Oración a la Virgen del Santo Padre Benedicto XVI ante la Mariensäule en Austria

ORACIÓN A LA VIRGEN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI ANTE LA MARIENSÄULE

EN SU VIAJE APOSTÓLICO A AUSTRIA CON OCASIÓN DEL 850 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DEL SANTUARIO DE MARIAZELL

7 DE SEPTIEMBRE DE 2007

Venerado y querido señor cardenal;
ilustre señor alcalde;
Queridos hermanos y hermanas:

Como primera etapa de mi peregrinación hacia Mariazell he elegido la Mariensäule (“Columna de María”) para reflexionar un momento con vosotros sobre el significado de la Madre de Dios para la Austria del pasado y del presente, así como sobre su significado para cada uno de nosotros.

Saludo cordialmente a todos los que os habéis reunido aquí para la oración ante la “Columna de María”. Le agradezco, querido señor cardenal, las amables palabras de bienvenida que me ha dirigido al inicio de la celebración. Saludo al señor alcalde de la capital y a todas las autoridades presentes.

Dirijo un saludo particular a los jóvenes y a los representantes de las comunidades de lenguas extranjeras de la archidiócesis de Viena, que después de esta liturgia de la Palabra se congregarán en la iglesia, donde permanecerán hasta mañana en adoración ante el Santísimo. Me han dicho que están aquí ya desde hace tres horas. Los admiro y les digo: “Vergelt’s Gott!”. Con esta adoración realizáis, de modo muy concreto, lo que en estos días queremos hacer todos: contemplar a Cristo juntamente con María.

Ya desde los primeros tiempos, a la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, está unida una veneración particular a su Madre, la Mujer en cuyo seno asumió la naturaleza humana, compartiendo incluso el latido de su corazón, la Mujer que lo acompañó con delicadeza y respeto durante su vida, hasta su muerte en cruz, y a cuyo amor materno él, al final, encomendó al discípulo predilecto y con él a toda la humanidad.

Con su sentimiento materno, María acoge también hoy bajo su protección a personas de todas las lenguas y culturas, para llevarlas a Cristo juntas, en una multiforme unidad. A ella podemos recurrir en nuestras preocupaciones y necesidades. Pero también debemos aprender de ella a acogernos mutuamente con el mismo amor con que ella nos acoge a todos: a cada uno en su singularidad, querido como tal y amado por Dios. En la familia universal de Dios, en la que cada persona tiene reservado un puesto, cada uno debe desarrollar sus dones para el bien de todos.

La “Columna de María”, erigida por el emperador Fernando III en acción de gracias por la liberación de Viena de un gran peligro y por él inaugurada hace exactamente 360 años, debe ser también para nosotros hoy un signo de esperanza. ¡Cuántas personas, desde entonces, se han detenido ante esta columna y, orando, han elevado los ojos hacia María! ¡Cuántos han experimentado en las dificultades personales la fuerza de su intercesión! Pero nuestra esperanza cristiana va mucho más allá de la realización de nuestros deseos pequeños y grandes. Nosotros elevamos los ojos hacia María, que nos muestra a qué esperanza estamos llamados (cf. Ef 1, 18), pues ella personifica lo que el hombre es de verdad.

Como hemos escuchado en la lectura bíblica, ya antes de la creación del mundo Dios nos había elegido en Cristo. Él nos conoce y ama a cada uno desde la eternidad. Y ¿para qué nos ha elegido? Para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor. Y eso no es una tarea imposible de cumplir, ya que Dios nos ha concedido, en Cristo, su realización. Hemos sido redimidos. En virtud de nuestra comunión con Cristo resucitado, Dios nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales.

Abramos nuestro corazón; acojamos esa herencia tan valiosa. Entonces podremos entonar, juntamente con María, el himno de alabanza de su gracia. Y si seguimos poniendo nuestras preocupaciones diarias ante la Madre inmaculada de Cristo, ella nos ayudará a abrir siempre nuestras pequeñas esperanzas hacia la esperanza grande y verdadera, que da sentido a nuestra vida y puede colmarnos de una alegría profunda e indestructible.

En este sentido, quisiera ahora, juntamente con vosotros, elevar los ojos hacia la Inmaculada, para encomendarle a ella las oraciones que acabáis de rezar y pedirle su protección maternal para este país y para sus habitantes:

Santa María, Madre inmaculada de nuestro Señor Jesucristo, en ti Dios nos ha dado el prototipo de la Iglesia y el modo mejor de realizar nuestra humanidad.

A ti te encomiendo a Austria y a sus habitantes: ayúdanos a todos a seguir tu ejemplo y a orientar totalmente nuestra vida hacia Dios.

Haz que, contemplando a Cristo, lleguemos a ser cada vez más semejantes a él, verdaderos hijos de Dios. Entonces también nosotros, llenos de toda clase de bendiciones espirituales, podremos corresponder cada vez mejor a su voluntad y ser así instrumentos de paz para Austria, para Europa y para el mundo.

Amén.

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Oración del Santo Padre Benedicto XVI en Ground Zero, New York

ORACIÓN DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI DURANTE SU VISITA A GROUND ZERO, NEW YORK

EN SU VIAJE APOSTÓLICO A LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA Y SU VISITA A LA SEDE DE LA ORGANIZACIÓN DE LA NACIONES UNIDAS

20 DE ABRIL DE 2008

¡Oh Dios de amor, compasión y salvación!
¡Míranos, gente de diferentes creencias y tradiciones,
reunidos hoy en este lugar,
escenario de violencia y dolor increíbles.

Te pedimos que por tu bondad
concedas la luz y la paz eternas
a todos los que murieron aquí—
a los que heroicamente acudieron los primeros,
nuestros bomberos, policías,
servicios de emergencia y las autoridades del puerto,
y a todos los hombres y mujeres inocentes
que fueron víctimas de esta tragedia
simplemente porque vinieron aquí para cumplir con su deber
el 11 de septiembre de 2001.

Te pedimos que tengas compasión
y alivies las penas de aquellos que,
por estar presentes aquí ese día,
hoy están heridos o enfermos.
Alivia también el dolor de las familias que todavía sufren
y de todos los que han perdido a sus seres queridos en esta tragedia.
Dales fortaleza para seguir viviendo con valentía y esperanza.

También tenemos presentes
a cuantos murieron, resultaron heridos o sufrieron pérdidas
ese mismo día en el Pentágono y en Shanskville, Pennsylvania.
Nuestros corazones se unen a los suyos,
mientras nuestras oraciones abrazan su dolor y sufrimiento.

Dios de la paz, concede tu paz a nuestro violento mundo:
paz en los corazones de todos los hombres y mujeres
y paz entre las naciones de la tierra.
Lleva por tu senda del amor
a aquellos cuyas mentes y corazones
están nublados por el odio.

Dios de comprensión,
abrumados por la magnitud de esta tragedia,
buscamos tu luz y tu guía
cuando nos enfrentamos con hechos tan terribles como éste.
Haz que aquellos cuyas vidas fueron salvadas
vivan de manera que las vidas perdidas aquí
no lo hayan sido en vano.

Confórtanos y consuélanos,
fortalécenos en la esperanza,
y danos la sabiduría y el coraje
para trabajar incansablemente por un mundo
en el que la verdadera paz y el amor
reinen entre las naciones y en los corazones de todos.

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Oracion a Nuestra Señora de Seshan del Santo Padre Benedicto XVI

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE SESHAN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado y Madre nuestra,
venerada con el título de “Auxilio de los cristianos” en el Santuario de Sheshan,
a la que se dirige con devoción toda la Iglesia en China,
hoy venimos ante ti para implorar tu protección.
Mira al Pueblo de Dios y guíalo con solicitud maternal
por los caminos de la verdad y el amor, para que sea siempre
fermento de convivencia armónica entre todos los ciudadanos.

Con el dócil “sí” pronunciado en Nazaret tú aceptaste que
el Hijo eterno de Dios se encarnara en tu seno virginal
iniciando así en la historia la obra de la Redención,
en la que cooperaste después con solícita dedicación,
dejando que la espada del dolor traspasase tu alma,
hasta la hora suprema de la Cruz, cuando en el Calvario permaneciste
erguida junto a tu Hijo, que moría para que el hombre viviese.

Desde entonces llegaste a ser, de manera nueva, Madre
de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe
y lo siguen tomando su Cruz.
Madre de la esperanza, que en la oscuridad del Sábado Santo saliste
al encuentro de la mañana de Pascua con confianza inquebrantable,
concede a tus hijos la capacidad de discernir en cualquier situación,
incluso en las más tenebrosas, los signos de la presencia amorosa de Dios.

Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes en China,
en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando,
para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús.
En la estatua que corona el Santuario tú muestras a tu Hijo
al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor.
Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor,
manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia.
Madre de China y de Asia, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén.

nuestra señora de sheshan krouillong sacrilega comunion en la manoEstampa de Nuestra Señora de She Shan
en Songjiang (Shanghái, China)

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Discurso y Oración del Santo Padre Benedicto XVI en Homenaje a la Inmaculada Concepción de María

DISCURSO Y ORACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN HOMENAJE A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA EN LA PLAZA DE ESPAÑA

8 DE DICIEMBRE DE 2008

Solemnidad de la Inmaculada Concepción Virgen María

Queridos hermanos y hermanas:

Hace casi tres meses, tuve la alegría de ir en peregrinación a Lourdes, con ocasión del 150° aniversario de la histórica aparición de la Virgen María a santa Bernardita. Las celebraciones de este singular aniversario se concluyen precisamente hoy, solemnidad de la Inmaculada Concepción, porque la “hermosa Señora” —como la llamaba Bernardita—, mostrándose a ella por última vez en la gruta de Massabielle, reveló su nombre diciendo:  “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Lo dijo en el idioma local, y la pequeña vidente refirió a su párroco esa expresión, para ella desconocida e incomprensible.

