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Carta del Cardenal Juan Luis Cipriani al Clero por Adviento

CARTA DEL CARDENAL ARZOBISPO PRIMADO DEL PERÚ AL CLERO DE LA ARQUIDIÓCESIS DE LIMA N° 7

Muy queridos Sacerdotes:

Al saludarlos en esta Solemnidad de Cristo Rey en la que, con enorme gozo y agradecimiento a Dios, he conferido la ordenación sacerdotal a siete diáconos y el diaconado a otros seis hermanos de nuestra querida Arquidiócesis, les renuevo, una vez más, mi cariño paterno y mis constantes oraciones en este Año Sacerdotal proclamado por el Santo Padre Benedicto XVI.

“Ya es hora de despertarnos de nuestro letargo, pues estamos más cerca de nuestra salud que cuando recibimos la fe. La noche avanza y va a llegar el día. Dejemos pues las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz” (Rom XIII, 11-12).

Al inicio de este tiempo litúrgico del Adviento los animo a prepararnos bien para la llegada de Jesús, acontecimiento que colma nuestra esperanza cristiana. Nuestra vida en la intimidad de la oración adquiere, en estos tiempos de preparación a la Navidad, un ambiente muy familiar con ansias de purificación y de un examen de conciencia más profundo. Preparemos nuestras parroquias y comunidades para la llegada del Redentor.

¡Ven Señor no tardes!

El Concilio Vaticano II nos ha enseñado que el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe considerarse como uno de los más graves errores de nuestra época. A ello debemos responder con la unidad de vida que nuestra vocación nos exige. Busquemos en el “nacimiento”, muy cerca de la ternura de María Santísima y de la fortaleza de San José, la paz, la serenidad y la alegría que contagien a las almas en este tiempo de gracia, de espera gozosa. Les insisto, porque la experiencia personal me lo reclama, en el cuidado del horario personal de trabajo, en las prácticas de piedad, en el tiempo generosamente dedicado a oír confesiones, en la preparación delicada para la celebración de la Santa Misa, en el rezo diario del Oficio divino completo, y en tantas otras manifestaciones de esa entrega total, las veinticuatro horas, al servicio de Dios en su Iglesia.

El ambiente de preparación que rodea el nacimiento del Hijo de Dios nos anima a enriquecer también nuestra actitud interior: mejorando nuestro carácter y acogiendo con mayor cordialidad y cariño a todas las personas que buscan nuestro consuelo; a saber sobrellevar con paciencia y buen humor las normales contrariedades –tantas veces sólo aparentes– que la vida tiene. Alejemos de nuestro corazón las posibles quejas, críticas y murmuraciones que tanto daño nos hacen.
En las semanas pasadas hemos leído y observado, con inmenso dolor y preocupación, como se pretendía confundir a la población intentando introducir el aborto bajo explicaciones ajenas a la verdad de la ciencia y de espaldas a la moral y a la ética. Mi responsabilidad de pastor y de padre me ha obligado a levantar la voz de protesta y me ha llevado a exigir a las autoridades un mayor compromiso con la verdad. Muy queridos hermanos, la defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, no admite excusas ni renuncias. Millones de almas cantan, delante de Dios, su agradecimiento por esta firme e inquebrantable tarea que en estos tiempos de tanta claudicación nos pide a todos nuestra Madre la Iglesia. Les agradezco su cercanía en esta noble cruzada y les pido abundantes oraciones y permanente enseñanza en defensa de la vida.

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Observamos, en pocas ocasiones gracias a Dios, una actitud llena de ligereza para introducir enseñanzas débiles y erróneas que se quieren calificar de “pastorales”. Se presentan como “abiertas al diálogo y adecuadas a los tiempos modernos” porque pretenden una indulgencia para convertir la libertad de los hijos de Dios en una caricatura de libertad humana, en la que cada uno puede elegir modos y manera de cumplir los preceptos divinos y eclesiásticos según su entender. Parecen olvidarse que el Magisterio de la Iglesia es una luz del Espíritu Santo, que el Obispo debe custodiar y exigir su fiel cumplimiento. Les recuerdo, con inmenso cariño y firmeza a la vez, que no puede haber fisuras en la unidad de fe y en el contenido de las enseñanzas de la Iglesia que el Catecismo nos presenta de manera maravillosa.
Por el contrario, gracias a Dios, tenemos la convicción y la experiencia de que cuando los fieles, ayudados por el Espíritu Santo, descubren las maravillas de la plenitud del mensaje cristiano de redención, se acercan al sacerdote, acuden a la parroquia, abren su corazón y reinician su vida cristiana, embebidos en el descubrimiento del amor infinito que Dios nos tiene. En esta línea, quiero agradecerles el empeño que se manifiesta en todas las parroquias por inculcar en los fieles la adoración a la Eucaristía. Veo con gozo y emoción que las Capillas en donde se expone el Santísimo Sacramento se han multiplicado y están siempre con muchos fieles que acuden a adorarlo. No dejen de seguir educando a todos para que reciban el Cuerpo de Cristo en gracia de Dios y, siempre que puedan, de rodillas y en la boca como es el modo ordinario en la Iglesia universal.

