SIGLO XXI: NECESIDAD DE UNA HISTORIA HUMANISTA.

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Hasta hace unos decenios, para muchos resultaba  trivial, decir que la Historia como ciencia tiene como fin ideal llegar al descubrimiento de la verdad respecto a  los  hechos y fenómenos histórico sociales. Sin embargo, esa pretendida verdad a la cual se aspiraba,  era algo tan relativo y diverso, como los intereses  e ideologías en pugna, en la realidad humana.  Para afrontar esa complejidad que le es propia ó intrínseca, la historia en el último cuarto de siglo, ha visto relativizarse sus aspiraciones, hasta el punto que hoy en día, para algunos, hasta pudiera  parecer ridículo, que la historia pretenda  llegar  a establecer ó  dilucidar alguna verdad indiscutible.

En este orden de ideas, cabe mencionar a autores como Holscher (1997), que sostienen la necesidad de un nuevo modelo “analístico” de la historia y de la investigación de la historia, según el cual la historia es el producto del juicio histórico ejecutado por quienes diseñan historias respecto a su propio pasado, presente y futuro; un modelo en que el evento histórico es definido como el punto común de referencia de muchas narraciones que se pueden contar respecto a un hecho y un modelo en que el cambio histórico se percibe como el cambio de parámetros relacionados con un objeto histórico dado.[1]

Ideas como las de Holscher, merecerían  ser calificadas  a nuestro entender como el sumun de la objetividad histórica. Puesto que se parte de reconocer, que hay tantas historias como autores, lo que implica aceptar  el subjetivismo e ideologismo que está presente en toda narración histórica. ¿Qué más se puede pedir? El lector está avisado. Todo libro o recapitulación histórica no es sino la versión de un suceso, diseñada por un especialista y un hecho histórico es el punto de encuentro de diversas versiones sobre un acontecimiento.

Es del caso, anotar, que la propuesta de Holscher, termina siendo realista y prudente, frente a otras teorizaciones, que consideran que en los tiempos actuales, de simplificación de los valores y triunfo exacerbado de la sociedad de mercado, consumista,  de internet, de universalización de la cultura predominante, de pérdida de confianza  en las identidades locales, nacionales y hasta continentales,  la historia ya no tendría nada que hacer, más que sumarse a otras formas de arte y  subjetivismo pleno, como el cine o la televisión,  la novela, la poesía o el teatro.[2]

Sobre el punto, creemos que resulta  muy polémica la posibilidad de  admitir una ciencia histórica carente de valores, que se encuentre únicamente regida por el subjetivismo de quien la escribe. Demasiados fenómenos han sucedido en el siglo XX, en todos los campos, incluso en la literatura, el cine o la comedia, que no hayan sido marcados por el decisivo e irreversible crecimiento de la conciencia de lo que significa pertenecer a la humanidad y con ello,  de los Derechos Humanos. Si hay un límite que siempre deberá  ponderar  y considerar toda investigación histórica, antropológica y social en general, es  el que proviene de la conciencia ya ganada de esa liberadora noción de humanidad, que ha impregnado los pueblos, los modelos ideales de sociedad y las Constituciones o normas fundamentales de los Estados.  Ese horizonte axiológico, posibilita, por no decir obliga, a   que se tenga que  analizar y  valorar objetivamente los hechos, evitando prejuicios, prejuzgamientos, supersticiones y falsedades; para poder apreciar desde un humanismo integral el genio y aporte de todos los grupos, clases, razas, etnias,  pueblos, líderes y  caudillos que han desfilado por  la tierra.

La historia no puede ser reducida a  una competencia, entre quienes escriben la más bonita versión,  la mejor narración, la más adecuada al sistema imperante  o la más vendida en el mercado.  Si ello fuera así, sencillamente ya no tendríamos Historia como ciencia o disciplina del saber humano.

Ello significa que toda investigación histórica, aparte de ser objetivamente una visión, una versión, una aproximación a la verdad, una posibilidad de interpretación, un probabilidad de como pudieron ser determinados hechos; debe inexorablemente ser empática, esto es: debe situarse en el lugar del otro, de la parte que no puede escribir historia, del vencido o del vencedor, según lo asumamos.  Esa posibilidad y necesidad de que la historia como ciencia o disciplina, al analizar un hecho histórico, pueda colocarse en la perspectiva, y en el lugar de los otros, de aquellos que no pueden escribirla, o que sencillamente no son de mis simpatías,  creemos que constituye una característica esencial que debería buscar alcanzar toda narración histórica  verdaderamente seria y humanista.

Ello, en un siglo como el XXI, donde determinados sectores proclaman el fin de las utopías y el triunfo absoluto del mercado sobre el bien común y la solidaridad, es vitalmente imprescindible, para el futuro y la conciencia de  la especie humana.

 

Notas.

[1] Holscher, Lucian. (Octubre, 1997). The New Annalistic: A Sketch of a Theory of History.History and Theory 36, pp.317-335.

[2] GRAJALES GUERRA, Tevni: LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN  HISTÓRICA: Una crisis compartida, Revista Enfoques, vol. XIV, núm. 1, enero-diciembre, 2002, pp. 5-21. Universidad Adventista del Plata. Libertador San Martín, Argentina.

Señala:  “El inicio del siglo XXI encuentra una sociedad en la que la historia es utilizada más para entretener que para informar o formar; sociedad en la que la deconstrucción parece corresponder apropiadamente a lo ambiguo y paradójico de la realidad que se vive.(…) La tendencia está relacionada con los aspectos subjetivos de la investigación. La televisión y el cine, han consolidado el desarrollo de una historia novelada que se complementa con el éxito de numerosos éxitos editoriales los cuales utilizan datos históricos válidos como esqueleto para la creación de obras literarias. Crowell (1998) propone la necesidad de desarrollar una visión filosófica de la narrativa histórica que no sea realista o idealista. Y por su parte Partner (1998) se adhiere a la idea de que se está borrando la línea entre la ficción y la historia y que aunque se reconoce una diferencia entre ellas, esta no es la convencional pues es una diferencia que se da a media voz. Hoy más que nunca, el lector de la historia debe tener una actitud crítica hacia la historia que lee, semejante a la actitud necesaria para escribir la historia; sólo así esta podrá encontrar algún sentido de verdad y utilidad práctica.”

 

 

 

 

 

 

 

 

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