La imagen de la indignación

La imagen de Celia Capira, persiguiendo y rogándole a Vizcarra ayuda para su esposo que se moría por la peste, mientras el mandatario escapaba raudo con su comitiva que llegó a Arequipa, luego de cuatro meses, para ver el desastre que viene ocasionando el avance incontrolable del C19, es la máxima expresión de lo que ocurre en el país, y no sólo a nivel sanitario, sino también con la vieja relación entre Estado y sociedad peruana.

La imagen recorrió el mundo y corroboró lo que el mundo ya sabe: que nuestro país está entre los que peor vienen manejando la pandemia, con el añadido del total descalabro económico que ello ha generado. Tres días después, nuestro mandatario anunciaba que el Gobierno Central se encargará de controlar  directamente la crisis sanitaria en Arequipa, convertida hoy en el nuevo epicentro infeccioso del Perú. A la vez, en ese mismo momento, el impresentable gobernador arequipeño, al lado de un nuevo gerente de salud, hacían gala, nuevamente, de su imbecilidad e ignorancia, rechazando la decisión gubernamental y exigiéndole la oficialización del uso de venenos para curar el C19.

El control directo del Gobierno Central para frenar, por lo menos, el avance de la peste, también se da en momentos de un total descontrol por parte del Gobierno Regional, y en especial por la absoluta incompetencia del gobernador, al que día a día, se le suma solicitudes y denuncias para que deje el cargo, pero al que él se aferra con el cantinela que son los promineros y blanquitos oligarcas prochilenos, los que lo quieren fuera, olvidándose así de sus primeros argumentos que giraban desde la creación de su comité científico para elaborar la vacuna, la ligazón  estrecha con Putin quien le enviaría la cura, la traída de médicos cubanos que acabarían con la peste, hasta la promulgación de un propio protocolo regional de medicación.

La tardía presencia del Gobierno Central en Arequipa, encabezada por el mismísimo presidente Vizcarra, evidencia a la vez, la perpetua inoperancia de nuestro Estado para responder a los problemas del país, incluso en tiempos o situaciones normales, lo que agudiza la vieja animadversión existente entre nuestra sociedad y Estado, impidiendo así una visión en conjunto que nos haga mirar el futuro con cierto optimismo. Y si a esto se le añade, como viene develándose estos días, que por razones ideológicas, tanto el gobierno regional y central, impidieron la donación de oxígeno que querían hacer algunas multinacionales para ayudar a las víctimas de la peste, entonces no sólo se trata de agigantar esa enemistad, sino que ya rozamos con actos delictivos que los responsables tendrán que pagar penalmente.

En medio de esta desgracia, queda la seguridad que Arequipa sabrá levantarse. No en vano se nace al pie de un volcán, rezaba Jorge Polar, y nuestro himno nos recuerda que por siempre tendremos juventudes, pero para que ello cale con fuerza, debemos aprender de esta crisis; una de ellas, ligada a saber elegir a nuestras autoridades. Ojalá aprendamos que cualquier problema se agrava por la estupidez y la ignorancia, y mucho más cuándo es protagonizada  por pobrediablos y beodos nauseabundos que han descubierto en la política su mejor trampolín de reconocimiento, ascenso social y escondrijo para tapar sus trapacerías. Es muy difícil que estas alimañas desaparezcan; es más, se está construyendo un escenario propicio para que se multipliquen, y ya hacen gala de su presencia en el actual proceso electoral. Por eso, lo mejor para no ser tentados a votar por esas sabandijas, será recordar la imagen de Celia Capira.

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