Licenciamiento Agustino

La Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), acaba de lograr el licenciamiento ante la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU); es decir, ha sido reconocida como una universidad que tiene las condiciones mínimas o básicas para brindar una adecuada formación educativa de nivel superior. Para muchos agustinos, este licenciamiento se ha convertido en todo un hito que marca un punto de quiebre para lograr el auténtico desarrollo universitario que exige y merece Arequipa y la región en general. Vista, así las cosas, la pregunta es: ¿lo logrará?

LA UNSA no estuvo ajena al drama de la educación superior en el país: una monstruosa oferta universitaria atravesada por la mediocridad y el mero negociado que hizo que muchísimas de ellas sean, en realidad, tipografías de títulos profesionales. Hasta hace unos años, solo una universidad peruana figura entre las 500 mejores del mundo en el QS World University Rankings, y en el espacio latinoamericano, sólo tres aparecían entre las 100 mejores.

Con todas sus imperfecciones, la nueva ley universitaria 30220, nació para cambiar esta situación, que, obviamente, no fue aceptada por la gran mayoría de universidades, entre ellas la UNSA. Recordemos que uno de sus rectores, Linares Huaco, llegó a crear una asociación para oponerse tenazmente a la ley, y consecuentemente, a los cambios de la universidad peruana.

Sólo con el advenimiento de nuevas autoridades, La UNSA logró incorporarse a la nueva ley e iniciar el obligatorio proceso del licenciamiento, que nació, como siempre ocurre a nivel institucional, con la decisión política, con la determinación o coraje con que deben asumirse los cambios. Después de dos años de procesos administrativos, millares de papeles y documentos tramitados; innumerables viajes, sesiones y diez millones de dólares invertidos, la UNSA logró esa certificación que la SUNEDU otorga a las universidades que cuentas con lo básico para funcionar decorosamente.

Todo ese proceso no ha sido fácil. Parafraseando a Basadre, he visto a los tres estamentos agustinos, actuando como podridos, congelados e incendiarios; es decir, frenando, boicoteando, desalentando, figureteando; pero también ha existido una inmensa comunidad realmente identificada, comprometida y entregada al proceso de licenciamiento, que estaba segura que la meta se lograría, tarde o temprano. De lo que no estaban seguro es que se obtuviera el licenciamiento con la calificación más alta: 10 años, que ha convertido a la UNSA en la única universidad fuera de la capital con esa evaluación y que la ubica, automáticamente, entre las cinco más importantes a nivel nacional.

Más allá de la comprensible algarabía que el licenciamiento ha producido entre la mayoritaria comunidad agustina, conviene entender que ése es sólo el inicio de una tarea mucho más titánica e importante, pues, como arriba se señala, esa certificación sólo nos indica que, por fin, la UNSA cuenta con las condiciones mínimas de calidad. Empieza la etapa de demostrarla. Así, retomamos la pregunta inicial: ¿podrá hacerlo?  Creemos que esa interrogante debiera ser la guía y tarea que aliente las próximas gestiones; pues, hay que reconocer que la actual, en poco tiempo ingresa a la curva final de su mandato. Lo que le resta de tiempo, debiera usarlo para asentar mucho más las bases del cambio agustino, en esta nueva etapa que acaba de inaugurar y que se llama “La UNSA Licenciada”. En ese sentido, parte de la gran maquinaria propagandística institucional, debiera usarse para relievar esa condición.

La tarea también es de los docentes, internalizar que estamos ante un nuevo escenario que debiera comprometernos. El licenciamiento significa, entre otras cosas, mayor control, disciplina, trabajo, etc. No estoy seguro de estar preparados para eso, pero hay que empezar a hacerlo, habituándonos a esas nuevas exigencias; pero, fundamentalmente, comprender cuáles son las acciones inmediatas para lograrlo, y creo que eso implica que en la UNSA debiera inmediatamente abrirse un gran debate en torno a eso: ante un nuevo escenario, nuevas acciones a debatir y luego   compartir con los administrativos, quienes son los que realmente terminan moviendo la maquinaria institucional.

Finalmente, el papel, la tarea central es de los alumnos; pues sin sus exigencias y fiscalización; pero a la vez, sin su aliento y compromiso, el licenciamiento no pasará de ser una anécdota en el historial agustino. Sólo faltan diez años para que la UNSA llegue al bicentenario y el reto es que cumplidos sus primeros 200 años sea, realmente, el Templo del Saber, tal como lo soñaron sus fundadores.

 

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