Queridos sacerdotes, debemos recordar siempre al pueblo cristiano que la búsqueda de la santidad es exigente, por lo que ceder, aún cuando sea solamente un poco, en esta tendencia superficial de presentar el cristianismo, escondiendo u omitiendo algunos aspectos del magisterio católico, implica una responsabilidad en el modo de vivir la vocación sacerdotal. La comprensión y la misericordia –y el Sacramento del Perdón deben estar siempre presente en la acción pastoral, pero junto con ellas, la ayuda llena de caridad para alentar a los fieles a ser perseverantes en su lucha por adecuar sus vidas al modelo de Cristo, fomentando especialmente la devoción eucarística y la piedad mariana.

La Iglesia católica crecerá y se fortalecerá constantemente si somos fieles a la vocación sacerdotal a la que hemos sido llamados por el Señor. Nuestro seguimiento al magisterio de Benedicto XVI es la mejor expresión de esta lealtad que la Iglesia nos pide, porque como decía san Ambrosio: allí donde está Pedro allí está la Iglesia (In Ps.11.57).

Estoy seguro que todos, llevados por un amor tierno a Jesús, María y José -la Sagrada Familia- procurarán que en todos los hogares de nuestra Arquidiócesis, especialmente en los más pobres, brille una luz de esperanza y amor que se manifieste también en una ayuda material que haga brotar en ellos la alegría que nos invade a todos los cristianos al recibir a Jesús Niño.

Con mi paternal afecto, les deseo un tiempo de Adviento pleno de esperanza y les envío un cordial saludo y mi mejor bendición pidiéndoles sus oraciones.

Juan Luis Cardenal Cipriani
Arzobispo de Lima y Primado del Perú

Lima, 22 de noviembre de 2009.
Solemnidad de Cristo Rey del Universo.

Fuente: ARZOBISPADO DE LIMA

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Oración de Santa Brígida para Honrar las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo

Este domingo 29 de noviembre es el primer día del nuevo Calendario Litúrgico, en dicho dia se inicia el Adviento, pero también es una oportunidad para comenzar a rezar esta oración. Espero les guste y la recen con mucha fe.

Santa Brígida rezó por mucho tiempo para conocer cuantos golpes recibió nuestro Señor durante su terrible pasión. En recompensa a su paciencia, el Señor se le apareció un dia y le dijo:

“Yo recibí 5475 golpes en mi cuerpo. Si tu deseas honrarlos en alguna manera, recita 15 Padrenuestros y 15 Avemarías con las siguientes oraciones por un año completo, las cuales Yo mismo te enseñaré. Cuando se termine el año, habrás honrado cada una de mis heridas.”

En la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma todavía se puede contemplar, en la capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo Milagroso ante el cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando recibió estas 15 Oraciones de Nuestro Señor. Allí hay una inscripción conmemorando este evento, en latín: “Pendentis. Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL”
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Oraciones Aprobadas por El Papa Pío IX
Primera Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesucristo! ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de todos los pecadores! Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado desde el instante de Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado desde toda la eternidad, según el plan divino.
Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena con Vuestros discípulos les habéis lavado los pies; y después, les distéis Vuestro Sacratísimo Cuerpo, y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra alma, como Vos mismo lo afirmásteis, diciendo: “Mi alma está triste hasta la muerte.”
Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo, Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna, desgarrado con azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes de Vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis pecados.
Amen.

Segunda Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús! la verdadera libertad de los ángeles, y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza que fuísteis oprimido, cuando Vuestros enemigos como leones furiosos, Os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración de estos tormentos y las palabras injuriosas, Os suplico, ¡Oh mi Salvador, y Redentor! que me libres de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna.
Amén.

Tercera Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús! Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo; todo es sostenido bajo Vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufrísteis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe, clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.
Oh Jesús, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de temeros y amaros.
Amen.

