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Una mirada a los clásicos I: Dewey, Decroly y Montessori

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En las tenencias de nuestras aceleradas sociedades, la mirada al pasado tiene cierto aroma a atraso, por lo que muchas veces se obvian excelentes aportes. En la educación, el tema se repite y algo de ello mencioné en el post anterior donde les recomendé dos documentos sobre ABP y Método de proyectos, donde el primero es “hijo” del segundo, aunque muchos hoy en día se hayan olvidado de él.

De esta forma, se buscan “nuevas” formas de mejorar el proceso de aprendizaje formal sin observar ni tratar de recuperar métodos que de hecho funcionan y resultan sumamente interesantes. Por ello, el día de hoy haremos una primera visita a tres clásicos educadores.

Dewey
Dewey cree que los niños no pueden aprender desde una posición pasiva; sino que requieren involucrarse directamente en el proceso mediante el hacer. De preferencia, aquel aprender haciendo debe basarse en cuestiones concretas y personales; es decir, cercanas al niño.

John Dewey considera que el proceso de aprendizaje, desde una perspectiva muy intelectual y científica, debería pasar por tres fases:
a. Los hechos y acontecimientos científicos.
b. Las ideas y razonamientos.
c. La aplicación de los resultados a nuevos hechos específicos.

Es necesario aclarar que las fases no son estructuras rígidas que el profesor debe seguir para desarrollas las lecciones, sino etapas de un proceso que deben ser desarrolladas para que un aprendizaje se considere logrado.

Decroly
Básicamente, Decroly considera que la escuela es un ambiente donde todos los elementos están hechos en forma artificial y tratan de imponerse a un niño que es concebido como un “pequeño adulto”, sin reconocer su verdadera naturaleza. De esa forma, la escuela adapta al niño al proyecto de hombre homogéneo que se quiere crear desde una realidad ajena a él. Por ello, Decroly cree que cada niño es un ser libre con características propias que vive en un mundo que percibe en forma diferente a la de un adulto. De ahí que la escuela deba partir desde la realidad del niño y su visión del mundo reconociendo que no todos lograrán alcanzar los fines educativos por igual. Por eso se trata de una “educación para la vida desde la vida”.

Naturalmente, al reconocer la vida y la libertad, acepta la espontaneidad y la curiosidad del niño; y se opone a la disciplina rígida y a la actitud pasiva, aspectos clásicos de la educación que perduran hasta el día de hoy, después de todo, aún se sigue calificando como una “buena clase” aquella donde los niños están sentados en completo silencio mirando todos atentamente al frente.

Entonces, ¿cómo debía ser la escuela según Decroly? Para empezar, se debía trabajar con grupos entre 20 y 25 alumnos por clase buscando cierto grado de homogeneidad, pues el aula de clases debía procurar un ambiente en el cual el niño encuentre motivaciones adecuadas no coactivas según las particularidades de los niños como edad, estado psicológico, etc.).

Uno de los aspectos más resaltantes es la introducción del juego en el programa escolar de manera que las clases son semejantes a talleres. El tratamiento de contenidos del programa escolar se trata en forma general, pues el niño aprehende el mundo en forma global y no a partir de los detalles. De esta manera, el proceso de aprendizaje se desarrolla en tres fases: Observación, asociación, expresión.

Montessori
María Montessori parte del reconocimiento de la naturaleza y respeto del niño, y de su evolución. De esa forma, al conocer la naturaleza del niño en cada etapa, la educación puede brindarle lo que necesita para continuar su desarrollo de forma sana y libre.

Nuevamente, la libertad es un aspecto muy importante que trata que el niño sea un actor y no un receptor. Por ello, el ambiente y los estímulos son ofrecidos al niño libremente, quien se acercará a ellos ya que éstos son seleccionados en función a las características personales.

A diferencia de las otras dos corrientes señaladas anteriormente, Montessori considera importante el trabajo interior; es decir que no solamente se dirige al plano intelectual. El trabajo del niño no es solamente una actividad intelectual, sino que también tienen una relación con el interior de la persona. Tal trabajo interior que surge de la combinación de los estímulos y la libertad, da cabida a la disciplina exterior. Según esta idea, la disciplina como tradicionalmente se concibe, es rechazada.

Montessori considera que lo más importante es darle al niño justo lo que requiere en el momento justo; y ello se logra mediante un conocimiento profundo del niño (mediante la observación y la experimentación) que lleva al profesor a respetar el ritmo de trabajo de cada uno, lo cual le permite al niño afirmar su Yo y su vida.

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