EL ‘PROBLEMA INDIGENA’ : UNA MIRADA OBJETIVA.

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Desde los inicios de la expansión europea y occidental sobre el mundo, en la edad moderna, la historia del llamado “problema indígena” en AMÉRICA, es la historia del genocidio de los pueblos originarios de este continente.

Ya en 1511, el sacerdote dominico fray ANTONIO DE MONTESINOS, planteó las todavía vigentes interrogantes, que aún deben remecer las conciencias de todos los seres humanos que puedan entenderlas, respecto a los entonces llamados “indios” (hoy con mejor criterio llamados: pueblos originarios) :

“ Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.

Decid, con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?

¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido?

¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?

¿Estos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís?” (1)

Hace mas de veinte años, revisando textos en una biblioteca, leímos algo de un antropólogo francés (creo que era Robert Jaulin), que decía algo así como que: alguna vez, en un futuro no lejano, el hombre occidental (al que habría que agregar el criollo y el “mestizo”), rendiría un homenaje y un mea culpa póstumo e inútil, a un hermano muerto, extinto: el cobrizo, el rojo, el “indio”. Es difícil refutar eso: en todas partes adonde llegó la cultura occidental y el colonizador europeo, las sociedades nativas o de primeros pobladores de América han sido despojadas de sus territorios, de sus recursos naturales, de su libertad, de su autonomía política y por último hasta de su identidad; pues, no puede negarse, que de todos los troncos étnicos principales del mundo: blanco, negro, amarillo y amerindio, el último es el más desfavorecido, como prueba de ello basta recordar que a la fecha no ha sobrevivido ni una sola sociedad política o estado, que sea propio de algún pueblo autóctono de américa, todos han sido destruidos y a los sobrevivientes de las etnias y sociedades amerindias se les asimiló y se les sigue asimilando -por las buenas o por las malas- a la cultura y a la economía de los estados republicanos, criollos y mestizos.

La destrucción de lo indígena, es pues tan sistemática, que sobre los descendientes de las sociedades y civilizaciones primordiales de América, que se cobijan en las ciudades o se aculturan o sincretizan, les cae encima una aplanadora ideológica que pretende negarles toda identidad, incluso desconocer su genotipo étnico, motejándolos de “mestizos”, por el hecho de vestir a la occidental y hablar el español. Habría que preguntar a los antropólogos y psicólogos sociales, cómo afecta tal situación a los individuos de esos antiguos pueblos, y si esa negación de su identidad: propicia ó no el crecimiento de la delincuencia, el alcoholismo, la drogadicción y la violencia.

Sabido es que para encarar un problema, debemos partir de un diagnostico acertado. Vistas así las cosas, cabe preguntarse: ¿de quién es el problema?, ¿es realmente de los llamados indígenas?. Por supuesto que no. El llamado problema indígena es una invención de los conquistadores y colonizadores, que ocuparon territorios que originalmente no detentaban ni compartían y que desean seguir extendiendo su control o explotando territorios con riquezas naturales, que aún se encuentran en el área de influencia de comunidades y poblaciones de origen nativo. Y su debida solución, obliga a sentarse a la mesa de debates, inter-pares, con las víctimas de semejante agresión y atender razonablemente a todos sus reclamos.

Hace aproximadamente ochenta años el pensador peruano Mariátegui  Lachira,  opinó con muchos fundamentos que el problema del indio era el problema de la tierra(2) como elemento económico. Ello, ciertamente era muy válido en una época en que predominaba el feudalismo en el campo. Hoy en día, el  llamado PROBLEMA DEL INDIO sigue existiendo, a pesar de que el  régimen de propiedad feudalista o gamonalista ha desaparecido en el Perú. Ello, nos lleva a apreciar, que el problema del indio sigue siendo el problema de la tierra, pero no solamente desde su dimensión económica, sino también desde una dimensión política y jurídica, entendida esta última como capacidad de gestión y decisión dentro del Estado Democrático peruano, sobre los recursos que existen en los territorios o comunidades indígenas. Tal realidad, conlleva aceptar que las comunidades nativas o rurales deben ser consultadas respecto a las riquezas minerales o energéticas  que puedan existir en sus territorios, conforme lo demandan los derechos humanos y conforme lo reconocen los Tratados Internacionales vigentes.

Es lo mínimo que se puede pedir, en países donde todavía una gran parte de la población tiene sangre indígena (y donde todavía quedan pueblos originarios). Ya que nuestros actuales estados republicanos han heredado el estigma de la invasión y la usurpación inicial, que significó alguna vez la denominada conquista española.

NOTAS.

(1) DOCUMENTOS PARA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA EN AMERICA LATINA. Facultad de Teología- Departamento de Historia de la Iglesia, Pontificia Universidad Católica Argentina, Argentina, 2008.

(2) Mariátegui Lachira José Carlos: SIETE ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA, Cap. II El Problema del Indio – Su nuevo planteamiento.

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