TRIDUO EN HONOR DE SANTA MARIA DE GUADALUPE
El Triduo en Honor de Nuestra Señora de Guadalupe comienza el día 9 y termina el día 11 de diciembre, un día antes de su Fiesta: el 12 de diciembre.
Está formado por tres oraciones, una para cada día, por medio de las cuales se pide una Gracia especial a Nuestra Señora de Guadalupe.
Hecha la señal de la cruz y el acto de contrición, se hace la petición a Nuestra Señora de Guadalupe de la Gracia que se pide a Dios nos conceda.
Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro.
† En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre, Redentor mío,
por ser vos quien sois, bondad infinita
y por que os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón haberos ofendido,
también me pesa porque podéis castigarme con
las penas del infierno.
Animado con tu divina gracia,
propongo firmemente
nunca mas pecar, confesarme
y cumplir la penitencia que me fuera impuesta,
para el perdón de mis pecados. Amén.
Aquí cada uno pide la gracia que desee alcanzar,
por intercesión de Santa María de Guadalupe…
Luego se rezan cuatro Salves, en memoria de las cuatro Apariciones y se reza la oración del día.
SALVE
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida y dulzura y esperanza nuestra:
Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos
y, después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima! ¡oh piadosa! ¡oh dulce Virgen María!
V. Ruega por nosotros santa Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
PRIMER DÍA
¡Oh Santísima Señora de Guadalupe! Esa corona con que ciñes tus sagradas cienes, publica que eres dueña del universo. Lo eres, Señora, pues como Hija, como Madre y como Esposa del Altísimo tienes un absoluto poder y un justísimo derecho sobre todas las criaturas.
Siendo esto así, yo también soy tuyo: también pertenezco a ti por mil títulos; pero no me contento con ser tuyo por esta tan alta jurisdicción que tienes sobre todos: quiero ser tuyo por otro título más, esto es, por la elección de la voluntad.
Ves, aquí, pues, que postrado delante del trono de tu Majestad, te elijo por mi Reina y mi Señora , y con este motivo, quiero doblar el señorío, y dominio que tienes sobre mí; quiero depender de ti y quiero que los designios que tiene sobre mi la Divina Providencia pasen por tus manos.
Dispón de mí como te agrade; los sucesos y lances de mi vida quiero que todos corran por tu cuenta. Confío de tu benignidad, que todos se enderezarán al bien de mi alma y honra y gloria de aquel Señor que tanto se complace en que todo el mundo te reconozca por su Reina.
¡Qué puedo creer al verte cerca de los rayos del sol, sino que estás tan íntimamente unida al Sol de la Divinidad, que no hay en ti cosa ninguna que no sea luz, que no sea gracia y que no sea santidad.
¡Qué puedo creer sino que estas anegada en el piélago de las divinas perfecciones y atributos, y que Dios te tiene siempre en su corazón! Sea para bien, Señora, tan alta felicidad.
Yo, entre tanto, arrebatado del gozo que ella me causa, me presento delante del trono de tu soberanía, suplicándote te dignes enviar uno de sus ardientes rayos hacia mi corazón: ilumina con su luz mi entendimiento: enciende con su luz mi voluntad: haz que acabe yo de persuadirme de que vivo engañada todo el tiempo que no empleo en amarte a Ti y en amar a mi Dios; haz que acabe de persuadirme de que me engaño miserablemente cuando amo alguna cosa que no sea a mi Dios, y cuando no te amo a Ti por Dios.
Qué bien se conoce que eres Abogada nuestra en el tribunal de Dios pues esas hermosísimas manos que jamás dejan de beneficiarnos, las juntas ahora ente el pecho en ademán de quien suplica y ruega, dándonos con esto a ver, que desde el trono de la gloria donde existes como Reina de los ángeles y de lo hombres, haces también el oficio de abogada, rogando y procurando a favor nuestro.
¿Con qué afectos de reconocimiento y gratitud podré pagar tanta fineza? Más pues no hay en mi corazón suficiente caudal para pagarlo, a Ti recurro para que me enriquezcas con los dones preciosos de una caridad ardiente y fervorosa, de una humildad profunda, y de una obediencia pronta al Señor. Esfuerza tus súplicas, multiplica tus ruegos, y no ceses de pedir al Todopoderoso que me haga suyo, y me conceda ir a darte las gracias por el feliz éxito de tu intercesión en la gloria. Amén.
SEGUNDO DÍA
¡Oh Santísima María de Guadalupe! Si un ángel del cielo tiene por honra tan grande estar a tus pies, que en prueba de gozo abre los brazos y extiende las alas para formar con ellas repisa a tu Majestad, ¡Qué deberé yo hacer para manifestar mi veneración a tu persona, sino ofrecerte, no ya la cabeza, ni los brazos, sino el corazón y mi alma para que santificándola con tus divinas plantas se haga trono digno de tu soberanía?
Dígnate, Señora, admitir este obsequio: no lo desprecies por indigno, pues el mérito que le falta por mi miseria y pobreza, lo recompenso con la buena voluntad y los deseos.