“Inmaculada Concepción”:  también nosotros repetimos hoy con conmoción ese nombre misterioso. Lo repetimos aquí, al pie de este monumento en el corazón de Roma; e innumerables hermanos y hermanas nuestros hacen lo mismo en otros muchos lugares del mundo, santuarios y capillas, así como en las casas de familias cristianas. Donde hay una comunidad católica, allí se venera hoy a la Virgen con este nombre estupendo y maravilloso:  Inmaculada Concepción.

Ciertamente, la convicción sobre la inmaculada concepción de María existía ya muchos siglos antes de las apariciones de Lourdes, pero estas llegaron como un sello celestial después de que mi venerado predecesor el beato Pío ix definiera el dogma, el 8 de diciembre de 1854. En la fiesta de hoy, tan arraigada en el pueblo cristiano, esta expresión brota del corazón y aflora a los labios como el nombre de nuestra Madre celestial. Como un hijo alza los ojos al rostro de su mamá y, viéndolo sonriente, olvida todo miedo y todo dolor, así nosotros, volviendo la mirada a María, reconocemos en ella la “sonrisa de Dios”, el reflejo inmaculado de la luz divina; encontramos en ella nueva esperanza incluso en medio de los problemas y los dramas del mundo.

Es tradición que el Papa se una al homenaje que rinde la ciudad trayendo a María una cesta de rosas. Estas flores indican nuestro amor y nuestra devoción:  el amor y la devoción del Papa, de la Iglesia de Roma y de los habitantes de esta ciudad, que se sienten espiritualmente hijos de la Virgen María. Simbólicamente, las rosas pueden expresar cuanto de bello y de bueno hemos realizado durante el año, porque en esta cita ya tradicional quisiéramos ofrecerlo todo a nuestra Madre, convencidos de que nada podríamos haber hecho sin su protección y sin las gracias que diariamente nos obtiene de Dios. Pero —como suele decirse— no hay rosa sin espinas, y en los tallos de estas estupendas rosas blancas tampoco faltan las espinas, que para nosotros representan las dificultades, los sufrimientos, los males que han marcado y marcan también la vida de las personas y de nuestras comunidades. A la Madre se presentan las alegrías, pero se le confían también las preocupaciones, seguros de encontrar en ella fortaleza para no abatirse y apoyo para seguir adelante.

¡Oh Virgen Inmaculada, en este momento quisiera confiarte especialmente a los “pequeños” de nuestra ciudad:  ante todo a los niños, y especialmente a los que están gravemente enfermos; a los muchachos pobres y a los que sufren las consecuencias de situaciones familiares duras! Vela sobre ellos y haz que sientan, en el afecto y la ayuda de quienes están a su lado, el calor del amor de Dios.

Te encomiendo, oh María, a los ancianos solos, a los enfermos, a los inmigrantes que encuentran dificultad para integrarse, a las familias que luchan por cuadrar sus cuentas y a las personas que no encuentran trabajo o que han perdido un puesto de trabajo indispensable para seguir adelante.

Enséñanos, María, a ser solidarios con quienes pasan dificultades, a colmar las desigualdades sociales cada vez más grandes; ayúdanos a cultivar un sentido más vivo del bien común, del respeto a lo que es público; impúlsanos a sentir la ciudad —y de modo especial nuestra ciudad de Roma— como patrimonio de todos, y a hacer cada uno, con conciencia y empeño, nuestra parte para construir una sociedad más justa y solidaria.

¡Oh Madre Inmaculada, que eres para todos signo de segura esperanza y de consuelo, haz que nos dejemos atraer por tu pureza inmaculada! Tu belleza —Tota pulchra, cantamos hoy— nos garantiza que es posible la victoria del amor; más aún, que es cierta; nos asegura que la gracia es más fuerte que el pecado y que, por tanto, es posible el rescate de cualquier esclavitud.

Sí, ¡oh María!, tu nos ayudas a creer con más confianza en el bien, a apostar por la gratuidad, por el servicio, por la no violencia, por la fuerza de la verdad; nos estimulas a permanecer despiertos, a no caer en la tentación de evasiones fáciles, a afrontar con valor y responsabilidad la realidad, con sus problemas. Así lo hiciste tú, joven llamada a arriesgarlo todo por la Palabra del Señor.

Sé madre amorosa para nuestros jóvenes, para que tengan el valor de ser “centinelas de la mañana”, y da esta virtud a todos los cristianos para que sean alma del mundo en esta época no fácil de la historia.

Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, Salus Populi Romani, ruega por nosotros.

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Discurso y Oración del Santo Padre Benedicto XVI en Yaundé, Camerún

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN YAUNDÉ, CAMERÚN

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A CAMERÚN Y ANGOLA

19 DE MARZO DE 2009

Señores Cardenales,

Queridos Hermanos en el Episcopado:

Con profunda alegría os saludo a todos, en esta tierra de África. En 1994, mi amado predecesor, el Siervo de Dios Juan Pablo II, convocó para ella la Primera Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos, como muestra de solicitud pastoral por este Continente tan rico tanto en promesas como en urgentes necesidades humanas, culturales y espirituales. Esta mañana lo he llamado «el continente de la esperanza». Recuerdo con gratitud la firma de la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in Africa, que tuvo lugar hace 14 años en la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el 14 de septiembre de 1995.

Expreso mi agradecimiento a Mons. Nikola Eterović, Secretario General del Sínodo de los Obispos, por las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre al comienzo de este encuentro con vosotros en tierra africana, y estoy muy reconocido por cuanto me habéis dicho; eso me da una idea más realista de la situación sobre la que hemos de hablar y orar, sobre todo durante este Sínodo queridos miembros del Consejo Especial para África. Toda la Iglesia mira con atención a este encuentro con vistas a la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, que, si Dios quiere, se celebrará el próximo octubre. El tema es: «La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz. “Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,13.14)».

Agradezco vivamente a los Cardenales, a los Arzobispos y a los Obispos, miembros del Consejo Especial para África, por su colaboración cualificada en la redacción de los Lineamenta y del Instrumentum laboris. Os estoy muy reconocido, queridos Hermanos en el Episcopado, por haber presentado también en vuestras aportaciones aspectos importantes de la situación eclesial y social actual de vuestros países de origen y de la región. De este modo, habéis destacado el gran dinamismo de la Iglesia en África, pero también habéis evocado los desafíos, los grandes problemas de África que el Sínodo tendrá que examinar, para que el crecimiento de la Iglesia en África no sea solamente cuantitativo sino también cualitativo.

Queridos Hermanos, al comienzo de mi reflexión, me parece importante subrayar que vuestro Continente ha sido santificado por Jesús mismo, Nuestro Señor. En los albores de su vida terrestre, tristes circunstancias hicieron que pisara el suelo africano. Dios escogió vuestro Continente como morada de su Hijo. A través de Jesús, Dios ha salido ciertamente al encuentro de cada hombre, pero de una manera particular del hombre africano. África ofreció al Hijo de Dios una tierra que lo ha alimentado y una protección eficaz. Por Jesús, hace dos mil años, Dios ha traído en persona la luz y la sal a África. Desde entonces, la semilla de su presencia es en el fondo de los corazones de este querido Continente y germina poco a poco más allá y a través de los avatares de la historia humana de vuestra tierra. África marcó una etapa importante en la Encarnación, el primer momento de la kénosis, porque acogió el abajamiento y el despojo del Hijo de Dios antes de volver a la Tierra Prometida. Gracias a la venida de Cristo, que la ha santificado con su presencia física, África recibió una llamada especial para conocer a Cristo. Que los africanos se sientan orgullosos. Meditando y ahondando espiritual y teológicamente en esta primera etapa, el africano podrá encontrar fuerzas suficientes para afrontar su diario caminar, a veces duro, y descubrir así inmensos espacios de fe y de esperanza que le ayuden a crecer en Dios.

Algunos momentos significativos de la historia cristiana de este Continente pueden recordarnos los lazos profundos que existen desde sus orígenes entre África y el cristianismo. Según una venerable tradición patrística, el evangelista san Marcos, que «transmitió por escrito lo que Pedro predicó» (Ireneo, Adversus Haereses III, I,1), vino a Alejandría a avivar la semilla plantada por el Señor. Este evangelista dio testimonio en África de la muerte en cruz del Hijo de Dios –último momento de la kénosis– y de su exaltación, para que «toda lengua proclame: “Jesucristo es el Señor” para gloria de Dios Padre» (Flp 2,11). La Buena Nueva de la venida del Reino de Dios se extendió rápidamente por el norte de vuestro Continente, donde hubo ilustres mártires y santos, y engendró insignes teólogos.

Tras haber sido probado por vicisitudes históricas, el cristianismo sólo permaneció, durante casi un milenio, en la parte nororiental del Continente. Con la llegada de los europeos, que buscaban la ruta de las Indias, en los siglos XV y XVI, las poblaciones subsaharianas encontraron a Cristo. Fueron las poblaciones litorales las primeras que recibieron el bautismo. En los siglos XIX y XX, el África subsahariana vio llegar misioneros, hombres y mujeres que provenían de todo el Occidente, de Latinoamérica y también de Asia. Quiero rendirles un homenaje por la generosidad de su respuesta incondicional a la llamada del Señor y por su ardiente celo apostólico. Y siguiendo adelante, quisiera hablar de los catequistas africanos, compañeros inseparables de los misioneros en la evangelización. Dios había preparado el corazón de algunos laicos africanos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, para recibir sus dones y para llevar la luz de su Palabra a sus hermanos. Laicos con laicos, supieron encontrar en la lengua de sus padres las palabras de Dios que tocaron el corazón de sus hermanos. Supieron compartir el sabor de la sal de la Palabra y dar esplendor a la luz de los Sacramentos que anunciaban. Acompañaron a las familias en su crecimiento espiritual, alentaron las vocaciones sacerdotales y religiosas, y sirvieron de enlace entre sus comunidades y los sacerdotes y los obispos. Con toda naturalidad, llevaron a cabo una inculturación eficaz, que produjo excelentes frutos (cf. Mc 4,20). Fueron los catequistas quienes consiguieron que la «luz brille ante los hombres» (Mt 5,16), porque, viendo el bien que hacían, poblaciones enteras pudieron dar gloria a Nuestro Padre que está en los cielos. Africanos que evangelizaron a africanos. Evocando su gloriosa memoria, saludo y animo a sus dignos sucesores que trabajan hoy con la misma abnegación, el mismo ímpetu apostólico y la misma fe que sus predecesores. Que Dios les bendiga con abundancia. Durante este período, la tierra africana se ha ennoblecido con numerosos santos. Me limito a citar a los gloriosos mártires de Uganda, los grandes misioneros Anne-Marie Javouhey y Daniel Comboni, así como a Sor Anuarite Nengapeta y al catequista Isidoro Bakanja, sin olvidar a la humilde Josefina Bakhita.

