Sobre decir adiós – Away from Her (2007)

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Away from Her es una despedida. La despedida de un hombre a su mujer y viceversa. Es, a su vez, la despedida de una mujer frente a su identidad y su memoria, valores que no siempre pueden resistir el paso del tiempo. Asimismo, es la despedida de un amor: un amor puro, sincero, construido por generaciones y amenazado de forma disuptiva. Sarah Polley se pone tras la cámara y elabora, a su modo, un crudo testimonio sobre el adiós. Filma sin exageración o contemplaciones, sin manipulación emocional o demasiada lágrima: la tragedia se filma con delicadeza, como el objeto frágil que es y con todo lo que esto representa. Dentro de los fríos páramos canadienses se da esta historia de enfermedades, secretos, pero, sobre todo, de conciliación. Una historia sobre aceptar lo inevitable y vivir cada día asumiendo el dolor como natural. A su modo, es una historia rebosante de empatía, una muestra muy franca de amor, tolerancia y aferramiento. Sirve, en algún caso, para procesar el dolor.

Como decíamos antes, Away from Her es la historia de un hombre y una mujer. La mujer es Fiona, quien ha vivido felizmente casada con Gordon, sujeto afable y protector con su esposa. Ambos parecen vivir una plácida y frugal vida en las afueras de alguna ciudad canadiense, rodeados de nieve y pinos. Sin embargo, y como en toda historia entre un hombre y una mujer, un obstáculo aparece en su camino. En este caso, el Alzheimer. Ella lo padece. Al principio, no es tan evidente. Luego de un tiempo, se hace incontrolable. Gordon y tienen que aceptar la verdad. Ella ya no puede quedarse allí. A ratos lúcida, Fiona acepta la difícil tarea de llevarle a un centro geriátrico, con todas las facilidades posibles. Gordon es persistente en su cariño, siendo un asiduo visitante y siendo testigo de la eventual degradación de su mujer. Es testigo, además, de la afectuosa y creciente relación entre Fiona y Aubrey, un compañero suyo. Gordon, por supuesto, no puede evitar el dolor. Las cosas se complican incluso más cuando Gordon, en su impotencia, se acerca a la esposa de Aubrey, Marian. Entonces, lo que era la historia de un hombre y una mujer se hace, en verdad, una historia de distintas relaciones, todas igual de complejas, marcadas por las buenas intenciones y la conciliación como base.

Saquemos cuentas. Tenemos cuatro protagonistas, entrelazados entre sí por una repentina desgracia. Eso deja, en total, 6 relaciones que el film está dispuesto a analizar a detalle, o eso parece. Y necesitamos verlas todas, para entender su corazón.

Grant y Marian. Comenzamos con la relación más compleja del film. Al inicio, parece una relación hecha simplemente por necesidad. Dos personas que pierden al amor de su vida y que, en su búsqueda de respuestas, terminan recurriendo al otro. En este caso, es Grant quien no puede aceptar su situación. No quiere dejar a Fiona atrás. Marian, en contraposición, parece mucho más convencida. Acostumbrada a visitar a un extraño. Es mediante su resignación que, de a pocos, Grant aprende a ceder y a aceptar su drama. Marian ayuda. Mientras más tiempo frecuentan, más crece el afecto. Aquí comienzan los dilemas. ¿Es justo engañar al cónyuge cuando este  —de manera más o menos inconsciente, eso sí— ya lo ha estado haciendo? ¿Hay un genuino interés por parte de ambos por amarse, o se trata tan solo de un mero escape, de una forma de evitar su dura realidad y todo lo que eso implica? ¿Deberían decírselo a sus parejas o es inútil, considerando que probablemente lo olviden pronto? Las dudas se acumulan, la culpa también. Aun así, el vínculo entre Grant y Marian es necesario para sobrellevar el dolor. No pueden desprenderse fácilmente del resto. Es lo que vale. Su relación solo se estrecha.

Marian y Aubrey. Poco sabemos de su relación en el pasado. A través de los primeros planos de Olympia Dukakis, aprendemos de una mujer resiliente, contradictoria. Quiere ver a Aubrey como alguien cercano, pero decide forzarse a la distancia, rechazar cualquier acercamiento innecesario, como una forma —madura o no— de lidiar con el dolor. Por momentos, vuelve a acercarse a él, demostrado que el afecto no es suma cero: si alguna vez lo hubo, entonces permanecerá para siempre.

La relación entre Aubrey y Grant, y Fiona y Marian son asimétricas y conflictivas. Solo Grant y Marian son conscientes de las acciones de los otros, lo que implica el tabú: ¿acaso se puede rechazar a alguien con una condición así? ¿Cómo influye el hecho de enamorarse de su cónyuge? ¿Sigue siendo legítimo que Grant rechace a Aubrey mientras duerme con Marian?

Ya hemos adelantado lo que implica la relación entre Grant y Fiona. Fiona, bellamente interpretada por Julie Christie, aún quiere a Grant, a su manera. Grant se ve forzado a quererla a ella de otra forma. Debe entender un nuevo lenguaje, una nueva forma de relacionarse con los otros, otro discurso de amor. Es casi una variación epistemológica de su relación. La misma que ha transformado a Fiona hasta acercarle a Aubrey y darle una oportunidad para comenzar de nuevo: otra vida.

Sarah Polley filma con simpleza y cierto grado de solemnidad: planos medios y generales como preferencia; pocos close ups que fuercen el drama; música lastimera de fondo, pero sin llegar a la sensiblería; escenas en silencio o parsimonia, con los actores recitando las líneas lentamente, como si pensaran cuidadosamente qué decir. A fin de cuentas, este film busca indagar la relación entre el afecto, el tiempo y la memoria, y ello solo puede conseguirse desde la contemplación, desde la calma. Necesitamos tiempo para entender la evolución de los personajes, su modo de refugiarse ante el dolor, sus reacciones, no las inmediatas, sino las prolongadas, las que terminan adaptando a su rutina.

Por esa razón, la directora prefiere no depender de lo lineal. En el retrato fragmentado de la protagonista, una narrativa coherente no va a ser la prioridad: la memoria suele ser elíptica, contradictoria, poco clara por momentos y demasiado vívida por otros. Polley utiliza escenas dispares y las une en un montaje más o menos eficiente, para que nosotros desentrañemos la historia. Quizás pueda ser conflictivo —el desorden narrativo puede hacer que no prestemos atención a los protagonistas—, pero, por el bien de lo que representa, es mejor así. Los personajes son lo suficientemente cercanos para que nos importe su destino y las actuaciones son lo suficientemente genuinas para seguir prestando atención.

La alegoría final en Away from Her es que la tragedia puede ser inevitable, pero enfrentarse a ella en soledad no lo es. Las conexiones que se construyen en el film así lo demuestran. En suma, Munro y Polley han creado un pequeño universo muy parecido al nuestro, pero con un poco más de empatía y un poco más de cariño. Nos presentan una historia inspiradora, necesaria para expiar el dolor de la pérdida, efectiva al lidiar con el caos que se viene con la enfermedad. Es una apuesta respetuosa, hasta cierto punto fidedigna, de la pérdida y sus implicaciones. En el cierre, Grant ve a su esposa a lo lejos, reconociendo lo vivido y asegurándose de recordarlo mientras pueda. Nosotros haremos lo mismo.

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Acerca del autor

Anselmi

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