Los tres primeros septenios

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La base del desarrollo humano yace en la Educación, en la c

ual se reconoce la posibilidad y existencia de aprendizajes individuales, pero que se manifiesta principalmente a partir del aprendizaje social. Después de todo, el inicio del proceso educativo se da mediante la imitación, el que requiere forzosamente la presencia de otro.

Sin embargo, en la actualidad, las exigencias y estilos de vida de la Postmodernidad han minimizado los espacios y tiempos de socialización. Los padres, los primeros educadores por tradición, han cedido su lugar en gran medida a niñeras y guarderías como las mejores opciones; pues en otros casos la única compañía de un niño puede ser algún elemento electrónico.

Por lo tanto, uno de los principales problemas en el proceso de humanización actual son las carencias sociales que marcan al mundo occidentalizado.

Ahora, la recuperación de tales espacios no es la simple solución. Se requiere de un conocimiento profundo del ser humano y sus etapas de desarrollo para ayudar al niño a desarrollar su potencial saludable en todos sus niveles.

Desde la Antroposofía, ciencia que entiende al ser humano como ser material, anímico y espiritual, se postula que el desarrollo del hombre se da por etapas denominadas septenios. Para el proceso de educación formal, se deben analizar los tres primeros septenios.

En el primer septenio, se da la base de la salud personal debido a que se da la formación de los órganos. Este hecho demanda el correcto desarrollo de una de las tres fuerzas constitutivas del hombre : la voluntad, es decir el querer, la acción. Es por ello que el movimiento resulta una característica indiscutible en los niños en esta etapa.

Es posible asociar esta etapa con la Grecia Clásica, en la que la educación se realiza a través del cuerpo. De ahí la importancia de la Gimnasia.

En el segundo septenio se inicia la escolarización propiamente dicha. Anteriormente, la libertad para el movimiento y el juego resultan indispensables. La imitación espontánea del adulto es la base de la educación. En cambio, en el segundo septenio, se instituye la figura del profesor, pero no como una autoridad impuesta o admirada por el hecho de ser un adulto. El profesor se convierte en una autoridad sobre la base del amor. Es un ser querido y tal hecho le otorga autoridad y le convierte en alguien digno de ser imitado.

Es en esta etapa donde la socialización con sus pares cobra mayor fuerza y el aprendizaje se hace significativo básicamente desde su aspecto social. Preponderancia

Ambos hechos, el profesor como autoridad amada y la revalorización de sus compañeros se basan en el impulso que cobra otra fuerza constitutiva, el sentimiento. El trabajo de los aspectos anímicos de los niños se debería volver una de las cuestiones prioritarias para el profesor y los padres. Por lo tanto, el trabajo cooperativo y coherente de ambas figuras adultas es vital para el niño.

Esta etapa es vinculable con la Roma Clásica, donde la educación sucede mediante la retórica, el habla, una educación principalmente anímica. Es por ello que el profesor debe plasmar imágenes creadas desde lo oral que apunten al adecuado desarrollo del niño.

En el tercer septenio, aparece el despertar sexual. Además, el adolescente empieza a desarrollar una valorización real de sí mismo y de su entorno. Su pensamiento, la tercera fuerza constitutiva del ser humano, adquiere un papel preponderante en esta etapa de desarrollo. Se trata de una etapa crucial donde se despierta y consolida lo trabajado en los septenios anteriores y donde afirma las bases de su identidad; la cual debe enfrentarse al individuo en sí y a su entorno íntegro: amigos, familia, sociedad.

Esta etapa puede relacionarse con la Edad Media y su transición hacia la Modernidad, donde a través de la memoria se desarrolla la educación. Es la época de los letrados y de un fuerte vínculo espiritual. Sin embargo, esta educación armónica tuvo un quiebre que daño el desarrollo de la Humanidad.

De pronto, la educación empezó a entenderse como la mera transmisión de conocimientos, lo que llevó a un alto intelectualismo, causa de daños al espíritu. El impacto de este problema se manifiesta en personas deterioradas, no sanas, sin voluntad para vivir, con un pensamiento aislado, no integrador; es decir, no sistémico . Por lo tanto, carecen de las capacidades necesarias para resolver situaciones personales, laborales, familiares, etc.

El cambio de esta situación radica en un énfasis especial en la educación para la voluntad. El equilibrio en el desarrollo humano se dará en la medida que elevemos al hombre de la voluntad básica, la cual responde al instinto y al deseo, a una voluntad elevada. Esta última se caracteriza por buscar la realización de actos trascendentales.

En verdad, la voluntad elevada responde a la necesidad de ir hacia delante, de buscar una vida libre y llena de significado. Esas son características sumamente humanas en su plano ideal, cualidades que todos debemos

buscar y ayudar a alcanzar.

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La biografía humana desde un punto de vista espiritual por Roberto Crottogini.

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