Estamos actualmente en un momento histórico que, desde el punto de vista civil, coincide con la independencia reencontrada, y desde el punto de vista eclesial, con el Concilio Vaticano II. La Iglesia en África ha preparado y acompañado durante este período la construcción de nuevas identidades nacionales y, paralelamente, ha intentado traducir la identidad de Cristo siguiendo sus propios caminos. Desde que la Jerarquía se fue poco a poco africanizando, a partir de la ordenación por el Papa Pío XII de obispos de vuestro Continente, la reflexión teológica comenzó a desarrollarse. Sería bueno que vuestros teólogos siguieran hoy explorando la hondura del misterio trinitario y su significado para el día a día africano. Tal vez este siglo permita, con la gracia de Dios, un renacer en vuestro Continente, aunque ciertamente de una forma nueva, de la prestigiosa Escuela de Alejandría. ¿Por qué no esperar que, de este modo, se pueda ofrecer a los Africanos de hoy, y a la Iglesia universal, grandes teólogos y maestros espirituales que contribuyan a la santificación de los habitantes de este Continente y de toda la Iglesia? La Primera Asamblea Especial del Sínodo de Obispos permitió señalar las líneas a seguir y puso de relieve, entre otras, la necesidad de ahondar y encarnar el misterio de una Iglesia-Familia.

Quisiera sugerir ahora algunas reflexiones sobre el tema específico de la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, sobre la reconciliación, la justicia y la paz.

Según el Concilio Ecuménico Vaticano II, «la Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Lumen gentium, 1). Para llevar a cabo adecuadamente su misión, la Iglesia debe ser una comunidad de personas reconciliadas con Dios y entre ellas. Así, puede anunciar la Buena Nueva de la reconciliación a la sociedad actual, que lamentablemente padece en muchos sitios conflictos, violencias, guerras y odio. Vuestro Continente no se ha librado, y ha sido triste escenario de graves tragedias que reclaman una verdadera reconciliación entre los pueblos, las etnias y los hombres. Para nosotros los cristianos, esta reconciliación radica en el amor misericordioso de Dios Padre y se realiza a través de la persona de Jesucristo, que, en el Espíritu Santo, ha ofrecido a todos la gracia de la reconciliación. Las consecuencias se manifestarán a través de la justicia y la paz, indispensables para construir un mundo mejor.

En realidad, en el contexto sociopolítico y económico actual del continente africano, ¿qué puede haber más dramático que las luchas, frecuentemente sangrientas, entre grupos étnicos o pueblos hermanos? Y, puesto que el Sínodo de 1994 insistió en la Iglesia-Familia de Dios, ¿cuál puede ser la aportación del de este año para la construcción de África, sedienta de reconciliación y en busca de justicia y paz? Las guerras locales o regionales, las masacres y los genocidios que tienen lugar en el Continente han de interpelarnos de manera muy especial: si es verdad que en Jesucristo formamos parte de la misma familia y compartimos la misma vida, puesto que por nuestras venas circula la misma Sangre de Cristo, que nos convierte en hijos de Dios, miembros de la Familia de Dios, no deberían existir más odios, injusticias y guerras entre hermanos.

Al constatar el aumento de la violencia y el auge del egoísmo en África, el Cardenal Bernardin Gantin, de venerada memoria, proponía en 1988 una teología de la Fraternidad, como respuesta al clamor apremiante de los pobres y de los más pequeños (L’Osservatore Romano, ed. francesa, 12 abril 1988, pp. 4-5). Quizá pensaba en lo que escribió el africano Lactancio a comienzos del siglo IV: «El primer deber de la justicia es reconocer al hombre como hermano. En efecto, si el mismo Dios nos ha hecho y nos ha engendrado a todos de la misma condición, con vistas a la justicia y a la vida eterna, estamos unidos ciertamente por vínculos de fraternidad: quien no los reconozca es injusto» (Epitome, 54,4-5). La Iglesia-Familia de Dios que vive en África, ha hecho una opción preferencial por los pobres desde la Primera Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos. Manifiesta así que la situación de deshumanización y de opresión que aflige a los pueblos africanos no es irreversible; por el contrario, pone a cada uno ante a un desafío, el de la conversión, la santidad y la integridad.

El Hijo, por el que Dios nos habla, es Él mismo Palabra encarnada. Esto ha sido objeto de las reflexiones de la reciente XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Hecha carne, esta Palabra está al origen de lo que somos y hacemos; es el fundamento de toda vida. Así pues, se han de valorar las tradiciones africanas a partir de esa Palabra, corrigiendo y perfeccionando su concepto de la vida, del hombre y de la familia. Jesucristo, Palabra de vida, es fuente y plenitud de todas nuestras vidas, porque el Señor Jesús es el único mediador y redentor.

Es urgente que las comunidades cristianas sean, cada vez más, lugares de escucha profunda de la Palabra de Dios y de lectura meditativa de la Sagrada Escritura. Por medio de esa lectura meditativa y comunitaria en la Iglesia, el cristiano encuentra a Cristo resucitado que le habla y le devuelve la esperanza en la plenitud de vida que Él da al mundo.

Por lo que se refiere a la Eucaristía, ésta hace realmente presente en la historia al Señor. Por su Cuerpo y su Sangre, Cristo entero se hace sustancialmente presente en nuestras vidas. Está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20) y nos envía de nuevo a las realidades cotidianas, para que podamos llenarlas con su presencia. En la Eucaristía se manifiesta claramente que la vida es una relación de comunión con Dios, con nuestros hermanos y nuestras hermanas, y con toda la creación. La Eucaristía es fuente de unidad reconciliada en la paz.

La Palabra y el Pan de vida ofrecen luz y alimento, como antídoto y viático en la fidelidad al Maestro y Pastor de nuestras almas, para que la Iglesia en África cumpla el servicio de reconciliación, de justicia y de paz, según el programa de vida dado por el Señor mismo: «Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,13.14). Para serlo de verdad, los fieles han de convertirse y seguir a Jesucristo, ser sus discípulos, para ser testigos de su poder salvador. Durante su vida terrena, Jesús era «poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19). Por su resurrección, ha sometido a principados y potestades (cf. Col 2,15), a todo poder del mal, para liberar a los que han sido bautizados en su nombre. «Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado» (Ga 5,1). La vocación cristiana consiste en dejarse liberar por Jesucristo. Él ha vencido el pecado y la muerte y ofrece a todos la plenitud de la vida. En el Señor Jesús, ya no hay judíos ni gentiles, ni hombres y mujeres (cf. Ga 3,28). En su carne, ha reconciliado a todos los pueblos. Con la fuerza del Espíritu Santo, dirijo a todos este llamamiento: «Dejaos reconciliar» (2 Co 5,20). Ninguna diferencia étnica o cultural, de raza, sexo o religión, ha de ser para vosotros motivo de enfrentamiento. Todos sois hijos del único Dios, nuestro Padre, que está en los cielos. Con esta convicción será posible construir una África más justa y pacífica, a la altura de las esperanzas legítimas de todos sus hijos.

Finalmente, os invito a fomentar la preparación del Sínodo, recitando también con los fieles la oración conclusiva del Instrumentum laboris, que he entregado esta mañana, para el buen éxito de la Asamblea Sinodal. Oremos juntos ahora, queridos hermanos:

«Santa María, Madre de Dios, Protectora de África, tú has dado al mundo la luz verdadera, Jesucristo. Por tu obediencia al Padre y por la gracia del Espíritu Santo, nos has dado la fuente de nuestra reconciliación y nuestra justicia, Jesucristo, nuestra paz y nuestro gozo.

Madre de ternura y sabiduría, muéstranos a Jesús, tu Hijo e Hijo de Dios, ayúdanos en nuestro camino de conversión, para que Jesús haga brillar su Gloria sobre nosotros en todos los aspectos de nuestra vida personal, familiar y social.

Madre llena de misericordia y de justicia, por tu docilidad al Espíritu Consolador alcánzanos la gracia de ser testigos del Señor Resucitado, para que seamos cada vez más la sal de la tierra y la luz del mundo.

Madre del Perpetuo Socorro, confiamos a tu maternal intercesión la preparación y los frutos del Segundo Sínodo para África. Reina de la Paz, ruega por nosotros. Nuestra Señora de África, ruega por nosotros».

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Oración del Santo Padre Benedicto XVI en el Muro Occidental de Jerusalén

ORACIÓN DEL PAPA BENEDICTO XVI EN EL MURO OCCIDENTAL DE JERUSALÉN

DURANTE SU PEREGRINACIÓN TIERRA SANTA 

12 DE MAYO DE 2009

Dios de todos los tiempos,
en mi visita a Jerusalén,
la “ciudad de la paz”,
casa espiritual para judíos,
cristianos y musulmanes,
te presento las alegrías,
las esperanzas y las aspiraciones,
las pruebas, los sufrimientos
y las penas de tu pueblo
esparcido por el mundo.

Dios de Abraham,
de Isaac y de Jacob,
escucha el grito de los afligidos,
los atemorizados
y los despojados;
derrama tu paz
sobre esta Tierra Santa,
sobre Oriente Medio,
sobre toda la familia humana;
despierta el corazón
de todos los que invocan
tu nombre,
para caminar humildemente
por la senda de la justicia
y la compasión.

