Mesa desconcertada

Más que por voluntad propia, fueron las persistentes invitaciones que motivaron que luego de dos años, asistiera a la reunión del Comité Ejecutivo de la MCLCP, Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza, entidad estatal que por años encabecé y me alejé hace mucho, a pesar que en su página siga apareciendo mi nombre. Mientras se parloteaba sobre sus ritualísticos temas: informe de la reunión en Lima, tareas que de allí se desprenden, el POA a mitad de año y varios etcéteras, varios  miembros se retiraban mirando el reloj que les decía que ya estaban 120 minutos atendiendo lo mismo. Los pocos que se quedaron para el final, escucharon la renuncia del equipo técnico; es decir, la MCLCP se desmoronaba, pero todos impávidos nos despedimos hasta una próxima reunión fantasmal (sin equipo, esa institución no existe). Una señal que esa entidad poco o nada importa ya.

La MCLCP nació en el 2001, en una coyuntura crítica en el país, pues no sólo se construían las bases del  fujimorismo a la democracia, sino que debía atenderse urgentemente una de las herencias de la cleptocracia: la pobreza que bordeaba el 60%.  Así, la MCLCP tuvo un rol importante en la eterna tarea de sentar los cimientos para la vida democrática del país y en la atención de un problema estructural sin el cual no hay posibilidades de desarrollo: combatir la pobreza, no sólo desde una visión económica, sino integral;  es decir, con una perspectiva de desarrollo humano y usando como herramientas la cultura del  diálogo, la inclusión y la concertación.

Con el paso de los años, y a medida que el país se consolidaba en varios aspectos, la MCLCP fue debilitándose. Cada nuevo gobierno creaba instancias que suplían el trabajo de la Mesa; cada año los recursos provenientes del Presupuesto General de la República se achicaban  y sin éstos, su trabajo se volvía diminuto. Me tocó vivir esa etapa encabezando la Mesa de Arequipa; fui testigo de cómo desaparecían los comités locales y provinciales, pues sin personal o promotores, el trabajo se reducía a la burocrática tarea de llenar papeles ordenados desde Lima por las diferentes instancias a las que estuvo adscrita: Ministerio de la Mujer, Consejo de Ministros y Ministerio de Desarrollo; eso entremezclado con la tarea, muchas veces, de pasar el sombrero para pagar el alquiler del local.

Recuerdo que con el arribo de la gestión humalista,  muchos creímos que los malos tiempos terminaban, pues empezaba un gobierno con una predica no sólo a favor de los pobres, sino también de la inclusión; es decir, el lenguaje que la Mesa cultivó por años; sin embargo, el nacionalismo le dio el golpe mortal creando no sólo el Ministerio de Desarrollo e Inclusión sino desplegando una serie de programas sociales que la arrinconaron, quitándole espacio  y tareas. Así, intentando reubicarse y cada vez con menos recursos, la Mesa se involucraba en otros temas o buscaba el apoyo de entidades extraoficiales para sobrevivir. Mientras tanto, el Midis y sus programas de inclusión social, ostentosamente mostraban su protagonismo (pronto se sabrá que todo eso fue un despilfarro del mediocre nacionalismo, únicamente para pagar y usarlo políticamente en su inicial proyecto reeleccionista; sin mencionar que en ese gobierno la reducción de la pobreza se paralizó).

De hecho, un gobierno keikista habría decretado la defunción de la Mesa, mucho más en un escenario que muestra a un país con un índice de pobreza del 20% de pobreza y que se ilusiona en jugar en las ligas  de los países ricos (OCDE). El triunfo del pepekausismo pareciera haberle dado oxígeno, por lo menos de forma, del cual mayormente se beneficia su burocracia capitalina, pues en provincias el personal de la Mesa trabaja en condición de parias y siempre apelando al resto, empezando con el coordinador,  a un voluntarismo heroico que nadie cree, y por el cual la responsabilidad termina recayendo fundamentalmente en su personal técnico.

Sin quererlo, el jueves último asistí a la renuncia del personal técnico de la MCLCP de Arequipa. Ello significa su desmoronamiento, pues sin Sandra Daza y sin Alfredo Meza, que trabajó y la sostuvo por 16 años, la Mesa es puro cascarón. La que alguna vez fue considerada una Mesa ejemplar  por el trabajo de Lucy Muñoz y Marcos Obando, sus antiguos coordinadores, es hoy un meme, un reflejo de lo que actualmente significa el tema de la pobreza en el país: nada. Queda la posibilidad que en el poco tiempo que le queda de mando, su actual coordinadora la reflote o como ella lo dijo ese día, la reinvente. Creo que por allí va la solución; reinventarla; es decir, reconocer que después de 16 años, la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, ya no va más y fundar otra institución. Por qué no crear, a tono con el espíritu del actual gobierno una Mesa de Concertación por el Desarrollo?

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