PRETEXTO PARA ATAQUES A LA IGLESIA
El “caso Garatea” y la dictadura del relativismo
Martes 29 de mayo de 2012
Fuente: TRADICIÓN Y ACCIÓN
Intentan cohibir la libertad de la Iglesia
Días antes de ser elevado al supremo Pontificado, en abril de 2005, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger advirtió sobre la nueva tiranía que amenaza al Occidente y al mundo: la “dictadura del relativismo”, generadora de inéditas formas de persecución contra quienes se adhieren íntegramente a la Fe y la moral de la Iglesia.
Un anticipo palpable de cómo podrá ser tal dictadura lo dio la semana pasada el extraño coro de protestas que se levantó, desde sectores laicistas o de izquierda, contra la decisión del Arzobispado de Lima de suspender la licencia ministerial al P. Gastón Garatea. Tal medida era perfectamente justificada, ya que dicho sacerdote había manifestado posiciones incompatibles con la doctrina y la moral católicas en temas cruciales.
Siguiendo las seculares y sabias normas de la Iglesia, inicialmente el religioso fue apercibido por la Autoridad eclesiástica, en forma personal y en varias oportunidades. Tras esas correcciones fraternas vino finalmente la sanción, por persistir en sus posiciones equívocas. Fue un desenlace lógico, justo y razonable. Pero lo que sucedió después ya no tuvo nada de lógico…
El “caso Garatea” es un tema estrictamente eclesiástico. La Iglesia es, como se sabe, una societas perfecta, es decir, una institución que contiene en sí misma todos los medios para alcanzar su fin, y es por tanto plenamente autónoma del Estado en cuanto a su constitución, doctrina y vida interna. Ella posee una autoridad espiritual propia sobre todos sus miembros, tanto sacerdotes como fieles, que le cabe ejercer libre de interferencias.
No obstante, la sanción eclesiástica al P. Garatea dio lugar a un espectáculo surrealista y bochornoso: un enjambre de personas manifiestamente ajenas a la vida de la Iglesia —izquierdistas de varios matices, anticlericales, ateos, personajes de la farándula, agnósticos, etc.—, a los que se sumaron teólogos de la liberación, se levantaron en bloque para cuestionar la sanción y atacar a la Autoridad religiosa limeña. Arrogándose el papel de jueces supra-eclesiásticos, esos partidarios de la “tolerancia” a todo y con todos sacaron a relucir una manifiesta intolerancia contra el legítimo ejercicio del poder eclesiástico. Y esto, únicamente porque el Arzobispado cumplió con su deber de proteger a los fieles contra un sacerdote que difundía claros errores. Incluso circularon mensajes recogiendo firmas a favor del P. Garatea: uno de ellos, publicado a dos páginas en un diario de izquierda, criticaba la sanción como “injusta”.
El cargamontón de los relativistas
¿Pero quiénes son esos críticos? ¿Cuál es su autoridad moral? ¿Qué títulos poseen para señalar lo que es justo o injusto en la Iglesia? —Veamos: entre los firmantes figuran un veterano comunista, Javier Diez Canseco; varios agnósticos declarados, como el pintor Fernando de Szyszlo; un literato escéptico, Alfredo Bryce, acusado de haber plagiado más de 30 veces a escritores peruanos e hispanoamericanos; la feminista pro-aborto Rocío Villanueva; la también defensora del aborto, Magaly Solier; el marxista y fundador del Partido Socialista Revolucionario, Marcial Rubio (paradójicamente actual rector de la PUCP…); actores de teatro muy apartados de la doctrina católica, como Alberto Ísola.
Apoyaron asimismo al P. Garatea los caviarísimos Diego García Sayán (recordado por haber excarcelado a cientos de presos por terrorismo) y Roberto Dañino; la inefable alcaldesa de Lima Susana Villarán, partidaria de todas las causas revolucionarias, que irónicamente considera al sacerdote rebelde “un ejemplo de cristiano”; el ex-rector de la PUCP Salomón Lerner, quien presidió la abstrusa y desacreditada “Comisión de la Verdad” [1]; el sacerdote chileno P. Diego Irarrázabal CSC, relativista extremado, quien incluso declaró estarse “convirtiendo a otras formas religiosas. Yo practico el servicio a la Pachamama y hago la challa” [2]; el infaltable ex sacerdote y atizador de conflictos sociales, Marco Arana. En fin, la lista es larga; pero podemos apostar que quien se tome el trabajo de recorrerla no reconocerá en ella a ningún defensor de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia, y sí a muchos defensores de posiciones frontalmente contrarias a la Fe católica.
Dime quién te defiende…
El ONIS del P. Garatea se caracterizaba, dice el mismo autor, por la nada sacerdotal “pretensión de comprender los grandes problemas socio-políticos mejor que los expertos y de ser los verdaderos intérpretes del sentir de las masas populares, y una actitud de desafío frente a la autoridad, que, en este caso, era la jerarquía eclesiástica” [4].
Ocultando estos antecedentes, y a falta de otra cosa para elogiar, los apologistas del sacerdote apelan al sentimentalismo y reivindican en términos líricos la preocupación de este por los pobres. ¿Pero qué revolucionario no invocó a los pobres como pretexto para sus perversos fines? Marx, Lenin, Abimael lo hicieron; ¡hasta el propio Judas, el traidor, lo hizo!; y “no porque él pasase algún cuidado con los pobres, sino porque era ladrón”, narra el Evangelio [5]. Pero lo que importa en el caso, y los panegiristas del P. Garatea eluden decir, es que —repetimos— el religioso infringió gravemente normas de la Iglesia, difundiendo ideas erróneas en materia moral, y recibió por ello una sanción justa y proporcionada.
Notas
[1] “Perú 21”, 18-5-2012
[2] DIEGO IRARRÁZABAL, Utopía autóctona, modernidad y evangelización, in “Tópicos ’90”, Santiago de Chile, N° 1, octubre 1990, p. 223.
[3] P. JEFFREY KLAIBER S.J., La Iglesia en el Perú, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1988. pp. 381-383.
[4] Idem ,Ibid. Destaque nuestro.
[5] Juan, 12, 9.
RESPALDO AL CARDENAL JUAN LUIS CIPRIANI SOBRE EL CASO GARATEA
Es cierto lo que menifiestas. Creo que se le da demasiada importancia al hecho de la sanción a un sacerdote, que quiere hacer las cosas más justas de lo que permite los del grupo religioso al que pertenece.
Creo si este sacerdote, que si tiene muchas simpartías por su trayectoria en favor de las gentes más vulnerables, no está de acuerdo con estos dogmas debería tomar una posición más frontal y renunciar a esto, y luchar por lo que el cree mejor.
Aquí en Colombia padecemos el mismo azote.
El Secretario de la Conf. Episc. Colombiana, Mons. Juan Vicente Córdoba, será denunciando por un periodista gay muy popular, Felipe Zuleta, por discriminación. Enfrentaría el jerarca una pena de hasta 12 años. Su delito: decir que la Iglesia condena como pecado grave los actos homosexuales y por lo tanto no acepta gaymonios ni adopciones por gays. Sin embargo, no se va a tener en cuenta otra ley existente que favorece la libre expresión de creencias religiosas, aplicable en favor del obispo.
Habrá que volver a las guerras de las Cruzadas, que salvaron a Europa de los musulmanes; pero esta vez salvarán a la Iglesia de los endiablados ataques progresía que pretenden una hegemonía en todos los asuntos, y un sometimiento total a la Iglesia.