“Bueno es el Señor
con el que en Él espera,
con el alma que lo busca”
(Lam 3, 25).

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Oración para el Año Sacerdotal del Santo Padre Benedicto XVI

ORACIÓN PARA EL AÑO SACERDOTAL DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

19 DE JUNIO DE 2009

Señor Jesús, que en san Juan María Vianney quisiste donar a tu Iglesia una conmovedora imagen de tu caridad pastoral, haz que, en su compañía y sustentados por su ejemplo, vivamos en plenitud este Año Sacerdotal.

Haz que, permaneciendo como Él delante de la Eucaristía, podamos aprender cuán sencilla y cotidiana es tu palabra que nos enseña; tierno el amor con el que acoges a los pecadores arrepentidos; consolador el abandono confiado a tu Madre Inmaculada.

Haz, Oh Señor, que, por intercesión del Santo Cura de Ars, las familias cristianas se conviertan en “pequeñas iglesias”, donde todas las vocaciones y todos los carismas, donados por tu Espíritu Santo, puedan ser acogidos y valorizados. Concédenos, Señor Jesús, poder repetir con el mismo ardor del Santo Cura de Ars las palabras con las que él solía dirigirse a Ti:

«Te amo, oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.

Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote que vivir un instante sin amarte.

Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es la de amarte eternamente.

Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo,
quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.

Te amo, oh mi Dios Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes aquí crucificado contigo.
Dios mío, dame la gracia de morir amándote
y sabiendo que te amo». Amén.

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Oración a la Virgen de la Encina por el Santo Padre Benedicto XVI

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA ENCINA

DURANTE LA VISITA PASTORAL DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A VITERBO Y BAGNOREGIO

6 DE SEPTIEMBRE DE 2009

Queridas hermanas:

Es para mí una verdadera alegría poderme encontrar con vosotras en este lugar querido para la piedad popular. Vosotras, monjas de vida contemplativa, tenéis en la Iglesia la misión de ser antorchas que, en el silencio de los monasterios, arden de oración y de amor a Dios. A vosotras encomiendo mis intenciones, las intenciones del Pastor de esta diócesis y las necesidades de cuantos viven en esta tierra. A vosotras encomiendo, en este Año sacerdotal, sobre todo a los sacerdotes, a los seminaristas y las vocaciones. Sed con vuestro silencio orante su apoyo “a distancia” y ejerced con respecto a ellos vuestra maternidad espiritual, ofreciendo al Señor el sacrificio de vuestra vida por su santificación y por el bien de las almas. Os agradezco vuestra presencia y os bendigo de corazón; llevad el saludo y la bendición del Papa también a vuestras hermanas que no han podido venir. Os pido ahora que os unáis a mí al invocar la protección materna de María sobre esta comunidad diocesana y sobre los habitantes de esta tierra, rica en tradiciones religiosas y culturales.

Virgen Santa, Virgen de la Encina,
patrona de la diócesis de Viterbo,
reunidos en este santuario a ti consagrado,
te dirigimos una oración ferviente y confiada:
vela por el Sucesor de Pedro
y por la Iglesia encomendada a su solicitud;
vela por esta comunidad diocesana y por sus pastores,
por Italia, por Europa y por los demás continentes.
Reina de la paz, alcánzanos el don
de la concordia y de la paz
para los pueblos y para toda la humanidad.

Virgen obediente, Madre de Cristo,
que con tu dócil “sí” al anuncio del ángel
te convertiste en Madre del Omnipotente,
ayuda a tus hijos a seguir
los planes que el Padre celestial tiene para cada uno,
a fin de cooperar al proyecto universal de redención,
que Cristo realizó muriendo en la cruz.

Virgen de Nazaret, Reina de la familia,
haz de nuestras familias cristianas fraguas de vida evangélica,
enriquecidas por el don de muchas vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada.
Mantén firme la unidad de nuestras familias,
hoy tan amenazada por todas partes,
y haz de ellas hogares de serenidad y concordia,
donde el diálogo paciente disipe las dificultades y los contrastes.
Vela sobre todo por las que están divididas y en crisis,
Madre de perdón y de reconciliación.

Virgen Inmaculada, Madre de la Iglesia,
alimenta el entusiasmo de todos los componentes
de nuestra diócesis: de las parroquias y de los grupos eclesiales,
de las asociaciones y de las nuevas formas de compromiso apostólico
que el Señor va suscitando con su Santo Espíritu;
haz que sea firme y decidida la voluntad de cuantos
el Dueño de la mies sigue llamando
como obreros a su viña, a fin de que,
resistiendo a toda adulación e insidia mundana,
perseveren generosamente
en el seguimiento del camino emprendido,
y, con tu ayuda materna, sean testigos de Cristo
atraídos por el fulgor de su amor, fuente de alegría.

Virgen Clemente, Madre de la humanidad,
dirige tu mirada a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo,
a los pueblos y sus gobernantes, a las naciones y los continentes;
consuela a quien llora, a quien sufre,
a quien padece a causa de la injusticia humana,
sostén a quien vacila bajo el peso de la fatiga
y contempla el futuro sin esperanza;
alienta a quien trabaja para construir un mundo mejor
donde triunfe la justicia y reine la fraternidad,
donde cesen el egoísmo y el odio, y la violencia.
Que toda forma y manifestación de violencia
sea vencida por la fuerza pacificadora de Cristo.

Virgen de la escucha, Estrella de la esperanza,
Madre de la Misericordia,
fuente por la cual vino al mundo Jesús,
nuestra vida y nuestro gozo,
te damos gracias y te renovamos la ofrenda de la vida,
seguros de que jamás nos abandonas,
especialmente en los momentos oscuros y difíciles de la existencia.
Acompáñanos siempre: ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

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Oración a la Virgen por el Santo Padre Benedicto XVI, Fátima

ORACIÓN A LA VIRGEN

DURANTE SU VISITA A LA CAPILLA DE LAS APARICIONES EN FÁTIMA EN SU VIAJE APOSTÓLICO A PORTUGAL EN EL 10° ANIVERSARIO DE LA BEATIFICACIÓN DE JACINTA Y FRANCISCO, PASTORCILLOS DE FÁTIMA

12 DE MAYO DE 2010

Santo Padre:

Señora Nuestra
y Madre de todos los hombres y mujeres,
aquí estoy como un hijo
que viene a visitar a su Madre
y lo hace en compañía
de una multitud de hermanos y hermanas.
Como Sucesor de Pedro,
al que se le confió la misión
de presidir el servicio
de la caridad en la Iglesia de Cristo
y de confirmar a todos en la fe
y en la esperanza,
quiero presentar a tu Corazón Inmaculado
las alegrías y las esperanzas,
así como los problemas y los sufrimientos
de cada uno de estos hijos e hijas tuyos,
que se encuentran en Cova de Iria
o que nos acompañan desde la distancia.

Madre amabilísima,
tú conoces a cada uno por su nombre,
con su rostro y con su historia,
y quieres a todos
con amor materno,
que fluye del mismo corazón de Dios Amor.
Te confío a todos y los consagro a ti,
María Santísima,
Madre de Dios y Madre nuestra.

Cantores y asamblea:

Nosotros te cantamos y aclamamos, María (v.1)

Santo Padre:

El Venerable Papa Juan Pablo II,
que te visitó tres veces, aquí en Fátima,
y te agradeció aquella “mano invisible”
que lo libró de la muerte,
en el atentado del trece de mayo,
en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años,
quiso ofrecer al Santuario de Fátima
la bala que lo hirió gravemente
y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz.
Nos consuela profundamente
saber que estás coronada
no sólo con la plata
y el oro de nuestras alegrías y esperanzas,
sino también con la “bala”
de nuestras preocupaciones y sufrimientos.

Te agradezco, Madre querida,
las oraciones y sacrificios
que los Pastorcillos
de Fátima realizaron por el Papa,
animados por los sentimientos
que tú les habías infundido en las apariciones.
Agradezco igualmente a todos aquellos que,
cada día,
rezan por el Sucesor de Pedro
y sus intenciones,
para que el Papa sea fuerte en la fe,
audaz en la esperanza y ferviente en el amor.

Cantores y asamblea:

Nosotros te cantamos y aclamamos, María (v.2)

Santo Padre:

Madre querida por todos nosotros,
te entrego aquí en tu Santuario de Fátima,
la Rosa de Oro
que he traído desde Roma,
como regalo de gratitud del Papa,
por las maravillas que el Omnipotente
ha realizado por tu mediación
en los corazones de tantos peregrinos
que vienen a esta tu casa materna.

Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima,
los Beatos Francisco y Jacinta
y la Sierva de Dios Lucía de Jesús,
nos acompañan en este momento de súplica y júbilo.

Cantores y asamblea:

Nosotros te cantamos y aclamamos, María (v.5)

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Acto de Consagración de los Sacerdotes al Corazón Inmaculado de María por el Santo Padre Benedicto XVI

ACTO DE CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

ORACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI DURANTE EL VIAJE APOSTÓLICO A PORTUGAL
EN EL 10° ANIVERSARIO DE LA BEATIFICACIÓN DE JACINTA Y FRANCISCO, PASTORCILLOS DE FÁTIMA EN LA IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

12 DE MAYO DE 2010

Madre Inmaculada,
en este lugar de gracia,
convocados por el amor de tu Hijo Jesús,
Sumo y Eterno Sacerdote, nosotros,
hijos en el Hijo y sacerdotes suyos,
nos consagramos a tu Corazón materno,
para cumplir fielmente la voluntad del Padre.

Somos conscientes de que, sin Jesús,
no podemos hacer nada (cfr. Jn 15,5)
y de que, sólo por Él, con Él y en Él,
seremos instrumentos de salvación para el mundo.

Esposa del Espíritu Santo,
alcánzanos el don inestimable
de la transformación en Cristo.
Por la misma potencia del Espíritu que,
extendiendo su sombra sobre Ti,
te hizo Madre del Salvador,
ayúdanos para que Cristo, tu Hijo,
nazca también en nosotros.
Y, de este modo, la Iglesia pueda
ser renovada por santos sacerdotes,
transfigurados por la gracia de Aquel
que hace nuevas todas las cosas.

