LA RESPUESTA RELIGIOSA

La peste no sólo nos ha permitido ver la aparición y crecimiento de varios infortunios sociales; vale decir, familias y poblaciones infectadas, hospitales colapsados, muertes, corrupción, pérdidas de empleo, despidos y un largo etc.; sino también expresiones de apoyo, cadenas de solidaridad y bondad, fe y religiosidad. Es decir, nuestro lado endemoniado y angelical, en su máxima expresión, como lo planteaba Pascal. Como suele ocurrir, lo primero ha tenido más prensa, “el morbo vende” dirán los comunicadores; sin embargo, aunque sea por salud mental o no dejarse vencer por el fatalismo, creemos necesario resaltar lo segundo, nuestro lado angelical, que tiene entre sus mejores expresiones, la religiosidad.

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Mamá

Nació en Arequipa. Caymeña, luego Cerreña. Orgullosa de ser arequipeña, hasta la médula. La sexta de diez hijos que tuvieron Buenaventura Gutiérrez y Marximiliana López (Ventura, Virginia, Reinaldo, Leónidas, Elsa, Eloiza, Olga, Edith y Luis). Alumna de Escuela Fiscal, luego costurera. Casóse con Pedro Vargas. Migró a Lima a días de alumbrarme. Para sus otros partos, regresaba a Arequipa, pues quería que todos sus hijos sean characatos. Ocurrió con Mirian. Con Silvia, casi. Luego Pedrito, que no alcanzó la luz. En la capital fue una provinciana exitosa. A punta de puro trabajo: en sus bodegas, convertidas los fines de semana en cevichería, caldería y, también, potajes mistianos. Era la characata querida de Luis Chiapee, de la Urbanización Los Sauces, de Salamanca de Monterrico. Era la famosa “Señora Esthercita”. Conquistó a todos en esos sitios. Es más, si había arequipeños o apellidaban López, los adoptaba inmediatamente. Así, se hizo de legiones de ahijados y sobrinos postizos. Años después, muchos de esos primos ficticios me confesarían “Tu madre me salvó la vida”.

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