De Soto, mineros y ecologistas

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Hay muchos artículos escritos sobre el caso Conga que apuntan a discutir los pormenores de los enfrentamientos, y pocos que intentan ir a explicaciones de fondo. En estos apuntes de De Soto se intenta comprender el problema y no juzgarlo, y para ello usa dos conceptos, el de frontera y el de entropía, el primero funciona como metáfora para diferenciar los intereses de las partes calificándolos como ecologistas y económicos; y el segundo concepto se aplica como en la física, como algo que no se puede evitar pues se coloca fuera de nuestro control, de manera que no importa que camino tome Cajamarca si se apoya en la minería o en la agricultura, inexorablemente deberá organizarse de manera capitalista. Y tal vez cuando así sea se descubra que agricultura y minería son compatibles.

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CUESTIÓN DE FRONTERAS: CHILE FÁCIL, CAJAMARCA DIFÍCIL. Análisis sobre el conflicto en Cajamarca

Hernando De Soto En El Comercio, 30-9-2012

Siempre he creído que las cosas más importantes de nuestra vida ocurren en espacios protegidos por fronteras. La frontera es lo que separa lo interno de lo externo y es al interior que la vida se piensa y organiza.

Mi percepción de que el universo solo puede entenderse por partes proviene-en cierto modo-de la visión de Charles Darwin, padre de la evolución y autor de “El origen de las especies”. Deduje que él pensó en fronteras (o límites, bordes, perímetros, envolturas) cuando especuló que la vida comenzó en un “pequeño estanque caliente con toda clase de amoníacos y sales fosfóricas”, en el cual las fronteras protegían de lo malo solo dejando que lo bueno se filtre -la luz y el calor- para formar el compuesto proteico de la vida.

Este entendimiento fue fortalecido con otras lecturas, desde poemas hasta filosofía clásica. César Atahualpa Rodríguez, el gran poeta arequipeño, escribió algo así: “Y tú, Dios inmenso, con qué herramienta quieres que te corte para que quepas donde pienso”. Hace más de dos mil años Aristóteles sostuvo que sin espacios protegidos por fronteras dentro de los almacenes de maíz, los ratones no podrían existir. Observó, además, que las polillas no se desarrollarían sin las bolsas de aire que, como fronteras, se forman entre las sábanas.

Los conflictos sociales que enfrentan a las industrias extractivas con los pobladores del Perú profundo también tienen que ver con fronteras. Una es la ecológica, delimitada por fenómenos físicos como el agua la tierra y el clima. La otra es la frontera económica, delimitada por construcciones legales: propiedad, contratos y empresa. Al Perú profundo le preocupa la frontera ecológica y a los peruanos globalizados, sobre todo al de los empresarios, les interesa la frontera económica.

En Cajamarca, Conga no va porque viola mi frontera ecológica; en Lima, Conga va porque eso fortalece la defensa de mi frontera económica. Ni los ecologistas ni los economistas abandonarán sus fronteras porque ambos delimitan valores esenciales que son irrenunciables. Casi todos los conflictos sociales, ya sea entre países, socios, cónyuges, herederos o entre iglesia y universidad, resultan por apasionados desacuerdos sobre fronteras y, por eso, son aparentemente difíciles de resolver, a pesar de que los oponentes son perfectamente compatibles. Para comprender por qué las fronteras ecológicas son tan importantes para el Perú rural, comencemos por definirlas. Si pensamos en cosas grandes, estas pueden ser los cauces, las montañas, los microclimas y los valles que protegen la vida de comunidades naturales, tales como los bosques, ríos, lagunas, pastizales o la biodiversidad amazónica. Si pensamos en cosas chicas, las fronteras ecológicas pueden ser las membranas, cascaras o pellejos que protegen la vida de una célula, un órgano, una fruta o un cuy.

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Estas fronteras protegen la integridad del sistema biológico o ecológico donde se plasma la vida porque cumplen dos funciones: 1) defienden el espacio interior de una comunidad natural de la “entropía”, esa tendencia obstinada del universo hacia la degradación de la energía y la materia; y 2) filtran-seleccionando, absorbiendo y combinando ordenada mente los elementos externos que les son útiles: energía, nutrientes o información. En resumen, sin fronteras que protegen de la entropía y seleccionen en un espacio manejable lo que viene de afuera, no hay vida.

¿Cómo no va a preocuparse el Perú profundo cuando las mineras, petroleras y las agro industrias perforan sus fronteras ecológicas? Cajamarquinos y apurimeños saben, por instinto, que la entropía es una realidad al acecho. Mire usted a su alrededor y verá la entropía por todas partes: si no cuida su salud, esta se deteriora y usted morirá antes de tiempo; si no controla las plagas, estas destruirán las cosechas; la leche derramada no retorna por sí sola a la botella; y los desiertos no prosperan si no plantamos vegetales.
Si no se ha convencido, apelemos a hechos históricos: Troya se degradó hasta ahogarse en su propia basura hace más de dos milenios, Chernóbil lo hizo hace 16 años y en Mumbai está a punto de pasar lo mismo. Una solución radical a la entropía es, en lugar de crear fronteras para filtrar, más bien hacer responsables a las empresas inversionistas y botarlas. Entiendo que así piensa el Sr. Santos, presidente de la región Cajamarca, cuando pide cambiar el modelo económico y luego expulsara las mineras y salir al mercado con productos agrícolas, agregándoles valor.