Madre de Misericordia,
ha sido tu Hijo Jesús quien nos ha llamado
a ser como Él:
luz del mundo y sal de la tierra
(cfr. Mt 5,13-14).

Ayúdanos,
con tu poderosa intercesión,
a no desmerecer esta vocación sublime,
a no ceder a nuestros egoísmos,
ni a las lisonjas del mundo,
ni a las tentaciones del Maligno.

Presérvanos con tu pureza,
custódianos con tu humildad
y rodéanos con tu amor maternal,
que se refleja en tantas almas
consagradas a ti
y que son para nosotros
auténticas madres espirituales.

Madre de la Iglesia,
nosotros, sacerdotes,
queremos ser pastores
que no se apacientan a sí mismos,
sino que se entregan a Dios por los hermanos,
encontrando la felicidad en esto.
Queremos cada día repetir humildemente
no sólo de palabra sino con la vida,
nuestro “aquí estoy”.

Guiados por ti,
queremos ser Apóstoles
de la Divina Misericordia,
llenos de gozo por poder celebrar diariamente
el Santo Sacrificio del Altar
y ofrecer a todos los que nos lo pidan
el sacramento de la Reconciliación.

Abogada y Mediadora de la gracia,
tu que estas unida
a la única mediación universal de Cristo,
pide a Dios, para nosotros,
un corazón completamente renovado,
que ame a Dios con todas sus fuerzas
y sirva a la humanidad como tú lo hiciste.

Repite al Señor
esa eficaz palabra tuya:“no les queda vino” (Jn 2,3),
para que el Padre y el Hijo derramen sobre nosotros,
como una nueva efusión,
el Espíritu Santo.

Lleno de admiración y de gratitud
por tu presencia continua entre nosotros,
en nombre de todos los sacerdotes,
también yo quiero exclamar:
“¿quién soy yo para que me visite
la Madre de mi Señor? (Lc 1,43)

Madre nuestra desde siempre,
no te canses de “visitarnos”,
consolarnos, sostenernos.
Ven en nuestra ayuda
y líbranos de todos los peligros
que nos acechan.
Con este acto de ofrecimiento y consagración,
queremos acogerte de un modo
más profundo y radical,
para siempre y totalmente,
en nuestra existencia humana y sacerdotal.

Que tu presencia haga reverdecer el desierto
de nuestras soledades y brillar el sol
en nuestras tinieblas,
haga que torne la calma después de la tempestad,
para que todo hombre vea la salvación
del Señor,
que tiene el nombre y el rostro de Jesús,
reflejado en nuestros corazones,
unidos para siempre al tuyo.

Así sea.

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Oración del Santo Padre Benedicto XVI durante la Vigilia de Oración por la Vida Naciente

ORACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI DURANTE LA VIGILIA DE ORACIÓN POR LA VIDA NACIENTE EN LA BASÍLICA VATICANA

27 DE NOVIEMBRE DE 2010

Señor Jesús,
que con fidelidad visitas y colmas con tu Presencia
la Iglesia y la historia de los hombres;
que en el admirable Sacramento
de tu Cuerpo y tu Sangre
nos haces partícipes de la vida divina
y nos concedes saborear anticipadamente
la alegría de la vida eterna;
te adoramos y te bendecimos.

Postrados delante de ti, fuente y amante de la vida,
realmente presente y vivo en medio de nosotros,
te suplicamos:

Aviva en nosotros el respeto
por toda vida humana naciente,
haz que veamos en el fruto del seno materno
la admirable obra del Creador;
abre nuestro corazón a la generosa acogida
de cada niño que se asoma a la vida.

Bendice a las familias,
santifica la unión de los esposos,
haz que su amor sea fecundo.

Acompaña con la luz de tu Espíritu
las decisiones de las asambleas legislativas,
a fin de que los pueblos y las naciones
reconozcan y respeten
el carácter sagrado de la vida,
de toda vida humana.

Guía la labor de los científicos y de los médicos,
para que el progreso contribuya
al bien integral de la persona
y nadie sufra supresión e injusticia.

Concede caridad creativa a los administradores
y a los economistas,
para que sepan intuir y promover
condiciones suficientes
a fin de que las familias jóvenes puedan abrirse
serenamente al nacimiento de nuevos hijos.

Consuela a las parejas de esposos que sufren
a causa de la imposibilidad de tener hijos,
y en tu bondad provee.

Educa a todos a hacerse cargo
de los niños huérfanos o abandonados,
para que experimenten el calor de tu caridad,
el consuelo de tu Corazón divino.

Con María tu Madre, la gran creyente,
en cuyo seno asumiste nuestra naturaleza humana,
esperamos de ti,
nuestro único verdadero Bien y Salvador,
la fuerza de amar y servir a la vida,
a la espera de vivir siempre en ti,
en la comunión de la santísima Trinidad.

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Oración del Santo Padre Benedicto XVI en el Mausoleo de las Fosas Ardeatinas, Roma

ORACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI DURANTE SU VISITA AL MAUSOLEO DE LAS FOSAS ARDEATINAS, ROMA

27 DE MARZO DE 2011

Salmo 23- Oración

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo,
porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Oh Dios, Padre misericordioso,
te damos gracias por habernos dado a tu Hijo Jesús,
Buen Pastor, que dio su vida por nosotros.
Con su muerte y resurrección
él nos libró de la esclavitud del pecado
y nos abrió el paso a la vida eterna.
Te pedimos por nuestros hermanos
que fueron asesinados sin piedad en este lugar:
concédeles gozar para siempre
de la luz y la paz de tu reino.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.

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Exhortaciones Apostólicas del Santo Padre Benedicto XVI

EXHORTACIONES APOSTÓLICAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

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La devoción de las Tres Avemarías

LA DEVOCIÓN DE LAS TRES AVEMARÍAS

El fundamento de esta devoción radica en la afirmación católica de que la Santísima Virgen poseyó, en el más alto grado posible a una criatura, los atributos de poder, sabiduría y misericordia. Esto es lo que enseña la Iglesia al invocar a María como Virgen Poderosa, Madre de Misericordia y Trono de Sabiduría.

El Avemaría

El 23 de octubre de 1498 apareció impreso en Brescia-Italia, el primer texto completo del Avemaría, tal como se le reza en la actualidad. Fue incluida en una obra dedicada a la Virgen, compuesta por el padre servita Gasparino Borro.

En 1568, el Papa Pío V, al promulgar la nueva Liturgia de las Horas, introdujo y prescribió la fórmula completa del Avemaría y dispuso que todos los sacerdotes, al iniciar en cada hora el rezo del Oficio Divino, recen el Avemaría después del Padre Nuestro.

Origen de la Devoción de las Tres Avemarías

Esta devoción se le debe a Santa Matilde, religiosa benedictina, que suplicó a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte.

La Virgen María le dijo lo siguiente: “Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias.”

Y esta promesa –de asistirla en la hora de la muerte- se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.

Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que “quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo”.

Promesas de la Santísima Virgen

Nuestra Señora prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente Tres Avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose en esa hora final con el brillo de una belleza tal que con sólo verla la consolaría y le transmitiría las alegrías del Cielo.

Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo Santa María a Santa Gertrudis que, “a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales”.

Cuando Sor María Villani, religiosa dominica (siglo XVI), rezaba un día las tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen estas estimulantes palabras: “No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de cuantos como tú practiquen esta devoción“.

También dijo la Santísima Virgen: “La devoción de las tres Avemarías siempre me fue muy grata… No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia…”

Beneficios de rezar la Devoción de las Tres Avemaría.

Cuán del agrado es para Nuestra Señora el rezo de este piadoso ejercicio, que lo prueban muy elocuentemente los muchos y diversos favores, tanto espirituales como materiales, que cuentan haber alcanzado por semejante práctica las personas que se han servido de ella para implorar la protección de la Santísima Virgen.

Pero lo más consolador son los beneficios espirituales que dispensa la Santísima Virgen por medio de su Novena. Diríamos que esa bendita devoción es el anzuelo con que María Santísima pesca innumerables almas para el cielo; muchas, ciertamente, serán deudoras de su eterna felicidad en la gloria a la eficacia de esa devota práctica.

Conversiones extraordinarias de pecadores moribundos que se logró recibieran los últimos Sacramentos, a lo que se resistían; jóvenes extraviados, devueltos al camino del bien y al hogar, de donde los había arrancado la perversión; matrimonios que han recuperado el tesoro de la paz y unión, que hacia tiempo habían perdido; almas atormentadas por los escrúpulos y otras penas interiores, que recobraron la paz de conciencia y el sosiego de su espíritu; en fin, que esta Novena parece la panacea de todos los males, así del cuerpo como del alma.

Si quieres convencerte de ello, pruébalo; haz una Novena o varias para el remedio de tus necesidades o las de tu familia; pero hazla con fe y confianza, y purifica tu alma con una buena confesión; acude en los trances apurados a este piadoso ejercicio, y no dudo de que experimentarás su eficacia y encontrarás hartos motivos para ser devoto de la Madre de Dios y admirarte de su benignidad, que a cambio de tan corto servicio tan regaladas mercedes dispensa al que se lo hace.

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Cómo se reza la Devoción de las Tres Avemaría.

La práctica de esta devoción no puede ser ni más fácil, ni más breve. Fácil es, porque se concreta a rezar todos los días Tres Avemarías agradeciendo a la Santísima Trinidad los dones de Poder, Sabiduría y Amor que otorgó a la Virgen Inmaculada, e instando a Santa María a que use de ellos en auxilio nuestro.

Consiste en rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, bien para honrarla y para pedir su intercesión ante Dios por una Gracia o favor.

El fin de esta devoción es honrar tres principales atributos de María Santísima, a saber: el poder que le otorgó Dios Padre, por ser su Hija predilecta; la sabiduría de que la adornó Dios Hijo, al elegirla por su Madre; y la misericordia de que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada Esposa.