Cuarta Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras! Acordaos que las contusiones y los desfallecimientos que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al Vuestro. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies, ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Padre, perdónalos no saben lo que hacen.”
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago esta súplica: conceded que el recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados.
Amén.

Quinta Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, Espejo de Resplendor Eterno! Acordáos de la tristeza aguda que habéis sentido al comtemplar con anticipación, las almas que habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serían condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por este abismo de la compasión y piedad, y principalmente por la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.”, hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí.
Amén.

Sexta Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido, cuando, desnudo y como un criminal común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También, fuísteis abandonado de todos Vuestros parientes y amigos con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a María: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!” Y a Juan: “¡He aquí a tu Madre!”
Os suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mi. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte.
Amén.

Septíma Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mi! En un profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: “¡Tengo sed!” Era sed por la salvación del género humano. ¡Oh mi Salvador! Os ruego que inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos hacia la perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concuspiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos.
Amén.

Octava Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite de espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedédnos la gracia de recibir dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte para servir de remedio y consuelo a nuestras almas.
Amén.

Novena Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, Virtud Real y Gozo de alma! Acordáos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por los judíos, clamásteis en alta voz que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Por esta angustia, Os suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte.
Amén.

Décima Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, Sóis la Vida y la Virtud plena! Acordáos que por causa nuestra fuísteis sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza. En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos que Os aman.
Amén.

Décimo Primera Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las Llagas que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme de Vuestro Rostro tan justamente irritado contra mi. Escondedme en los huecos de Vuestras Llagas hasta que Vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado.
Amén.

Décimo Segunda Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad, y Vínculo de la Caridad! Acordáos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de Vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a nosotros, en Vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer por nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido! ¡Oh amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de Vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón, Vuestro Amor aumente cada día hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús! Vos sois el Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo.
Amén.

Décimo Tercera Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordáos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras fuerzas, tanto morales como físicas, inclinásteis la Cabeza y dijisteis: “Todo está consumado.”
Por esta angustia y dolor, Os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia.
Amén.

Décimo Cuarta Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de Su Esencia! Acordáos de la sencilla y humilde recomendación que hicísteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: “¡Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!” Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas la Entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, Oh Rey de los santos, confortadme. Socorredme para resistir al demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos.
Amén.

Décimo Quinta Oración
01 Padre Nuestro – 01 Ave Maria.

¡Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid! Acordáos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar.
De Vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne Vuestra fue destrozada; la Substancia de Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula de Vuestros Huesos.
Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando y esté sufriendo en la agonía de mi muerte.
Amén.

Conclusión
¡Oh Dulce Jesús! Herid mi corazón a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, Oh mi Señor, a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. Y que mi conversación sea agradable. Que el fin de mi vida Os sea de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaros para siempre en el Cielo con todos Vuestros santos.
Amén.

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Son 15 oraciones que se refieren a diferentes dolores de la Pasión de Nuestro Señor Jesucrsto y cada una de ellas va acompañada de 01 Padre Nuestro y 01 Ave María. En total son 15 oraciones, 15 Padre Nuestros y 15 Ave María y la Conclusión por día.
Según las indicaciones se deben rezar todos los días del año, para que, finalizado el año, se hayan honrado cada una de las llagas y heridas que Nuestro Señor Jesucristo recibió durante su Pasión: 5475 en total.

BIOGRAFÍA DE SANTA BRÍGIDA (EWTN)

