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“El mundo no fue hecho en el tiempo, sino con el tiempo.” -San Agustín
Existe una historia budista sobre un granjero pobre cuyo único caballo se escapó. Todos sus vecinos acudieron para consolarlo:
– ¡Qué mala suerte!
– Quizá -respondió el granjero.
Al día siguiente, el caballo volvió con muchos caballos salvajes.
– ¡Qué suerte! -exclamaron sus vecinos.
– Quizá -volvió a responder el hombre.
Unos días después, el hijo del granjero trataba de domar a uno de los caballos salvajes cuando salió disparado y, al caer, se rompió una pierna.
– ¡Qué desgracia! -dijeron sus vecinos.
– Quizá -dijo otra vez el granjero.
Una semana más tarde, el ejército llegó al pueblo para reclutar hombres jóvenes, pero al ver que el hijo del granjero tenía la pierna rota, no se lo llevaron.
– ¡Qué afortunado! -afirmaron los vecinos
– Quizá -contestó el granjero.
Y la historia de este hombre prosigue de manera similar.
Lima, nuestra querida ciudad, se levanta todos los días con un “quizá”. A ella le han pasado cosas malas y aún así, al igual que el granjero, también sigue adelante. Le quedan todavía muchos problemas por resolver y precisamente por ello, ya no tiene más tiempo que perder. Lima nos necesita y nosotros a ella. A Lima la hacemos posible todos y cada uno de nosotros. Ante ello, ¿seremos capaces de negarle la ilusión de ser mejor?, ¿podremos quitarle el tiempo que casi no tiene?.
Pues, yo pienso que NO.
Y espero puedas entender mi razón.
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