De ahí viene que sean tres las Avemarías a rezar y no otro número diferente.

Todos los días, se reza lo siguiente:

María Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal.

1. Por el poder que te concedió el Padre Eterno

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

2. Por la sabiduría que te concedió el Hijo.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

3. Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén!

Jaculatorias:

“Madre mía, libradme en este dia de pecado mortal”.

“¡Oh María!, por vuestra Inmaculada Concepción, purificad mi cuerpo y santificad mi alma.”

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Novena de las Tres Avemaría.

Consiste en rezar tres veces el Avemaría durante nueve días.

Los devotos de Santa María, entendiendo que le agradaba tanto el rezo de las Tres Avemaría consideraron repetirlo durante nueve días, juzgando que quizás alcanzarían para sus necesidades el eficaz socorro de su poderosa intercesión.

Este es el origen de la Novena eficaz de las Tres Avemarías, sin embargo, siendo una práctica tan sencilla, no es difícil tomarla por devoción diaria, incluso para los niños.

Bien autorizada queda esta devoción por las revelaciones y el ejemplo de gran número de Santos que desde muy antiguo la vienen usando, seguros de que prestaban un grato servicio a la Santísima Virgen rezando las Tres Avemarías para honrar su Poder, su Sabiduría y su Misericordia.

A mayor abundamiento, los Sumos Pontífices, tan devotos de Nuestra Señora, han autorizado con su ejemplo esta devoción y la han recomendado a los fieles en la forma acostumbrada. Pío IX comenzó a rezar las tres Avemarías después de la Misa en su Capilla del Vaticano; León XIII mandó que se extendiese esta práctica a toda la Iglesia. Además, concedió doscientos días de indulgencias a todos los que rezasen las tres Avemarías y añadiesen esta jaculatoria: “Madre mía, libradme en este dia (o en esta noche) de pecado mortal”. Pío X concedió trescientos días de indulgencias a los que rezaren las tres Avemarías con esta otra jaculatoria: “¡Oh María!, por vuestra Inmaculada Concepción, purificad mi cuerpo y santificad mi alma.”

Añadamos para completar lo que venimos diciendo la autoridad de un teólogo tan santo y esclarecido como San Alfonso María de Ligorio, que ensalza y recomiendo de la manera más eficaz, y a cada paso, en sus escritos la devoción de las Tres Avemarías; y el ejemplo de un apóstol tan celoso de la salvación de las almas como San Leonardo de Puerto Mauricio, que predicaba constantemente las excelencias de esta piadosa práctica, y no se cansaba de recomendaría a los confesores para que éstos la inculcasen en sus penitentes como remedio eficaz contra los vicios, señaladamente contra la impureza.

Que por la intercesión de Santa María, Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Karla Rouillon Gallangos

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El Vía Matris

EL VÍA MATRIS

El Vía Matris Dolorosae o simplemente Vía Matris, es un ejercicio piadoso en el cual un grupo de fieles o un único orante realiza un recorrido sobre un trecho de camino o en el interior de una iglesia, meditando los dolores que la Virgen María, madre y cooperadora del Salvador, sufrió durante la vida, en el cumplimiento de su misión.

El Vía Matris surge a imitación del Santo Vía Crucis, a finales de la Edad Media en un clima de piedad y de compasión hacia el misterio de la pasión de Cristo, de entusiasmo por la recuperación del Santo Sepulcro y de ferviente recuperación de las peregrinaciones a Tierra Santa. Es un ejercicio piadoso que surge por la piedad popular y que tuvo acogida de muchas órdenes religiosas, que por el amor a Santa María lo han divulgado entre los fieles.

Los estudiosos de la piedad popular, al tratar sobre el Vía Matris, le atribuyen, aún sin indicar una documentación específica, un origen español, o cuando menos, una fuerte afirmación en aquella nación. Ciertamente durante los siglos XVII y XVIII la atención en España y los países americanos dependientes entonces de la corona española hacia la pasión de Cristo y hacia los dolores de la Santa Virgen era muy profunda y difundida. Lo atestigua una abundante literatura devota de este aspecto.

El fundamento teológico del Vía Matris, así como el resto de todos los ejercicios de piedad mariana, es la indisoluble unión de María con Cristo, en la realización del proyecto salvífico de Dios, que tiene en la encarnación del Verbo y en la muerte y resurrección de Cristo, sus más altas expresiones. La Virgen es la «íntima socia» en la realización de la obra de la redención. Por lo tanto, asociados en el designio de la salvación, Cristo crucificado y la Virgen Dolorosa están también asociados en las celebraciones de la liturgia y en las manifestaciones de piedad popular.

El Vía Matris se ha constituido teniendo como punto de referencia el Vía Crucis, el cual, a pesar de poder rezarse en forma individual, originalmente nació como oración comunitaria. De esta forma, también el Vía Matris: puede ser realizado por un fiel solo como un ejercicio piadoso de carácter individual; pero generalmente – y de preferencia – es celebrado por grupos de fieles, convocados específicamente, que se distribuyen los varios cargos de una simple celebración: en el caso más sencillo, son el guía, el lector y la asamblea.

Así como el Vía Crucis, el Vía Matris es una «oración bíblica»: es decir que proviene del Evangelio, entendido en el sentido literal o interpretado a la luz de la tradición de la Iglesia, y evoca los episodios de dolor y de salvación que poco a poco contempla. Pero sería una limitación el hecho de restringir el ámbito meditativo únicamente a los episodios evangélicos que se contemplan, a pesar de ser ricos de perspectivas: cada uno de ellos tiene la sombra de hechos del Antiguo Testamento y se proyecta sobre otros del Nuevo Testamento.

via matris krouillong sacrilega comunion en la mano

 

EL VIA MATRIS.

Modo de rezar el Vía Matris. Celebración del camino de dolor de la Virgen.

El Vía Matris consta de siete estaciones, correspondientes a los siete principales dolores que, según la tradición eclesial, sufrió la Santísima Virgen María, Madre de Jesús; sin embargo, la tradición no ha sido unánime en la enumeración de los siete dolores. En referencia a los siete dolores de la Virgen existen dos tradiciones: la primera concentra los siete dolores que se desenvuelven alrededor del episodio fundamental de la crucifixión de Jesús; la segunda se extiende a toda la vida de la Virgen y comprende, por lo tanto, algunos episodios de la infancia de Jesús.

La primera tradición hace referencia a la compasión de la Virgen al pie de la Cruz, a la lamentación de la Madre por la muerte de su Hijo, a su desolada soledad. De esta forma por ejemplo, Nicolás de Arezzo (+1462 aprox.), fraile Siervo de María, en el Planctus Dominae Nostrae enumera siete dolores o, de acuerdo a su terminología, siete espadas, que reconducen, todas ellas, a la pasión de Cristo:

  1. Primus gladius fuit quando vidit filium captum et ligatum (primero, cuando Jesús es capturado y flagelado);
  2. Ssecundus quando eum vidit in cruce elevatum et in ligno confixum (segundo, cuando lo ve elevado en el árbol de la cruz);
  3. Tertius gladius doloris fuit quando eum vidit ab omnibus derelictum (tercero, cuando lo ve abandonado por todos);
  4. Quartus quando vidit eum ab omnibus creaturis graviter deploratum (cuarto, cuando lo ve deplorado por todas las criaturas) ;
  5. Quintus quando vidit eum a Iudeis incognitum et crucificatum (quinto, cuando lo vio rechazado y crucificado por los Judíos);
  6. Sextus quando vidit eum cum dolore et clamore valido vita corporali privatum (sexto, cuando con dolor y llanto vió su cuerpo sin vida);
  7. Septimus quando vidit eum sub uno saxo in monumento firmiter observatum (séptimo, cuando lo vio mientras ponían la roca en el sepulcro por la estricta observación de la ley).

La segunda tradición extiende la contemplación de los dolores de la Virgen a toda su vida e incluye, por tanto, algunos episodios de la infancia de Jesús.

Entre los años 1380 y 1390 se registraron las dos siguientes series:

Primera serie:

1. La profecía de Simeón

2. La huida a Egipto

3. Pérdida del Niño Jesús en el templo

4. Juan informa a la Virgen de la traición de Judas

5. La crucifixión

6. La sepultura

7. La Virgen visita los lugares de la Pasión de su Hijo.

Segunda serie:

1. La profecía de Simeón

2. La huida a Egipto

3. Pérdida del Niño Jesús en el templo

4. Jesús ultrajado de Judas

5. La crucifixión

6. Jesús muerto sobre las rodillas de la Madre

7. La sepultura.

Díptico de Notre -Dame de los Siete Dolores de la Virgen de Brugge Voorzijde

Díptico de los Siete Dolores de la Virgen de Brugge Voorzijde : Joris Van de Velde, Alcalde de Brugge

La serie actual es atestiguada con seguridad hacia el 1491 en una inscripción compuesta por un poeta anónimo por encargo de Juan de Coudenberg, decano de la Colegiata de San Egidio de Abbenbrouck, en la diócesis de Utrecht, ferviente devoto de la Dolorosa:

Disce, salutator, nostros meminisse dolores Septenos, prosint ut tibi quaque die. Predixit Simeon animam mucrone feriri Et Matrem Nati vulnera ferre sui. Hinc, cum cesa fuit puerorum turba piorum, Pertuli in Egyptum non bene tuta meum. Et dolui querens puerum divina docentem In templo. Hinc captum pondera ferre crucis Cum vidi; Et ligno fixum; Tum morte sopitum Deponi; Inque petra linquere pulsa fui. Hos igitur nostros quisquis meditare dolores, Percipies Natum ferre salutis opem.

La Orden de los Siervos de María adoptó esta serie, a pesar de que en el siglo XVII se descubrieron algunas incertidumbres y relativas controversias sobre el “primer dolor”; para algunos éste era la circuncisión del Hijo; para otros la profecía de Simeón. Con un decreto de la Dieta que se celebró en Reggio Emilia en 1660, se estableció considerar como “primer dolor” de la Madre el de la circuncisión de su Hijo; pero, no obstante las disposiciones legislativas, la serie tradicional, que consideraba como “primer dolor” la profecía de Simeón se impuso progresivamente.