Las quince promesas

01.- El que rezare estas oraciones durante un año alcanzará el primer grado de perfección.
02.- Cada vez que un alma rezare estas oraciones ganará 100 días más de indulgencia.
03.- Este alma obtendrá todo cuanto le pidiere a Dios y a la Santísima Virgen.
04.- Le preservaré de una muerte repentina.
05.- Preservaré y guardaré sus cinco sentidos.
06.- Yo le defenderé contra graves tentaciones: pondré el Signo de mi Victoriosa Cruz delante de él para que sea su amparo y defensa contra las asechanzas de sus enemigos.
07.- Su alma será librada de la muerte eterna.
08.- Quince días antes de su muerte vendré a él con mi carísima y bien amada Madre, tendrá conocimiento perfecto de todas sus culpas, sentirá contrición profunda por todos sus pecados.
09.- Le daré el Alimento de mi Sagrado Cuerpo para que se escape del hambre eterna y le daré de beber de mi Preciosísima Sangre para que no padezca de sed eternamente.
10.- Benignamente recibiré su alma y le conduciré a las Delicias Eternas. Y habiendo conducido a esta alma hasta las Mansiones Eternas, allí le daré de beber del Manantial de mi Divinidad, cosa que no haré con los que no hayan recitado mis oraciones durante un año.
11.- Se le asegura que será colocado junto al Supremo Coro de los Santos Ángeles.
12.- Libraré del purgatorio a quince almas de su parentela o linaje, quince serán convertidas y quince serán preservadas y confirmadas en la gracia.
13.- Haz saber que el que haya vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida o en estado de pecado mortal aun por 30 años, si rezare devotamente estas oraciones durante un año o si, habiéndose propuesto rezarlas, debiera morir al día siguiente, Yo le prolongaré su existencia para que se confiese bien y le perdonaré todos sus pecados.
14.- Donde quiera que se rezaren estas oraciones o si se rezan en algún tiempo futuro, allí estará Dios presente con su Gracia.
15.- Al que enseñare estas oraciones a otra persona se le asegura gozo continuo y el mérito perdurable por toda la eternidad.

Más información en: CAPILLA CATOLICA [Leer más …]

La Infancia de la Virgen María y de San José – Ana Catalina Emmerick

LA INFANCIA DE LA VIRGEN MARÍA Y DE SAN JOSÉ – ANA CATALINA EMMERICH

La Infancia de la Virgen María y de San Joséde Ana Catalina Emmerick, un libro, según las visiones de la beata, que nos ayudará a conocer quiénes fueron los antepasados de la Virgen María, la vida de los padres de la Virgen María -San Joaquín y Santa Ana-, los problemas que vivieron antes del nacimiento de la niña María, el misterio de la Inmaculada Concepción, el nacimiento de la Virgen María y su niñez hasta su ingreso en el Templo de Jerusalén consagrada a Dios hasta el día de su casamiento con San José.

Asimismo, este libro echa una mirada a la infancia de San José, los conflictos con sus hermanos y cómo se inicia en el oficio de carpintero hasta el día de su casamiento con la Virgen María, y cómo fue elegido por Dios entre muchos pretendientes de la casa de David.

También puedes descargar el libro de “La Amarga Pasión de Cristo” de Ana Catalina Emmerick.

Ana Catalina Emmerick fue beatificada por Juan Pablo II el 03 de octubre de 2004.

 

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Estas son nuestras redes sociales, donde puedes encontrar audios y videos de oraciones y devociones.

Sacrilegio: Partículas del Cuerpo y la Sangre de Cristo desacralizadas

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al Sacrilegio como “Lesión o profanación de cosa, persona o lugar sagrados.”

El sacrílego es aquél que no siente respeto o le falta al respeto a lo que es sagrado, lo que realizan al faltar el respeto a lo sagrado es un Sacrilegio, y si lo hacen de manera intencionada y deliberada es una profanación.
Cuando se trata de una palabra o algo que es dicho verbalmente se llama blasfemia.

Comete sacrilegio aquella persona que insulta a un sacerdote, que profana lugares sagrados (Iglesias, Altares, Cementerios, etc.) o que profana las cosas sagradas, como los Santos Sacramentos, la Sagrada Eucaristía, los Santos Evangelios, las reliquias, los instrumentos de uso ceremonial para la Santa Misa, etc.

¿Cómo se desacraliza la Sagrada Eucaristía?
De muchas maneras hoy en día gracias a la Eucaristía en la mano.

Fotos: Radio Cristiandad

Muchos reciben la Eucaristia en la mano por temor de contagiarse hepatitis y mas recientemente la gripe A y eso es errado, es pensar en la Sagrada Eucaristia como una comida transmisora de enfermedades.

El recibir la Eucaristia en la mano hace que la devoción se pierda, que se desacralice la Eucaristía reduciéndola a una mera comida, que se exponga a las manos de personas que entran a las iglesias a desacralizar las Eucaristías intencionalmente (arrojándolas dentro de las pilas de agua bendita, o dejándolas dentro de los cancioneros, o tirándolas al suelo, etc) y que caigan en manos de satánicos.
Los mismos católicos no saben el daño que se hacen a sí mismos y a otros tomando la Eucaristia y guardándosela para adorarla en sus casas o dárselas a algún familiar enfermo.

