I Concurso de Cuento y Ensayo Breve

Cuento

El Semanario Regional El Búho y la Alianza Francesa organizaron el I Concurso de Cuento y Ensayo Breve. La convocatoria fue sorprendente: cerca de 500 participantes de toda la Región Sur. El Jurado tuvo que lidiar más de la cuenta y los resultados se los presentamos aquí. El 1er. puesto en cuento es de Luis Alberto Rodríguez Castillo (Puno, 1974), en realidad, literato de gran trayectoria que actúa con el seudónimo de Filonilo Catalina. A disfrutar de su narrativa.Invasiones (Para los vecinos de la asociación “Hernán Bedoya Forga” (San Valentín) en el día a día)
La señora Pérez, muy brava ella, dejó oír su voz en medio de toda esa bulla que parecía el infierno, dijo: hay que quemarlo, a los pobres no se les roba y repitió con más fuerza hay que quemarlo, enseguida escuché varias veces repetir la misma frase a todos los vecinos, yo estaba un poco alejada por mi hijo que llevaba en la espalda y por los otros dos que me siguieron. Pero vi clarito como se le encendieron los ojos al desgraciado cuando escuchó la voz del pueblo gritando que lo quemaran, tenía el pelo mal cortado, feo como los cachacos, su cara estaba total hinchada por los golpes, encima de la boca tenía una herida que de rato en rato dejaba caer unas gotas de sangre, calato estaba sólo con su calzoncillo, no parecía gente y creo que eso nos hacía más fácil gritar tan bravamente que lo quemaran. Nuestro dirigente se acercó y la bulla se escondió por un ratito vecinos empezó diciendo esta es la tercera vez que atrapamos a un ladrón en nuestra asociación, es cierto que todos estamos cansados, pero si… y no le dejaron terminar de hablar, porque se escuchó la voz de un hombre gritar ¡que lo quemen! yo traté de ver quién era el que sacaba la bulla otra vez pero la poca luz de las velas sólo nos dejaba ver nuestras caras tiznadas por la noche, traté de volver a mirar la cara del desgraciado pero ahora estaba rodeado por tres hombres que se habían amarrado sus chompas hasta las narices y nuestro dirigente había sido hecho a un lado, uno de los tres era Frizancho, el tuerto, el muy sonso se había olvidado que la chompa no le tapaba el ojo malo, pero la gente no dijo nada. Yo no los iba a seguir, estaba cansada y además tenía pretexto por mis tres chiquitos, porque todos los vecinos fueron obligados a salir de sus casas, hasta al dirigente que no quería lo llevaban casi empujándolo con dirección a la cancha de tierra donde juegan los domingos y donde yo vendo gelatinas con mi Pablito, cuando vinieron por mi lado yo les dije que no podía por mis wawas y la señora Pérez dijo que me dejaran porque no era bueno para los niños y se fueron todos con dirección a la cancha; yo entré a mi cuartito y tuve que jalarle de la oreja a Pablito, el mayor de mis hijos, que no quiso dormir y mas bien quería salirse a ver cómo quemarían al infeliz; mientras trataba de dormir pensando en la dureza del mañana y del pan que había para desayunar me levanté sobresaltada de mi cama, aseguré la puerta del cuarto con candado para que no me siguieran mis hijos y me eché a correr desesperadamente como una loca, tropecé dos veces antes de llegar a la cancha y no sé qué cara tendría porque todos los vecinos dejaron de gritar y hasta el tuerto que ya estaba rociando gasolina al desgraciado se detuvo para mirarme, el vecino Mateo que me reconoció gritó es la Florencia, y los gritos volvieron a empezar pero con más fuerza, Frizancho continuó rociando gasolina al cuerpo de aquel desgraciado, yo me quedé todavía un momento mirando todo eso como si fuera una película, pero cuando vi que le alcanzaron la cajita de fósforos al tuerto y ante la gritadera de los vecinos escuché y miré mi voz abrirse camino entre tanta gente es mi marido grité para asombro de todos y también mío porque hasta ese momento pensé que no tenía voz y por eso me aventuré a gritar que era mi marido, después de esto empeoró la cosa porque se escuchaba de todo y con más fuerza si la Florencia no tiene marido, si, solo hijos tiene, de razón, es tan pobre y además con tres wawas… y no pude escuchar más porque la gritadera creció más arriba de mis orejas hasta que la señora Pérez se me acercó y me dijo ¡Florencia! con esa voz, brava la señora Pérez es verdad que es tu marido preguntó, me temblaron las piernas pero le dije que sí, luego la señora Pérez dio un pequeño discurso pero yo estaba tan confundida que no escuché nada sólo hasta que ella misma se volvió para decirme lo último en el oído y para entregarme al infeliz todavía amarrado.

Cuando entramos al cuartito mis hijos ya estaban dormidos, le dejé que se sentara en el borde de la cama y sólo abrió la boca para pedirme agua; le alcancé el agua del jarro que había sobrado Pablito y él se lo tomó todo de un solo trago, esperé un rato y le dije, ahora sabiendo que tenía voz, le dije ya falta poco para que amanezca mientras le pasaba agua tibia con un trapo por el rostro y el cuerpo, pero él no dijo nada, él sólo me miraba con los ojos húmedos como si fuera uno más de mis hijos, continué tras la puerta de la cocina está la pala, la señora Pérez me ha dicho que desde mañana puedes empezar a trabajar cargando arena en uno de los volquetes de su tío, ahí conocerás a su marido, trabajarás con él luego hice a un lado las frazadas y él se dejó caer en la cama, en seguida me eché a su lado y antes de que se durmiera le dije el nombre completo de mis tres hijos y además le di el nombre que a partir de mañana tendría que usar y que perteneció al otro desgraciado que me abandonó una mañana con el cuento de buscar trabajo, él dio un pequeño gruñido como de animal con el cual se dio por enterado y luego lo escuché roncar.

Mientras escuchaba su ronquido me apegué despacito para sentir su calor y pensé que después de todo el bruto no era tan feo. (Luis Alberto Rodríguez Castillo).

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