Las “estaciones‟ se enuncian de la siguiente manera:

1. María acoge en la fe la profecía de Simeón (Lc 2, 34-35)

2. María huye a Egipto con Jesús y José (Mt 2, 13-14)

3. María busca al niño Jesús perdido en Jerusalén (Lc 2, 43-45)

4. María encuentra a Jesús camino del Calvario (Lc 23, 26-27)

5. María está junto a la cruz de su Hijo (Jn 19, 25-27)

6. María recibe en su seno el cuerpo de Jesús bajado de la cruz (Mt 27, 57-59)

7. María entrega el cuerpo de Jesús al sepulcro en espera de la resurrección (Jn 19, 40-42)

Cinco esquemas

El Vía Matris es propuesto en cinco esquemas titulados respectivamente:

I. Con María, madre y discípula, en el camino de la cruz.

II. Con santa María, en el camino de la fe y del dolor.

III. «Vía Matris», camino del amor de la Virgen.

IV. «Vía Matris», camino de vida y de servicio.

V. El camino doloroso de María y el camino del discípulo.

Cada esquema consta esencialmente de tres partes: la introducción, la serie de “estaciones”, y la conclusión; cada parte está compuesta a su vez de varios elementos. Para una adecuada comprensión y valorización de éstos, se indica a continuación su naturaleza y su función.

Inicio del Vía Matris

Por la señal de la Santa Cruz  de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Oración: La introducción se concluye con una oración, que es una súplica a Dios para que dirija su mirada hacia los fieles que se preparan a cumplir el ejercicio piadoso del Vía Matris.

Santísima Virgen, Madre de Dios, yo aunque indigno pecador postrado a vuestros pies en presencia de Dios omnipotente os ofrezco este mi corazón con todos sus afectos. A vos lo consagro y quiero que sea siempre vuestro y de vuestro hijo Jesús.

Aceptad esta humilde oferta vos que siempre habéis sido la auxiliadora del pueblo cristiano.

Oh María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me aflige, del apuro extremo en que me encuentro.

Reina de los cielos, en vuestras manos pongo mi causa. Se bien que en los casos desesperados se muestra más potente vuestra misericordia y nada puede resistir a vuestro poder. Alcanzadme Madre mía la gracia que os pido si es del agrado de mi Dios y Señor. Amén.

Enunciación del dolor: El guía o un lector enuncia el dolor que será objeto de meditación durante la “estación”.

1. María acoge en la fe la profecía de Simeón

2. María huye a Egipto con Jesús y José

3. María busca a Jesús perdido en Jerusalén

4. María encuentra a Jesús camino del Calvario

5. María está junto a la cruz de su Hijo

6. María recibe en su seno el cuerpo de Jesús bajado de la cruz

7. María entrega el cuerpo de Jesús al sepulcro en espera de la resurrección

Verso de introducción: 

V. Te alabamos, Santa María

R. Madre fiel junto a la cruz de su Hijo.

Lectura evangélica: Se continúa con la lectura del evangelio relacionada con el dolor que se contempla en la “estación”

1. María acoge en la fe la profecía de Simeón (San Lucas 2, 34-35)

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

2. María huye a Egipto con Jesús y José (San Mateo 2, 13-14)

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

3. María busca a Jesús perdido en Jerusalén (San Lucas 2, 43-45)

Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acababa la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.

4. María encuentra a Jesús camino del Calvario (San Lucas 23, 26-27)

Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.

5. María está junto a la cruz de su Hijo (San Juan 19, 25-27)

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

6. María recibe en su seno el cuerpo de Jesús bajado de la cruz (San Mateo 27, 57-59)

Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.

7. María entrega el cuerpo de Jesús al sepulcro en espera de la resurrección (San Juan 19, 40-42)

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Oración: Después de cada lectura se hace una pausa de silencio, seguida de una oración, dirigida a Dios o a la Virgen, implora una gracia que proviene del dolor que se contempla.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir, que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a aparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente. Amén.

Canto de procesión: Tiene la finalidad de acompañar el camino de una “estación” a otra. Se proponen varios tipos de canto de procesión, entre los cuales: el Stabat Mater y las letanías de los Santos o de la Virgen.

Stabat Mater

Stabat Mater dolorosa
iuxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.

Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta,
mater Unigeniti!

Quae maerebat et dolebat,
pia Mater, dum videbat
nati poenas inclyti.

Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?

Quis non posset contristari
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?

Pro peccatis suae gentis
vidit Iesum in tormentis,
et flagellis subditum.

Vidit suum dulcem Natum
moriendo desolatum,
dum emisit spiritum.

Eia, Mater, fons amoris
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.

Fac, ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum
ut sibi complaceam.

Sancta Mater, istud agas,
crucifixi fige plagas
cordi meo valide.

Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.

Fac me tecum pie flere,
crucifixo condolere,
donec ego vixero.

Iuxta Crucem tecum stare,
et me tibi sociare
in planctu desidero.

Virgo virginum praeclara,
mihi iam non sis amara,
fac me tecum plangere.

Fac, ut portem Christi mortem,
passionis fac consortem,
et plagas recolere.

Fac me plagis vulnerari,
fac me Cruce inebriari,
et cruore Filii.

Flammis ne urar succensus,
per te, Virgo, sim defensus
in die iudicii.

Christe, cum sit hinc exire,
da per Matrem me venire
ad palmam victoriae.

Quando corpus morietur,
fac, ut animae donetur
paradisi gloria. Amen.

Despedida: La despedida consta de una monición, una aclamación y una oración, a las que siguen la bendición y el saludo final.

Monición:

Al finalizar el «Vía Matris» saludamos a la Virgen de la fe, de la espera, de la esperanza y dirigimos nuestra mirada hacia la luz de la Pascua.

Aclamación:

Bendita tú o Alégrate, Hija de Sión.

Oración: Es una súplica dirigida a Dios, para que, por la intercesión de Santa María, llene con la abundancia de sus dones y asocie «a la gloria de Cristo resucitado» a los fieles que han cumplido con este ejercicio piadoso.

Dulzura de los ángeles, alegría de los afligidos, abogada de los cristianos, Virgen madre del Señor, protégeme y sálvame de los sufrimientos eternos.

María, purísimo incensario de oro, que ha contenido a la Trinidad excelsa; en ti se ha complacido el Padre, ha habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su sombra, Virgen, te ha hecho madre de Dios.

Nosotros nos alegramos en ti, Theotókos; tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del cielo.

Saludo final: 

Nos proteja Santa María, y nos guíe benignamente en el camino de la vida.

Acuérdate, en favor de los diversos componentes del orden eclesial y de la familia humana, así como de las varias necesidades.

La bendición (prevista cuando quien preside o guía es un presbítero o un diácono): tiene la estructura y los contenidos propios de esta secuencia ritual.

Fin de la Oración.

Madonna Addolorata delle Sette Spade, Santo Stefano Rotondo, Roma (CIRCONCISIONE)

Madonna Addolorata delle Sette Spade, Santo Stefano Rotondo, Roma (CIRCONCISIONE)

Aclaración Final:

Suponiéndose una correcta celebración, el valor espiritual y la eficacia pastoral del Vía Matris se encuentran en la capacidad de: acercar a los fieles, a través de la contemplación de la «compasión» de la Virgen, a uno de los aspectos esenciales del Misterio pascual: la pasión salvadora de Cristo; iluminar el misterio del dolor, del cual ningún hombre puede huir, con la luz que emana en modo singular de la forma con la cual María de Nazaret, llena de fe, vivió esta experiencia; hacer participar a los orantes de los sufrimientos de los hermanos y hermanas, ya que la celebración del dolor de la Virgen no puede quedarse en la meditación, en el agradecimiento, en la alabanza, sino que implica la atención comprometida hacia el hombre y la mujer que sufren; suscitar sentimientos de misericordia, porque, después de la contemplación de la bondad misericordiosa del Salvador, nada dispone el ánimo para la misericordia como la contemplación de la amorosa compasión de la Virgen: bajo la cruz, María es la «Virgen del perdón».

Los días más indicados para su celebración

Como sugerencia se indican los días que, por su índole o por motivos tradicionales, son más aptos para la celebración pública del Vía Matris en las iglesias de los Siervos y de las Siervas de María:

  • Los días feriados del tiempo de Cuaresma, en particular el viernes;
  • Los viernes del mes de septiembre;
  • Los siete viernes que preceden a la Solemnidad de la Dolorosa (15 de septiembre), a menos que no recurra en esa fecha alguna memoria litúrgica que requiera una fórmula diversa (por ejemplo: 8 de septiembre, Natividad de la Santísima Virgen María; 14 de septiembre, Exaltación de la Santa Cruz).

Fuente: ORDEN SIERVOS DE MARÍA

Ver también: EL SANTO VÍA CRUCIS CON LAS MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Te invito a leer este artículo sobre la SEMANA SANTA: LA SEMANA QUE CAMBIÓ AL MUNDO y estas recomendaciones para  el MIÉRCOLES DE CENIZA y la CUARESMA

Si quieres hacer una obra de misericordia enseña a otros a orar.

Otras oraciones que puedes aprender:

LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA

ROSARIO DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL

EL SANTO ROSARIO

CIEN RÉQUIEM

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Karla Rouillon Gallangos

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Coronilla del Santísimo Sacramento del Altar para los Adoradores

CORONILLA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR PARA LOS ADORADORES

Oración para rezar frente al Santísimo Sacramento.

1.- Credo

Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros lo hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.

2.- Pésame

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como vos; antes querría haber muerto que haberle ofendido, y propongo firmemente ayudado por tu divina gracia, no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amén.

