La voracidad energética saca gas y petróleo hasta de las piedras.

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Nunca dejará de sorprenderme nuestra capacidad para encontrar salidas a las trampas que se pone a sí misma y también caer en trampas mayores. Hace algún tiempo el tema era el Pick Oil, es decir el punto de no retorno a partir del cual la escasez de petróleo haría de las energías alternativas algo inevitable; hoy sin embargo este es un tema que ha pasado de segundo al tercer o a cuarto lugar en la agenda energética. De un lado hay más petróleo y gas del que se pensaba, lo que amplía la oferta. El presal en Brasil, los campos de Macondo en las profundidades del Golfo de México, los descubrimientos en las costas africanas, o las exploraciones en el Mediterráneo, nos dicen que en las profundidades marinas podemos encontrar petróleo en grandes cantidades, que solo necesitamos de la tecnología adecuada para que no repetir la tragedia de BP en su estación Deepwater Horizon.

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Como si no fuera suficiente, en la superficie del norte de Canadá, y de Venezuela, están cientos de kilómetros con cientos de toneladas de arenas bituminosas que esperan convertirse en energía para seguir moviendo industrias y los viejos motores a combustión inventados por Lenoir/ Diesel en el siglo XIX. Y junto con ellos, y mejor distribuidos en el planeta, están los depósitos de carbón que junto con nuevas tecnologías de explotación prometen un uso limpio de su potencial que se estima en varios siglos. Nuevamente la tecnología se abre paso para poner en valor estas reservas, utilizando como elemento principal el agua. En Canadá están construyendo enormes presas no para abastecer algún valle o generar energía, sino para poner los relaves resultantes del tratamiento de estas arenas. La empresa encargada de la explotación saca del rio Athabasca “349 millones de metros cúbicos de agua al año, un volumen equivalente a la cantidad que requiere una ciudad de 2 millones de habitantes.”

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Desesperados sin embargo por una sociedad que cada día requiere más y más energía para producir más de lo que se necesita, seguimos pensando y encontrando fórmulas para multiplicar las reservas energéticas convencionales. Una de ellas es el desarrollo que se produce en torno al gas de esquisto y el tight gas. Resulta que podemos sacar el gas de las rocas que contienen en sus poros el gas del que precisamos para seguir en la carrera para alimentar la voracidad de la sociedad de consumo. Las mayores reservas están en Norteamérica, en Argentina y al sur de Brasil

En esta carrera por la energía, los 1, 344 millones de chinos y 1,241 millones de hindúes hacen su mejor esfuerzo para alcanzar los niveles de vida de 311 millones de estadounidenses, pero aún la ritmo que van, en los próximos 40 años recién tendrán la misma cantidad de energía (kWh per cápita) que los estadounidenses en 1960. Los chinos han construido la represa más grande del mundo y siguen construyendo otras más cambiando rápidamente su geografía. En la India el crecimiento de la economía ha puesto en jaque el abastecimiento de electricidad, al punto que se ha producido un enorme apagón que dejó a principios de agosto de 2012 a casi 600 millones de personas. Todo esto hará que a la ampliación y multiplicación de hidroeléctricas, se sume el uso más intensivo del carbón, el gas, y la energía nuclear.

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Por su lado las energías alternativas o no convencionales andan en problemas. Los biocombustibles compiten por tierra y agua con los alimentos cuya demanda crece cada día, aunque muchas veces el hambre se debe a “fallas en los sistemas sociales o de mercado” más que a falta de alimentos disponibles en el mundo. Para el 2010 había 925 millones de personas que sufrían hambre en el mundo, y aún cuando la desnutrición infantil haya disminuido respecto de inicios del milenio, en Asia meridional 4 de cada 10 niños menores de 5 años están desnutridos, y en el África sub sahariana la proporción está entre 26% (niños) y 22% (niñas) (Banco Mundial)

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Pero más aún, la producción de biocombustibles, como en gran medida la de paneles solares y molinos de viento o de corrientes marinas, tiene algún subsidio, y su rentabilidad exigiría precios altos de la las fuentes de energía convencional que por lo señalado más arriba pueden comenzar a bajar, antes que seguir subiendo. La domesticación de las tecnologías en las áreas de producción de petróleo y gas, avanzan más rápido. La energía solar continúa siendo 10 veces más cara que la hidroeléctrica. Claro que siempre es posible pensar que alguna innovación tecnológica haga saltar el mercado haciendo competitiva la energía solar por ejemplo.

Todo esto son malas noticias para los ambientalistas, tanto para los conservacionistas a ultranza que seguirán viendo como se afectan ríos, bosques y especies, como para los preocupados por el calentamiento global que verán como aumentan las emisiones de CO2. Los organismos internacionales continuarán sus prédicas, pero se necesita una reacción de los estados más fuertes para prepararse para los días difíciles que los expertos del cambio climático aseguran que llegarán.

Flavio Figallo

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