato. Persuadióles el mal Príncipe que sería su cabeza y que tendrían principado independiente y separado de Cristo. Tanta ceguera pudo causar en un ángel la envidia y soberbia y un afecto tan desordenado, que fuese causa y contagio para comunicar a tantos el pecado.

n.90

Aquí fue la gran batalla, que san Juan dice sucedió en el cielo; porque los ángeles obedientes y santos, con ardiente celo de defender la gloria del Altísimo y la honra del Verbo humanado previsto pidieron licencia y como beneplácito al Señor para resistir y contradecir al dragón, y les fue concedido este permiso. Pero sucedió en esto otro misterio: que cuando se les propuso a todos los ángeles que habían de obedecer al Verbo humanado, se les puso otro tercero precepto, de que habían de tener juntamente por superiora a una mujer, en cuyas entrañas tomaría carne humana este Unigénito del Padre; y que esta mujer había de ser su Reina y de todas las criaturas y que se había de señalar y aventajar a todas, angélicas y humanas, en los dones de gracia y gloria. Los buenos ángeles, en obedecer este precepto del Señor, adelantaron y engrandecieron su humildad y con ella le admitieron y alabaron el poder y sacramentos del Altísimo; pero Lucifer y sus confederados, con este precepto y misterio, se levantaron a mayor soberbia y desvanecimiento; y con desordenado furor apeteció para sí la excelencia de ser cabeza de todo el linaje humano y órdenes angélicos y que, si había de ser mediante la unión hipostática, fuese con él.

n.91

Y en cuanto al ser inferior a la Madre del Verbo humanado y Señora nuestra, lo resistió con horrendas blasfemias, convirtiéndose en desbocada indignación contra el Autor de tan grandes maravillas; y provocando a los demás, dijo este dragón: Injustos son estos preceptos y a mi grandeza se le hace agravio; y a esta naturaleza, que tú, Señor, miras con tanto amor y propones favorecerla tanto, yo la perseguiré y destruiré y en esto emplearé todo mi poder y cuidado. Y a esta mujer, Madre del Verbo, la derribaré del estado en que la prometes poner y a mis manos perecerá tu intento.

n.92

Este soberbio desvanecimiento, enojó tanto al Señor, que humillando a Lucifer le dijo: Esta mujer, a quien no has querido respetar, te quebrantará la cabeza y por ella serás vencido y aniquilado. Y si por tu soberbia entrare la muerte en el mundo, por la humildad de esta mujer entrará la vida y la salud de los mortales; y de su naturaleza y especie de estos dos gozarán el premio y coronas que tú y tus secuaces habéis perdido. -Y a todo esto replicaba el dragón con indignada soberbia contra lo que entendía de la divina voluntad y sus decretos; amenazaba a todo el linaje humano. Y los ángeles buenos conocieron la justa indignación del Altísimo contra Lucifer y los demás apóstatas y con las armas del entendimiento, de la razón y verdad peleaban contra ellos.

cap 8, n. 103

Y fue vista en el cielo otra señal: vióse un dragón grande y rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en sus cabezas; y con la cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó en la tierra. Después de lo que está dicho, se siguió el castigo de Lucifer y sus aliados. Porque a sus blasfemias contra aquella señalada mujer, se siguió la pena de hallarse convertido de ángel hermosísimo en dragón fiero y feísimo, apareciendo también la señal sensible y exterior figura. Y levantó con furor siete cabezas, que fueron siete legiones o escuadrones, en que se dividieron todos los que le siguieron y cayeron; y a cada principado o congregación de éstas le dio su cabeza, oredenándoles que pecasen y tomasen por su cuenta incitar y mover a los siete pecados mortales, que comúnmente se llaman capitales, porque en ellos se contienen los demás pecados y son como cabezas de los bandos que se levantan contra Dios. Estos son soberbia, envidia, avaricia, ira, lujuria, gula y pereza; que fueron las siete diademas con que Lucifer convertido en dragón fue coronado, dándole el Altísimo este castigo y habiéndolo negociado él, como premio de su horrible maldad, para sí y para sus ángeles confederados; que a todos fue señalado castigo y penas correspondientes a su malicia y a haber sido autores de los siete pecados capitales.

n. 104

Los diez cuernos de las cabezas son los triunfos de la iniquidad y malicia del dragón y la glorificación y exaltación arrogante y vana que él se atribuye a sí mismo en la ejecución de los vicios. Y con estos depravados afectos, para conseguir el fin de su arrogancia, ofreció a los infelices ángeles su depravada y venenosa amistad y fingidos principados, mayorías y premios. Y estas promesas, llenas de bestial ignorancia y error, fueron la cola con que el dragón arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo; que los ángeles estrellas eran y, si perseveraran, lucieran después con los demás ángeles y justos, como el sol, en perpetuas eternidades; pero arrojólos el castigo merecido en la tierra de su desdicha hasta el centro de ella, que es el infierno, donde carecerán eternamente de luz y de alegría.

cap 9, n. 106

Y sucedió en el cielo una gran batalla: Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón, y el dragón y sus ángeles peleaban. Habiendo manifestado el Señor lo que está dicho a los buenos y malos ángeles, el santo príncipe Miguel y sus compañeros por el divino permiso pelearon con el dragón y sus secuaces. Y fue admirable esta batalla, porque se peleaba con los entendimientos y voluntades.

n.107

Con estas armas peleaban San Miguel y sus ángeles y combatían como con fuertes rayos al dragón y a los suyos, que también peleaban con blasfemias; pero a la vista del santo Príncipe, y no pudiendo resistir, se deshacía en furor y por su tormento quisiera huir, pero la voluntad divina ordenó que no sólo fuese castigado sino también fuese vencido, y a su pesar conociese la verdad y poder de Dios; aunque blasfemando, decía: Injusto es Dios en levantar a la humana naturaleza sobre la angélica.

(…) Pero San Miguel le replicó: ¿Quién hay que se pueda igualar y comparar con el Señor que habita en los cielos?

libro I, cap 9, n110

El que en su pensamiento hería a las gentes, fue traído a los infiernos, como dice Isaías, capítulo 14, a lo profundo del lago, y su cadáver entregado a la carcoma y gusano de su mala conciencia; y se cumplió en Lucifer todo cuanto dice en aquel lugar el profeta Isaías, capítulo 14

Autor:
Padre José Antonio Fortea Cucurull

Fuente:
www.fortea.us

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