Con un rosario normal se rezan cinco misterios de diez decenas cada uno.

jesus en el huerto de los olivos getsemaní krouillong comunion en la mano

3. Meditar los cinco misterios

Primer misterio: La oración de Jesús en el Huerto

Meditación:

Después de la Última Cena, Jesús tiene una inmensa necesidad de orar. Su alma está triste hasta la muerte. En el Huerto de los Olivos cae abatido: se postró rostro en tierra (Mateo 26, 39), precisa San Mateo. “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como quiero, sino como quieres Tú”. En Jesús se unen a la tristeza, un tedio y una angustia mortales.

Buscó apoyarse en la compañía de sus amigos íntimos y los encontró durmiendo; pero, entre tanto, uno no dormía; el traidor conjuraba con sus enemigos. Él, que es la misma inocencia, carga con los pecados de todos y cada uno de los hombres, y se ofreció, con cuánto amor, como Víctima para pagar personalmente todas nuestras deudas… y de cuántos solo recibe olvido y menosprecio.

¡Cuánto hemos de agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la muerte eterna! En nuestra vida puede haber momentos de profundo dolor, en que cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de la Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos nos enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin poner obstáculo alguno ni condiciones, aunque por momentos pidamos ser librados, con tal de que así pudiésemos identificarnos con la Voluntad de Dios. Debe ser una oración perseverante.

Rezar un Padrenuestro y en las decenas del rosario rezar así:

“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”

“y la Virgen concebida sin pecado original” (10 veces)

Rezar un Gloria

la flagelación de jesús krouillong comunion en la mano

Segundo misterio: La flagelación de Nuestro Señor Jesucristo

Señor Jesucristo, me pregunto qué fue más doloroso: ¿las heridas de los látigos, o la tormentosa tristeza de sentir el odio de la gente y los soldados?  Además la fría soledad del momento, más difícil que aceptar el dolor de tus heridas.  Y a pesar de que Pedro aseguró que “Aunque tenga que morir contigo yo no te negaré” , “todos huyeron y te abandonaron” – incluso Pedro.  Fue tu infinito amor el que te trajo al mundo en primer lugar, a una vida de trabajo y sufrimiento, a una muerte atroz.  ¿Puedo apoyarme en tus heridas y aprender la lección?  “Ellos lucharán en tu contra, pero no te vencerán, por cuanto yo estoy aquí para liberarte, dice el Señor”.

Jesús escondido de María, tú recibiste los duros golpes de los latigazos de los soldados, de aquellos que obedecen ciegamente a la autoridad de la época.  Y dicha autoridad fue ciega a su vez al plan original de Dios.  Perdona todas las veces que hemos seguido ciegamente el camino del pecado, y no hemos sido obedientes a la gentil invitación de nuestro Salvador.

Rezar un Padrenuestro y en las decenas del rosario rezar así:

“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”

“y la Virgen concebida sin pecado original” (10 veces)

Rezar un Gloria

jesus coronacion de espinas krouillong comunion en la mano

 

Tercer misterio: La coronación de espinas

Meditación:

Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con su manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: -Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.

¡Mi amado Jesucristo Agonizante, Hijo del Altísimo! Me postro a Tus pies en medio de mi nada. Recuerdo todas mis ofensas hacia Ti. Te ruego, Señor, ten misericordia de mí. Mis pecados te han mantenido en agonía por estos miles de años. Te contemplo aun vivo, colgado en la Cruz, con esa terrible corona de espinas, la sangre bañando Tu rostro, y las espinas punzando Tu Santa Faz. Me arrepiento por ese regalo que te di: la corona de espinas. Deseo quitarte la corona de espinas, y ofrecerte con amor una corona de oro.

Mi Agonizante Jesús, recuerdo como yo golpeé Tu Sagrada Cabeza con una varilla de hierro, para que te penetraran aún más las espinas en Tu cerebro. Sentiste un dolor como si fuera un rayo que estremeciera todo Tu Cuerpo virginal. ¡Oh cuanto te ha hecho sufrir mi maldad!

Mi Jesús, que sufres místicamente el dolor y la agonía de mi terrible corona de espinas en Tu Sagrado Corazón, Ten misericordia de mí, y perdona al mundo.

Rezar un Padrenuestro y en las decenas del rosario rezar así:

“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”

“y la Virgen concebida sin pecado original” (10 veces)

Rezar un Gloria

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Cuarto misterio: Jesús carga con la cruz acuestas

Meditación:

Después de haberse burlado de Jesús, los soldados le quitaron el manto de púrpura que le habían echado encima, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús.

Lo seguía una gran multitud del pueblo y también unas mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos…».

Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él. Llegados a un lugar llamado Gólgota, que quiere decir Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores.

Señor, te has dejado escarnecer y ultrajar. Ayúdanos a no unirnos a los que se burlan de quienes sufren o son débiles. Ayúdanos a reconocer tu rostro en los humillados y marginados. Ayúdanos a no desanimarnos ante las burlas del mundo cuando se ridiculiza la obediencia a tu voluntad. Tú has llevado la Cruz y nos has invitado a seguirte por ese camino. Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla; para no lamentarnos ni dejar que nuestros corazones se abatan ante las dificultades de la vida. Anímanos a recorrer el camino del amor y, aceptando sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría.

Rezar un Padrenuestro y en las decenas del rosario rezar así:

“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”

“y la Virgen concebida sin pecado original” (10 veces)

Rezar un Gloria

jesus es crucificado la crucifixion de jesus krouillong comunion en la mano

Quinto misterio: La crucifixión y muerte de Jesús

Meditación:

Llegados al Calvario, crucificaron a Jesús y a los dos malhechores. Los soldados se repartieron los vestidos de Jesús por lotes, y la túnica, tejida de una pieza, sin costura, la echaron a suerte. Pilato redactó una inscripción que decía: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos», y la puso sobre la cruz. Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Templo y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: “Soy Hijo de Dios”». También los soldados se burlaban de él, y hasta uno de los malhechores crucificados con él le injuriaba, mientras el otro decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino»; Jesús le respondió: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

En el desarrollo de los acontecimientos, Jesús dijo también otras palabras: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»; «Tengo sed»; «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?»; «Todo está cumplido»; «Padre, en tus manos pongo mi espíritu».

Al mediodía quedó la tierra en tinieblas y se produjeron otros fenómenos extraordinarios.

Hacia las tres de la tarde, habiendo dado perfecto cumplimiento a todos los designios divinos, Jesús se encomendó a su Padre con voz poderosa e inclinando la cabeza entregó el espíritu.

¡Amoroso y Divino Jesús crucificado, que lleno de amor a los hombres te ofreciste ante el Eterno Padre por víctima expiatoria de los crímenes del mundo! Ya que me concediste la gracia de inspirarme que me ofrezca contigo en holocausto, como víctima que une sus dolores a los tuyos en desagravio de tantas culpas…, yo, criatura indigna y miserable, postrada delante de tu Cruz y con la ayuda de tu gracia, confirmo y ratifico mi promesa de querer padecer con los mismos fines que Tú en ella padeciste… Recibe todo mi ser en holocausto y haz de mi lo que quieras. Sobre los brazos de tu Cruz abro los míos para perdonar y abrazar a todos mis enemigos, cuyo bien y salvación deseo y prometo solemnemente procurar cuanto sea de mi parte, así como el alivio de sus penas e infortunios.

Rezar un Padrenuestro y en las decenas del rosario rezar así:

“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”

“y la Virgen concebida sin pecado original” (10 veces)

Rezar un Gloria

La coronilla termina rezándose Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Amén.

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten

Karla Rouillon Gallangos

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Pedidos de Oración

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Registre y rellene en el siguiente formato, los datos que se le piden (en tema poner: pedido de oración) y escriba sus pedidos de oración. Recuerda que no hay nada imposible para Dios, siempre que lo que pidas esté conforme a Su voluntad. Tu pedido de oración nunca caducará diariamente estarás presente en nuestras oraciones. Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Intenciones para la Santa Misa

intenciones para la santa misa krouillong comunion en la mano

Registre y rellene en el siguiente formato, los datos que se le piden (en tema poner: intenciones para la santa misa) y escriba sus Intenciones para la Santa Misa dominical, la cual haré llegar cada domingo a los sacerdotes celebrantes. No olvide pedir por los sacerdotes, obispos y cardenales, así como por todas las Benditas Almas del Purgatorio y por la conversión de los pecadores del mundo entero. Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Jueves Santo: Renovación de los Votos Sacerdotales

RENOVACIÓN DE VOTOS SACERDOTALES

El Jueves Santo la Iglesia conmemora la Institución de la Eucaristía, privilegio dado por Dios exclusivamente a los Sacerdotes, para que la consagren y entreguen a los fieles, por ello, la Iglesia conmemora también la Institución del Sacerdocio, en señal de este privilegio exclusivo.

Sacerdotes del mundo entero, aprovechen este Jueves Santo para renovar sus votos sacerdotales, renovando las promesas que hicieron durante su ordenación sacerdotal y reafirmando su deseo de vivir para el servicio de Dios.

¿Recuerdas el día de tu ordenación sacerdotal? ¿Recuerdas tus emociones de ese día? Pregúntate cuánto cambiaste como Sacerdote desde ese día hasta hoy, y analiza las cosas positivas y negativas que han sucedido desde entonces en tu sacerdocio para mejorarlas, con la ayuda de Dios.

Renueva tus Votos Sacerdotales

Puedes hacerlo en la Misa Crismal del Jueves Santo o en el silencio de un Sagrario, solo necesitas un momento a solas delante del Sagrario y calentar de amor tu corazón para decirle a Jesús que lo amas y que amas ser Su Sacerdote, que deseas unirte cada día a Cristo, ser su fiel Ministro, ofrecer el Santo Sacrificio en Su nombre y enseñarlo a los más jóvenes que quieran ser sacerdotes también.

Renueva tus votos sacerdotales frecuentemente y verás como Dios te hará un Santo Sacerdote.

Que el Espíritu Santo siga iluminando su camino de santificación en bien de las almas y el Reino de Dios y que Dios les conceda a todos los Sacerdotes del mundo las Gracias que necesiten.

Karla Rouillon Gallangos

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