JAIME GUARDIA
La primera vez que leí TODAS LAS SANGRES, me sacudieron las breves pero categóricas frases que José María Arguedas colocó como dedicatoria de aquella inconmensurable novela:
“A Jaime Guardia, de la Villa de Pauza, en quien la música del Perú está encarnada, cual fuego y llanto, sin límites.”
Hasta entonces, a los once años de edad, no había escuchado hablar de JAIME GUARDIA, ni siquiera tenía una idea de su música, pero me bastó posar mis ojos sobre esas frases tan vibrantes, para colocar desde ese momento a JAIME GUARDIA como un ícono, de mis altares personales.
Fue mucho después, que descubrí que JAIME GUARDIA era el intérprete de una hermosa y dramática canción, que siempre había escuchado en las emisoras radiales de las ciudades andinas en donde discurrió mi infancia. Esa canción era: MADRECITA LINDA. Y entonces entendí plenamente -las razones- por las cuales José María Arguedas le había dedicado a Jaime Guardia, una de sus novelas más ambiciosas y emblemáticas.
Porque oír la música y el canto de JAIME GUARDIA, es recorrer una parte sustancial del Perú; en las cuerdas de un instrumento tan expresivo como propio de los Andes. Cada nota, cada tramo palpado y resonado por JAIME GUARDIA o bien llora o bien salta de alegría; a la par que su voz, tan grave y dulcemente andina, nos envuelve y embriaga totalmente.
BREVE APROXIMACIÓN SOCIAL y BIOGRÁFICA a JAIME GUARDIA.
De alguna manera, la vida de don JAIME GUARDIA, es la vida del Perú del siglo XX y más concretamente la del migrante andino de mediados del Siglo XX.
Como un parangón de los personajes que retrató JOSÉ MARÍA ARGUEDAS en su obra TODAS LAS SANGRES, JAIME GUARDIA nació precisamente en un poblado andino, muy parecido a los descritos por ARGUEDAS en aquella novela. Ese pueblo lleva el nombre de Pauza. JAIME GUARDIA nació el 10 de febrero de 1933, en ese poblado, que fue fundado por los conquistadores españoles y donde se asentó una encomienda y una mina explotadora de oro. Ese es probablemente otro de los motivos por los cuales JOSÉ MARÍA ARGUEDAS le dedicó su obra TODAS LAS SANGRES. Pues, no se puede dejar de advertir, que hay un innegable parecido entre este pueblo andino y el mítico San Pedro de Lahuaymarca, en el que se desarrolla el drama de TODAS LAS SANGRES: Ambos son pueblos fundados por españoles, ambos son pueblos con centros mineros cerca, en ambos se explotaba la mano de obra indígena, ambos pretendieron la calidad de Villas…
En un medio provinciano, tan cargado de historia y complejidades, pasó su infancia Jaime Guardia. Siendo muy joven sintió afición por la música, a tal punto que la leyenda dice que practicaba el charango escondido entre los maizales, ya que el dedicarse a la música era mal visto, pues para muchos significaba simplemente bohemia. Posteriormente, ya adolescente y como uno más de los pobladores, mistis, mestizos o indios, que migraban de aquellas comarcas, igual que uno de ellos, JAIME GUARDIA se vino a Lima a fines de 1940, en plena época en que se inicia la gran migración andina sobre la ciudad capital del Perú. Tenía entonces 16 años y una gran esperanza personal y familiar de conseguir mayores oportunidades de estudio y trabajo, en la urbe.
Aproximadamente diez años después de haber llegado a Lima, por los años 50, JAIME GUARDIA junto con Jacinto Pebe y Luis Nakayama funda el Conjunto Musical “La Lira Paucina”, con la cual llegó a grabar seis discos, de aquellos que en ese tiempo eran conocidos como “long plays”.
Era la época en que la música popular andina, denominada como “música folklórica”, se difundía en los locales llamados COLISEOS. En tales circunstancias es que traba amistad con JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, escritor y antropólogo, pero sobre todo intelectual orgánico, que laboraba en una jefatura del Ministerio de Educación ligada a la música y al folklore nacional y que después fue Director de la Casa de la Cultura y como tal participaba activamente en aquellos eventos musicales, de los cuales era asiduo concurrente.
(FOTO: José María Arguedas junto a Jaime Guardia, Jacinto Pebe y Luis Nakayama)
En esos primeros años, teniendo en cuenta las condiciones sociales y culturales que imperaban aquellos tiempos en el Perú, difundir una música tan profunda y doliente, fue todo un desafío. El mismo JAIME GUARDIA lo cuenta: “Imponer mi estilo y el yaraví, que es un género triste dentro de la música andina, ha sido un triunfo: el público de coliseo siempre reclamaba música alegre. Los empresarios me sugerían que no incluya en mi programa música tan triste. No les contradecía, pero cuando estaba listo mi contrato, después de tocar piezas alegres tocaba un yaraví. Así, poco a poco, se fue acostumbrando el público”.
En esa forma se inició la labor cultural y la carrera artística de JAIME GUARDIA. Por casi setenta años, se consagró como difusor del charango ayacuchano, en un estilo muy peculiar, que lo llevó a tocar en todos los escenarios y ante todos los públicos imaginables.
JAIME GUARDIA ha muerto. Fue un cultor puro y conservador de la música tradicional peruana, nunca claudicó en sus convicciones, criticó el afán comercialista y mercenario que tienen muchos de los intérpretes de la música peruana.
Con él se va un tiempo y un pedazo de espíritu profundo y sincero, del Perú.