La Eucaristia se recibe de manos consagradas -sacerdotes- y va directo a la boca, esa es la ley de la Iglesia Católica. La disposicion que dice que puedes recibirla en la mano es una norma de rango inferior regulada por las Conferencias Episcopales y dice claramente “para el feligrés que desee recibirla en la mano” y últimamente algunas Conferencias Episcopales recomiendan hacerlo por los motivos de la Gripe A.

sacerdotes comunion en la mano gripe A
He sido testigo directamente de el caso de un sacerdote jesuita (que celebra la Eucaristía en el CAPU de la PUCP) que, luego de iniciada la Santa Misa y al momento de entregar la Eucaristía, dijo “la Conferencia Episcopal ha recomendado recibir la Eucaristía en la mano para evitar el contagio de la Gripe A, por lo cual se pide su comprensión y la Eucaristía será entregada a todos en la mano.”
En este caso, yo me acerqué a recibir la Eucaristía de rodillas y en la boca -como siempre lo hago- y no me fue negada, pero el sacerdote se limpió los dedos despectivamente en su hábito para continuar entregando la Eucaristía en la mano al resto de la fila.

Ningún sacerdote puede imponer o hacer creer a los fieles que la norma que regula el recibir la Eucaristía en la mano es de cumplimiento obligatorio sólo porque la Conferencia Episcopal lo dice, la ley de la Iglesia Católica dice en la boca y ejemplo de ello es el Papa Benedicto XVI a quien estos obispos, cardenales y sacerdotes prefieren no imitar.

cartel comunion en la mano gripe A
Lamentablemente muchos sacerdotes difunden el error de recibir la Eucaristía en la mano por comodidad: es más rápido distribuirla así y de esa forma ellos no tienen contacto con la boca del receptor y así no se exponen a contagios tampoco. Craso error por parte de ellos también.
papa benedicto XVI comunión de rodillas y en la boca
La ley vigente de la Iglesia Catolica es recibir la Eucaristia en la mano, por ello, el Papa Benedicto XVI la entrega en la boca y de rodillas, para resaltar la divinidad ahí presente (en la Eucaristia) a la que todos le debemos adoración.

¿Qué tipo de adoración se le dá a Dios si la recibes en la mano y de pie? Muchos me dicen yo la recibo con devoción en la mano, el problema es que eso no es posible porque si tú supieras A QUIÉN ESTÁS RECIBIENDO Y FUERAS CONSCIENTE DE ELLO NO LA RECIBIRÍAS EN LA MANO.

Jesucristo le dijo a vidente boliviana llamada Catalina Rivas (léase el libro LA PASION página 21), quien ha sido investigada rigurosamente debido a sus estigmas y que cuenta con la aprobación de la Iglesia Católica, que “No son ni 10 ni 20 los verdugos que destrozan Mi Cuerpo; son muchísimas las manos que lastiman Mi Cuerpo, recibiendo la comunión en la mano— el trabajo sacrílego de Satanás” (información que comparto para los que quieran creer).
Pueden descargar este libro desde este blog si así lo desean, pero otra gran mentira soltada al ruedo para justificar la Eucaristía en la mano es que Jesucristo la entregó así a sus apóstoles, hecho que nadie puede afirmar por cuanto no hay evidencia de ello. En el libro “La Amarga Pasión de Cristo” que contiene las visiones de Ana Catalina Emmerich (beatificada por Juan Pablo II) donde se habla de la Institución de la Eucaristía -entre otras cosas- tampoco se menciona que Jesucristo haya entregado la Eucaristía en la mano a sus apóstoles.

Recordemos las palabras que el sacerdote solía rezar luego de entregada la Eucaristía durante la Santa Misa (y que aún se reza en la Misa Tridentina con el rito extraordinario tradicional en latín) “Lo que tomamos con la boca, recibámoslo, Señor, con alma pura; y de don temporal conviértasenos en remedio eterno. Tu Cuerpo Señor, que he recibido, y Tu sangre que he bebido, permanezcan estrechamente unidos a mis entrañas, y haz que no quede mancha alguna de pecado en mí, alimentado con sacramento tan puro y santo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.”

Laicos, dejen de buscar excusas para recibir la Eucaristía en la mano, escuchen sus conciencias y dejen entrar la misericordia de Dios que anhela su adoración y respeto.
Sacerdotes, “los tibios serán vomitados” según las Sagradas Escrituras; calienten nuevamente sus corazones de amor por Dios y encontrarán el celo y el amor por la Sagrada Eucaristía que, evidentemente, han perdido.

Autora: Karla Rouillon Gallangos
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