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Micropolítica en la Escuela

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En 1989, Stephen Ball publicó “La Micropolítica en la Escuela: Hacia una teoría de la organización escolar”, en la cual describe a las organizaciones educativas como un ámbito en el cual existe una gran variedad de grupos heterogeneos, grupos muy diferentes entre sí, tanto en su formación y procedencia como en sus intereses personales y sus fines dentro de la organización. Esos grupos son fácilmente reconocibles en cualquier escuela: los profesores nuevos y los antiguos, los administrativos, los profesores de letras y los de ciencias, los padres de familia, los coordinadores, entre otros. Sean cuales sean los criterios, siempre existen grupos antagónicos, grupos con intereses opuestos. Naturalmente, cada grupo va a buscar lograr sus fines. Por ejemplo, los coordinadores intentarán hacer cumplir X medidas, mientras que los profesores intentarán obtener una reducción de la carga laboral. El resultado: la aparición de un conflicto.

Entonces, sucede una lucha por el “poder” entre los grupos con el fin de lograr sus intereses. Para ello, el “poder” no se sostiene por la jerarquía, es decir, por el cargo de la persona o grupo, sino que está ligado a la influencia. Así, un docente respetado y admirado, aunque no tenga ningún cargo que lo coloque por encima de otros, puede tener influencia sobre un la mayoría de docentes, quienes juntos pueden hacer “resistencia”, por ejemplo, frente a una medida; en consecuencia, el poder será proporcional a la influencia que tenga una persona o grupo.

Otro ejemplo puede ser un director carismático, alguien que cuenta normalmente con el apoyo de padres y profesores. Ese director no deberá incurrir en presiones o imposiciones para llevar a cabo algún proyecto, pues muy probablemente contará con la colaboración del personal y las familias. Nuevamente, el poder está ligado a la influencia.

Siguiendo con el ejemplo anterior, puede decirse que la “resistencia” de los docentes puede ser directa, mediante una huelga, por ejemplo, así como clandestina: no acatando una medida en silencio, implantando rumores o chismes que desacrediten a los coordinadores o padres de familia, entre otras estrategias.

Ahora, Ball presenta esto como un aspecto natural y real en cualquier institución, aunque cada una con sus particularidades. Cada organización educativa, según su naturaleza, enfrentará de modos diversos los conflictos y la lucha de poder.

La Revista Iberoamericana de Educación publicó un número especial sobre este tema en 1997. Todos los artículos se encuentran en línea en forma gratuita.

Micropolítica en la Escuela en la RIE

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La escuela más allá de las paredes: redefinición de la organización educativa

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La concepción de hombre y sociedad son variables en el tiempo y desde ellos las ideas de Educación y, por extensión, de la escuela. Así, este fenómeno ha pasado por diferentes concepciones que pueden agruparse en tres tipos de paradigmas que se resumen a partir de García Requena (1997) y Díaz (2005).

El primer enfoque que trataré es el científico-racional o paradigma estructural; el cual observa la realidad educativa como una entidad cierta y observable, capaz de ser estructurada y organizada en un sentido razonable con la finalidad de obtener un alto nivel de competencia. La escuela es vista como una estructura rígida en la que lo principal es el funcionamiento más apropiado para alcanzar mejores resultados.

En un segundo momento, surge el enfoque interpretativo-simbólico o paradigma cultural. Éste centra su atención en el mundo de los significados y la simbología que configura las realidades de las escuelas. Lo primordial es la consideración de los actores educativos y de la existencia de una cultura institucional.

Finalmente, el enfoque socio-crítico o paradigma político se presenta como una perspectiva centrada en una lectura política de las organizaciones donde se descubre una realidad con la finalidad de transformarla para su mejora. Se reconoce a la organización como asociaciones de personas diversas y diferentes grupos de interés.

En la evolución de la concepción de las escuelas se ha llegado a observarlas como una creación cultural, como una cuestión no tangible pues yace en el interior de las personas y en el abstracto de las relaciones que se entretejen entre ellas. Sin embargo, hasta el día de hoy las organizaciones siguen desarrollando su cotidiano bajo paradigmas caducos que no responden a las transformaciones sociales que van de la mano con las innovaciones tecnológicas. Las escuelas siguen limitando su campo de acción a los horarios escolares y pareciera que creen que los procesos de enseñanza y aprendizaje son exclusividad de las aulas. Ello sin considerar que aún existe una dimensión jerárquica y rígida en las estructuras organizacionales que obstaculizan el dinamismo, el cambio, la adaptabilidad de las escuelas a la realidad (Ander -Egg, 2001).

Cabe plantear algunas interrogantes a partir de lo visto y lo planteado en el Proyecto Educativo Nacional (MINEDU, 2006). ¿Es posible acortar el desfase entre las escuelas y la realidad social bajo estos paradigmas positivistas? ¿Responden nuestras escuelas a las exigencias y demandas educativas y sociales? ¿Hacia dónde camina la autonomía escolar y la descentralización educativa bajo esta marcha?

En el contexto del uso de las tecnologías que parecieran flexibilizar y hasta difuminar las barreras del tiempo y el espacio, su adecuada implementación podría facilitar la transformación de las organizaciones educativas a la etapa exigida. Una escuela que no tenga limitaciones horarias ni requiera forzosamente de espacios físicos; que no se aleje de la realidad de la sociedad sino que se alimente de ella y se mantenga en un diálogo constante; que reduzca las brechas sociales e incremente el dinamismo entre todos sus miembros, los distintos actores educativos. Es decir llegar a la construcción de escuelas modernas (Trahtemberg, 2000).

Es importante aclarar que no se trata de la sustitución de la interacción presencial por los espacios virtuales, sino de la ampliación de ésta mediante mecanismos tecnológicos que respondan a la observación de que las escuelas no son los edificios. Las escuelas están conformadas por la totalidad de personas que pueden convertirse en constructores de aprendizajes compartidos. Es cuestión de planificar y facilitar espacios de asesorías virtuales, investigación crítica en línea, debates profesionales y docentes-alumnos en foros virtuales, bibliotecas virtuales y electrónicas, entre otros.

Se trata, en síntesis, de una redefinición de la concepción de las organizaciones educativas en la práctica desde la incorporación con sentido de las tecnologías para que las escuelas reduzcan el desfase con la sociedad y no se conviertan en lo que podría ser un futuro no muy ficcional: instituciones caducas.

Referencias

Ander-Egg, Ezequiel, (2001). Los desafíos de la educación en el siglo XXI. Algunas reflexiones sobre los retos del futuro inmediato. Argentina: Hommo Sapiens Ediciones.

Díaz, Carmen (2005). La organización escolar: ¿burocracia o comunidad? Reflexiones desde una mirada ética. En: Educación. Vol. XIV No. 26, pp. 43-58.

García Requena, Filomena (1997). Organización escolar y gestión de centros educativos. Málaga: Ediciones Aljibe, pp. 279.

Ministerio de Educación (2006). Proyecto Educativo Nacional al 2021. Lima: Ministerio de Educación.

Trahtemberg, León (2000). El impacto previsible de las nuevas tecnologías en la enseñanza y la organización escolar. En: Revista Iberoamericana de Educación No. 24. Pp. 37 – 62.

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