Entra a registrar mi corazón y verás que no lo mueven otras alas sino las del deseo de ser tuyo, y el temor de ofender a tu Hijo divinísimo.
Forma tu trono de mi corazón y ya no se envilecerá dándole entrada a la culpa, y haciéndose esclavo del demonio. Haz que no vivan en él, sino Jesús y María.
Bendita la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica con humildad tan apacible.
¿Qué otro vestido le correspondería a quien es un cielo por su hermosura, sino uno, todo de estrellas? ¿Con qué podría adornarse una belleza toda celestial, sino con los brillos de unas virtudes tan elevadas y resplandecientes como las tuyas?
Bendita mil veces la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada, y gala tan brillante y rica con humildad tan apacible.
Yo quedo, Señora, absorto de hermosura tan amable y quisiera que mis ojos se fijaran siempre en ti para que mi corazón no se dejara arrastrar en otro afecto sino sólo en amor tuyo.
No podré lograr este deseo, si esos resplandecientes astros de que estás adornada, no infunden una ardiente y fervorosa caridad, con que ame con todo mi corazón y con todas mis fuerzas a mi Dios, y después de Dios a Ti como único objeto digno de que lo amemos todos.
¡Qué bien dice a tu soberanía esa alfombra que la luna forma a tus sagrados pies! Hollaste con invicta planta las vanidades del mundo, y quedando superior a todo lo creado, jamás padeciste el menguante de la más ligera imperfección: antes de tu primer instante estuviste llena de gracia.
Miserable de mí, Señora, que no sabiendo mantenerme en los propósitos que hago, no tengo estabilidad en la virtud, y sólo soy constante en mis malas costumbres.
Duélete de mí, Madre amorosa y tierna; y, ya que soy como la luna en mi inconstancia, sea como la luna que está a tus pies; esto es, firme siempre en tu devoción y amor, para no padecer los menguantes de la culpa.
Haz que esté yo siempre a tus plantas por el amor y devoción, y ya no temeré los menguantes del pecado sino que procuraré darme de lleno a mis obligaciones, detestando de corazón todo lo que es ofensa a Dios. Amén.
TERCER DÍA
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! nada, nada veo en este hermosísimo retrato que no me lleve a conocer las altas perfecciones con que dotó el Señor tu alma inocentísima. Este lienzo grosero y despreciable; ese pobre, pero feliz ayate en que se ve estampada tu singular belleza, dan claro a conocer la profundísima humildad que le sirvió de cabeza y fundamento a tu asombrosa santidad. No te desdeñaste de tomar la tilma pobre de Juan Diego, para que en ella se estampase tu rostro, que es encanto de los ángeles, hechizo de los hombres y admiración de todo el universo. Pues ¿Cómo no he de esperar yo de tu benignidad, que la pobreza y la miseria de mi alma no sean estorbo para que estampes en ella tu imagen graciosísima? Yo te lo pido, Señora, y para esto te ofrezco las telas de mi corazón. Tómalo, Señora, en tus manos, y no lo dejes jamás, pues mi deseo es que no se emplee en otra cosa que en amarte y amar a Dios.
Qué misteriosa y qué acertada anduvo la mano del Artífice Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo, que le sirve de guarnición. Aludió sin duda a aquel finísimo oro de la caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas todas tus obras. ¿Y quién duda, Señora, que esa tu encendida caridad y amor de Dios estuvo siempre acompañada del amor del prójimo y que no por verte triunfante en la Patria, te has olvidado de nosotros? Acoge en tu piadoso corazón a quien es tan miserable; dale la mano a quien caído te invoca para levantarse; procúrate la gloria de haber encontrado en mí una miseria proporcionada, más que todas, a tu compasión y misericordia. ¿Qué cosa habrá imposible a tu poder, cuando multiplicando los prodigios, ni la tosquedad, ni la grosería del ayate le sirve de impedimento para formar tan primoroso tu retrato, ni la voracidad del tiempo, casi cinco siglos, ha sido capaz de destrozarlo ni borrarle?
¡Qué motivo tan fuerte para alentar mi confianza y suplicarte, que abriendo tu corazón, y acordándote del amplio poder que te dio la omnipotencia del Señor, para favorecer a los mortales, te dignes estampar en mi alma la imagen del Altísimo que han borrado mis culpas! No tomes en cuenta mi indignidad, dígnate sólo mirarme, y ya con esto alentaré mis esperanzas; porque yo no puedo creer que si me miras, no se conmuevan tus entrañas a favorecerme. Mi única esperanza, después de Jesús, eres Tú sagrada Virgen María. Amén.
Que Dios les conceda a todos, por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, las Gracias que necesiten.
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Recuerda que la comunión en la mano es sacrilegio.
No seas parte del problema cometiendo sacrilegio. Siendo ministro extraordinario de la comunión solo te haces parte del problema.
La comunión se recibe de manos del sacerdote.
La obediencia se debe siempre y cuando lo que se mande no sea pecado y la comunión en la mano es sacrilegio.
¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!
Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.
Karla Rouillon Gallangos
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