¿EL DIOS DEL MAL HABRÍA VENCIDO?
Contra todo lo que digamos o creamos, pareciera que el dios del Mal hubiera vencido en el mundo. Y el Dios del bien, el dios del amor al prójimo, a la comunidad y a la madre naturaleza, formaría parte únicamente, de la digna resistencia, de la utopía humana.
Y esto, no solo sería una verdad de Perogrullo para muchos; sino que resultaría algo verificable cada día, en cada hecho de cualquier colectividad humana, al margen de definiciones políticas o ideológicas.
El triunfo inicial del Cristianismo en Occidente, fue algo histórico y dramático. Ello significó una revolución de la fe, de la esperanza y de la utopía humanas. Los buenos, pudieron triunfar, gracias a ese Cristo humilde, que se nos mostró o que imaginamos: como dios hecho hombre o como un simple humano convertido en Dios.
Un dios – hombre: ¡que inmenso antropocentrismo! ¡qué inigualable humanismo! Con ello, prácticamente, el hombre se concibió como dios a sí mismo.
Un hombre Dios: pacífico, sin ambiciones ni egoísmos, con olor de pastores y sangre de carpinteros, nacido en un pesebre, que pudo vencer con su sacrificio, bajo el precio de ser terriblemente vilipendiado, torturado y crucificado por los seguidores de aquellos dioses creados por los poderosos. Un dios completamente humano, que con su sacrificio, venció a supuestos dioses que eran guerreros feroces, crueles, armados hasta los dientes, resplandecientes, amantes del oro y de las joyas, omnipotentes….. Todos estos, fueron barridos de la historia de Occidente, por un ser humilde, desarmado, encadenado, desnudo, juzgado y supliciado, por predicar la paz y el amor al prójimo.
¡Qué gran lección, para la historia de las mentalidades e incluso de la política!
Las primeras comunidades cristianas eran fieles a la idea de ese Dios y de la humanidad que debía vivir y compartir en paz y amor entre todos. Eran comunidades que pretendían ser ajenas a la ambición, a la violencia, a la opresión humana y al egoísmo. Pero estos grupos posteriormente, fueron marginados y declarados rebeldes a la “verdadera” fe de Roma. E igual suerte corrieron algunos grupos posteriores como los Husitas.
Hoy, hablar de amor al prójimo es para muchos un insulto y para otros casi un delito. Hablar de comunidad y de la necesidad de propender al Bien Común, al bien de todos, es prácticamente subversivo o sedicioso. La doctrina del individualismo -sin límites- se jacta y se pavonea de ser perfecta, eterna; cree que significa el fin de la historia humana y que tiene el poder de los dioses, de crear un nuevo orden universal, donde la naturaleza -como siempre- no se respeta y puede ser destruida brutalmente con tal de generar riquezas y donde la vida, la salud, el bienestar y la libertad humanas serían solamente una simple mercancía más, negociable, programable, manipulable, subastable y desechable; según el antojo de los nuevos dioses.
Será esto cierto y posible?
O podrá la voluntad de la razón humana, volver a imponer con sinceridad en las conciencias: al Dios del amor al prójimo y a la naturaleza?