Interesante esto de sustituir la minería por la agricultura creyendo que así acaba la entropía. Veamos: ¿Qué tal si los cajamarquinos, por ejemplo, agregaran valor a los pinos con los que se reforestó exitosamente Granja Porcón y los convierten en lápices? ¿Cómo lo harían? Comenzarían por talar los árboles para luego cortar los troncos en 1istones uniformes con sus reos tallados para encajarles el grafito (excavado en Sri Lanka). No bastaría importar el grafito, se necesitaría que una empresa extrajera enviara arcilla del Mississippi, otra que procesara grasas animales tratadas con ácido sulfúrico, y una más que extrajera cera candelilla de México para impregnar el grafito con estos productos y luego hornearlo a 566 grados centígrados para asegurar que ya en el lápiz no se desintegre por la presión al escribir. Antes de esto, una empresa tendría que producir los hornos para secar la madera, y otra las máquinas para laquearla y bruñirla varias veces para que las superficies del lápiz se deslicen entre los dedos [1].

Para ensamblar lo anterior y dar valor agregado a los pinos de Porcón transformándolos en lápices, los cajamarquinos van a tener que recrear de todos modos las fronteras económicas porque el mercado global al igual que el universo físico es entrópico. La globalización es una maravilla porque permite desarrollar la división del trabajo en gran escala, pero por sí sola no combate la entropía ni selecciona lo bueno ni descarta lo malo. Para que exista crecimiento se necesita construir fronteras y espacios definidos y articulados por la propiedad, la empresa y los contratos.

En espacios abiertos sin fronteras precisas, sin contratos estandarizados reconocidos a escala internacional, sin propiedad ni empresas especializadas, las cosas no pueden ser ubicadas, identificadas, comparadas, ensambladas y combinadas para darles valor agregado.

Solo con la información que proveen los registros formales, los cajamarquinos podrán identificar y localizara los productores de cada ingrediente requerido y asegurarse de que a1 comprar e importar los mismos exista transferencia rea1 de su propiedad. Solo con la documentación formal conocerán quiénes son los propietarios, sus direcciones, los activos y garantías que los respaldan, los terceros con un interés o cualquier otro tipo de control sobre dichos componentes, y quiénes son sus competidores para desarrollar estrategias productivas y comerciales.

Para asegurar que las promesas de sus proveedores sean inequívocas ejecutables y se cumplan las fechas y condiciones de entrega, necesitan contratos sólidos. Para reducir el riesgo de tener que responder con todos sus recursos ante cualquier fracaso, necesitan el estatus de responsabilidad limitada, para así solo comprometerse con el monto al cual se obligaron.

En otras palabras, con o sin minería, Cajamarca, si quiere modernizarse, será victima de la entropía si no les da a sus habitantes los componentes esenciales de la frontera económica: propiedad, empresa y contratos. Sin ellos no podrán aprovechar las oportunidades que ofrecen los mercados globales y defenderse de las torpezas sociales y ambientales de la revolución industrial-léase entropía-.

Alguien podría argumentar que no se necesitan estas instituciones, porque bastan las comunidades, los frentes de defensa, agrupaciones religiosas, las organizaciones de base y los partidos comunistas del país. ¡Qué interesante! ¿Ustedes creen que los países desarrollados no tienen comunidades, partidos comunistas, frentes de defensa, y gobiernos regionales con líderes carismáticos? Claro que sí. Pero no se les ocurriría usarlos para organizarse con fines económicos.

Lo que necesitan los peruanos rurales para ser prósperos no es dejar de ser comuneros, ronderos, militantes, solidarios, creyentes, profesores, reformistas, pro ecologistas, sino tener sistemas de contratos y los derechos de propiedad que les permitan crear capital y crédito y asociarse inteligentemente dentro y fuera del país para crear valor agregado. Tanto la entropía representada por las mineras como la debilidad relativa de los campesinos cajamarquinos se corrigen mediante el empoderamiento del Estado y de los ciudadanos. Es suicida castigar a la inversión extranjera y luego esperar que el flujo de capitales para cualquier otro rubro continúe en el país.

Creo que el Perú alcanzará la paz social: 1) si Lima reconoce que las fronteras ecológicas sostienen la vida y no son simples trámites de un estudio de impacto ambiental. 2) Si las fuerzas regionales -como la de Cajamarca- que han optado por la vida antes que el oro reconocen que hay vidas y vidas, y que para superar una vida miserable y ser prósperos hay que respetar la frontera económica. [l] Este ejemplo se basa en el texto “l,Pencil”, de Leonard E. Read

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